NOTAS:
Al fin me decidí a realizar mi primera publicación, pero debido a que soy en términos de varios amigos, un escritor perezoso, no se me ocurrió nada que hacer, así que decidí realizar una traducción de un fanfic existente. Así es niños, este trabajo originalmente pertenece a DorianD en AO3, si hablan inglés y desean leer el original están cordialmente invitados a seguirlo y en díganle que DracoHeresLuna le envía saludos, si no hablan inglés pues les invito a leer mi rendición al que sin miedo alguno me atrevo a decir que es uno de mis fics preferidos. En palabras del autor original, se tratará de evitar algunos clichés y de utilizar otros de mejor manera. Esta serie ha sido movida 20 años en el futuro, lo cual quiere decir que Harry nace en el año 2000 en lugar de en 1980, por lo cual irá a Hogwarts durante 2011-2017. La razón para dicho cambio fue por la ciencia, o eso es lo que DorianD quiere hacernos cree, la razón principal fue por los teléfonos inteligentes, (créanme, se darán cuenta a medida que avance la serie)
Todos queremos Wi-Fi en Hogwarts, y él lo hizo. Tanto DorianD como yo en esta traducción trataremos de cubrir todos los libros, habrá algo directo al canon y algo no-canon.
Ni el autor original ni yo somos propietarios de la saga de Harry Potter, J.K. Rowling es la ama y señora, nosotros solo hacemos esto por diversión.
La Carta.
La noche era silenciosa mientras el hombre caminaba por la calle. Ni un alma a la vista, excepto por un gato posado bajo un poste de luz, como si estuviese pacientemente esperando a que algo sucediese. Si alguien misare a dicho gato, estaría extrañado por su postura, pues nadie podría recordar la última vez que un gato estuvo tan rígido. El hombre continuó su caminata calmadamente, mientras introducía la mano dentro de uno de los bolsillos de su extraña ropa y extraía lo que parecía ser un encendedor plateado. Cuando lo encendió, con un simple y agudo click, dos lámparas, una a cada lado de él, repentinamente se apagaron. Lo mismo le sucedió a cada lámpara en los alrededores, mientras caminaba por la calle, hacia donde el gato se encontraba. Cuando alcanzó al pequeño animal, la luz de la última lámpara se extinguió, sumergiéndole en la oscuridad total. Incluso la persona con la vista más aguda no podría ver lo que a continuación sucedería.
El hombre puso el dispositivo de nuevo en su bolsillo y sonrió.
- Buenas noches, profesora McGonagall – dijo, casi como si estuviese hablándole al gato.
El animal en cuestión simplemente miró al hombre, juzgándolo con un rostro extraño para un felino. Luego, la cosa más extraña sucedió, la forma del animal empezó a cambiar. En el corto espacio de un segundo, el gato estaba de pie sobre sus patas traseras, sus extremidades delanteras ahora tenían dedos, y su altura era ahora hasta llegar al hombro de su acompañante. Pero ahora, había dejado de ser un gato, ahora era una mujer en sus cuarenta, con una severa mirada y una aún más severa postura.
- Albus – saludó al hombre parado frente a ella, quien no parecía sorprendido en lo más mínimo por lo que acababa de ver, como si lo hubiese presenciado un sin número de veces.
- ¿Confío en que todo está bien? – preguntó el hombre quien empezó a retroceder sobre sus pasos con McGonagall a su lado.
- Si, los he vigilado todo el día y, aun cuando no son la gran cosa, no son tan desagradables como habría pensado que serían, el niño hizo un berrinche esta mañana cuando no obtuvo su postre antes de la comida, pero Petunia lo calmó colocándolo en un tiempo fuera. Vernon estuvo la mayor parte del día fuera, trabajando, pero ayudó con la cena y jugó con su hijo durante un rato - recitó la profesora.
- Parece como una buena pareja de padres para mi hasta ahora – comentó Albus – ¿hay algo más? –
- Hubo… - dijo McGonagall – una discusión que casualmente oí entre los Dursley. Estaban hablando acerca del mundo mágico, fue una conversación tensa y corta. –
- ¿Y? – inquirió Albus.
- Poseen un pequeño recelo hacia las celebraciones nuestra gente mantiene en estos días. Aun cuando la mayoría de los muggles no están al tanto, incluso con las absurdas exhibiciones de magia que podrían romper el Estatuto de Secreto – se erizó un poco al decir eso – saben que algo sucede, y no estaban impresionados por cómo están las cosas, - finalizó ella recobrando la compostura.
- Me da la impresión de que sientes que el niño sería menospreciado, debido a su estirpe – dijo Albus sin ser disuadido.
- Recuerdo lo que Lily me dijo acerca de su hermana en una ocasión. Aun cuando no había un odio marcado, existía cierta animosidad entre ellas. Al colocar un bebé mágico en el cuidado de Petunia Dursley, podríamos estar causando mayor daño que algún bien – concluyó la mujer.
- Él sigue siendo su sobrino, Minerva, - dijo Albus – tal vez ella sea capaz de colocar sus sentimientos a un lado en el asunto de cuidar del niño. De no ser por él, tal vez, por su hermana. Según tengo entendido, existe cierta deuda que Petunia le debe a Lily y James, una que, debido a las circunstancias actuales, puede solo ser pagada al tomar cuidado del niño en su hogar. – concluyó con tono sabio.
- Muy bien, - concedió Minerva, mientras ambos llegaban al frente de la casa donde los Dursley vivían, - confiaré en su juicio con respecto a esta situación. Pero si sale a la luz que está siendo maltratado…-
- Entonces personalmente me encargaré de colocarlo en otro lugar. – Prometió Albus con aire determinado. – No permitiré que un niño inocente esté bajo la tutela de cuidadores despreciables, de eso puedo darte mi palabra. Alguien estará vigilándolo todo el tiempo, para estar seguros. –
Minerva McGonagall solo pudo asentir, en ese momento se sintió ciertamente intimidada por la actitud de Albus. Incluso en la oscuridad de la noche, estaba claro para ella que había una razón para que este hombre fuese quien había llegado a ser .
- A veces me pregunto por qué los Señores Tenebrosos le temen, luego lo recuerdo. – dijo ella.
Albus rio entre dientes, acariciando descuidadamente su larga barba, - Minerva, haces que un hombre viejo se sonroje, pero agradezco el cumplido de todas formas. –
- No es usted tan viejo, Director. – dijo ella rápidamente.
- Tengo casi tres veces tu edad, si es que lo recuerdas. – dijo él ligeramente.
- Y aun así, solo se ve el doble de mayor que yo. – sonrió ella, mientras Albus se reía. Pero de repente su sonrisa se tornó agria, como si el pequeño momento de distracción solo hubiese servido como recordatorio del terrible evento acontecido temprano ese día.
- ¿Se ha ido, Albus? – le preguntó en un tono completamente distinto al que había tenido hacía un minuto, como si estuviese ansiosa y temerosa de la respuesta. - ¿Es verdad lo que dicen? –
- ¿Voldemort? - preguntó él, ignorando la forma en la que McGonagall tembló ante el nombre. – No, no creo que se haya ido, al menos no por completo, los eventos transcurridos anoche quizás lo hayan puesto fuera de circulación, posiblemente dejándolo sin poder alguno hasta cierto punto, pero ¿irse? No, el Señor Tenebroso regresará eventualmente, para buscar venganza. Esa es la razón por la cual estamos escondiendo al niño aquí, pues este es el lugar más seguro en el que puede estar.-
- Muchos a han decidido que está muerto, como puede darse cuenta. – remarcó McGonagall.
- A muchos les gusta la versión común de la verdad, sin reparar en su veracidad. – replicó Albus, y McGonagall tuvo que estar de acuerdo con él.
- ¿Y el niño? ¿Cómo sobrevivió? – preguntó ella, ignorando el dolor que sintió al recordar a sus padres.
- Tengo mis sospechas, aunque ninguna de ellas se acerca a lo que podría llamar una teoría. Es posible que el sacrificio que Lily y James hicieron por su hijo sea la causa de su supervivencia, pero sería algo de lo que jamás se ha oído. Puede que haya otros factores en juego, pero por ahora, el sacrificio es la única protección que el niño tiene. – dijo Albus gravemente.
McGonagall inhaló profundamente, intentando calmar sus nervios. Las muertes de Lily y James la habían golpeado fuerte, debido a que habían sido dos de sus estudiantes favoritos, y luego sus amigos más cercanos. Toda esa injusticia, la forma en la que habían sido arrebatados de este mundo, tan jóvenes y con tan poca felicidad en sus vidas, era suficiente para hacerla enojar increíblemente. Si su hijo no hubiese sobrevivido, ella dudaba que habría podido controlarse.
- ¿Sería negligente de mi parte, - dijo ella, sin mirar directamente al Director, aun cuando él no podía verla propiamente en la oscuridad, - si pidiera cuidar del niño yo misma? –
- Si queda demostrado que sus parientes no pueden cuidar de él de la manera que deberían, entonces lo colocaré bajo tú custodia, con o sin protección. - asintió Albus. – Pero hasta entonces, lo dejaré bajo el cuidado de sus últimos familiares vivos. –
- Comprendo, Albus. – Suspiró McGonagall - ¿Cuánto tiempos más debemos esperar? – preguntó ella cambiando de tema.
- No mucho, si estoy en lo correcto. Hagrid debería estar aquí en cualquier momento, y no recuerdo una vez en la que él haya llegado tarde. – respondió.
Apenas había el Director terminado esa oración cuando el rugido de un motor pudo ser escuchado desde arriba. Aproximadamente 150 pies en el aire, había una enorme figura volando. La figura aterrizó en la calle al momento en el que el sonido del motor fue apagado. El recién llegado parecía una montaña en lugar de un hombre, más alto que la mayoría, con un fardo alrededor de su pecho, sosteniendo algo no más grande que una hogaza de pan.
- Profesor Dumbledore, señor. Profesora McGonagall. – el hombre saludo al par mientras desmontaba la moto con un gruñido.
- Buenas noches, Hagrid. – dijo el Director. – Confío en que no hubo complicaciones, ¿verdad? –
- No señor, el pequeñín se quedó dormido mientras volábamos sobre Bristol. – dijo Hagrid, mientras pasaba el fardo al anciano profesor.
- Vaya forma creativa de transporte, Hagrid. – remarcó McGonagall, mirando a la motocicleta la cual le resultaba familiar.
- Si, Sirius Black me la prestó. Pobre sujeto, estaba hecho un desastre, sí que lo estaba. – se lamentó Hagrid.
Los profesores Dumbledore y McGonagall se miraron entre ellos, pero ninguno comentó nada en absoluto. Caminaron hasta la puerta del número 4 y colocaron el fardo en la entrada, cuidadosos de no despertar al pequeño niño arropado en sábanas. McGonagall hizo un sonido de sorpresa al ver una cicatriz en la cabeza del bebé, roja y llamativa, en la forma de un relámpago.
- La llevará por el resto de su vida, – dijo Dumbledore, notando la reacción de la profesora – no hay nada que podamos hacer al respecto. Estará marcado por siempre debido a ello. –
- No existirá un niño que no conozca su nombre. – dijo McGonagall tristemente.
- Precisamente. – dijo Dumbledore. – Necesita crecer alejado de todo esto, hasta que esté listo. –
- ¡Seguramente, Albus, no querrá que el niño sea ignorante de todo hasta el momento en el cual venga a la escuela! – susurró McGonagall furiosa. - ¡No puede permanecer sin conocimiento por demasiado tiempo, debe estar preparado para todo cuando el momento llegue! –
- Soy consciente de ello, Minerva. – respondió Dumbledore calmadamente. – Les he escrito una carta a los Dursley, - continuó, buscando en su bolsillo y produciendo un sobre con un sello de cera en el frente. – Cuando el chico tenga preguntas, serán capaces de localizarnos y nosotros explicaremos todo. No te preocupes, no tengo de intenciones de que el niño llegue a nuestro mundo sin preparación alguna, simplemente quiero que tenga un tiempo lejos de aquellos que lo enaltecerían como un salvador. Expectativas tan grandes a tan corta edad sin duda alguna solo conseguirían agobiarlo. – explicó mientras colocaba la carta bajo el doblez de una de las sábanas.
McGonagall se sintió un poco avergonzada al insinuar que el Director no estaba haciendo lo correcto y de haber arremetido verbalmente contra él, mientras él mantenía su tono calmado y sereno. Pero Dumbledore solo le sonrió y le aseguró a Hagrid, quien ahora estaba llorando bajo la perspectiva de abandonar al niño, que esto no era un adiós. El gigante se secó las lágrimas y volvió a la motocicleta mientras los profesores daban una última mirada al bebé en la puerta.
- Buena suerte, Harry Potter. – dijo Dumbledore, y de esa manera, el y McGonagall se desvanecieron en la noche con un simple crack en su estela. Inmediatamente, todas las luces que habían sido previamente apagadas volvieron a la vida, y el imponente silencio de la calle permaneció sin perturbar hasta el amanecer.
Pocas horas después, Petunia Dursley había despertado y estaba haciendo café para ella y Vernon abajo, en la cocina. En sus ropas de dormir, mientras descansaba la espalda en un mesón, esperando a que la olla del café estuviese lista, percibió algo. Frente al vestíbulo, y fuera de la puerta principal, ella podía ver algo a través del cristal semitransparente. Parecía haber algo justo en su entrada, pero no podía distinguir que era. Verificando el reloj, se fijó que el lechero no debía llegar por otros 20 minutos, justo en el momento en el que el café estuviese listo y Vernon despertase. Esperando que no fuese algo que los chicos del vecindario hubiesen hecho a manera de chiste, se acercó a la puerta y la abrió.
Decir que Petunia estaba sorprendida sería quedarse corto. Inhaló, fuertemente, pero aun así colocando la mano en su boca para evitar hacer mucho ruido y no despertar al bebé que se encontraba durmiendo justo en su entrada.
Apresuradamente, tomó el bebé en sus brazos y lo llevó dentro de la sala, aborreciendo pensar lo que pasar la noche afuera durante el principio de noviembre podría haberle hecho al niño, pero las sábanas en las que estaba envuelto estaban extrañamente tibias, como si hubiesen sido gentilmente calentadas en un radiador cercano. Naturalmente, Petunia pensó que el pequeño tendría fiebre, pero una simple revisión en su frente le dijo lo contrario. Ese fue el momento en el que vio la marca en la cabeza del pobre niño. Ella contuvo otro sonido de sorpresa, y se aseguró que no estuviese sangrando o infectada, pero estuvo segura de no tocarla, pues su proximidad levantaba el vello en su nuca.
Hasta donde ella sabía, el bebé que estaba sosteniendo estaba definitivamente en buenas condiciones, luego de inspeccionarlo por varios minutos. Cuando se dio cuenta que no estaba en ningún peligro aparente, se le ocurrió llamar a la policía e informarles sobre lo sucedido. Pensó en Dudley y en cómo se sentiría si alguien se lo llevase; haría lo que fuese por tenerlo de vuelta. Siendo ella misma una madre, era su deber llevar este niño con una extraña cicatriz en su frente a donde pertenecía.
Petunia no se percató de la llegada del lechero ni de cuando su esposo bajó las escaleras, pero dio un leve salto cuando Vernon cerró la puerta principal y fue hacia la cocina, botellas de leche en mano y con un somnoliento "Buenos días, Pet" cuando la vio.
Ella lo miró con expresión estupefacta, sosteniendo aun al niño envuelto en sábanas, mientras el daba vueltas por la cocina. Vernon entró en la sala de estar con dos tazas de café y azúcar en una bandeja, sonriendo para sí mismo.
- Agradable mañana, ¿no te pare… - dijo mientras colocaba la bandeja sobre la mesa, pero callándose abruptamente cuando observó a su esposa frente a él. Su mente le hizo creer que era su pequeño Dudders, pero él estaba arriba, aun durmiendo. Vernon sabía esto porque lo había visto cuando encendió el monitor para bebés antes de venir abajo.
- Vernon, yo… - empezó a decir ella, pero no pudo encontrar las palabras adecuadas para continuar.
- Querida, ¿de quién es este niño? – preguntó el hombre cuidadosamente.
- N-no lo sé, Vernon. – dijo ella, todavía desconcertada por el asunto. – Yo solo lo encontré así, en nuestra entrada.-
- ¡¿ÉL… - empezó a decir Vernon en voz alta, pero se calmó a sí mismo cuando recordó al bebé en la habitación – estaba qué?! – finalizó con tono preocupado.
- Si, lo sé. No tengo ni idea de quien es o como obtuvo esa horrible cicatriz en su frente. Oh Vernon, - suplicó ella – tenemos que hacer algo. ¡Debe haber alguien buscándolo! –
- Muy bien, Pet. Tenemos que contactar a la policía. – Acordó Vernon - ¿Él se encuentra bien?-
- Está bien, eso creo. – dijo Petunia, observándolo con ojos tristes. – Pobre niño, ¿Quién lo abandonaría de esa forma? –
Vernon murmuró algo acerca de padres irresponsables en voz baja mientras se movía a buscar el teléfono de la casa y marcar el 999, pero cuando estaba a punto de hacerlo, notó algo a los pies de su esposa.
- Tuney, querida, ¿Qué es eso? – preguntó el apuntando a la carta.
Petunia lanzó una mirada a lo que su esposo estaba señalando y lo tomó del suelo. El sello de cera le resultaba familiar, como si lo hubiese visto antes, pero no pudiese recordar donde y cuando. Vernon leyó el contenido, su rostro yendo a través de 10 emociones y colores distintos, finalmente aterrizando en pálido y horrorizado.
- Petunia, querida… - dijo con tono grave – es acerca de tu hermana y su esposo… lo siento… - dijo eventualmente.
Petunia se puso rígida repentinamente, como si todo su aliento hubiese sido extraído y hubiese sido sumergida en hielo. No se podía mover, ni decir una palabra. Con una tremenda carga de temor, le pasó el niño a su esposo, quien lo tomó gentilmente, para luego tomar la carta en sus manos.
Queridos Sr. y Sra. Dursley.
Es con gran pena y dolor que debo informarles que, en la noche de ayer, 31 de Octubre del 2001, la hermana de la Sra. Dursley y su esposo, fallecieron en su hogar ubicado en el Valle de Godric. Fueron atacados por un así llamado Señor Tenebroso, Lord Voldemort, de quien estoy seguro la Sra. Dursley ha escuchado, hasta cierto punto. Les ofrezco mis más sinceras y profundas condolencias.
El niño junto al cual encontraron esta carta es Harrison James Potter, el hijo de ellos y su sobrino. Él, es el único sobreviviente del ataque y parte de la razón por la cual el Señor Tenebroso ha sido derrotado. No los agobiaré con los detalles, pero basta con decir que corre peligro de sus seguidores y necesita estar en un lugar seguro. La magia que Lily y James realizaron, asegura que el bebé estará más seguro donde haya algún pariente de sangre; como están las cosas, ustedes son su última familia con vida y su única oportunidad de protección. Es con gran pesar que debo colocarlo bajo sus cuidados.
El niño, como habrán de descubrir, es un mago. Le será ofrecido un lugar en la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería cuando llegue a la edad adecuada, pero hasta que el momento se presente, confío en que ustedes le dirán la verdad acerca de su herencia. Si necesitan ayuda en dicha empresa cuando sea el momento adecuado, alguien de la escuela será enviado y le explicará todo a él. La Sra. Dursley sabe cómo contactarme.
También, me doy cuenta que ustedes ya tienen un hijo, y otro les añadiría un esfuerzo financiero. Por dicha razón, un pago por las necesidades del niño será otorgado a ustedes mensualmente, siempre y cuando acepten tenerlo bajo su techo. Los documentos para las autoridades muggles acerca de lo que he mencionado anteriormente se les harán llegar en el transcurso del día, con tan solo sus firmas y enviarlo por correo siendo requerido de su parte.
Si ustedes no son capaces de cuidar del él como lo harían con cualquier otro niño, o mal utilizan el pago enviado para él, entonces les será removido de sus cuidados. Pero les pido que cuiden de él como lo harían con su propio hijo.
Sinceramente,
Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore,
Director de la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería...
La carta continuaba con una lista de títulos que Petunia no conocía, o acerca de los que tenía una vaga idea. Apretó la carta con mano temblorosa y luego se levantó para pararse frente a la ventana de su sala de estar. Mientras dejaba las lágrimas correr por su rostro, y pequeños sollozos escapar de sus labios, pensó en su hermana. Siempre había estado celosa de ella, que hubiese sido siempre la niña de los ojos de sus padres, siempre mejor en la escuela, que hubiese sido una bruja mientras ella no lo era, capaz de hacer cosa que ella solo podía imaginar, que se hubiese casado primero, recién salida de la escuela, mientras ella pasó por la peor ruptura de su vida antes de conocer a Vernon…
Y aun a pesar de todo eso, Lily, amable, dulce, compasiva, paciente y dispuesta a perdonar Lily, nunca le dio la espalda, nunca la evitó, jamás por todas las crueles e hirientes cosas que Petunia dijo o hizo, ni una sola vez en toda su vida. Lily siempre había estado allí para su hermana, lo cual había sido evidente la última vez que la había visto, cuando ella y su esposo habían salvado la vida de Dudley dos años antes. Petunia pensó en ella, en cuan valiente fue en aquella ocasión, para luego darse cuenta cuan valiente siempre había sido, como ella jamás le dio importancia a la forma en la que el mundo mágico la veía debido a su familia, como peleó su hermana por una oportunidad para una mejor vida y como debió haber sido para ella, en sus momentos finales, cuando la persona contra la que luchaba, entró en su casa y la última cosa que hizo fue defender a su hijo, no a sí misma.
Sin Lily, se dio cuenta, no estaría parada aquí, en su sala de estar, con su esposo en el sofá y su hijo arriba. No tendría ninguna de estas cosas, ni siquiera su vida.
Se dio la vuelta, su rostro con expresión aterrorizada, para ver a su esposo aun sosteniendo al niño, y observándola a la expectativa.
- Es tu decisión, Pet. Si quieres que lo cuidemos, entonces lo haremos. Leíste la carta, no tendremos problemas con el dinero, ya tenemos el espacio y haré más tiempo libre en el trabajo para ayudarte. – se ofreció Vernon.
Petunia no dijo nada, fue hasta su esposo, aun sollozando de vez en cuando, tomó a Harry en sus brazos y lo acunó tan gentilmente como pudo. Lentamente, el pequeño abrió sus ojos y miró a su tía por primera vez en su vida.
Tenía las facciones de Potter, seguro, pero sus ojos eran una exacta copia de los de Lily, tan verdes como una esmeralda. El bebé hizo un sonido de arrullo y sonrió mientras extendía sus manos hacia las mejillas de su tía y limpiaba sus lágrimas. Petunia dejó escapar una pequeña risa, feliz y triste a la vez. Sintió el peso que había sido puesto en su pecho al leer la carta levantarse un poco más, viendo los familiares ojos que habían pertenecido a su padre y a su hermana, en ese momento supo que no había perdido a Lily para siempre, que todavía tenía una parte de ella. Y, aun cuando nunca podría expresar su tristeza a su hermana, o su gratitud, podría hacer esto como pago.
- Lo cuidaremos, Vernon. Quiero hacerlo. Por… ella – finalizó, no siendo capaz de decir su nombre aun, el dolor presente todavía en su voz.
Justo al decir eso, se escuchó el correo. Un golpe más pesado de lo normal siguió el sonido, señalando que los documentos que Dumbledore había mencionado fueron entregados. Vernon se levantó a tomar el correo casi automáticamente, regresando con algunas postales, facturas, y un sobre que lucía oficial. Su esposo lo abrió y lo colocó en la mesa.
- Oye, Petunia, si quieres hacer esto, entonces sabes que te apoyaré completamente. Lo recibiremos, lo trataremos como nuestro propio hijo y le diremos la verdad cuando sea el momento. – dijo él, tomándose el tiempo para medir sus palabras tan sinceramente como pudo. Esto era algo que no todos presenciaban, el lado más gentil de Vernon Dursley. Fue la razón por la cual Petunia, se enamoró de él, el hecho de que pudiese ser un hombre sensible y racional cuando se necesitaba, no solo el salvaje que muchos pensarían que es. – Pero si hacemos esto, si firmamos estos papeles, entonces no habrá vuelta atrás. Así que necesito estar seguro que tú estás segura.- concluyó.
Petunia miró a Harry, quien estaba jugando con su camisón, sonriendo y lleno de felicidad. Miró a ese producto del amor de Lily y pensó, que si los roles estuviesen inversos, ella tomaría a Dudley sin mirar atrás.
- Dame un bolígrafo, ¿quieres? – dijo ella como respuesta. Vernon asintió, le dio un beso en la mejilla y fue a la cocina. Media hora después, los documentos habían sido firmados, y dejados en la oficina del correo por su esposo, de camino al trabajo. Vernon ofreció tomarse el día y ayudar a su esposa con el nuevo bebé, pero ella insistió en que no había necesidad, puesto que él tenía una semana de vacaciones dentro de unos pocos días y que ella estaría bien por ahora.
Durante su día, Vernon pensó en sus cuñados. Cuando había conocido a James Potter, se había sentido intimidado por el hombre, y francamente, asustado de su magia, supo que no había actuado de la mejor manera. Cuando Petunia le reveló el secreto de su hermana, había sido absolutamente claro en que no tuviesen ningún tipo de contacto con ellos. Pero debido a que amaba a su esposa, accedió a conocerlos. En retrospectiva, sus, talentos, como Vernon los llamaba, los habían ayudado en formas que él ni siquiera podía pensar cómo pagar. No estaba emocionado con el asunto de la magia, pero sabía que Harry la tendría, y no había nada que pudiera hacer al respecto. Aceptó tener la responsabilidad de albergar a un mago, de todas las cosas posibles, en su casa, y eso significaba aceptarlo, sin importar sus sentimientos al respecto. Aunque, a decir verdad, desde la última vez que había visto a los Potter, no tenía mucha negatividad con respecto a ella.
Llamó a su hermana, Marge, para contarle las noticias. No le contó acerca de las determinadas aptitudes del niño, debido a que Marge, una fanática religiosa de corazón, lo tomaría de manera incorrecta, pero le informó sobre la situación: iba a hacerse cargo del sobrino de su esposa. Marge lo felicitó, como era de esperarse, por su acto altruista.
Más tarde, cuando Vernon llegó a casa, fue recibido por la imagen de su esposa preparando la cena, su hijo y su sobrino, sentados jugando con legos en una cuna, realizando sonidos alegres. Dudley parecía llevarse bien con Harry, al menos a primera vista.
- ¿Petunia? ¡Estoy en casa! – anunció. Dudley lo miró con felicidad y dijo algo que sonó como "Pa-pa", Harry, sin embargo, lo miró realizando un sonido de reconocimiento y mirando expectativamente a su tía, como si le estuviese mostrando que lo conocía.
Petunia entró en el vestíbulo, con una expresión casi feliz en el rostro, dadas las circunstancias. Vernon sabía que había llorado luego que él se había ido, pero no dijo ni una palabra. Le dio un beso de bienvenida, tomó su maletín para colocarlo en la sala de estar, y volvió directamente a su comida.
Vernon dirigió su atención a los dos niños. Dudley era su típico él, pero Harry estaba ligeramente confundido por el lugar donde se encontraba, como si supiera que algo estaba mal. Vernon supo que probablemente estría buscando a sus padres, sin poder encontrarlos. Era lo suficientemente mayor para recordarlos, pero quizás no recordaba cómo habían muerto, o simplemente no sabía que algo había pasado.
- ¿Pa-pa? – preguntó Harry mirando a Vernon.
- Tío. Ti-o. – dijo Vernon.
- Ti-oh – respondió Harry felizmente.
- ¿Ti-oh? – preguntó Dudley, repentinamente consciente del intercambio de palabras en frente a él.
- Pa-pa – dijo Vernon automáticamente a su hijo.
- ¿Pa-pa? – preguntó Harry, quien tenía una expresión confusa en su rostro.
- No, tío. – le dijo el hombre a Harry.
- ¡Ti-oh! – gritaron los niños al mismo tiempo. Vernon podría jurar haber escuchado a Petunia reír desde la cocina. Medianamente frustrado, cambió tácticas.
- Pa-pa, - se aseguró de mover su mano entre él y Dudley. – Tío. – dijo, haciendo lo mismo para Harry. Luego los dos niños se miraron entre ellos, haciendo a Vernon pestañar, y de repente no se sintió más inteligente que los dos bebés frente a él. Pensando que podría haber funcionado, señaló con su mano hacia Dudley, esperando. De alguna manera, tal vez por mera suerte, su hijo dijo "Pa-pa" mientras Harry dijo "Ti-oh".
- ¡Si! – exclamó Vernon con una gran sonrisa, haciendo que los dos infantes se rieran alegremente, antes de recordar los juguetes que tenían frente a ellos y concentrarse en estos en su lugar.
Vernon fue a la cocina para ayudar a colocar la mesa para conseguir a su esposa abrazándose a sí misma y observándolos tristemente. Fue hacia ella y la sostuvo contra sí mismo, mientras ella sollozaba en sus brazos.
Un minuto después, ella se retiró y se limpió las lágrimas. – Tuviste mejor suerte que yo. – Dijo suspirando - Le cuesta pronunciar la palabra "tía" y simplemente regresa a decir "ma-ma" porque le resulta más fácil. Traté con "Petunia", pero sólo logra decir "Tuney" exactamente como lo decía ella.- finalizó ella, reteniendo más lágrimas.
- Todo va a estar bien, Pet. – intentó confortarla Vernon. – Será más fácil. –
- Lo sé. – dijo ella mirando a los niños, luego, colocando una sonrisa en su rostro, se volvió hacia Vernon, sacudiendo el inexistente polvo de sus hombros. – Preparémoslos, para la cena. –
Vernon estaba agradecido que la Sra. Martin y el Sr. Reynolds ambos les hubiesen regalado una silla para bebés cuando Petunia había estado embarazada de Dudley. Habían dicho que le regalarían la extra a cualquiera de sus amigos que estuviesen a la espera de un bebé luego, pero hasta ahora no había habido necesidad. Vernon tomó la silla extra de la alacena debajo de las escaleras, la limpió con un trapo húmedo y sentó a Harry en ella, mientras Petunia lidiaba con Dudley. Se sentaron en la mesa de la cocina, con ambos niños a sus lados mientras comían.
- ¿Habrá un funeral? –preguntó Vernon a mitad de la comida.
- No lo sé, si hay uno, dudo que podamos atender, no mientras es peligroso para Harry. – dijo ella sin mirarlo a los ojos. – Una vez que sea seguro, y él sea lo suficientemente mayor para entender, lo llevaremos a sus tumbas, si es que hay alguna. –
- Muy bien. – Acordó Vernon – Por cierto, llamé a Marge, le hice saber que tomaríamos a tu sobrino bajo nuestro cuidado. –
- ¿Y? - preguntó Petunia, apretando su tenedor. Ella y Marge no solían estar de acuerdo, debido a que la mujer tendía a hacer connotaciones ciertamente conservadoras, algo que Petunia no apreciaba. - ¿Qué dijo? –
- ¡Ma-ma! – Dijo Dudley desde su izquierda, - ¡Posz-teh! – continuó señalando las galletas en el mesón a su derecha.
- Termina tu comida primero, dulzura. – dijo ella, apuntando primero a su plato y luego llevando su tenedor a la boca señalándole que comiera. Dudley lucía un poco fuera de sí mirando con anhelo las galletas, mientras Harry continuaba comiendo en silencio.
- Envía sus condolencias y dijo que rezará por sus almas. – continuó Vernon.
- ¿Qué le dijiste acerca de sus muertes?- preguntó abruptamente ella.
- ¡Posz-teh! – bramó Dudley, pero su madre le dijo lo mismo que anteriormente.
- Que murieron en un accidente de autos. – dijo Vernon simplemente. – Me encargué de aclararles que no fue culpa de ellos. –
- Gracias. – dijo Petunia, regresando a su comida. – No cabe duda que los haría ver como ebrios que no prestaron atención al camino. – continuó amargamente.
- ¡Pa-pa! ¡Posz-teh! – intentó Dudley con sus padres, viendo que era inútil con su madre.
- Termina tu comida, Dudders. Oíste a tu madre. – dijo Vernon firmemente, logrando que Dudley hiciera pucheros. Harry parecía entretenido con la situación, haciendo que Dudley armará más alboroto.
- Me gustaría que tú y ella se llevasen bien. – dijo Vernon.
- Du. – dijo Harry de la nada.
- Y a mí me gustaría que ella dejase de decir que me iría mejor quedándome en casa cuidando a Dudley que trabajando como periodista. –replicó ella.
- Du. – dijo Harry de nuevo.
- Pet, no tienes que estar de acuerdo con ella. –
- ¡Du! – bramó Harry.
- Bueno, aun no la he perdonado por lo que le dijo a Naomi. –
- ¡Du! ¡Du! – gritó Harry tan fuerte como pudo para ganar la atención de los adultos.
Vernon se volvió para mirar a su sobrino, quien estaba saltando en su silla y apuntando a Dudley, quien estaba intentando alcanzar las galletas en el mesón. El problema era, las galletas estaban muy lejos de él y de su lucha por alcanzarlas, y su silla estaba empezando a inclinarse peligrosamente hacia el mesón.
- ¿Qué? – preguntó Petunia preocupadamente mientras miraba a su hijo al mismo tiempo que Vernon se levantaba para arrastrarlo de regreso.
Pero Vernon fue una fracción de segundo muy lento, y justo cuando fue a agarrar a su hijo, la silla de éste perdió el balance y empezó a caer rápidamente, con Dudley en ella, cuya cabeza se estaba aproximando al borde del mesón.
Luego, antes de que alguien pudiese reaccionar más allá, Dudley se detuvo en medio del aire, en un ángulo imposible. El segundo siguiente, la silla estaba de nuevo en su lugar, con un muy confundido Dudley en ella.
Los Dursley intercambiaron miradas horrorizadas y luego se volvieron para mirar a Harry, quien tenía su mano apuntada a Dudley, como si quisiera atraparlo. Por un segundo, los adultos en la habitación no supieron cómo reaccionar. Pero luego Petunia reganó su compostura.
- ¡Dudley, si no terminas tu comida, no habrá postre! – reprendió a su hijo, mientras lo sacaba de la silla, le hizo señas a Vernon para que la siguiera, y colocó a Dudley en su cuna como castigo. Esperaba que haciéndolo lucir normal, Dudley no se percataría del peligro en el que había estado y se asustaría. Si ella no se alteraba, Dudley no lo haría. – La próxima vez que no escuches a mami, ¡me llevaré todos tus juguetes! – dijo batiendo su dedo en frente de él. Algo en su tono debió acarrear la amenaza, puesto que Dudley cruzó sus brazos sentándose enojadamente, sin llorar o armar alborotos. Había hecho algo malo y ahora estaba castigado, o al menos Petunia esperaba que lo entendiera así.
Suspirando de alivio, y dejando ir la tensión en sus hombros, con la seguridad de que su pequeño estaba bien, se dio la vuelta para ver a Vernon sosteniendo a Harry, quien estaba sonriendo.
- Muy bien, - dijo Vernon igualmente entretenido y preocupado. – parece que el pequeñín es más parecido a sus padres de lo que pensábamos. –
Petunia tuvo que estar de acuerdo con su esposo. Esta era la segunda vez que un Potter salvaba a un Dursley. Aunque estaba agradecida en ambas situaciones, esperaba que no hubiese necesidad para eso en el futuro.
