Disclaimer: Yo no soy dueña de pokémon, thank you very much.
Escrito para la comunidad minutitos en LiveJournal.
Promtp:#02. Presente.
Advertencias:
-Transexual!MtF!Yellow (Mujer Transexual)
-Posible OoC
-EDITADO el 18 de Octubre del 2015, en cuestiones de narración y del como se refiere Lance a Yellow.
Antagonistas.
Lance amaba el desfile del orgullo gay y no, no era por todo el circo de colores vomitivos, el desfile de trajes transgresores o la pantomima de ideologías representadas. Siendo honestos lo que se creyera, simbolizara o sucediera le daba igual; cada quien podía hacer lo que se le viniera en gana porque a él poco o nada le afectaba. Sin embargo, si el podía sacar provecho de alguna situación haría uso de ella.
Y pasaba que en dicho evento era de los pocas situaciones en las que podía estar en paz.
…por paz entiéndase el poder andar deambulando sin la molestia de saberse perseguido.
…por perseguido entiéndase exageradamente fastidiado.
Incluso podía dejar ese molesto hábito de mirar disimuladamente por encima de su hombro, o mover su vista por todo su rango visual para cerciorarse de que estaba a salvo.
En eventos como ese lo único que hacía era ponerse unos buenos lentes de sol de tinte anaranjado, ponerse unos pantalones de mezclilla ajustados con una playera de manga corta igual de ceñida, adornar su cuello con un collar de perlas de plástico fosforescente y caminar como si todo aquello fuera parte de él. Vamos que si la comunidad LGBT-y-demás-siglas podían darle todo aquello sólo por un poco de tolerancia y ponerse una ropa de talla menos lo soportaría. Además, aquí cada quien estaba en su mundo de libertad y fiesta como para notarlo a él.
Se tendría que ser demasiado observador y mucho más inhibido emocionalmente para que alguien pudiera notarlo. La euforia colectiva y esa imperante necesidad de hacerse "presente" ocultaban a la perfección a alguien que sólo quería estar ahí, sentado en la banqueta, mientras la música estridente llegaba a su oídos, la gente se aglomeraba para ser testigo de tal espectáculo de colores chillantes y tenía un café de aquella marca infame en la mano, y un cigarro en la otra.
Era todo un chiste, sí, y sólo para cerrar con broche de oro su farsa el cigarro estaba apagado ¡Porque de todos los jodidos lugares en los que pudieron hacer el mentado desfile lo hicieron en esa calle repleta de restaurantes y con una ley anti-tabaco en vigor!
A Lance no le quedo más que mantenerse quieto, gozar la paz, y no esperar el inminente fin de esta. Así que dio un sorbo a su incipiente café industrializado, se relamió los labios y decidió tirar su cigarro al olvido. Una acción sumamente natural y normal de no ser que, mientras se levantaba para cumplir con su deber ciudadano, a alguien se le ocurrió aventar pelotitas horrendas de plástico en su dirección y estaba tan metido en su mundo y gozando tanto de su paz que el objeto fue directo a su mano con el café.
Por mero instinto –reactivado- soltó la bebida y tomó la pelotita de plástico. Obviamente se hizo un desastre: el vaso cayó, el líquido salió de este, salpico a quienes se encontraba a sus alrededores y todos voltearon a verlo. Todos. Hasta la irresponsable persona que se encargo de arrojarle esa cosa de colores celeste, blanco y rosa, que rezaba con letras negras la palabra: "TRANSparente".
Lance se disculpó porque no era un salvaje y porque era lo que se suponía que tenía que hacer en una situación de aquel tipo, y como el protocolo marcaba, la gente a su alrededor contesto con una serie de palabras que pretendían expiarlo de su falta –o algo así- y todo estaba bien, pero una serié de palabras llamaron su atención.
—¡Perdón! ¡Perdón!
Era una chica que se disculpaba mucho y se acercaba. Lo supo por su voz considerablemente aguda, como hasta forzada…
— ¡No me fije!
Una voz que conocía.
Pero el pensamiento fue demasiado lento para su cuerpo y ya estaba levantándose -porque había estado limpiándose las botas- y se topo de cara con él.
O ella.
Honestamente ya no sabía qué era y no quería quedarse a averiguar.
Menos cuando la persona delante de él había detenido todo su verborrea y sus pasos con tan sólo verlo.
Debió haber sabido que sería reconocido. De hecho cualquiera que lo conociera lo hubiera hecho si se encontrara ahí, pues era mínimo el esfuerzo que hizo para esconder su apariencia. La ventaja era (o eso había creído) que nadie que conocía seguía vivo.
Excepto él.
O ella.
Y no, no era que estuviera huyendo de esa persona, no tenía nada que ver con miedo o precaución, pero el echarse a correr fue lo primero que vino a su mente al verla. No lo culpen, no lo señalen. Sólo quería alejarse de él.
Había pasado los últimos cincuenta años evitándolo (repito: no por miedo) como para que en una jugarreta del azar, destino, karma, o cualquier cosa que se encargara de joderlo en esos momentos se la encontrara de frente y en una distancia lo considerablemente corta como para que pudiera ser alcanzado. En serio esperaba, desde lo más profundo de su ser, que no fuera así.
¡Pero estúpidos pantalones ajustados! Sus zancadas tenían que ser ligeramente más cortas por la tela que limitaba sus movimientos. Y su perseguidor podría ser un enano, pero era más joven y era bueno. No sólo en el sentido moral de la palabra, sino que era bueno.
Podría contar todos los detalles de la persecución, pero lo único que recordaba de esos agonizantes segundos era esquivar una cantidad enferma de gente, el sonido de sus fuertes pisadas al momento de tocar el pavimento, su respiración entre cortada porque tenía mucho sin correr así y la música del desfile acompañándolos de fondo.
No era como si tuviera una dirección clara. Era una persona sin hogar a pesar de tener donde quedarse, y en esos momentos sabía que no necesitaba ocultarse, sino estar en movimiento. Confundirlo, perderlo, hacer que se preguntara si él vivía ahí o estaba de paso.
Claro que no espero que el pequeño aprendiera trucos nuevos. Para empezar no hubiera esperado trucos por parte de él -"Era bueno" ¿recuerdan?-, pero vamos, el tiempo cambia a las personas ¡Sólo mírenlo a él! Y vaya que tuvo mucho tiempo para cambiar…
Así que cuando sintió algo enterrándose en su cuello, un piquetito leve que pareció enterrarle algo más que un metal, sólo sintió perder el control de su cuerpo entero, ver la calle frente a él y todo se volvió negro.
De película, sí, pero lo más cercano a lo que paso.
.
.
.
—¿Estas bien?
Su respuesta fue un suspiro. En realidad había esperado poder seguir fingiendo que estaba inconsciente, así al menos él mocoso lo dejaría descansar y en teoría podría escapar. Pero cuando te preguntan por enésima vez en un minuto que si estas bien te puede más el fastidio que el instinto de supervivencia.
—Amarillo —dijo sin más, llamándolo por el que sabía era su nombre.
—Es Yellow.
Exacto, era, pasado… buenos tiempos aquellos, aunque el ahora ella estuviera presente en ellos.
—Sí —sonrió de mentiras—, lo olvidé.
El mucha… la muchacha hizo una mueca.
—A propósito —sentenció—. Tú no olvidas nada.
—Me atrapaste, literal y figurativamente.
Amarillo –porque ese fue su nombre- se levantó con un bufido, pues había estado arrodillado con las manos apoyadas en la cama en la que él había terminado ¡Por obra y gracia de él, muchas gracias! Y él se dio el lujo de darse una idea de donde estaba mirando a su alrededor; cuarto pequeño, cama individual, sólo un closet y una mesita de noche a lado de la cama. Inclusive el poster en la pared delante de él lucía demasiado genérico para pertenecerle a su captor. La única huella de que habitaba en ese lugar de alguna manera eran los cuadernos negros de pasta dura sobre la mesita de noche: sus cuadernos de dibujo.
—¿En serio estas bien? —volvió a preguntar pasado unos segundos, al parecer le había permitido analizar el lugar donde estaban.
¿Para qué?
¿Deseaba demostrarle que como él, tampoco tenía un hogar? ¿Desarrollar un sentido de empatía hacia él?
¡No señor! ¡Él se merecía todo lo que le pasaba!
—¿Qué clase de agresor le pregunta eso a su víctima?
Y volvió a hacer una mueca, aunque dada sus facciones no tan desarrolladas y casi infantiles parecía más un puchero. Aunque conociéndolo era muy probable que eso fuera.
—No me dejaste opción.
—Siempre hay una opción —canturreó desde su lugar en la cama, viéndolo con una sonrisa mientras su interlocutor parecía molestarse por la ironía en sus palabras— ¿qué? ¿no lo recuerdas? Porque yo sí.
Y entonces Amarillo sonrió de esa manera infantil y dulce, de esa que no tenía malicia y que tanto le molestaba.
—Me alegra saber que no me olvidas.
Y él se quedó mudo.
—¿Qué quieres? —soltó, mientras se ponía en pie, ignorando lo incómodo que resultaba moverse con aquella ropa, y sintiéndose más irritado que antes cuando supo que había sido atrapado y casi tanto como aquella vez que el enano se salió con la suya y él no.
—Hablar.
Lo miró.
—¿De?
El rubio se encogió de hombros.
—No sé, de nosotros.
Lance se atrevió a sonreír con malicia.
—Eso suena como si hubiera una relación entre tú y yo, tú sabes, de la que no tenemos.
—Estoy segura que estas disfrutando viéndome así, pero…
—Sí, lo disfruto —confirmó acercándose a él lo suficiente para poder mirarlo de manera imponente dada la diferencia de alturas—. Perdido, confundido, solo y sin ningún tipo de meta que perseguir.
En momentos como esos, donde él sacaba ventaja de su estatura, y le hablaba a las personas en un tono más grave, ese donde dejaba que se le escaparan todos los años que tenía encima y que parecía el mismo tiempo hablando, era suficiente para que le voltearan la cara, tratando de evitarlo o huyeran de su rango de agresión. Sin embargo, al igual que él, el menor no era normal y no se fue, sino que le sostuvo la mirada. Angustiado sí, porque sus palabras habían tenido un efecto, pero no tenía miedo. Había todo en esa mirada que le dirigía ¿pero miedo? Para nada.
Y él no sabía que le daba más coraje, saber que el pequeño podía mirarlo así, o el hecho de que lo hacía mucho antes de saber lo que en realidad eran.
—No voy a decir lo siento o "perdóname". Estaba haciendo lo correcto.
Lance volvió a sonreír.
—Que curioso, yo también lo hacía…
—Pero han pasado muchos años, Lance —siguió ignorando lo anterior dicho, y Lance se preguntó porqué, pero sabía que no era el momento. Más adelante… más adelante lo retomaría—. Sólo quiero respuestas… es lo único que he querido de ti en todos estos años. Nada más. En serio quiero entender.
El pelirrojo se relajó, acción que el rubio imitó y entonces pensó.
Cincuenta años de evasión y ahí estaban, por un leve descuido de él mismo y, posiblemente, pura suerte de él. Pero tenía que admitir que tal vez ya era hora de darle las respuestas que tanto deseaba.
—Esta bien. Pero con una condición…
—Que no atente contra mi dignidad, principios ni la de terceras personas —interrumpió sorprendido, posiblemente de la rapidez con la que aceptó.
—Cuando termine me dejarás en paz, no me interesa cuanto tiempo más nos quede de vida. No me volverás a verme o intentar buscarme.
Claro que no sería tan fácil.
—Tú seguirás con tu insignificante vida y a mi me dejarás seguir con la mía.
Y fue ahí, cuando supo que dio en el clavo.
—Esta bien.
Porque la mirada de Amarillo, la manera en la que se tensaron sus hombros, en que la respiración pareció haberse detenido y la duda en su afirmación cuando arrastró las palabras, para que saliera de su boca, fueron prueba suficiente.
Él no quería hablar, no quería explicaciones.
—Hay dos verdades absolutas en el universo. Aunque una de ellas no es tan absoluta ni tan verdadera. La primera es que todo tiene un inicio, y la segunda, como te habrás dado cuenta, es que todo tiene un final.
Sólo le interesaba algo, y era eso aquello que el resto del mundo no podía ofrecerle.
—Nosotros somos esa pequeña excepción que daña la segunda verdad. Nos llaman "los hijos del bosque verde" .
Quería compañía.
—Somos inmortales, Amarillo.
Lo quería a él.
—Es Yellow.
–Sí, bueno, no me importa. Nada lo hace.
