Nota de la autora: Esto es una locura total por mi parte, ni siquiera se qué me ha dado por publicarla, pero quería escribir algo en castellano, tenía esta historia metida en la cabeza desde hace semanas, y ha sido empezar a escribir y no poder parar, con lo que he decidido compartirla con todo aquel que me quiera leer. Por favor, por favor, por favor... opinad, es realmente importante para mi... ¡gracias!
Resumen: Elena Gilbert tenía todo lo que se podía desear. Era guapa, buena, inteligente...y tenía una tranquila y previsible vida. Además, pronto iba a prometerse con Stefan. Y era muy feliz. O al menos, eso es lo que ella creía. En el momento en el que Damon, el hermano de Stefan, decide regresar a casa después de cinco años sin hablar con su familia, la vida de Elena da un vuelco y empieza a plantearse que quizá, lo que tenía hasta ahora no era lo que realmente le hacía feliz... TODOS HUMANOS.
Disclaimer: los personajes de esta historia no me pertenecen (aunque no me importaría quedarme con un par, pero ese es otro tema)
Capítulo 1
Elena Gilbert lo tenía todo. Era guapa, joven e inteligente. Estudiaba una carrera y tenía un novio perfecto. Siempre había sido una buena chica. Desde pequeña, había obedecido a sus padres sin rechistar, y nunca había hecho nada que no se esperara de ella. Procuraba no salirse nunca de las normas y a menudo era incluso tomada como un modelo a seguir. Había hecho algunas locuras, a fin de cuentas solo tenía veintitrés años, pero generalmente su vida se regía por el orden y la tranquilidad.
- Estás preciosa. - chilló una excitada Caroline a sus espaldas.
Elena levantó la vista y sonrió a su amiga a través del espejo. La verdad era que el vestido le sentaba como un guante. De un color blanco roto que realzaba el color aceituna de su piel, no era excesivamente ajustado, pero acentuaba sus curvas donde era necesario y terminaba un poco antes de llegar a las rodillas. El escote dejaba entrever apenas el inicio de sus pechos, sugerente, pero sin ser demasiado revelador y los tirantes se ataban en la nuca, dejando la espalda completamente descubierta.
- Tu crees? - suspiró Elena. - No quiero hacer el ridículo, es el primer año que Elisa me invita a su fiesta de cumpleaños y no quiero desentonar.
- No digas tonterías, tu suegra estará encantada con tu aspecto - Caroline la agarró de ambos brazos y le sonrió abiertamente – Tienes que acostumbrarte a ese tipo de eventos ahora que perteneces a la crème de la crème de Mystic Falls.
- Yo no pertenezco a nada, Car – sonrió.
- ¡Oh, vamos! sabes perfectamente que es cuestión de tiempo que Stefan decida poner un anillo en ese dedo – enfatizó agarrándole la mano – cuando menos te lo esperes, serás Elena Salvatore y te convertirás en una de esas pijas estiradas que miran a todo el mundo por encima del hombro.
Elena soltó una carcajada.
- Yo nunca sería una de esas, Caroline. Hace dos días apenas tenía dinero para cubrir mis gastos y la matrícula de la universidad de Jeremy. Y no voy a convertirme en una mantenida de la noche a la mañana. En cuanto termine la carrera les devolveré todo lo que me están dejando, pienso devolverles hasta el último céntimo que me han prestado.
- Ya lo se, ya lo se. La honorable y honrada Elena. Lo se perfectamente. Vamos, no querías regresar pronto para desayunar con Stefan? Son casi las diez y media.
Elena dio un respingo sorprendida. Se había olvidado completamente. Asintió con la cabeza y se quitó el vestido lo más rápido que pudo vigilando que no se arrugarara demasiado o se ensuciara sin querer. Le indicó a una de las vendedoras que se lo llevaba y esta se lo envolvió en una caja enorme. Como Caroline vivía cerca de la tienda, decidieron que ella le guardaría el vestido. Era martes, y la fiesta no se celebraba hasta el fin de semana, con lo que ya pasaría a recogerlo cuando pudiera.
De camino a la casa de los Salvatore se detuvo en una pastelería que conocía más que de sobra.
- Ei, bonnie!
Bonnie asomó la cabeza y sonrió de oreja a oreja al verla. Se limpió la harina de las manos en su delantal, y corrió a abrazarla. Caroline, Bonnie y ella eran amigas desde la escuela, y habían permanecido juntas hasta ahora a pesar de ser muy distintas entre si. Bonnie era la comprensiva, la pausada, la amante de la brujería y los fenómenos paranormales. Elena era la sensata y sin duda la más cabezota y Caroline la más alocada e infantil de las tres. Quizá gracias a esa disparidad en sus personalidades se complementaban tan bien.
- Quieres lo de siempre? - sonrió Bonnie volviendo a colocarse tras el mostrador.
- Sí, pero añade un café para llevar y otro muffin, de chocolate.
- Desayuno en compañía?
- Sí. - sonrió - Le prometí a Stefan que hoy pasaría a verlo temprano. Esta noche he dormido en casa y él estaba un poco molesto. Quería que pasara con el él fin de semana, aprovechando que sus padres estaban fuera.
- Pensaba que ya te habías mudado directamente a la mansión Salvatore. - añadió Bonnie preparando lo que su amiga le había pedido.
- Casi. Pero esto de la mudanza es una pesadilla. Además tengo que dejar la casa lista si quiero alquilarla, y ayer recibí un e-mail de un chico interesado que quería verla mañana. No tuve más remedio que quedarme ayer hasta las tantas haciendo limpieza.
- Podría haberte echado una mano Stefan, no?
- Lo sugirió, pero iba a molestar más que otra cosa. Lo hice mucho más rápido sin tener que estar pendiente de él. - Bromeó guiñándole un ojo a su amiga. - Bueno, me voy antes de que se me enfade, está todo? - añadió ojeando la bolsa que Bonnie acababa de prepararle – Estupendo. Gracias Bon, nos vemos.
- Ciao, dale recuerdos a Stefan!
Elena sonrió y salió de la panadería cargada con la bolsa. Caminó un par de calles más sin borrar la sonrisa de sus labios. Sus amigas eran estupendas, su novio era el príncipe azul con el que toda chica soñaba y sus suegros la habían acogido con los brazos abiertos. Después de lo mal que lo había pasado cuando murieron sus padres, le aliviaba pensar que todo iba bien, que todo volvía a ser fácil de nuevo. Llegó a la mansión de los Salvatore apenas cinco minutos después de salir de la tienda. La verdad era que aquella casa imponía tanto por fuera como por dentro. No es que estuviera especialmente cómoda viviendo allí. Como cualquier chica de su edad, no le entusiasmaba la idea de vivir con sus suegros, pero Stefan le había asegurado que era algo temporal, que en cuanto se casaran, buscarían una casa para ellos dos solos. Ella esperaba que eso fuera pronto, pues aunque aun no le hubiera pedido matrimonio, sabía que Caroline tenía razón cuando decía que no tardaría demasiado. Su historia de amor era de cuento de hadas. Después de la muerte de sus padres, ella había querido morirse. No tenía razones para vivir. Y entonces, una mañana cualquiera, había conocido a Stefan. Él la había ayudado a recuperar la ilusión y las ganas de vivir y desde entonces, no se habían separado ni un minuto. La madre de Stefan, Elisa, también era un encanto y Giuseppe, el patriarca de los Salvatore, era bastante autoritario, pero siempre se había portado muy bien con ella. Además desde el primer día la habían acogido con los brazos abiertos, sin juzgarla por su procedencia - mucho más humilde que la suya - ni sus circunstancias, que no eran demasiado buenas en ese momento. La habían ayudado con todo, incluso prestándole dinero para que pudiera terminar los estudios. Siempre iba a sentirse eternamente agradecida con esa familia.
Entró en la casa totalmente absorta en sus pensamientos. Abrió con su propia copia de la llave y empujó la puerta con el trasero sosteniendo la bolsa con ambas manos para que no se volcara ni el café de stefan ni el té que había pedido para ella.
- Cariño – canturreó – Ya estoy aq...
Ambos vasos se derramaron completamente cuando la bolsa impactó contra el suelo. Elena soltó un grito y se giró de nuevo hacia la puerta, cubriéndose los ojos con las manos. Había un hombre – que afortunadamente no era Stefan – en calzoncillos, tirado encima del sofá. O mejor dicho, tirado encima de una mujer que llevaba tanta o menos cantidad de ropa que él, mientras otra intentaba unirse a la escena sin ningún pudor.
- Elena, eres tú?
Elena se giró un poco a la derecha, en dirección a las escaleras, cubriéndose todavía los ojos con ambas manos. Por los huecos que dejó estratégicamente entre los dedos, vio como Stefan bajaba apresuradamente las escaleras. También vio como el chico se detenía casi tropezándose con los últimos escalones al encontrarse semejante espectáculo en su salón.
- Damon, enserio? - Maldijo acercándose a su novia. La agarró por la cintura y le dio un beso en la sien. - No llevas ni un día aquí y ya no eres capaz de comportarte?
El tal Damon entreabrió los ojos, Elena supuso que afectado por el contenido de todas las botellas vacías de alcohol que estaban esparcidas por la habitación.
- Buenos días hermanito – sonrió de medio lado mientras empujaba a una de las chicas para que saliera de encima suyo. - Chicas, me temo que se ha terminado la fiesta. Os llamaré.
Sin rechistar, las dos le sonrieron sensualmente y recogieron la ropa que habían dejado tirada por el suelo. Se vistieron en cuestión de segundos y se fueron. Antes, una de ellas le dejó a Damon un papel encima de la mesita de café, que Elena supuso que contenía su número de móvil y el ¡le dio una palmada en el culo! A lo que la chica respondió con una risita y se largó. Aquello a Elena le parecía asqueroso. Qué hacía aquel tipo en su casa y porque montaba orgías en el salón? No tendría nada que ver Stefan...un momento, ¿había dicho hermanito?
- Elena, yo no sabía nada de esto – se defendió Stefan leyéndole la mente. - Damon, esta es mi novia Elena. Elena, este es Damon, mi hermano mayor. Recuerdas que te hablé de él?
- El hermano que hacía cinco años que no pisaba esta casa?
- El mismo – se adelantó Damon tendiéndole la mano.
Tuvo la desfachatez de levantarse y caminar hacia ella, observándola de arriba abajo con una sonrisa de suficiencia. Elena optó por responderle del mismo modo: lo miró de la cabeza a los pies y esbozó una mueca, aunque más que de suficiencia, la suya fue de asco. Desde luego, si tenía que juzgarlo por la primera impresión, entendía perfectamente porqué Stefan le había contado que su padre lo había echado de casa.
- Oh vaya Stef – siguió Damon arqueando las cejas – no tienes tan mal gusto como pensaba después de todo.
Elena no quiso pensar en que quería decir con eso. No tenía ninguna intención de seguir aguantándolo. Damon se había puesto una camisa negra arrugada que Elena supuso que sería la misma que había llevado la noche anterior, pero ni siquiera se había dignado a ponerse los pantalones. Era innegablemente atractivo. De un modo totalmente opuesto a Stefan. Stefan tenía una belleza serena, dulce, mientras que Damon destilaba peligro por todos los poros de su piel. Aunque tampoco es que en aquellos momentos ofreciera el mejor aspecto de si mismo.
- Te había traído el desayuno – le dijo Elena a su chico – Pero me temo que nos hemos quedado sin.
- No te preocupes, prepararemos cualquier cosa. De momento, Damon, porque no te encargas de limpiar esto? - dijo señalando el café desparramado por el suelo.
- ¿Qué? ¿Yo porqué? Si ella es torpe no es mi problema.
- ¡Eh! - protestó Elena.
- Damon, en serio, recoge esto. Y la próxima vez celebra tus fiestas en otra parte, en tu habitación al menos. Papá y mamá no tardarán en volver y como vean el salón así...
Damon hizo una mueca de fastidio y decidió volver a tirarse sobre el sofá. Su camisa se abrió todavía más, y Elena tuvo que reconocer que tenía un cuerpo estupendo. Lástima que fuera tan imbécil. Damon iba a abrir la boca, seguramente para soltar alguna otra impertinencia cuando Elena escuchó un ruido a sus espaldas. Se giró y vio como la puerta principal se abría.
Elisa se quedó blanca como el papel. Giuseppe se tensó completamente y Elena le vio apretar los puños con rabia. No parecía nada contento de ver su hijo después de todo este tiempo, cosa que a Elena le extraño. Aunque hubieran tenido sus diferencias, que era evidente que las habían tenido, no dejaba de ser su hijo mayor, y en los ojos de Giuseppe Elena no vio ni una pizca de cariño. Por primera vez, la sonrisa arrogante de Damon desapareció y su semblante se tornó serio. Se puso los pantalones enseguida y se abotonó la camisa en cuestión de segundos. Elena sintió como la tensión podía cortarse con un cuchillo mientras los dos hombres clavaban la vista el uno en el otro y se sintió realmente incómoda. Cruzó una mirada con Stefan y este le agarró la mano.
- Anda, vamos a nuestra habitación. Es mejor que te ahorres lo que viene ahora – susurró llevándola hacia las escaleras. Elena le siguió sin rechistar, mirando hacia atrás disimuladamente. Sentía curiosidad, pero algo le decía que era mejor salir de ahí, antes de que las cosas se pusieran realmente feas.
En cuanto llegaron a su habitación, Elena se sentó en la cama de matrimonio tratando de digerir todo lo que acababa de pasar.
- No se lo tengas en cuenta – Stefan interrumpió sus pensamientos sentándose a su lado. - a Damon. Él es así, desde pequeño, es un poco chulo y grosero cuando quiere. Pero no es un mal chico.
- No he dicho que lo sea Stefan, pero no te voy a mentir diciendo que me ha caído bien.
Stefan suspiró y agarró una mano entre las suyas.
- Ya lo se. No habéis tenido muy buen comienzo, pero dale una oportunidad. Es complicado, pero lo ha pasado realmente mal todo este tiempo.
- No te prometo nada, pero lo intentaré. - suspiró - ¿Porqué se fue?
- Ya te lo dije, papá lo echó.
- Ya, eso lo se... pero ¿porqué lo echó?
Stefan se encogió de hombros.
- Nunca me contaron porqué. Yo tenía diecisiete años entonces, y por más que pregunté y pregunté, nadie quiso responderme. De todas formas, Damon y papá nunca se llevaron bien. Siempre fue muy rebelde, y ya sabes lo que mi padre odia que le lleven la contraria. Pues para Damon, era su principal hobby. Antes de que se fuera, mamá y yo temíamos que algún día llegaran a las manos, así que supongo que en el fondo que se fuera fue lo mejor.
- No mantuvisteis el contacto?
- Esporádicamente. Pero Damon es un chico difícil... intenté verle, hablar con él, pero cuando se cierra, conversar con él es como hacerlo con una pared. Así que al final me rendí.
- Vaya – suspiró Elena acariciando distraídamente los dedos de Stefan. - ¿Y porqué habrá vuelto?
- No tengo ni idea. Llegó ayer por la tarde, y lo primero que hizo fue montar una fiesta. No se si lo hizo expresamente para no tener que hablar conmigo, pero el caso es que funcionó. No te conté nada porque pensé que era algo que debía decirte en persona. Además, tampoco esperaba que te encontraras con semejante panorama al llegar, lo siento.
Elena sonrió y le apretó la mano. Stefan le devolvió la sonrisa y la abrazó, contento de tenerla entre sus brazos. Mientras le besaba el cuello, Elena apoyó la barbilla en el hombro de él y frunció el ceño. La mañana pacífica y tranquila que había planeado con Stefan se había ido al traste por culpa de un idiota que resultaba ser, además, su cuñado. Había sido grosero y maleducado, y Elena no pensaba tolerar que nadie se entrometiera ni en su vida, ni en la de su novio. Intentaría llevarse bien con él por que Stefan se lo había pedido, pero no pensaba pasarle ni una más, y le daba igual lo mal que lo hubiera pasado o lo buen chico que fuera realmente. Aquel encuentro había perturbado su tranquilidad y la había puesto de muy mal humor, y Elena no era de las que se alteraban con facilidad. Lo que ella no sabía, es que aquella mañana no sería lo único que Damon alteraría de su pacífica y aparentemente perfecta vida.
Y hasta aquí llegó el primer capítulo. Mañana publicaré el segundo, que os ha parecido? por favor, por favor, por favor, de nuevo... comentad. Muchísimas gracias por leerme.
