Título: Aplaudo tu determinación... ¡SLYTHERIN! - [Prólogo]
Pareja: Harry/Draco
[Prólogo]
Hagrid acababa de dejar a un Harry de once años en la tienda de Madame Malkin, una bruja regordeta y sonriente que nada más verle entrar le preguntó que si iba a Hogwarts y le comentó que había otro niño dentro.
El joven, pálido y rubio, estaba quieto, probablemente rezando para que la otra señora no le clavase ninguno de los alfileres que estaba colocando en su túnica.
—¿También Hogwarts?
Harry asintió levemente y no mucho después, aquel extraño le estaba contando que su padre estaba comprando los libros y su madre las varitas; comenzó a quejarse sobre por qué los alumnos de primer año no podían tener una escoba propia y cómo pensaba comprar una y colarla para simplemente fastidiar a su padre.
—¿Tienes escoba propia?
—Eh... No.
¿Por qué debería tener una escoba propia? Aunque bueno, con lo que le hacían barrer los Dursley, quizá podría considerar que aquella era suya.
Mientras seguía sumergido en sus pensamientos sobre por qué debería tener una escoba propia, el rubio volvió a hablar.
—¿Juegas al menos al quidditch?
—No.—respondió antes de plantearse siquiera qué era el quidditch.
—Yo sí, papá asegura que sería un crimen si no me cogieran para jugar en mi casa. ¿Ya sabes en qué casa vas a estar?
—No.—Cada vez que abría la boca se sentía más idiota; no tenía ni idea de lo que estaba hablando.
—Nadie lo sabe en realidad, pero yo creo que estaré en Slytherin, toda mi familia ha estado ahí. Tu familia, ¿en qué casa estaba?
— No lo sé, mi padre y mi madre están muertos.
—Oh, lo siento.
Harry no supo descifrar si lo que había en sus ojos grises era un atisbo de culpabilidad por haberle hecho tantas preguntas y haberle hablado tanto de sus padres.
Sin embargo, no tuvo tiempo de fijarse demasiado, pues Madame Malkin llegó para probarle una de las túnicas. La ropa de Dudley parecía hecha a medida si la comparaban con aquel trozo de tela que la bruja regordeta le había puesto encima.
La otra, que estaba encargándose de la ropa del rubio parecía haber terminado; por lo que él bajó de la tarima donde estaba y se puso frente a la que estaba Harry.
Hablaron de las cosas que solían hacer en su tiempo libre, forma de la que el joven Potter se enteró de lo que era el quidditch y de que las escobas no eran para barrer, sino para volar. Increíble, ¿verdad? Aquello era de locos.
Cuando Harry se secó la frente por el calor que hacía dentro de la tienda, el chico abrió mucho los ojos, observándole fijamente. Harry no podía decir si es que el otro niño no había visto nunca una cicatriz, si es que le sorprendió que tuviese forma de rayo, o que la tuviese en la cabeza.
Cuando abrió la boca el moreno descubrió que no había sido ninguna de las tres.
—¿Eres...? ¿De verdad eres tú?
—¿Qué? ¿Qué dices? ¿Que si soy quién?
—El niño que sobrevivió, el niño Potter, Harry Potter.—murmuró de una forma apresurada, con un tono en su voz que parecía exigirle una respuesta inmediata.
—Eh... Sí, soy Harry.
—¡Por Merlín! ¡Salazar bendito! ¡He conocido al niño que sobrevivió!—dijo más para sí mismo que para el ojiverde que le observaba atónito desde la tarima— Mi padre se enterará de esto.
Al pequeño de los Potter le resultaba realmente extraño que la gente le llamase así; bueno, en realidad le resultaba muy raro que la gente le hablase, así que imagínate que le trataran de aquella forma, como si se tratase de una celebridad.
—Señorito Malfoy, lo suyo ya está, pase por aquí.
Harry reprimió una risotada al escuchar a la bruja llamarle así. ¿Realmente le acababa de llamar señorito? Increíble. Señorito.
—Adiós, tengo que irme. Nos vemos en Hogwarts, Potter.—se despidió a prisa el rubio para seguir a la mujer que le había llamado.
Movió la mano a modo de despedida mientras el señorito Malfoy se iba de la tienda; una mala idea por su parte. Al futuro Harry: No muevas las manos cuando tienes alfileres clavados por todos sitios, de verdad, hazme caso.
Antes de darse cuenta, la campanilla de la puerta de la tienda volvió a sonar, y la misma cabellera rubia que había desaparecido por ella hacía unos segundos volvía a estar ahí.
—Ah, y soy Draco, Draco Malfoy.
Y con la misma rapidez con la que había vuelto a aparecer, se esfumó.
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