La desesperación lo mataba por dentro, el no saber qué hacer o cómo ayudar, aunque tampoco podía hacer mucho, atascado en la oscuridad como lo estaba.
Delante de él una lucha a muerte se desarrollaba. Camille desenfundó sus colmillo sin importar hacerse daño en los labios, Alec, con una herida en la mejilla desenfundó un cuchillo serafín de su cinturón, murmuró su nombre y el arma de un material traslúcido, casi trasparente, brilló.
El paso final pensó.
Alec se enfrentó a Camille con la propia valentía y testarudez de los cazadores de sombras. Un paso más, otro y otro. Por su parte Camille hacía lo mismo, con la fiereza plasmada en el rostro, en un momento dado, que ni siquiera él mismo se esperaba, Camille saltó hacía Alec con los colmillos desplegados directo a su yugular, Alec por su parte, con su gracilidad inmediata, logró frenar a Camille, pero ella, después de haberse enfrentado a una infinidad de cazadores de sombras, una luchadora ya experimentada con esos nephilims, sacó del cinturón de armas de Alec una daga, se posicionó detrás de él.
Y sin más, le clavó la daga en la espalda, justo en el lugar en el que se puede cortar la médula y atravesar el corazón en un único movimiento.
Alec puso los ojos en blanco, miró hacía abajo, dónde su propia daga había atravesado el material de cuero de los trajes de combate. De repente calló de rodillas, y Camille sacó de manera brusca la daga de la espalda y al hacerlo Alec se desplomó hacía adelante. La oscuridad lo atrapaba, y lo hacía gemir, pero por mucho que lo intentaba no podía gritar, no podía gritar el nombre de Alec, no podía moverse y mucho menos dar venganza a su muerte.
-¡ALEC!¡ALEXANDER!.-Magnus Bane se sentó en la cama de golpe, aún con el nombre de Alec en los labios. Sintió como una gota de sudor se desprendió de su cabello y viajó por su espina dorsal hasta fusionarse con sus compañeras en las sábanas, empapadas del sudor permanente de la noche. La cabeza le daba vueltas repitiendo una y otra vez el sueño como si algo pudiese cambiar en el, pero no era el caso, la pesadilla se reproducía una y otra vez en su cabeza, siempre peor de lo que recordaba, siempre una forma distinta en la que Alec moría, con la misma expresión en el rostro, los ojos abiertos y la boca empapada en sangre.
Se levantó de la cama, con una protesta silenciosa por parte de sus músculos agarrotados, y se metió en la ducha, sintiendo el caminar de Presidente Miau a sus espaldas, pero con la cabeza tan nublada como la tenía lo último que quería hacer era acariciar al gato.
Contó hasta tres y se metió en el agua helada que emanaba del telefonillo de la ducha, esperando la reacción de su cuerpo, primero tensión y queja por el cambio tan brusco de temperatura, pero después los músculos se relajaron y su cuerpo se alivió. Fue una ducha lenta, para nada disfrutaba, el efecto que el agua proporcionaba en su cuerpo era temporal pronto tuvo la mente tan cargada de pensamientos de nephilim que me había robado los sueños de hadas y flores por unos de terror y muerte.
-Extraño el olor a café por las mañana, ¿tú no Presidente?-le preguntó al gato que desde el suelo me miraba con ojos interrogantes.
-Sí, seguramente tú también lo extrañas.-respondió.-Tiene que ser feliz sin nosotros, ¿lo entiendes, pequeño?
Un "miau", fue lo único que recibió como respuesta.
-Algo no va bien, lo sientes ¿verdad?
Un segundo "miau" y a continuación el gato se lanzó hacia el cuenco de leche que le acababa de dejar en el suelo.
En la décimo cuarta llamada que recibió Magnus desconectó el teléfono, no soportaba ver el nombre en la pantalla de Alec, Jace, Isabelle e incluso Clary, cuando el teléfono empezaba a emitir la espantosa y estridente música, así que simplemente lo desconecto…Tirándolo por la ventana, y oyendo cómo el teléfono se hacía trizas contra el suelo unos pisos más abajo.
Después del preciado silencio que llegó tras deshacerse de su teléfono, se decidió a tirarse en el sofá, vestido sólo con un albornoz, cubriendo la desnudez de su cuerpo. Se estaba quedando dormido, cuando el timbre de la puerta sonó y el brujo se decidió a no hacer ningún movimiento, incluso mantuvo la respiración esperando que el visitante indeseado se largase, pero el timbre seguía sonando una y otra vez, ya harto se levanto y se dirigió a la puerta con el mínimo ruido posible, miró a través de la mirilla, para saber quien perturbaba su descanso tan…
La puerta se abrió de golpe, haciendo al brujo chocar con la pared, y segundo después alguien lo levantaba del suelo, lo agarraba del albornoz y lo estampaba fuertemente contra la pared, al segundo siguiente tenía el filo de un cuchillo serafín en el cuello.
-¿Pero qué…?.-empezó a decir, pero de nuevo el dueño del cuchillo lo estampó con la pared, haciendo a Magnus callar. Se concentró en el rostro de su atacante.
-Jace…¿Qué…?-empezó de nuevo.
El rostro de Jace no se comparaba en nada al rostro del muchacho fríamente tranquilo que Magnus había conocido. En vez de eso, tenía los hinchados como si hubiese llorado, parecía mucho mayor a lo que era en realidad, el sudor le empapaba la cara y pegaba sus rizos a la frente.
-Tú, maldito brujo…
-Jace ¿Qué estás haciendo…?.-preguntó el mago, que apenas podía respirar.
-Alec se muere, y tú aquí tan tranquilo...
El corazón de Magnus se detuvo un segundo, abrió los ojos, y recordó la insistencias de las llamadas… Llamadas de todos, no sólo de Alec… Llamadas que podrían haber significado cualquier cosa.
-¿Qué?.-preguntó de nuevo, con la esperanza de haber sido sólo un mal entendido, aunque eso no justificaba la reacción del desesperado Jace que tenía delante.
-Alec…-murmuró, y un segundo después el cuchillo calló al suelo con un estrépito y Jace calló de rodillas, llevándose las manos al corazón. Justo encima de la runa de parabatai que compartía con Alec.
Magnus se arrodilló a su lado, apartó las manos del pecho de Jace y observó la runa, el color negro se desvanecía, conocía bastante esa runa, había llegado a odiarla cuándo la veía en el pecho del nephilim que amaba. Pero eso no fue todo lo que le preocupó, la runa de Jace en vez de tener el color negro intenso que había visto anteriormente era ahora gris, casi plateada. Jace pareció recuperarse, y la runa volvió a un color gris, constante…
"Alec, mi Alec".-pensó
-Magnus.-dijo el nephilim.-Es Alec, se está muriendo… No contestabas a las llamadas, por favor…
Lo que Jace estaba diciendo no tenía ni pies ni cabeza, pero Magnus lo entendió, el horror de Magnus creció hasta un punto inimaginable, agarro a Jace por los hombros y lo zarandeó gritándole que le contara lo que había pasado, no se preocupó cuando escucho el chasquido de uno de sus meñiques romperse.
-Alec, Izzy y yo cazábamos demonios anoche… Y no sé de donde apareció, pero de repente Alec tenía a unos cuantos encima, yo no podía ayudarle.-la voz de Jace sonaba cargada de horror.- Después alguien gritó algo y los demonios se separaron, y entonces apareció lo que sea esa cosa, abrió la boca de Alec y vertió un líquido de una botella en su boca y entonces…entonces… empezó a retorcerse y chillar, y sentía su dolor… y…y… lo llevamos al Instituto, las runas no le hacen efecto y los Hermanos Silenciosos dice que nunca… que nunca habían visto nada por el estilo y… y…
-¿Y qué, Jace?.- Magnus estaba pálido, el corazón se le aceleraba por momentos.
-Ha empeorado, cada vez está peor, se está muriendo Magnus…Nuestro Alec se está muriendo.
Magnus observó atónito cómo lágrimas de desesperación caían por su rostro, se levantó y con un chasquido de dedos hizo desaparecer el albornoz y se vistió con unas ropas simples, demasiado simples, un vaquero y una camiseta de un horrible color verde moco, agarró a Jace y medio lo arrastró por el el suelo hasta el salón, dónde rápidamente hizo las runas que le permitía abrir un portal, Magnus no recordaba haber trabajado tan rápido en su vida y cinco minutos después entraba con Jace en el Instituto, el hedor a muerte se olía en el ambiente, cómo si ella aguardara pacientemente la oportunidad de llevarse a…
Jace corrió por los pasillos del Instituto hasta la enfermería.
La puerta de la estancia estaba cerrada, y Maryse se encontraba chillando y golpeando las puertas de la enfermería pidiendo a gritos a los Hermanos Silenciosos entrar, Robert la retenía, contra sí, con lágrimas escurriendo por sus ojos, Jace calló de rodillas y se llevó las manos al pecho de nuevo, Maryse al advertir que Jace acababa de llegar y que este se encontraba en el suelo, paró de golpear al puerta y se dirigió hacía él casi corriendo, le abrió la camiseta al chico, Jace temblaba y trataba de evitar llevarse las manos al pecho, la runa cambiaba de color, se debatía entre el gris y el plateado.
Un grito aterrador se escuchó procedente de detrás de las puertas cerradas, y Magnus lo adivinó al instante.
La voz de Alec, gritando de puro dolor y terror. El grito se apagó de repente. Y la runa de Jace se volvió plateada.
-No…-decía Maryse, Robert la soltó y se llevó las manos al rostro, cubriendo sus ojos. El corazón de Magnus se detuvo.
Ahora era él el que caía de rodillas al suelo, la vida se le escapada entre los dedos si Alec no estaba. Maryse golpeaba con sus diminutos puños el suelo, Robert se había hecho una bola en el suelo, en posición fetal los movimientos de su espalda le indicaban que lloraba, pero Magnus no escuchaba nada, no podía escuchar los gritos de Robert, no podía escuchar los llantos de Maryse, simplemente escuchaba el sonido de su corazón pararse un segundo más de lo normal, y cuando volvió a latir lo sentía extrañamente roto.
Jace se acurrucó y profirió un grito, y Maryse abrió los ojos, apartó las manos de Jace de su pecho y un grito de alivio salió de sus labios, Magnus observó atónito cómo la runa pasaba de un color plateado a uno gris.
-Por el Ángel…-murmuró Maryse, y se llevó las manos al corazón.-Aún está vivo, mi pequeño bebé aún está vivo… -y escondió su rostro entre las manos.
Robert fue el único en percatarse de la presencia del brujo, se levantó de golpe y se dirigió hacia Magnus que se había puesto de pie, Robert se arrodilló ante él, y le abrazó las piernas.
-Por favor… Te pagaré lo que sea, por favor, es mi hijo, daré cualquier cosa, por favor te lo suplico…
Sorprendido Magnus vio como las lágrimas se escapan de los ojos de Robert Ligthwood.
-No podría soportar el dolor si otro hijo me abandona…-decía suplicante.
Magnus se arrodilló junto a él e hizo algo que nunca pensó hacer, le abrazó.
Un Hermano Silencioso salió de la estancia, y Maryse le detuvo.
-¿Qué tal está?.-zarandeó la Hermano Silencioso de la misma manera que Magnus había zarandeado a Jace anteriormente.- ¿Cómo está mi hijo? lo exijo…
-No podemos hacer mucho más Maryse, lo más probable es que Alec no pase de esta noche, lo siento.
-¿¡Pero qué le pasa a Alec!?.-gritó Magnus, que se dirigió al Hermano Silencioso, perdiendo la batalla contra sus nervios.
-Lo han envenenado con algún tipo de sustancia que desconocemos, no sabemos lo que es, nunca habíamos visto nada antes, y hemos buscado en todos sitios, removido todo tipo de venenos, pero nada encaja con lo que Alec padece.
Isabelle salió de la enfermería y miró a Magnus, sus ojos que acostumbraban a parecerse a los de Alec, estaban hinchados y rojos, se notaba que había pasado noches llorando, el resto de un maquillaje antiguo aún manchaba sus mejillas, se dirigió hacía él con paso inseguro y tambaleando, se posó delante de él y le pegó un bofetón, tan fuerte que Magnus casi pierde el equilibrio, se llevó una mano a la mejilla, sorprendido ante la reacción de Isabelle. Pero un momento después le abrazo, lo sujeto fuertemente, estrechándolo contra sí, buscando apoyo, Magnus aún confundido le devolvió el abrazo, ella escondió su rostro en el cuello del mago, como Alec lo había hecho tantas veces, cuando estaban los dos en su cuarto solos, cubiertos únicamente con una manta de lana, riendo de cualquier tontería o criticando el comportamiento de algún mundano.
-Sálvalo por favor… Te lo suplico.-murmuró ella sorbiéndose la nariz.
Maryse separó a su hija de Magnus, Isabelle la abrazó buscando protección el los brazos de su madre, protección, consuelo, fuerzas…
Jace abrió las pesadas puertas de la enfermería y entró seguido muy de cerca del padre de Isabelle, que, antes de entrar, le dirigió una mirada, indicando con un leve movimiento de la cabeza que lo siguiera. Y eso hizo, sin pensárselo un solo segundo.
Siguió a Robert, hasta el interior de la estancia.
Todas las camas de la enfermería se habían puesto en la pared más alejada, y una cama había sido puesta en el centro de la estancia, con antiguas runas a su alrededor, círculos y pentagramas que no le costó mucho reconocer, eran los pentagramas de la ciudad silenciosa, tan fríos cómo los propios Hermanos Silenciosos. La sala estaba totalmente iluminada, y un cuerpo delgado, pálido y con una trabajosa respiración estaba en una cama con sábanas blancas, a través de ella se podía sólo ver el ridículo pantalón que le llegaba un poco más abajo de las rodillas de color rojo intenso, el torso desnudo y la piel fina mostraban a la perfección todas las venas que cruzaban el pecho de Alec, trasportando sangre de allá para acá.
A Magnus le costó reconocer al Alec que amaba.
Arrastró los pies hasta estar junto a Alec, le tomó de la mano, era tal y como la recordaba, callosa, pero extrañamente agradables al tacto, seguras…
Sus uñas en vez de ser de un color rosado se habían puesto negras, su piel fría, como las manos de un muerto, no puedo evitar pensar que Alec tenía un pie en el otro mundo, aunque después se regañó mentalmente por pensar aquello, era consciente de que todos en la sala lo observaban esperando algún comentario de su parte, o simplemente esperando algo.
Alec apenas conseguía respirar, con gran dolor sobrellevaba cada exhalación, luchando por volver a llenarse los pulmones de aire, sintió a Maryse al otro lado de la cama agarrando la mano libre de Alec, acariciaba y besaba la mano de su hijo como si eso pudiese devolverlo a su estado normal, con caricias y besos cargados de un amor irracional entre madre e hijo, sintió celos de él, su madre nunca lo había amado y eso, aunque lo negase aún le dolía.
Un leve movimiento en los parpados de Alec hizo a Maryse ponerse en pie, Alec abrió los ojos, pero ya no eran azules, eran totalmente blancos, no se distinguía el color azul tan llamativo de sus ojos, del que Magnus se había enamorado, sólo una sombra oscura allí dónde se debería encontrar la pupila, Alec emitió un sonido extraño, parecía que trataba de hablar, pero no salía nada de su boca, sólo una especie de gruñido seco y dolorido.
-Shhh…Cariño, no hables, estamos bien, tú sólo…concéntrate en recuperarte no me dejes ¿de acuerdo mi pequeño?.-murmuraba Maryse suplicante.- Quédate conmigo no te vallas.
Alec apretó los labios de repente y se escuchó el chasquido de sus dientes al chocar para sobrellevar el dolor, cerró los ojos con fuerza y su cara se crispó de un dolor sordo, negándose a gritar.
Robert se puso al lado de Maryse y besó a su hijo en la frente.
-Grita hijo.-le susurró.-gritar de ayudará.-le aseguró
Como si fuese una afirmación Alec empezó a gemir de dolor, trataba de moverse pero sólo conseguía movimientos torpes e incoordinados.
Maryse se acariciaba el cabello, y le susurraba que lo quería, alguna anécdota graciosa de Alec cuando era pequeño, estuvo así durante mas de cinco minutos, susurrándole a su hijo, Jace e Izzy cerca de él, como tratando de que los sintiera allí, que no estaba sólo, por si el momento llegaba…
Temer por tu vida es una cosa, temer por la vida de la persona a la que más amas es un tipo de desesperación que no le deseaba a nadie, esa angustia que él sentía en su pecho no le dejaba más que dolor y resentimiento.
Cuando el dolor pareció desaparecer, Alec de manera inconsciente apretó la mano de Magnus, y con un gran esfuerzo dirigió la mirada de su madre hacia él, tratando de abrir los ojos pero sin conseguirlo, apretando la mano de Magnus, esperando una respuesta.
-¿Ja…Jace?.-preguntó él con voz rasposa, e hizo una mueca de dolor cuando las palabras le dañaron la garganta.
-No.-le susurró el brujo con miedo, esperando tal vez que Alec apartara su mano de la suya, no soportaría tal rechazo.
Alec pareció sonreír…
-Mag…-cerró de nuevo los labios con fuerza y Maryse se abalanzó sobre él.
-¿Qué te pasa, Alec?¿Hijo?.- la voz maternal de Maryse se transformo rápidamente en angustia, en sufrimiento al ver a su hijo en ese estado, pasó sus manos por el cuerpo de su hijo tratando de averiguar deshacer su mal, trató de abrazarle sin apenas mover el cuerpo de su hijo, transmitiéndole el amor que le transmitió a Isabelle cuando estaban en el pasillo. Robert parecía inquieto, y analizaba el cuerpo de Alec con la mirada una y otra vez, se llevaba las manos al pelo peinándoselo hacía atrás, una manía que reconoció también en Alec. Quiso sonreír, pero no pudo.
Se escuchó el ruido de Jace al caer de rodillas por tercera vez en apenas una hora, por su parte Alec empezó a temblar violentamente como si le estuviese dando un ataque de epilepsia, movía las manos y los brazos descontroladamente, Robert le sujetó la cabeza a su hijo para que dejara de moverla con fuerza y y sin querer se hiciera daño, Maryse le sujetó los brazos tratando de mantenerlo quieto, el dolor se plasmaba en su rostro en forma de lágrimas a la vez que le suplicaba al Ángel que no se lo llevara.
Magnus entendió su súplica, cuando el cuerpo de Alec se disparó. Se estiró y arqueó por completo, de una forma totalmente antinatural, en sólo una fracción de segundo, apoyándose sólo tan sólo en la nuca y los talones, con la espalda curvada hacía arriba, todo su cuerpo fue preso de una tensión brutal, arrastrado por convulsiones, sus padres miraban la escena horrorizados e Isabelle empezó a chillar el nombre de su hermano, Jace la sujetaba para que no se lanzara hacía Alec.
Tuvo sólo un segundo para reaccionar, se subió encima de la cama y aplasto el cuerpo de Alec contra el suyo, devolviéndolo a la cama, puso las dos manos en el pecho del chico, y chispas azules saltaron en todas direcciones, Robert sujetaba a Maryse para que no se lanzara de nuevo a la cama para acariciar a su hijo.
Sentía debajo de sus manos como la chispa de vida del nephilim se iba desvaneciendo… Mando un torrente de energía su cuerpo al de él, y se mantuvo así horas, haciendo al suelo temblar, no supo cuando todos abandonaron la habitación, pero en un momento dado descubrió que estaba totalmente sólo en la enfermería, el suelo temblaba pero no le importaba que su poder derrumbara el Instituto, Alec no se iría esa noche, ni ninguna noche en la que Magnus siguiera con vida. Se negaba en rotundo dejarlo ir.
Sólo recordaba el pulso de Alec en la palma de la mano cuando se separó de él, y se recostó a su lado totalmente agotado y sin fuerzas para continuar siquiera despierto, velando el sueño del nephilim.
Se despertó cuando el Sol ya se escondía detrás de los edificios de la ciudad, tenía una manta encima de su cuerpo, no recordaba tenerla allí la noche anterior cuando se separó del cuerpo de Alec. Maryse estaba recostada en su sofá al lado de la cama de su hijo, y el tomaba de la mano, le sonrió a Magnus cuando descubrió que estaba despierto. Pero él se acurrucó más en el calor que le proporcionaba el cuerpo de Alec, y volvió a quedarse dormido.
Entre un murmullos de sueños y realidades, escuchó a Isabelle hablando con su madre, a Jace susurrándole a Alec, que aún seguía perdido en los mares de la oscura inconsciencia… Incluso a Robert diciéndole a su hijo que lo quería, que no se fuera, que quería que a él lo enterraran sus hijos, no al revés…
Magnus se despertó cuando su estómago rugió, tenía en la boca su sabor amargo, como el de un té de hierbas sin azúcar, se incorporó levemente apoyándose con cuidado en un codo, al otro lado de la cama estaba Maryse, que lo miró cuando se incorporó, Alec aún estaba inconsciente, pero el color había vuelto a su cara, un rosado tenue en sus mejillas, sus labios habían dejado de ser pálidos y estaban entreabiertos y respirando de una forma regular, sin esfuerzo cómo si estuviese dormido. No supo cuándo tuvo a Maryse de su lado de la cama, no la había escuchado moverse y eso le recordó vagamente a lo Hermanos Silenciosos, tampoco se dio cuenta cuando una Maryse con el rostro alegre lo abrazaba fuertemente y le daba las gracias en todos los idiomas conocidos y desconocidos, mientras trataba en vano de no llorar.
-Magnus… Te lo agradezco tanto… Te pagaremos, sólo danos un precio, te daremos cualquier cosa… No sabes cómo…cómo…No me puedo imaginar la vida sin mi hijo.
Las lágrimas de dolor que tenía en los ojos cuando Magnus la vio hacía dos noches se remplazaron por lágrimas de alegría, aún seguían abrazados cuando Robert entró en la enfermería, con la cara rejuvenecida, parecía haber descansado bien, tampoco en él había rastro del dolor que soportó cuando Alec estuvo al borde de la muerte. Maryse se apartó de él cuando Robert le tocó el hombro con una mano, ella se apartó y él atónito observó como Robert le extendía una mano que estrechó sin dudarlo si quiera, pero eso no fue todo, el padre del muchacho tiró de su mano y abrazó al brujo, sentimientos pasaron a través de Robert hasta Magnus, entre ellos agradecimiento y culpa.
-Magnus Bane, te debo la vida…
-No- susurró.- No me debes nada, tú me diste una razón para vivir Robert, yo lo único que hice fue seguir manteniendo esa razón a mi lado. No me debéis nada.-repitió
Robert sonrió, una sonrisa auténtica, y Maryse estrechó aún más el abrazo de ella con Magnus, una vez Robert su hubo separado. Jace con una camiseta blanca, pantalones oscuros y rizos aún húmedos entró en la habitación seguido de una Isabelle totalmente nueva, sin rastro de maquillaje antiguo en su cara, elegante e imponente como siempre, ambos parecían recargados de una energía resplandeciente que se reflejaba en sus caras.
-Al fin te has despertado Bella Durmiente.-dijo Jace, mientras le tiraba a los brazos una bolsa que reconoció como suya, sobretodo por la cantidad de purpurina que había en ella y los colores extravagantes y chillones.
-Hola Jace, yo también me alegro de verte.-repuso Magnus alzando una ceja, al notar que algo dentro de la bolsa se había movido, atónito miró a Presidente Miau salir de la bolsa y caer con la gracilidad de gato al suelo. Miró a Jace que se encogió de hombros.
-No queríamos dejarlo sólo.-respondió Isabelle.
-Magnus… En realidad… Nosotros.. Tanto Isabelle como yo queríamos…
-Lo pillo.-dijo Magnus rápidamente antes de que Jace continuara, movió la mano restándole importancia.-Pero explícame de dónde sacásteis esto?- añadió señalando la bolsa.
-Del basurero de tu apartamento.-respondió Jace. Magnus luchó para no ponerse rojo al recordar la ropa interior esparcida y utilizada que había por todo el suelo del loft. Iba a replicar cuando el ocupante de la cama se acomodó las mantas y susurro:
-¿Podéis callaros y dejarme dormir?
Todo el mundo se quedó en silencio, y dirigió la mirada hacía Alec.
-Oh, hijo mío…-Maryse lo abrazó, pero al separarse Alec se había quedado dormido
Después de llenar su estómago con todo tipo de comida tanto favorecedora para su dieta como la que no, (Maryse le servía de todo en la mesa, y reía al ver tragar al brujo cómo si llevase días sin comer) Y después de darse un baño relajante, con agua caliente frotándose todo el cuerpo para eliminar el olor a sudor y tirar a la basura más cercana la horrible camiseta verde moco, que había llevado, volvió a la enfermería con una taza de humeante café (casi tan delicioso cómo lo preparaba Alec) y un libro bajo el brazo. Maryse apenas de había separado de su hijo en toda la noche y mucho menos ahora que Alec había hablado, había abierto los ojos un momento antes de volver a dormirse y el corazón de Magnus se llenó de alegría al comprobar que el azul de sus ojos era tan intenso como lo había sido antes, sin rastro alguno de la blancura aterradora que había tenido.
-¿Sabes?.-empezó cuando Magnus se sentó en el sofá de terciopelo que había invocado, volviendo a la extravagancia típica de su carácter.- El día que Alec nació, me lo pusieron en los brazos y la primera vez que le vi, me sorprendió el saber que haría cualquier cosa por él. Sería capaz de viajar al infierno sólo para mantenerle a salvo. Entonces cuando lo miraba ensimismada, mi pequeño abrió los ojos. Eran del azul más puro que he visto en mi vida, incluso ahora que ya no tiene nada de niño le miro a los ojos viajo en el tiempo hasta ese momento, él me mantiene fuerte Magnus, sin él… No sé que habría sido si el me hubiese dejado Magnus. Te agradezco que me... devolvieras a mi hijo, y ahora puedo decir que sé, por qué él… se enamoró de ti.
Ante la última confesión Magnus se quedó de piedra, con la taza de café a mitad de camino entre la mesa y sus labios. Alec enamorado de él, de Magnus Bane, no de Jace ni de ningún otro cazador de tres al cuarto, de él. Se sorprendió al escuchar sus siguientes palabras:
-Amo a tu hijo Maryse, lo dejaría todo por él, todo y a todos. Prefiero vivir el resto de mi vida como un simple mundano a perderle. No soy capaz de imaginarme… Sólo el hecho de que un día se valla… por un camino que yo no pueda seguir… Simplemente me aterra perderle.
Maryse le sonrió y volvió a su libro, alzando un poco la voz empezó a leer, Magnus reconoció al instante el libro favorito de Alec, y se recostó en el sillón a escuchar la voz de Maryse tierna, tanto para sus oídos cómo para los de Alec, cuando ella se dio cuenta de que Magnus también la escuchaba con atención subió un poco más la voz, continuando con la lectura y sonriendo a la misma vez.
Magnus se estaba quedando dormido cuando Alec se incorporó de repente en la cama, con los ojos abiertos como platos, Maryse soltó un gritito, Alec saltó de la cama tocando el suelo con los pies descalzos y se enfrentó a ellos dos como si todo le resultara desconocido.
-¡Robert, se ha despertado Robert!.- gritó Maryse, Magnus no dudo ni un segundo que su voz se escuchó en todo el Instituto
-Alec…Cariño.- dijo Maryse con tono tranquilizador.-Estás bien… Estás en el Instituto…
-¿Quién eres?.- dijo Alec, llevándose una mano a la cinturilla del pijama, buscando de manera inconsciente el cinturón de armas.
-Alec, cariño soy yo…-Maryse se acercó un paso y él lo retrocedió, ella pareció dolida
-¿Quién eres?.-volvió a preguntar, en tono exigente.
-¿Alec? Soy yo, mamá,¿no te acuerdas de mi?
-No.-susurró en nephilim.-no me acuerdo.
