Adevertencias: muchísimo OoC.
Naruto no me pertenece.
Lágrimas de tiburón
Eso no era un momento especial del día; eso era una carnicería macabra.
Aún no podía creer lo que estaban viendo sus ojos de salmón. ¿Cuál malo podía llegar a ser el ser humano? Kisame no lo sabía, pero estaba seguro de lo que estaba presenciando era, sin duda alguna, un pecado mortal, un acto del más indigno comportamiento humano. Podía escuchar el crujir de aquellos frágiles huesos bajo el aplastante movimiento de los dientes de sus compañeros, a los cuales probablemente mataría por medio de una gran freidora eléctrica. Tenía la posibilidad de ver cómo humillaban a sus amigos, cómo los dejaban desnudos para después masacrarlos tétricamente. Su más horripilante sueño se estaba desarrollando frente a sus propios ojos.
Kisame escuchaba los lamentos, súplicas y gritos de agonía provenientes de los seres con los que estaba biológicamente ligado. Los escuchaba gemir de dolor al ser traspasados con los dientes de aquellas armas pequeñas pero poderosas; sentía su dolor y rezaba para que salieran vivos de esa. Odiaba a esos monstruos, llamados "compañeros de guarida", por sus imbéciles acciones, ¿acaso no entendían que eso estaba mal?
—Venga, Kisame, no es para tanto. —El aludido, en ese preciso momento, deseó tener un tenedor enorme entre sus deformes manos para picotear con él al idiota de Deidara, alias Barbie Hueca.
—Pedazo de sinvergüenza, ¿a ti te gustaría ver cómo mueren tus hermanos paternos? —El tiburón intentaba no llorar, aunque para su mala suerte sus ojos brillaban, mostrando sus sentimientos interiores.
—Cabeza de chorlito, yo no tengo herma… —Un golpe se incrustó en su cabeza. Konan intentó respirar para no mandar a volar a su compañero a la mismísima estratósfera.
—Discúlpanos, Kisame, pero no teníamos más provisiones comestibles. —La única mujer allí presente bajó la cabeza; ella, por más raro que pareciera, entendía lo que sentía Kisame cada vez que alguien desperdiciaba un papel para cosas sin sentido, como los avioncitos que hacen los niños durante las clases más aburridas.
—Gracias, Konan; eres la única que puede entender a alguien como yo. —Se limpió los mocos con un pañuelo que le prestó su compañero de equipo, Itachi, quien, gracias a los divinos calamares azules, había decidido realizar su buena obra del día al saltarse la comida para evitar incomodarlo más de lo que ya estaba—. Gracias, cabeza de comadreja.
—Hmp.
—Tsk, sigo sin entender toda tu histeria, Dori. —El único rubio presente se metió una porción de sushi a la boca, ocasionando que el nombrado soltara un grito.
—Ah, la próxima vez comeremos pizza en algún restaurante —se dijo para sí Nagato..
"Y de paso me fijaré si puedo vender a Deidara, Tobi y Kisame por un precio razonable", pensó antes de sobarse sus sienes por el escándalo que se estaba llevando a cabo.
El líder pelirrojo se prometió, bajo un solemne juramente, no volver a incluir pescado, tanto crudo como cocido, dentro de la dieta de sus estúpidos subordinados.
