«juro solemnemente que mis intenciones no son buenas»
Título: ¿El amor tiene un olor?
Autor: Angelito Bloodsherry (antes Angelito97-Delena)
Pairings: Scorpius Malfoy / Albus Potter.
Sinopsis: Scorpius Malfoy es un amante empedernido de los libros, de los días lluviosos, del olor a madera y de las sonrisas y los besos que Albus Severus Potter le dedica solamente a él.
Disclaimer: Todo el universo de Harry Potter es propiedad de J. K Rowling y compañía.
N/A: Esta historia no puede ser reproducida de forma total o parcial bajo ningún concepto. Si encuentran este fic u otro cualquiera en otra página decidme lo con urgencia. Yo misma me encargaré de ver si es plagio. Miren en mi perfil que páginas tienen permitido la reproducción.
N/A: 1,000 palabras y la imagen de portada NO es de mi propiedad.
Capítulos: 1/3.
Este fic participa en el Reto #14: "Amortentia al azar" del foro Hogwarts a través de los años.
¿el amor tiene un olor?
PRIMER AÑO: libro viejo
Scorpius Malfoy era un amante de los libros, podía recordar todas esas tardes que se pasó encerrado en la biblioteca con la cabeza metida en un libro enorme o escuchando embelesado alguna historia increíble de boca de su madre. Nadie podía entender del todo de donde salía su amor irracional por los libros, sí, desde muy pequeño le habían inculcado el hábito de la lectura, si uno no quería ser manipulado cuando adulto y no quería tomar decisiones incorrectas, debía conocer lo que otros habían hecho antes.
En el conocimiento estaba la libertad, le había dicho una tarde su padre cuando él solo tenía siete años mientras tomaban el té en los jardínes. El pequeño no había comprendido el significado de esas palabras o por lo menos no lo había hecho en ese momento, cuando todavía era un niño ajeno al odio que destilaba el apellido Malfoy por la sociedad mágica y eso que el pobre conocía de sobra la historia de su familia.
Fue en su primer año en Hogwarts cuando esas palabras tuvieron un significado especial, pero no gracias a su padre ni a las largas horas escondido en la biblioteca o en algún rincón de su hogar con un libro entre las manos, sino gracias a una persona tan inocente y ajena a los prejuicios como él. Albus Potter.
Sí, la ironía era una perra como más de una vez había escupido su tía Pansy cuando todos creían que él no estaba escuchando, pero Scorpius siempre estaba escuchando (o casi siempre) y nunca había tenido la oportunidad de usar esas palabras hasta ahora. Porque, ¿quién le iba a decir que hacerse amigo de Albus Potter podía ser tan tranquilizador? ¿quién le iba a decir que el miedo irracional que abrazaba a su padre días antes de marchar a Hogwarts no era tan irracional?
Sus padres habían hecho lo imposible para labrarse un buen nombre y que él se criara lejos del odio y de la paz fría que había quedado tras la guerra, veinte años atrás. Sin embargo, Inglaterra seguía siendo el hogar de los Malfoy y Scorpius tenía derecho a ir a Hogwarts, a vivir.
No lo supo hasta que lo vió con sus propios ojos. Hogwarts era un lugar maravilloso. No se consideraba un empollón, pero estaba deseando empezar las clases, aprender nuevos hechizos, leer libros prohibidos, y quería demostrar que los Malfoy no eran magos tenebrosos, quería que Slytherin recuperara su esplendor y quería divertirse. Casi todos sus amigos habían sido muggles y no había podido conservarlos debido a que sus padres iban de un país a otro. Eso tenía que cambiar, se prometió.
Pero todo eso se quebró como si se tratara de un cristal muy frágil en manos de un gigante nada más pisar el Gran Comedor. Scorpius no iba a ser aceptado con la misma facilidad que otros, pero no esperaba el silencio que se instaló nada más oír su nombre, ni tampoco las miradas hostiles.
No tenía sentido, y menos lo tuvo cuando la mesa Slytherin prorrumpió en aplausos y los demás suspiraron aliviados al no haber sido seleccionado en sus casas o soltaron un bufido como dejando claro que era obvio que iba a estar con las serpientes.
Estaba enfadado y avergonzado porque todos lo odiaban sin explicación alguna y los de su Casa esperaban de él que siguiera la estela de su padre hasta un cierto punto ya que había quien creía que su padre era un traidor a la sangre.
Todo su enfado y su vergüenza se esfumó nada más escuchar que Albus Severus Potter era un Slytherin. La gente dejó de mirarlo a él y clavó sus ojos curiosos, dolidos o traicionados en el chico de cabello revuelto y ojos verdes que no hacía otra cosa que mirar a todos con el rostro enrojecido. Lo primero que Scorpius pensó al verlo es que era realmente adorable.
Y esa opinión se fortaleció el día que tuvo su primer enfrentamiento con unos cuantos chicos mayores nada más salir de Defensa, le habían gritado que era un mini mortífago y que merecía ir a Azkaban donde tendrían que haberse podrido su padre y su abuelo, todo eso después de haberle lanzado un par de hechizos casi inofensivos que lo dejaron en ridículo.
Él no sabía hechizos oscuros, pero sí sabía soltar veneno y amenazas sobre conjuros y maldiciones de dudosa reputación, más no tenía ganas, no después de saber que su madre había recaído y estaba en cama, por lo que salió corriendo a refugiarse en su escondite.
Escondite que nadie conocía, a pesar de eso Albus Potter se las apañó para aparecer y sentarse a su lado con un libro enorme y bastante estropeado, el olor a libro viejo llamó la atención de un Scorpius bastante apagado y escéptico.
—Es un tratado de Defensa de mi padre —lo acarició con cuidado y Scorpius se lo agradeció, los libros así había que adorarlos—. He pensado que… no sé, podríamos hacer el trabajo de investigación juntos.
Scorpius alzó una ceja suspicaz, necesitaba abrazar ese libro y beber de sus páginas ya que era muy antiguo y de los aurores, pero no se fiaba del solitario y amable Potter. No todavía.
—No quiero tu compasión.
—Quiero tu cerebro —le picó divertido—. Quiero decir, que quiero sacar nota y sé… eres inteligente, y… ya sabes un Slytherin no puede…
Siguió divagando, pero no le escuchó, no porque ya tuviera entre sus manos ese tratado que olía a mil cosas, que también, sino porque ya había comprendido el porqué el no tan slytherin le llamaba la atención: eran bastante parecidos. No entendía cómo no había acabado Potter en Gryffindor, había que tener un par de narices para acercarse a un Malfoy y a un marginado como él, pero eso no le importaba, solo que Albus Potter le estaba ofreciendo una amistad disfrazada en un trabajo y eso era más que suficiente.
—Potter.
—¿Qué?
—Hay que conseguir un Extraordinario.
Potter sonrió y Scorpius, también.
continuará.
