Era casi media noche y Dean no podía dormir.
Después de un largo día, lo único que necesitaba eran sus 4 horas de sueño.
Pero su conciencia no lo dejaba tranquilo; imágenes de todo lo que había vivido en estos últimos años lo asaltaban como mosquitos picando en partes de su cabeza que no podía rascar.
Y al voltear a la esquina contraria de la habitación, ahí se encontraba Castiel, el ángel guardián de el y su hermano, parte importante de su familia.
Castiel ladeo la cabeza y con un susurro, para no despertar a Sam, dijo:

-Dean, que ocurre, no puedes dormir?-

-No...- Dijo mientras bajaba la cabeza, consternado. Los ojos de su ángel, incluso a medianoche, eran demasiado azules para ser considerados humanos, y eso lo ponía nervioso.
Castiel se levantó y se dirigió a un lado de la cama de Dean, sentándose en la orilla de esta.

Le acaricio la cabeza y empezó a tararear lento y suave, una melodía que Dean no recordaba haber escuchado, pero que le llegaba al corazón, y más en voz de ese ángel que ha dado su vida mas de un par de veces por salvarlo.

-¿De donde es eso, Cas?, no me digas que es de una porno... - pregunta Dean, riendo entre dientes mientras Castiel le otorga una de sus características miradas de "No estoy para tus juegos".

-No Dean. Es la canción que sonaba en mi cabeza el día en que te rescaté del infierno, es el sonido que hace tu alma cuando está junto a mí.- dice Castiel mientras le sonríe a los últimos vestigios de un Dean despierto que pudo encontrar.
Dean le devuelve la sonrisa mientras lentamente va cayendo en un sueño, esta vez tranquilo, donde se encontraban el, su hermano, y por supuesto, su ángel.