Nota de la autora: Este pequeño, pequeño oneshot tiene lugar en el primer episodio de la sexta temporada, Gossip. Fue una idea que tenía hace bastante tiempo anotada para desarrollar, me acordé de ella el otro día y decidí escribirla. Se lo dedico a mi amiga Dai, que está pasando un momento un poco difícil, con mi cariño y mis mejores deseos para ella y su familia. (Espero que no haya salido demasiado cursi.)
Era algo tan curioso que le recordó al Principito repitiendo sin cesar "Los adultos son verdaderamente muy extraños." No se necesitaba tener una pasión por el arte (lo que equivalía a tener el asombro de un niño en el corazón) para darse cuenta de que era un pequeño hecho bastante sorprendente. En ese rectángulo de papel, en esa mancha donde el color blanco y el negro se confundían en distintas tonalidades de gris dibujando sombras y formas inexactas, como en un dibujo abstracto, allí estaba su bebé. Cada vez que lo pensaba, volvía a invadirla la misma felicidad incrédula del primer momento, del día en que habían ido de urgencia al hospital por un tobillo torcido y habían vuelto a su casa (el partido de voleyball completamente olvidado, claro está) con la noticia de que iban a ser padres.
Era apenas una mancha, una figura de contornos borrosos en un mar de negro y gris oscuro, pero allí estaba su bebé, viviendo, creciendo, esperando a que llegara su momento de nacer. Era inevitable preguntarse cómo sería ese bebé, si tendría los ojos de Jim o los suyos – Pam deseó fervientemente que el pequeño o la pequeña heredara los ojos marrón claro grisáceo de su marido; era una tonalidad tan rara que hacía que sus ojos verde oliva (que siempre habían sido lo que más le gustaba de su apariencia) la parecieran aburridos y comunes. O quizás, pensó, quizás sus ojos sean una mezcla de los nuestros, un color verde grisáceo, o verde amarillento, o gris verdoso, o…
Después rió bajito, entre dientes, al recordar cómo Jim había dicho, bromeando, que iría a la iglesia cada semana hasta que el bebé naciera con tal de que a) fuera un varón al que enseñarle en eterno arte de las bromas y b) no heredara su nariz. En verdad era exagerado – a pesar de admitir que era un poco desproporcionada, no desentonaba con el resto del rostro, y Pam había contraatacado diciendo que su hijo tendría suerte si llegaba a ser tan apuesto como su padre, a lo que él había respondido ruborizándose furiosamente y murmurando que estaban especulando sobre la idea de que sería varón cuando también podía ser una niña que heredara todas las maravillosas cualidades de su madre. A pesar de no saber todavía el sexo del bebé (y de hecho, pensaban postergarlo hasta la última semana o más para que fuera una sorpresa total), si de algo estaban seguros era de que lo iban a querer muchísimo, más que a nada en el mundo. Sabían que los haría increíblemente felices. Imaginó, extasiada, una niña a la que, como ella, le gustara pintar y dibujar o un niño un poco travieso y muy divertido, como él. Pensar en lo maravilloso que sería la llenaba de impaciencia, hasta que recordaba que además sería difícil y retador, y eso la asustaba un poco, pero sólo momentáneamente, porque sabía que todo el amor que ella y Jim le brindarían a su hijo o hija sería suficiente para superar cualquier obstáculo.
Pamela Halpert observó a su esposo tomar la ecografía que se habían visto forzados a mostrar a todos sus compañeros de trabajo, y con una sonrisa, acomodarla orgullosamente en uno de los portarretratos que tenía en su escritorio. Allí estaría todos los días, recordándoles que el nacimiento del bebé se acercaba cada vez más, despacio pero seguro.
Y cuando el momento llegara, ellos estarían listos, esperando al nuevo miembro de la familia que habían empezado juntos.
