Disclaimer aplicado
Parejas: Jerza y gruvia (por ahora). Todas menos Lajane/Miraxus.
Advertencia: lenguaje fuerte, descripción de escenas de crimen, manejo del tema del incesto y sexo explícito.
Basado en la historia real de Gary Ridway, el asesino del rio verde.
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La chica del Burdel
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La ciudad de Magnolia está siendo azotada por una ola de asesinatos violentos ¿Podrá el Detective de la U.V.E. Jellal Fernandes olvidar sus prejuicios y lograr salvar a la joven más popular del burdel La torre del Cielo?
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Se relamió los labios con lentitud y malicia mientras estaba escondió en el closet, un descuido de la dueña de la habitación le permitió ser testigo de lo que ocurría dentro. Como muchas otras veces, se sintió extasiado de adrenalina y deseo.
—Oh si, más fuerte mi amor… ah, ah.
Los gemidos de su madre eran una sinfonía para sus oídos, formaban la orquesta perfecta cuando se sumaban a los golpes de dos cuerpos desnudos deslizándose sobre el otro. Escucharla le causaba una descarga eléctrica en la espina dorsal que no podía describir, le excitaba. Adoraba la combinación exquisita de jadeos con chirridos de una vieja cama. Y como si fuera poco, el espacio entreabierto era suficiente para ver como aquel pedazo de carne entraba en la vagina.
Y ella no sabía, no sabía de su placer prohibido.
El hombre no se había tomado la molestia de desnudarla por completo, solo le había sacado los senos del brassier y subido la falda hasta la cintura mientras la penetraba en cuatro patas. Aquella mujer era una zorra que se escondía tras un manto cristiano, que disimulaba su doble vida asistiendo cada domingo a una misa, queriendo borrar lo que hacía por las noches, como si confesar mentiras a un sacerdote le diera una página nueva que acabara con aquellos actos profanos. Mintiéndose a sí misma con la promesa de una nueva vida en Dios.
Él no quería que se detuviera.
Necesitaba ese placer, era lo único que lo mantenía cuerdo y le daba sentido a su vida. Esperaba ansiosamente todo el día por ese momento, cuando luego de acostarlo ella traía alguien nuevo que pagara por sus servicios.
Un nuevo cliente que la follara.
Siempre les había faltado dinero. Su padre los abandonó cuando tenía solo 5 años y su madre, presa de la depresión, gastó todo en pastillas y polvos mágicos. Con el tiempo se transformó en una mujer agresiva capaz de hacer cualquier cosa por conseguir drogas, humillándolo y golpeándolo cuando se interponía en su camino.
Y a él le encantaba.
Ella nunca debía enterarse que le gustaba que lo golpeara, que se masturbaba pensando en su madre desnuda golpeándolo hasta sangrar. Hacía cosas solo para que ella lo castigara físicamente. Esa mañana había mojado la cama, y ella le obligó a beber el agua de las sábanas remojadas. Eso le molestaba, así no debería ser. Su madre debería amarlo, disciplinarlo de la manera correcta.
Así como la amaban sus clientes.
Sintió la cercanía del clímax cuando el ambiente se lleno de nalgadas y un juguete sexual anal se sumó a la ecuación. Y fantaseó, fantaseó con ser él quien se la cogiera de aquel modo salvaje, hacerla suya y luego lanzarle algunos billetes de baja denominación a la cara. Castigarla por ser una perra desgraciada, por no comportarse como lo que era y darle a otros lo que le pertenecía por derecho.
Su puta barata.
Unas convulsiones leves precedieron a la explosión de semen. Miró el líquido blanco con ojos fríos y jugó con él en sus manos. Volvió a fijarse en el espejo justo cuando la mujer recibía un chorro de esperma en la boca. Entonces probó el suyo propio, el fruto del amor que le profesaba.
Te amo madre.
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Miró con pesadumbre la escena.
Cinco años pasaron desde que entró como detective de crímenes especiales y siete desde su graduación como policía, y aunque la causaban profunda repulsión los ataques sexuales, entendía por su vasta experiencia que dejarse afectar solo le perjudicaría psicológicamente. En vez de eso, prefería dar todo de sí para atrapar a los criminales y darles a los familiares de las víctimas algo de justicia; no recuperarían jamás a sus seres queridos, pero al menos podrían contar con el alivio de que el bastardo que les dañó no saldría jamás de la prisión.
A veces, si utilizaban bien sus cartas, ni siquiera pasaban mucho tiempo con vida. Ni el estado ni los reclusos toleraban muy bien a los agresores sexuales, de modo que el único modo de escapar de la cárcel era una bolsa negra.
No podía decir aquello en voz alta o los adoradores de héroes atacarían al cuerpo de policía, es decir ¿Quién era él para juzgar un presunto criminal? Ante los ojos del público, solo debía limitarse a investigar y presentar pruebas. No obstante, por creer todo lo contrario fue que se convirtió en el sargento de la U.V.E. de Magnolia. Los policías eran el primer choque entre la víctima y los familiares, los que miraban las escenas por primera vez y, por más horrendas que fueran, hurgaban en lo más profundo hasta descifrar el misterio.
¿Qué más calificación que ver a una madre llorando por la muerte de su hija brutalmente violada? Aquellos criminales merecían la muerte, ya sea declarada por un juzgado o casual, en manos de algún convicto agresivo que despreciara a los desgraciados violadores.
—¿Hay alguna pista de la víctima?—preguntó al patrullero que descubrió el cadáver.
—No, sargento… pero se llevó el glúteo derecho, igual que con las otras víctimas.
Demonios.
La mujer se encontraba en las adyacencias de un bosque, no a muchos kilómetros del parque natural que albergaba una parte de las largas hectáreas del río local. Esa mañana un par de jóvenes trotaban y la encontraron, ojos abiertos y estáticos, piernas abiertas con moretones en la cara interna de los muslos—signos de sexo violento—y un charco de sangre debajo del cuerpo.
Tenía la esperanza de que la segunda mujer encontrada hacía cuatro días se tratara de una coincidencia, pero ya un tercer cuerpo señalaba un patrón. Se estaba enfrentando, sin duda alguna, a un asesino en serie.
La primera víctima se la había cobrado hacía dos semanas, la encontraron al borde del río Medly verde en los confines del parque en su honor, su cabello era castaño y su tez blanca, abusó de ella y luego le arrancó los ojos con una cuchara mientras aún estaba con vida, pero fue cuidadoso y no dejó sus huellas en el utensilio. Además, cercenó su seno izquierdo, diseccionó su glúteo derecho y extirpó expertamente ambos ovarios, llevándoselos como trofeos. Podía deducir por aquellos datos que el sujeto era un hombre que odiaba a las mujeres.
De lo que no había averiguado nada era de las víctimas. Eso le frustraba.
Las mujeres no tenían un parentesco físico y nadie había denunciado la desaparición de alguna hija, novia o esposa. Mucho menos los cadáveres fueron reclamados, dificultando establecer alguna conexión social. A diferencia de la primera, le segunda era de cabello rubio y no perdió los globos oculares, que eran de iris azules; la tercera, que yacía en frente de él, tenía cabellos castaños y ojos verdes. A su criterio, la única concordancia era la edad, que rondaba entre los 23 y 26 años, y el resto de las lesiones, claro estaba.
—Esperemos que llegue el equipo forense.—miró por encima de su hombro—Laxus, quiero que llames a Gray. Que salga de la puta cama, necesito que su esposa me haga un par de favores. Lo esperaré en la estación. Tú quédate aquí y vigila que nadie meta sus narices.
Dicho eso se retiró lentamente con un gruñido del rubio como fondo, dejando al equipo de policías atrás en la escena del crimen.
El caso le daba mala espina, la falta de pistas lo ponían tenso y la sensación de estar ignorando un detalle importante lo exasperaba. Paseo una mano por sus cabellos azules soltando un bufido, y llegado al estacionamiento, ubicó con facilidad su camioneta negra. Al lado de ella, una van de la prensa regional.
Mierda y más mierda.
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Según información de nuestros investigadores, Magnolia está siendo amenazada por un asesino de mujeres. Hasta ahora se desconoce el número de víctimas. La policía se niega a dar declaraciones, absteniéndose de decir que quizás estamos a merced de un nuevo asesino en serie ¿Realmente la oficina de crímenes especiales está haciendo lo que puede, o no les interesa nuestra seguridad?
—¿¡Cómo coño fue que Sherry Blendy se enteró de esto!? —Gritó el detective Gray Fullbuster, señalando el televisor de la oficina con agresividad.—¡Joder, hemos tenido mucho cuidado!
—La prensa nos está comiendo vivos.—Macbeth arrugó la nariz mientras una señora declaraba sentirse insegura del pésimo trabajo policíaco.
Jellal miraba seriamente el aparato reposando su barbilla en el dorso de sus manos cruzadas mientras sus codos se apoyaban en el escritorio de madera caoba. A su izquierda un montón de papeles y a su derecha un portarretrato con la foto de su hermana menor, Wendy. Respiró hondo y exhalo sonoramente, tomó el control del equipo y lo apagó, consternando a sus dos detectives.
—Ya no importa.—dijo en tono tosco.—vamos a tener que apresurarnos y resolver este caso antes de que la prensa sensacionalista nos hunda.
—¿Algún interés especial en la propaganda?—se mofó Laxus apenas llegando, mientras pasaba por el arco de la puerta con una carpeta en la mano.—quizás esto afecte tu jubilación, Jellal.
El hombre de cabellos azulados levantó una ceja.
—No empieces, Laxus ¿Qué me traes?
—Se ha colado una foto del cadáver en las redes sociales.—encorvó los ojos con molestia.—gracias a los malditos morbosos, alguien ha reconocido el cadáver de la tercera chica.
Lanzó la carpeta en el escritorio, atrapándola Jellal antes de que se deslizara al piso.
Michelle Lobster. 23 años, 2 arrestos por alteración del orden público, 1 por posesión de marihuana.
El rubio carraspeó al ver el creciente mal humor de su superior, sabía del historial del Sargento, el detective Dreyar reconocía su aversión por ese tipo de víctimas.
—El tipo que la reconoció era su cliente. Era una prostituta.
—Tiene sentido—dijo Gray.—rara vez las desapariciones de prostitutas son denunciadas. Huyen de sus chulos o van a trabajar a otro sitio.
—Necesito que intentes contactar con algún conocido.—Ordenó al detective Macbeth.—si logramos averiguar en qué barrio trabajaba, quizás la conectemos con las otras víctimas ¿Juvia terminó ya con la autopsia?
Gray negó suavemente.
—Lo ha metido como una prioridad, pero necesitará un par de horas más.
—Vale, tráeme el informe cuando esté listo—miró a Laxus.—necesito que presiones a Bickslow, te aprecia lo suficiente como para mover el culo con las pruebas de la escena del crimen.
Con un asentimiento de cabeza, los detectives lo dejaron solo.
Golpeó el escritorio con impotencia. Siempre había detestado los casos con prostitutas: eran polémicos, se le insinuaban a los oficiales y casi nunca querían denunciar las agresiones sexuales. Cambiaban dignidad por un par de billetes y luego la policía tenía que hacer maroma y teatro para rescatarlas cuando se metían en problemas.
Y sobre todo, eran pésimas madres.
La mayoría de ellas eran drogadictas, portadoras de enfermedades de transmisión sexual y maltratadoras. Se quedaban preñadas de cualquier idiota, negándole al niño la posibilidad de tener un padre. Algunas eran sensatas y daban los niños en adopción, otras los utilizaban para cobrar el seguro social y, la mayoría, los maltrataban hasta que servicios sociales se los arrancaban. O hasta que la policía tenía que ir a buscar sus cadáveres.
Apretó los puños debajo de la mesa, no debía permitir que sus intereses personales se involucraran en el caso.
No en un momento tan importante de su vida.
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Juvia Locksar le había prometido a su esposo, Gray Fullbuster, que dejaría de visitarlo constantemente en su oficina. No solo porque resultaba obsesivo, ya él había aceptado su forma especial de amor, sino porque él podía darse el lujo de distraerse en el departamento. Además, detestaba las burlas de sus compañeros consecuencia de sus peculiares atenciones, por lo que luego de hacerle el amor una noche, le propuso un trato. Si ella dejaba de ir todos los mediodías, él se lo recompensaría con creces por las noches. Como si aquello resultase un gran sacrificio.
La verdad era que la señora Fullbuster era hermosa e inteligente, y para él esa recompensa era un beneficio adicional.
Sin embargo, esa tarde, esa promesa debía ser obviada. Cuando la vió aparecer se sintió feliz, aunque su rostro no lo expresara. Ella vestía un uniforme médico color aguamarina, muestra de que se encontraba trabajando, y en su mano un folio sellado. Lo miró a lo lejos, brillando sus ojos al ubicarlo. Con una sonrisa de oreja a oreja se acercó a él.
—¡Gray-sama!
—Juvia—hizo un leve saludo con la cabeza.—¿terminaste?
Juvia asintió con alegría.
—He venido a hablar con Jellal-sama personalmente. Juvia tiene buenas noticias.
—La verdad es que ha estado esperándote.
Gray se levantó del escritorio, colocó su mano en la espalda baja de su esposa sonrojada y la guió con una sonrisa de suficiencia hacia la puerta de la oficina del Fernándes. Con el rabillo del ojo pudo ver a sus compañeros Jet y Droy haciéndole porras, a lo que él, muy discretamente, les enseño el dedo medio.
No necesitó tocar la puerta, ésta se encontraba abierta. El sargento no había modificado mucho su posición más que para leer un documento de la autopsia del segundo cadáver que encontraron. Él estaba visiblemente tenso, con sus músculos contraídos y sus hombros rectos; sospechaba que el que se tratara de un presunto asesino de prostitutas le estresaba, pero no le quedaba más que confiar en su jefe.
—Juvia terminó la autopsia. Ha venido a hablar contigo.
Jellal levantó la cabeza, les hizo una seña para que se sentaran en las sillas frente a él.
—Honestamente, me alegro mucho de verte Juvia ¿Puedo ofrecerte café?
La aludida negó.
—Juvia intenta dejar las bebidas negras. Oscurecen los dientes.
Mujeres. Pensó mientras sonreía cortésmente.
—Estoy seguro de que no habrías venido si no tuvieras algo importante.
—No es demasiado, pero es un inicio—comenzó a explicar.—No puedo evitar pensar que este tipo tiene conocimientos médicos, esta vez se llevó también el útero. Michelle murió como las otras dos, de un shock neurogénico. Sufrió mucho, sintió la mayoría de lo que le hizo. Pero hay un detalle, un descuido.
Hizo una pausa, como si se cerciorara de que le estaban prestando atención.
—Creo que la razón por la que corta un glúteo no es para llevárselo como trofeo—abrió el folio con mucho cuidado, extrayendo unas fotografías de su interior. La colocó en el escritorio, señalando con su dedo índice en un punto específico.—¿Ven el borde de la herida? Es tinta azul. No lo entendí hasta que Gajeel me dijo que era una prostituta. Hay un pueblo a las afueras de la ciudad, unos 45 minutos en auto. Allí hay una cadena de cuatro burdeles, se llaman la Torre del Cielo, Sistema-R, Nirvana y Tártaros. Todos tienen algo en común, pertenecen al mismo tipo y…
Marcan a sus prostitutas con un tatuaje de mariposa azul en el glúteo derecho.
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Nota de autora
Re-subiendo. Arreglando algunos detalles.
