Disclaimer: Los personajes y todo lo que reconozcan del mundo de Harry Potter pertenecen a J.K. Rowling, Warner Bros. y demás. Esto es hecho sin ninguna intención de lucro, solo por diversión.
La historia está basada en la película del mismo nombre, The Wedding Date, distribuida por Universal Studios. Ésta a su vez está basada en la novela Asking For Trouble de Elizabeth Young.
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Capítulo I
De amores y tratos.
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Rose tenía la mirada perdida en algún punto mas allá de la ventana, el viento que se colaba hacia su habitación acariciaba sus cabellos rojos con suavidad, mientras ella movía entre sus manos un pergamino elegantemente adornado en el cual se alcanzaba a leer su nombre, Rose Weasley, con letras doradas. Despacio bajó la vista y comenzó a leer por enésima vez aquel pergamino en el cual se anunciaba la boda de su prima Lily con Ralph Doyle.
Sintió un pequeño pinchazo en el corazón cuando recordó el momento en que su prima le anunció con mucha emoción su compromiso con Ralph. No es que no se alegrara por ellos, pero el hecho de que ahora Ralph fuera a formar parte de la familia significaba que tendría que volver a ver al mejor amigo de este, Anthony, su ahora exnovio. Rose sonrió con amargura al recordar los sucesos que se habían desencadenado a partir del compromiso de Lily y Ralph y que la habían llevado hasta ese momento de su vida.
Anthony y ella habían sido novios por más de tres años, ella había imaginado mil veces como sería la vida al lado de su Anthony, como sería el despertar a su lado cada mañana, preparar la cena para él, platicar con él junto a la chimenea después de un largo día de trabajo, tenerlo con ella para siempre. Así que el día que él se hincó sobre una rodilla sosteniendo un hermoso anillo y le propuso que se casara con él, ella sin pensarlo gritó que sí lanzándose a sus brazos. Pensó que los sueños sí se hacían realidad después de todo y que si deseas algo con suficiente fuerza entonces ello vendrá a ti. Pero las cosas no siempre salen como las planeas y esa lección fue aprendida por Rose de la manera más dolorosa cuando, a pocas semanas de la boda, el rompió el compromiso sin una explicación clara. Dos semanas después él se fue del país. Ella se quedo devastada y con un corazón roto.
Después de ello se enteró que Lily había comenzado a salir con el que fuera el mejor amigo de Anthony, Ralph, pero del primero ya no supo más nada, tampoco había querido preguntar. Un año después Ralph y Lily se comprometieron y entonces su mundo, aquel que había reconstruido cuidadosamente con lagrimas, perdón, determinación y con la fortaleza que le brindó su familia se volvió a tambalear cuando escuchó una conversación entre su tía Ginny y Lily en donde ésta última decía que Anthony volvería a la ciudad pues Ralph le había pedido que fuera el padrino en su boda.
Rose se había refugiado en su trabajo como sanadora en San Mungo para mitigar el dolor que le había causado el rompimiento con Anthony. Pensaba que quizás ayudando a otros ella se ayudaría sí misma.
Días después de haber escuchado la conversación entre Tía Ginny y su prima, Lily Potter la había esperado afuera de San Mungo, después de finalizar su guardia, para invitarla a cenar y pedirle que fuera su dama de honor. Rose sintió que se le encogía el corazón de la emoción y tomando la mano de su prima por encima de la mesa, con una sonrisa, aceptó. Lily era como una hermana para ella y el hecho de que esta última le pidiera ser parte de un suceso tan importante en su vida la llenaba de alegría.
Aunque Rose sabia que más que un honor aquello se iba a convertir en algo cercano a una pesadilla pues Lily estaba acostumbrada a que todos hicieran las cosas como ella deseaba. No aceptaba un no por respuesta y si algo no salía como ella quería, entonces se convertía en un demonio pelirrojo capaz de hacer retumbar los cielos y la tierra hasta lograr que se hiciera su voluntad. Pero aun así la quería como a una hermana. A veces. Cuando no la volvía loca con sus berrinches.
Lily no había comentado nada sobre el regreso de Anthony y Rose tampoco se había atrevido a confesarle que ya sabia que él seria el padrino. Entre su guardia en San Mungo, los preparativos de la boda y los arranques de ira de Lily, el asunto de su exnovio había pasado a ser relegado a un rincón de su ocupada mente.
No fue sino hasta una mañana de domingo que Rose había ido a la Madriguera con sus padres, después del almuerzo Ralph y Lily habían estado poniendo a todos al tanto de los avances con respecto a los preparativos de la fiesta, que Ralph soltó la bomba sobre la llegada de su amigo Anthony dentro de pocos días. Todos se quedaron en silencio, Lily miro a Rose con ojos de espanto, Ralph se sonrojo hasta las orejas, Ron Weasley sólo atinó a cerrar sus manos en puños apretados y Hermione tomó la mano de su hija por debajo de la mesa dándole un suave apretón. Rose inmediatamente trató de componer la situación forzando una sonrisa tranquila y disculpándose, salió de la cocina. Lily fue tras de ella.
–Rose…
–Esta bien, Lils, ya lo sabia.
–¿Cómo?
–Te escuché a ti y a Tía Ginny hablar sobre ello hace tiempo. No era mi intención espiar ni nada, lo escuché por accidente –Rose hablaba con un tono de voz tranquilo y firme –. De verdad, no te preocupes Lils, esto ya lo superé hace tiempo.
Su prima sólo se le quedó viendo por un rato, luego se acercó a ella y la abrazó.
…-…
El regreso de Anthony ahora ocupaba un lugar primordial en la mente de Rose, y no porque así lo quisiera sino todo lo contrario. Cuando supo que lo volvería a ver pensó que quizás con el pasar de los días podría prepararse mentalmente para su inminente encuentro, sin embargo, ahora que aquello se hacía cada vez más factible sabía que hiciera lo que hiciera, esa situación nunca sería fácil de superar.
–¡Weasley!
Rose dio un brinco del susto y volteó encontrando a Scorpius Malfoy, su compañero de guardia, parado detrás de ella mirándola con una ceja arqueada y suspicacia en sus ojos.
–¿Se puede saber qué demonios estas haciendo, Pelirroja? –preguntó Malfoy avanzando hacia ella –. Llevas media hora mirando a esos frascos para pociones como si esperaras encontrar el significado de la vida en ellos. Se suponía que los ibas a esterilizar, no a…
–¡Te he dicho mil veces que no me llames Pelirroja! ¡Soy Rose!
–Y yo te he dicho mil veces que me encanta verte enojada.
–Malfoy…
–A trabajar, Pelirroja, necesitamos esos frascos para hoy.
Dicho esto, y sin dar oportunidad a Rose para responder, Scorpius dejó la habitación.
Scorpius Malfoy, ese era otro tema responsable de provocar jaquecas a la pobre Rose. Eran compañeros de guardia en San Mungo, tenían casi el mismo horario la mayor parte de la semana, así que tenía que tratar con él casi todos los días. No era que no se llevaran bien, más bien se podría decir que él tenía un talento especial para desesperarla y provocarla y viceversa. Era como una relación amor-odio. Con más odio que amor, claro. Y aquello de amor podría más bien ser compañerismo y camaradería. Eso, nada más.
Aunque debía admitir que el chico tenía lo suyo; inteligente, simpático cuando quería, era un excelente sanador, y además no era feo. Se llevaban bien la mayor parte del tiempo, y cuando no peleaban… bueno, la verdad es que sus discusiones eran parte de su rutina y de alguna manera les servía de terapia para aliviar tensiones.
Hacían muy buen equipo cuando trabajaban juntos, el chico tenía una plática muy amena y en sus pocos momentos libres de trabajo eran capaces de mantener una actitud civilizada el uno hacia el otro. Incluso podría decir que la pasaba bien con él. Aunque, claro, esto jamás lo admitiría en voz alta, ni siquiera bajo una imperdonable.
Su día pasó sin pena ni gloria pero no podía dejar de darle vueltas al asunto de que pronto tendría que volver a ver a su exnovio ¿Cómo seria el rencuentro? ¿Cómo debía ella comportarse con él después de todo lo que pasó? ¿Qué le diría? ¿Debería siquiera dirigirle la palabra? Quizás hasta existiera la posibilidad de que se apareciera con alguna chica. Lo que la conducía a un nuevo tema escabroso en su vida actual: conseguir una cita para la boda de Lily.
En un principio ni siquiera pensó en asistir con alguien en especial a la boda. Después de todo ni novio tenía, además aquello iba a ser tan familiar y muchos de sus primos aun solteros posiblemente tampoco llevarían pareja. Pero ahora que lo pensaba, ésta era la oportunidad perfecta para, de alguna forma, vengarse de Anthony Laughton.
¡Era una idea brillante! Ella llegaría a la boda de su prima del brazo de un excelente ejemplar del género masculino; atractivo, carismático, inteligente y encantador. Así el desgraciado de su exnovio la vería tan feliz y contenta, y se daría cuenta del error que cometió al haberla dejado con el corazón roto. El problema era dónde encontrar dicho ejemplar masculino. Tal vez podría pedirle a sus primos que le presentaran amigos, aunque seguramente se reusarían a hacerlo con lo sobreprotectores que eran. Quizás Lily podría arreglar una cita para ella, pero con lo ocupada que estaba con los preparativos de su boda perfecta, agregarle más estrés no era buena idea.
Rose gimió en frustración, necesitaba una cita para la boda de Lily. Eso era un hecho. Ahora, necesitaba un voluntario para ayudarla a llevar a cabo sus maléficos planes de venganza. A lo mejor podría contratar a unos de esos chicos que se anuncian como acompañantes en Corazón de Bruja.
No, Rose ¿Qué estas pensando? ¡Por Merlín, concéntrate! Algo se te ocurrirá.
–Pelirroja, ¿te sientes bien?
Era Malfoy de nuevo. Oh, cierto, los frascos para pociones.
Entonces se le ocurrió una idea, quizás podrá pedirle a su compañero ser su cita para la boda. Hasta donde ella sabía él no tenía novia ni ninguna otra clase de compromiso sentimental. Era él o algún chico Corazón de Bruja.
–¿Malfoy…?
–¡Muy bien pelirroja! Ahora que has vuelto a la realidad y que recuerdas mi nombre, ¿serías tan amable de entregarme esos benditos frascos, por favor?
Aunque pensándolo bien, el chico Corazón de Bruja no sonaba tan mal.
…-…
Era un lunes, y desde de puso un pie en el suelo supo que no sería su mejor día. Había tenido un fin de semana terrible acompañando a Lily a la prueba de su vestido; después, a la pastelería para afinar detalles; luego, a la floristería que se encargaría de los arreglos, y para completar el cuadro, tuvo que cubrir de emergencia a una compañera en San Mungo. Apenas había dormido un par de horas y su jornada volvía a comenzar.
Llevaba poco más de tres horas en su guardia, apenas pasaban de las 10:00 am cuando se dirigió a la cafetería a prepararse su quinta taza de café. En eso Doreen Williams, su jefa, apareció en la puerta diciéndole que tenían una emergencia. Rose dejando su café a un lado salió de inmediato detrás de la Medimaga.
Lo que a simple vista parecía ser un caso de desmayo por inhalar vapores de alguna poción, de pronto se convirtió en un caos cuando el paciente despertó bruscamente lanzando sus brazos y piernas al aire con desesperación, aventando y golpeando todo lo que se encontraba a su paso, incluyendo a la pobre de Rose que en ese instante había estado revisando el pulso del paciente.
Uno de los puños del mago aterrizó sobre la quijada de Rose y la mandó volando de espaladas, chocando contra una mesita con varios frascos para pociones tirándolos al suelo haciéndolos añicos. Intentó levantarse apoyando su mano en el suelo pero con tan mala suerte que un pedazo de vidrio atravesó la piel de su mano haciéndole una profunda cortada en la palma.
Todos los Medimagos en la sala trataban de contener la fuerza de aquel mago desorientado para poder administrarle una poción calmante. Doreen volteó a ver si Rose estaba bien al mismo tiempo que intentaba controlar al paciente.
–¿Te encuentras bien, Rose? –preguntó con voz angustiada.
–Sí, Sanadora Williams. Sólo una pequeña cortada en mi mano izquierda.
–Pues ve de inmediato a tratar esa herida y el golpe en tu cara. Te necesitamos aquí al cien por cien.
Rose salió de la sala maldiciendo por lo bajo y apretando su mano izquierda para contener la hemorragia. Le dolía la mandíbula y estaba segura que si no se aplicaba una poción desinflamatoria pronto, en pocas horas estaría luciendo un bonito moretón en su quijada.
Entró a una de las salas contiguas, buscó en los gabinetes pociones para desinfectar y cerrar la herida y algunos vendajes. La herida en su mano dolía muchísimo y no paraba de sangrar. Se disponía a sacar el trozo de vidrio aun enterrado en la palma de su mano cuando escuchó una voz a su costado.
–Pelirroja, ¿estas bien? –pregunto Scorpius Malfoy.
Rose volteó sobresaltada por la repentina presencia del rubio. Por respuesta solo movió su cabeza señalando hacia su mano herida.
–¿Cómo esta el paciente?
–Bien, un Petrifucus Totalus bastó para controlarlo. Déjame ver eso –dijo el rubio cubriendo sus manos con guantes esterilizados y tomando las pinzas para sacar el vidrio incrustado en la palma de la chica.
–¡Auch! –se quejo Rose.
–No seas llorona, Pelirroja, ni siquiera te he tocado –objetó Scorpius con una sonrisa traviesa. Después de retirar el vidrio procedió a desinfectar la herida–. Tienes suerte de que no sea muy profunda, en pocas horas estarás como nueva.
Rose se dedicó a observarlo mientras gentilmente untaba una especie de pasta sobre la herida para acelerar el proceso de cicatrización. Con cuidado y esmero vendó su mano y al terminar su tarea levantó sus ojos grises hacia ella sonriéndole. Oh, Merlín, que sonrisa tan encantadora tenía el rubio.
–Gracias –dijo Rose sin saber muy bien qué más hacer, le devolvió la sonrisa nerviosamente y con un movimiento rápido y torpe retiró su mano vendada de entre las de Scorpius.
–No fue nada –respondió él encogiéndose de hombros pero de inmediato su expresión cambió a una de preocupación cuando notó el golpe que había recibido Rose en su mandíbula, con un movimiento suave tomó la cara de la pelirroja en sus manos para ver más de cerca la lesión. – Tienes un golpe en la mandíbula y está comenzando a inflamarse.
Rose apretó los ojos y aspiró aire entre sus dientes al sentir la mano de Scorpius tocando el área afectada de su rostro.
–Quédate quita, Pelirroja –la reprimió cuando ella trató de alejarse. Tomó uno de los frascos que Rose había colectado minutos antes, lo destapó y un olor fresco, como a hierbas, invadió los sentidos de la chica cuando él comenzó a aplicar la crema sobre el rostro de ella.
El rubio terminó con su labor y miró a Rose.
–¿Ves? No dolió nada. Te portaste bien así que te mereces una recompensa –dijo con voz condescendiente como si le hablara a un niño y alargando su mano hacia un lado, abrió un cajón, sacó una caja pequeña y tomó un dulce que le ofreció a Rose.
Ella aceptó el dulce dirigiéndole una mirada airada a Scorpius. El solo sonrió de lado, se puso de pie y al despedirse le dio unas palmaditas a Rose en la cabeza.
–Buena chica, Pelirroja.
Ella solo atinó a lanzarle el dulce con toda la fuerza con la que fue capaz. El chico esquivó con agilidad aquel dulce asesino y salió de la habitación riendo a carcajadas.
–Rubio idiota –murmuró Rose tratando de contener su ira al verlo desaparecer impune por la puerta.
Su día no mejoró, a lo largo de su jornada atendió cinco casos mas de emergencias, más tarde Doreen le pidió que la asistiera mientras administraba a un paciente gravemente herido las pociones para sanar su cuerpo. Después se dedicó a llenar papelería sobre los casos que había atendido durante el día. Su mano aún le escocía y el golpe en su cara se había teñido levemente de un color púrpura. Probablemente con un poco de maquillaje lo cubriría fácilmente. Faltaba una hora para que su turno terminara cuando Scorpius entró a su pequeño cubículo/oficina donde trabajaba.
–Weasley, ¿cómo sigue esa mano? ¿Lista para capturar snitches de nuevo?
–Mucho mejor. Gracias, Malfoy. Hiciste un buen trabajo.
–Como todo lo que hago, querida Pelirroja –sonrió sardónicamente-. Sólo venía a ver cómo seguía todo, mi turno acaba de finalizar, así que me voy a casa –terminó con un gran bostezo.
–Todo bien. Probablemente dentro de cinco minutos colapsaré de cansancio sobre mi escritorio pero fuera de eso, todo en orden.
–Si gustas puedo traerte una taza de café, me parece que Lewis acaba de preparar un poco para los de Enfermedades Mágicas.
–No te preocupes, est…
–¡Rose! –era Doreen que entraba a la oficina–. Hola Sanador Malfoy. Rose, quería hablar contigo.
–Dígame, Sanadora Williams –siempre la llamaba por su apellido en frente de otros compañeros de trabajo.
–Las cosas parecen estar más tranquilas por el momento, si gustas puedes irte ya a casa a descansar. Anoche doblaste turno, ya hiciste suficiente por hoy.
–Gracias, sanadora Williams. Solo terminaré de archivar estos papeles antes de irme.
–Claro, Rose. Entonces te veo mañana. Trata de descansar. Por cierto, ¿como sigue tu mano?
–Ya casi cicatriza por completo –respondió la pelirroja con una sonrisa, agradecida de poder irse a casa temprano.
–Me alegro –con esto Doreen se dio media vuelta y salió dejando a Scorpius y a Rose solos de nuevo.
Un silencio momentáneo si instaló entre los chicos y antes de que pudiera detenerse a pensar en lo que iba decir Rose habló:
–¿Scorpius?
¿Scorpius? De dónde había salido eso, siempre lo llamaba Malfoy, no Scorpius. Él también lo notó porque la miró con confusión.
–¿Que pasa, Weasley?
Era una buena pregunta.
¿Qué te pasa, Weasley? ¿Qué estás haciendo? ¿Cómo se te ocurre siquiera pensar en pedirle al pobre chico que te ayude en algo en lo que él no tiene absolutamente nada que ver? ¿Por qué había abierto la boca en primer lugar?
Tenía que pensar muy bien lo que le diría a continuación, no sabía como pedirle que la acompañara a la boda de Lily. Ni siquiera sabía si era buena idea pedirle a él que la acompañara a la boda de Lily. Probablemente le diría que no y luego se reiría de ella por toda la eternidad.
–Nada, olvídalo.
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