Su padre se encargó de demostrarle la maravilla del sexo cuando tenía seis años. Al principio dolía y lloraba pero él le decía que eso era un goce y que como tal, debía de disfrutarse. Poco a poco el dolor se volvió placer y los llantos se hicieron gemidos. El tiempo transcurría y ahora era él quien lo buscaba. Fue una lástima que muriera hacía cuatro años pero no se sintió mal por su muerte. En realidad no sintió nada.
El tiempo siguió y para Kuroo, el sexo se volvió en una necesidad. Una necesidad incluso más grande que comer o dormir. Le gustaba disfrutar en todo momento y no discriminaba con quien lo terminaba haciendo. Mujeres, hombres, adultos, niños ¿Acaso había alguna diferencia? El sexo era el sexo, lo demás no importaba.
Tenía encuentros ocasionales con su bro. Eran noches muy ardientes y llenas de energía pero también salía algo lastimado. Bokuto encontraba cierta fascinación con morderlo.
— ¡Hey! — Se quejó — Ten cuidado con lo que haces.
— Ja, ja. Lo siento bro — Se disculpó mientras las embestidas aumentaban de velocidad y lamía su cuello — Pero a veces me pregunto a qué sabrá tu cuerpo — Volvió a morder su hombro.
— De nuevo tú y tus preguntas escalofriantes ¡Auch!
— Perdona — rio— Oye ¿Sabes cuál es la diferencia entre el sabor de una mujer y un hombre?
— ¿Tú lo sabes?
— Sería interesante descubrirlo.
— Mejor cállate y bésame que me estoy aburriendo.
— A sus órdenes — Sonrió con lujuria.
Con su amigo Kenma lo intentó más de una vez. Siempre acercándosele y comenzando a masturbarlo, al final se daba por vencido. Su amigo no ponía nada de su parte, no parecía disfrutarlo pero tampoco desagradarle. No lo acercaba ni se apartaba. Su poco interés por las cosas lo desesperaban. Tan inexpresivo y poco hablador. ¿Qué tan difícil era intentar disfrutar aunque sea un poco?
También llegaba a hacerlo con Suguru. Esa serpiente era muy buena, debía admitirlo, aunque le salía muy caro. Odiaba pagar por atender sus placeres pero habían llegado a un acuerdo. Le pagaba cierta cantidad al mes y él estaría cada que lo necesitara. Un simple mensaje y aparecería en la puerta de su casa en menos de cinco minutos. Lo llamaba cada que no podía conseguir a alguien para saciarse o cuando estaba aburrido para salir. Era un beneficio mutuo: Suguru disfrutaba del dinero que le daba y él de su cuerpo. Ambos ganaban, nadie perdía.
El entrenamiento de cada año había comenzado, ahora los acompañaría el equipo de Karasuno. Se encontraba feliz por cuerpos nuevos, frescos y una que otra piel virgen.
La primera noche encontró al pequeño jugador diez salir de baño. Todos dormían y era una oportunidad que no desaprovecharía. Lo tomó del brazo, lo llevó de regreso al baño y comenzó a besarlo. El menor estaba sorprendido. No sabía que pasaba.
— No, espera Kuroo-san — Intentó poner resistencia.
— Qué pasa Chibi-chan — Comenzó a quitarle la playera. Se sorprendió al ver que llevaba una venda sobre su abdomen pero no le dio importancia — Yo sé que lo disfrutarás.
— Basta —Su voz comenzó a temblar — Kageya… — Su frase fue interrumpida otro beso.
— Descuida — Metió su mano bajo su ropa interior y sonrió cuando el menor gimió — Nos encargaremos de que no se entere.
Al día siguiente Kageyama lo fulminaba con la mirada y Hinata tenía una venda en su brazo. Admitía que quería volver a penetrar ese pequeño cuerpo pero el jugador nueve no se apartaba de él ni un segundo. Era notorio que se había dado cuenta y probablemente se desquitó con el enano. Una lástima pero no era su problema.
El entrenamiento pasó y saturó su deseo con la mayoría de los estudiantes. Bokuto seguía igual con sus comentarios fuera de lugar. Con Akkashi no se atrevía a tocarlo, no porque respetara que fuera la pareja de Bokuto sino porque su amigo no le permitía acercársele demasiado.
Con los jugadores de Karasuno fue divertido. Se deleitó con casi todos incluyendo a la manager de cabello negro, tomando cierto favoritismo por el jugador once y su capitán. Una noche antes de que volvieran a su ciudad, se dio un deleite con Nishinoya, Sugawara, Daichi y la manager. Tsukishima se había negado y aunque le hubiera gustado tenerlo, fue una de las mejores fiestas que tuvo en las últimas semanas.
Los días pasaban y seguía sin obtener respuesta. Al día siguiente del entrenamiento le había enviado un mensaje a Hinata para "hablar" de lo sucedido pero no obtuvo respuesta. También le había enviado un mensaje a Tsukishima y al igual que Hinata, ningún mensaje de regreso.
Caminaba tranquilo, había tenido una tarde con dos bellezas de su escuela. Un hombre se le acercó, portaba una playera con la imagen de Asmodeo impreso en él. No necesitó que le dijera algo, descubrió sus intenciones a simple vista. No se negó, todavía tenía energía y un deseo que no se llenaba con dos simples mujeres.
El problema fue cuando lo llevó a un callejón. Una furgoneta, varios hombres y un golpe en la cabeza fue lo último que recordó.
¿Cuánto tiempo llevaba en ese lugar? Ni idea. Las cuatro paredes que obstruían la luz no le permitían calcular su estancia. Su ropa estaba sucia, el aroma a semen sobre el colchón viejo penetraba sus fosas nasales y él único ruido presente era el goteo de una cañería cercana.
La puerta se abrió y la poca luz que escapó a su habitación lo cegó. Escuchó las cuatro voces de sus captores. En vez de temblar de miedo y suplicar porque lo dejaran ir, sonrió. Había esperado ese momento todo el día.
Lo habían secuestrado, torturado y se saciaban con él. Si uno se cansaba seguía otro, si ese se cansaba, otro lo esperaba. Mientras las penetraciones seguían, uno tras otro, hora tras hora, día tras día, él sonreía. Porque para él, no se encontraba en un sótano oscuro ni frío. No tenía hambre ni sueño. No se preocupaba por sus estudios ni buscar con quien divertirse. No había gente negándose a los placeres de la carne ni cansándose de la energía que emanaba su cuerpo, no. Estaba en un lugar único.
Se encontraba en el mismísimo paraíso. Un paraíso sólo para él.
