La fotografía se veía arrugada, pero no era de extrañar; después de todo, había pasado mucho tiempo. Tanto tiempo, que Remus, mientras la observaba, se dio cuenta de que parecía otra vida. Una vida muy distinta a la que estaba viviendo ahora; más feliz, más optimista.
Los dos jóvenes, casi adolescentes todavía, no sabían el futuro que les esperaba fuera de los bordes negros de la fotografía, se dijo Remus, observándose a sí mismo. No sabían que pronto iban a empezar a dudar de todos, empezando por ellos mismos, y que tomarían una serie de decisiones que les llevarían de cabeza a la tristeza. Remus suspiró, y se pasó una mano por el cabello casi completamente gris.
Había sido en el 79. Sirius y él habían empezado a vivir juntos hacía poco, y parecían tan recién casados como James y Lily. Habían alquilado un piso cerca de Camdem Town, donde pasaban muchas tardes, y, aunque la guerra contra Voldemort acababa de empezar, y todos tenían predicciones cáusticas, ellos eran felices. En la foto, un Remus mucho más joven del que sujetaba la foto, se reía, atrapado entre los brazos de Sirius, que compartía su sonrisa. De vez en cuando, si les pillabas desprevenidos, intercambiaban besos; pero en general solo estaban así, abrazados y sonrientes.
Remus recordaba que solo tres meses después de aquello empezaron las discusiones, los detalles sin decir que se acumulaban y formaban la bola de nieve que consiguió destruirles. Por las noches, muchas noches, se imaginaba un mundo diferente, si él hubiera confiado en Sirius y hubiera aclarado cosas; y si Sirius hubiera confiado en él. Quizás, en ese universo paralelo, estarían juntos. O, al menos, Sirius estaría vivo.
Había sido hacía casi dos años ya, y todavía, giraba la cabeza y le parecía verle en un rincón, sonriendo como solía sonreír. O escuchaba su voz por las noches, cuando todo estaba en silencio y la respiración de Tonks y de Teddy era profunda; pero él seguía despierto.
Siempre era mentira.
Remus se dijo entonces, después de haber visto los últimos instantes de vida de su amigo, que tenía que seguir viviendo, que él tenía que continuar la vida que Sirius no iba a poder disfrutar. Por eso se casó con Tonks, por eso estaba Teddy en el mundo. Tuvieron problemas, pero ahora, Remus se sentía feliz. No era una felicidad abrumadora, pero él llevaba muchos años sin sentir eso, así que tampoco le importaba.
Se incorporó en la cama, dejó la fotografía en su sitio en el cajón. Ellos, su yo más joven y su amigo muerto, podrían seguir siendo felices, despreocupados para siempre; y él se alegraba por las imágenes de la fotografía; pero ahora estaban tan lejos, habían pasado tantas cosas, que casi parecía una mentira. Una gran, dolorosa mentira.
Se giró de costado, y observó a la dormida Tonks con una ligera sonrisa en los labios. Pero quizás, la verdad no fuera tan mala, después de todo.
