Nota: Los personajes no me pertenecen, ciertos puntos de la historia tampoco, etc etc etc. ¡Disfruten!

Capítulo 1

El simple hecho de revolver mis recuerdos sólo un poco y volver a pensar en sus preciosos y magníficos ojos azules, tan profundos que podía sentir que se robaba mi alma junto con mi aliento cada vez que me miraba. Esa boca que tantas veces tuve el gran lujo de sellar con mis labios. Su aliento que sin mesura me dejaba envuelto en un estado de dependencia casi cómico. Sus labios imprudentemente carmesíes, una real delicia que me hacía sucumbir como cual niño disfruta jovialmente un suculento dulce, único e indescriptible.

La nostalgia azotaba mis sentimientos sin piedad y la añoranza de su ser me jugaba siempre, siempre, una mala pasada al momento de revolver mis recuerdos de esos momentos tan maravillosos casi celestiales que compartí con él. Mi garganta se cerraba a medida que como una clara película dentro de mi mente podía recorrer cada momento, exquisito y pleno, que compartí con mi más grande amor. Las lágrimas brotaban e inundaban mis mejillas sin permiso. Trataba de ahogarlas en la almohada pero parecía que esto me hacía esclarecer más los recuerdos y memorias.

La forma en que arqueaba sus cejas y fruncía el ceño cada vez que le ofuscaba algún pensamiento mío que le dejaba entrever. Sus tantos enojos, esas discusiones y diferencias de opinión que tuvimos tantas veces o por algunos simples juegos de ajedrez que diferíamos en cuanto a que si él me había hecho trampa o no, que terminaban en una ola de cariños y besos desmesurados que nos brindábamos alegre y efusivamente, terminando desnudos en la cama o simplemente recostados abrazándonos con fuerza como si alguno de los dos se fuera a despedir la siguiente hora, fundiéndonos en un amor recíproco que jamás en la vida tuve y que jamás en la vida volveré a tener, ni con Charles ni mucho menos con alguien más.

Esas sonrisas encantadoras que me dedicaba a mí, solamente a mí, cuando estábamos a solas, cuando estábamos con amigos, cuando íbamos al bar, o en esas largas caminatas que dábamos en los alrededores de su gran mansión en Westchester, New York. La gente nunca nos quitaba el ojo de encima, y nos observaban de forma burlona mofándose de nosotros, pero yo me sentía naturalmente feliz. Nada podía hacerme sentir toda esa ira que alguna vez tuve, y que Charles me enseñó a manejarla, a controlarla, pero que yo desperdicié como si hubiese botado un tesoro milenario de mucho valor al tacho de basura. Que la verdadera concentración reside entre la ira y la serenidad. Me grabé esas palabras tan profundamente en mi mente y corazón que cada vez que las recuerdo casi podía sentir la voz de Charles colarse por detrás de mis oídos y acariciar mi cuello, mis mejillas, mi quijada, mi mentón, mis labios…

Charles. Era Charles. Siempre fue Charles. Y siempre será Charles. Incluso cuando ya no quede nada más, y cuando el todo se haga nada.
La única persona que pudo sentir todo el dolor e ira que coexistía conmigo todos los días a cada momento y que yo alimenté sin detenerme sólo hasta que lo conocí, y que sin embargo, pudo también sentir la bondad que existía en alguno recodo en mi interior. Él pudo hacer grandes cosas conmigo, y siempre tuve la fe, aunque yo no se lo comentara, de que podría seguir haciendo grandes cosas conmigo. Juntos.
Pero ahí estaba ese dolor materializado que masacraba mi corazón como si fuera un gigante punzón, que no me dejaba vivir en tranquilidad, la poca que aspiraba a tener, pero que sencillamente no podía. Ya no me encontraba útil, el único pensamiento claro que habitaba en mi mente era el deseo de poder volverlo a ver alguna vez, y que alimentaba ese pensamiento día y noche, durante 3 años, y he aquí un malogrado Erik sin vitalidad ni ánimo alguno.

No se puede vivir de un vano pensamiento.

Trataba de buscarlo, y cuando me hallaba solo a un paso de encontrarlo y volverlo a ver, un sentimiento de culpa horrible se apoderaba de mí y me inmovilizaba, paralizaba todas mis acciones futuras planeadas y me escondía, sufriendo en la oscuridad de mi melancolía, llorando por ese deseo que cada vez crecía más y más.

No acostumbraba a soñar, pero cuando lo hacía era él el que se aparecía lánguidamente entre mis sueños. En ellos podía volver a abrazarlo, a amarlo, tocar cada centímetro de su piel, algo que siempre me volvía loco cuando nos permitíamos hacerlo cada vez que podíamos. Pero nada era igual a como fue alguna vez en la realidad. Me parecía algo tan burdo, me daba repulsión no poder ni en mis sueños hacerle justicia a su imagen.

Su imagen molestaba en mis sueños, me molestaba cuando iba de allá para acá, cuando trataba de descansar, y sobre todo, cuando yacía sobre la cama, como ahora, revolviendo un poco mis memorias de un tiempo pasado, el único tiempo que realmente amé, esa época que me marcó definitivamente. No podía remediarlo. Charles siempre iba a estar ahí, quisiera o no. No sabía exactamente si me daba gusto o desconsuelo el sólo recordarlo, poder proyectarlo ilimitadamente en mi interior, que pudiera recorrer cada centímetro de mi haciéndome retorcer de aflicción, porque algo sí sabía exactamente, él no volvería, ni yo a él.

[Me siento como triste. No sé si es porque trato de meterme en el personaje de Erik y forzarlo a sentirse una persona totalmente desgraciada, inundándolo en pena, hasta que se me traspasa a mí, y me siento muy afligida y con mucha pena. En momentos así, de remate, me pongo a oír canciones con un dejo de tristeza. bleh]