Hola, soy Crystal y este es mi primer fic de Harry Potter publicado aca en FanFiction. Acepto comentarios, buenos o malos, que ayuden a mencionar mi redaccion o algo por el estilo. Aqui va el primer capitulo, espero que les guste. Aun ando aprendiendo bien como se usa esto, asi que, denme tiempo.
Capítulo I: Comienza la búsqueda.
Nervios, tensión, terror. Quince años atrás…
Se respiraba en el aire, como un perfume desagradable que se tiene que soportar, como un humo que perfora los pulmones y no dejaba respirar. En el bosque se imponía el silencio. Sólo se escuchaba el suave roce producido por el ligero choque de las hojas de los árboles unas con otras, así como el silbido casi ausente que el viento provocaba al pasar por ahí. Pero ningún sonido humano. La luz de la luna estaba aún más radiante esa noche, quizás producto de un encantamiento u otra regla en la naturaleza; era lo suficientemente claro para ver al triste conejo que se paseaba por las ramas caídas. El panorama gris y lleno de hojas marrones en el suelo, algo propio de la estación, no parecía dispuesto a albergar a nadie más que a sus animales y a su naturaleza convencional. Pero a fin de cuentas, era el punto de reunión.
Un hombre se apareció junto al gran roble. Llevaba una túnica color rojo carmesí, perfectamente planchada e inmaculada en todos los aspectos. Caminó un poco, creando un crujido especialmente agradable al pisar las hojas secas. Su porte, fuerte e impasible, con una piel blanca, casi pálida, con las huellas de los años propios de su edad, no se vio perturbado, ni siquiera aliviado por el reconfortante crujido de las hojas contra el zapato. Ni siquiera sus ojos marrones y duros participaban, ni su cabello escaso y rubio claro.
Dos hombres se aparecieron después en la escena. Uno de ellos, de cabello negro y grueso, y los ojos claros que destellaban en el cuadro gris, fue rápidamente a darle un abrazo al mago de cabello rubio claro. El otro, en cambio, se limitó a alisarse su única negra con delicadeza y asentir con la cabeza.
Pero ninguno de ellos habló, ni una sola palabra, ni siquiera un susurro. Parecía que esperaban a alguien más.
Ahora fue una mujer la que apareció, con tanta majestuosidad que podría haberse tratado de una reina de algún país desconocido y lejano. Se desenvolvía de una manera delicada y que inspiraba respeto, con su túnica color azul cielo. Se tocó el cabello rubio blanquecino (era así por el hecho de que los signos de la edad eran inevitables), el cual estaba agarrado en una larga y muy bien hecha trenza francesa. Saludó con sus ojos azules a los caballeros que se encontraban ahí.
Luego apareció un hombre de aspecto jovial, pasando por alto que quizás él (y casi todos sus compañeros) rebasaba los sesenta años. Se sacudió el cabello rizado y blanco, dejando ver una barba de candado igual de blanca, y se dirigió a un lado de la bruja de la trenza saludando a todos con una sonrisa amable. El mago de cabello rubio claro resopló, como si pensara que en ese momento lo más inapropiado para la ocasión era sonreír cuando lo que venían a tratar era un asunto tremendamente serio.
Otra mujer apareció. A diferencia de sus comensales, ella iba vestida de otra manera. Traía una gran falda amplia con estampados rurales, de seda y que le llegaba hasta los tobillos, con una blusa de manta en color hueso y collares de madera con oro muy vistosos. Su cabello, negro con algunas canas, lacio y muy largo, casi como el la dama de la trenza, se despeinaba ligeramente con el viento, las arrugas de su rostro tampoco eran evitables, pero parecían quedar opacadas con su sonrisa. Guardó silencio, pero quizás sus ojos negros expresaban más que palabras al ver al mago de túnica negra.
Aparecieron ahora un mago y una bruja al mismo tiempo. El mago, que llevaba una túnica amplia color oro con rojo escarlata en los puños, con una barba delgada que llegaba casi al piso, la piel blanca amarillenta y los ojos negros y rasgados, saludó a los presentes con una leve reverencia. La bruja, de piel oscura y ojos miel, tan brillantes que parecían resplandecer en la oscuridad, parecía contenta de ver a todos.
Un mago de ojos verdes les siguió. Al ver a todos, saludó elegantemente con la mano y se pasó los dedos por su cabello, en el cual había mechones negros y de canas irregulares por todas partes. Se deslizó con gracia en su túnica verde botella. Su rostro parecía competir con el del mago rubio claro: era fuerte y directo, pero parecía que éste era más flexible, porque al menos sonrió al ver a sus compañeros. Pero se sentía una cierta tensión entre él y el mago rubio claro precisamente, porque se echaron feroces miradas.
Dos mujeres irrumpieron más en el silencio, ahora incómodo, del bosque. Una de ellas, tenía un aspecto igual de alegre que el mago de cabello blanco y rizado, y saludó a todos con la mano. Tenía el cabello cano y corto, hasta arriba de los hombros, llevado lacio e impecable. La otra bruja era su amiga, esta afirmación deducida por que las dos llevaban el mismo collar de plata con un dije que parecía ser la mitad de una mariposa. Saludó a los presentes con naturalidad. Se podían distinguir sus ojos color verde brillante y amistosos, y su cabello oscuro y ondulado, el cual enmarcaba el contorno de su rostro con un mechón blanco.
Un mago más apareció. Tenía la cara surcada de arrugas algo pronunciadas y se veía cansado. Su cabello, con una pequeña calva en la coronilla, al igual que su espeso bigote, era completamente blanco. Llevaba una túnica color violeta intenso y se posó a un lado del viejo roble.
Una última bruja apareció y que por la expresión que hizo la bruja del mechón blanco, no era la más esperada. Se posó con una majestuosidad similar a la de la bruja de trenza, pero con la diferencia de que su porte era mucho menos que elegante. Su cabello era rubio rojizo y estaba agarrado en un raro y complicado moño. Su piel era bronceada, con rasgos hindúes. Su túnica color rosa, la cual desentonaba con el color de su cabello, ondeaba al compás del viento. Sus ojos, negros y observadores, más que saludar a los presentes, parecían estudiar su expresión. Su rostro también estaba con las arrugas propias de su edad, y sus labios pintados de un color rojo intenso, que, una vez más, desentonaba con lo que traía puesto.
El mago rubio claro se posó en medio del deforme círculo que habían hecho los presentes y sacó su varita, alzándola al cielo. Entonces, un rayo color azul salió y parecía cubrir varios kilómetros a la redonda. Guardó su varita, satisfecho, y volvió a su lugar.
Damas y caballeros,-dijo el mago de cabello negro y grueso-bienvenidos a una reunión más de La Orden de Trece.
Los trece magos y brujas levantaron sus varitas al cielo, y salieron unas chispas doradas que formaron el número trece sobre ellos.
Una reunión de carácter urgente-puntualizó el mago que estaba a su lado, de marrones y cabello fino.
Bien dicho, Ferdinand-expresó de nuevo el otro mago a su hermano con gratitud.-Pues sí, queridos amigos, ésta reunión no es precisamente para saludarnos después de tantos años. El motivo es mucho más oscuro y peligroso.
»Como ustedes saben, nuestro cofre fue robado. Por aquel que su nombre no debe ser dicho nunca. Se llevó todos esos años de investigación con él. Pero gracias a Harry Potter, el niño que vivió, tenemos una nueva esperanza. Al derrotarlo, la parte de su alma con la cuál había sellado el cofre, se rompió y los poderes salieron en su libertad. Todos sabemos dónde están estos poderes. Han sido entregados a las personas que hemos elegido como portadores.
Teniendo en cuenta de que no saben lo que les espera-dijo con furia acumulada la bruja de cabello rubio rojizo.-Perdóname, Tremulus, pero yo no estoy de acuerdo con lo que acabamos de hacer.
Y sin embargo,-intervino el mago de cabello rubio claro-lo has hecho, Aisharei.
Habría más peligro si los poderes se hubieran quedado abandonados-afirmó Tremulus McClure, mientras le dirigía a Aisharei una mirada fulminante.- ¿Qué pasaría si se los hubiéramos dejado a unos completos desconocidos? Si eso es lo que piensas, Aisharei, no te entiendo.
Aisharei Rai se quedó callada, con lo labios apretados y frunciendo el entrecejo, haciendo sus arrugas más visibles.
¿Y que tal si no pueden manejarlos?-preguntó la bruja del mechón blanco con preocupación. Tremulus volteó a verla y le dijo en tono comprensivo:
Dudo que tu nieta no pueda manejarlo, Belediana, dado la talentosa abuela que tiene.
Gracias Tremulus, pero lo que me preocupa es esto¿Qué pasará cuando descubran nuestros nietos sus poderes?
Como dijo un buen amigo mío, "echando a perder se aprende"-inquirió con algo de humor el mago de cabello blanco y rizado.-No dudo que al principio estén un poco confundidos y se sientan hasta fenómenos¿qué dices, Johann?
Johann Van Laer, el mago de cabello rubio claro, apartó la vista del horizonte y miró a Patrick Jenkins con algo de serenidad.
He dejado algunas pistas-dijo con voz clara y un fuerte acento alemán.-Tremulus y yo hemos dejado algunas pistas en Hogwarts, para que uno de ellos las encuentren y, de cierta manera, encuentren algunas respuestas.
Hemos de desapagueceg pog un tiempo-dijo la bruja de trenza, quien sin lugar a dudas, era de Francia.-Tenemos que pgoteguerlos, a todos. Tomag las medidas necesaguias de pgecaución paga que él no nos encuentge.
¿Y dejar a nuestras familias desprotegidas, Jeannette?-inquirió el mago de la túnica verde botella, llamado Nicolás Vardalos a la bruja francesa llamada Jeannette Clairsént.
Ellos no estarán desprotegidos, Nicolás-dijo la bruja de cabello negro y piel nacarada.-Claro que lo estarán si no tomas también medidas con los tuyos. Xihuatl está escondida ahora con Xanath en México, y no dudo que ella también ha tomado sus medidas hasta que todo este tumulto acabe.
Creo que olvidas una cosa, Xóchitl-intervino el mago de bigote con un fuerte acento irlandés-¿cómo sabes si tu nieta es realmente portadora del poder?
Se les ha puesto una marca-dijo la bruja de piel oscura y ojos miel y brillantes, quien por primera vez hablaba-que solo puede ser vista con el tocar de nuestras varitas y un conjuro que yo misma he realizado. ¿Aclara tus dudas, Cormac?
El mago de bigote asintió levemente.
¿Te has comunicado con Albus, Zueri?-le preguntó Belediana.
- Precisamente ayer-respondió la bruja llamada Zueri,-está al tanto de todo y confío en que sabe en lo que se está metiendo, obviamente no le he dicho quienes son sus futuros alumnos, pero confío que lo averiguará tarde o temprano. Es Albus Dumbledore, por Merlín.
¿Cómo saber si podemos confiar en Dumbledore?-preguntó Nicolás.
Sé cuánto lo odias, Nicolás, pero hay que tener en cuenta que en estos momentos a quien odias y a quien aprecias es lo de menos,-dijo el mago de la túnica color oro con inmensa serenidad-tenemos que enfocarnos en lo importante, salvar a los nuestros y quizás a nosotros mismos. Nos adentramos en los pasajes más poderosos de la magia y aceptamos cargar con esa responsabilidad, y ahora tenemos que ponerle cara a lo que hemos hecho.
Aún y cuando el Cofre de Crawl no nos sirva de nada ya-dijo la bruja de cabello cano por primera vez-tenemos nuestros propios "cofres" por decirlo así. Nuestros nietos están cargando con una responsabilidad que es completamente nuestra, pero ellos fueron elegidos por los mismo poderes para resguardarse,-tomó un tono enérgico-y mi nombre no es Giulia Dimentio si lo que digo no es verdad.
Muy cierto, Giulia-dijo Tremulus al cabo de un rato.-Y como fundador de ésta Orden, digo que nuestro deber no es pelear por ellos, sino dejar que el tiempo siga su curso hasta que estén listos para pelear. Sé al menos que mis nietos lo estarán.
Nos esperan tiempos de estar unidos, de confiar y no confiar al mismo tiempo-dijo Ferdinand McClure.-Ellos no saben lo que les espera…
¡Claro que no saben lo que les espera!-le cortó Aisharei con furia-¡Podrían morir en el intento!
No egues la única que se pgeocupa pog eso-dijo Jeannette con voz gutural-nosotgos también lo hacemos Aishaguei. Pego al menos tenemos la plena confianza de que ellos podgan haceglo bien.
Sabemos que la vida de muchas personas están en juego-dijo Johann, de nuevo con ese extraordinario inglés con acento alemán-personas de nuestro profundo afecto, he de decir. ¿Crees que fue fácil para mí fingir mi propia muerte, Aisharei¿Crees que fue fácil dejar a mis hijos desolados y saber que han matado a la madre de una de mis nietas?
¿Anneliese…?-comenzó Belediana con terror.
Si-respondió Johann cortante.
Oh dios…-dijo Belediana casi en un susurro-era tan joven…
Bien merecido se lo tenía-dijo Aisharei en ese mismo tono de furia y burla a la vez.- ¿Quién la mandaba a meterse en asuntos de la Orden de Trece?
¡Se metió en los asuntos por que yo se lo pedí!-le espetó Johann con furia. Sus ojos marrones fulminaban a Aisharei, quien ni se inmutaba.- ¡Tú crees que eres la única que está sufriendo pero te equivocas, Aisharei¡Todos los que estamos aquí presentes estamos sufriendo igual o mucho más que tú!
¡Formamos esta Orden para fines mágicos, no peleas!-dijo Giulia con tono firme. Johann y Aisharei la miraron y se quedaron callados.
Gracias, Giulia-dijo Ferdinand.-Nuestra misión es protegerlos, pero no impedir que cumplan con el destino que se les ha sido otorgado. Ahora, nuestro juramento de despedida…
Los trece magos alzaron sus varitas.
Cormac O'Flaherty-dijo el mago de bigote blanco.
Zueri Mustafá-dijo la bruja de piel oscura.
Aisharei Rai-dijo con cierta furia contenida.
Nicolás Vardalos-dijo el mago de ojos verdes.
Johann Van Laer-expresó con acento alemán.
Giulia Dimentio-habló con voz firme.
Belediana Williams-manifestó la bruja del mechón blanco.
Jeannette Claigsént-dijo la bruja de la trenza con voz gutural.
¡Patrick Jenkins!-exclamó el mago de barba de candado.
Muroku Namamoto-dijo con serenidad el mago de la barba larga.
Xóchitl Castillo-dijo, con su extraordinario acento británico.
Ferdinand McClure-dijo el mago de cabello cobrizo.
- Tremulus McClure. Nos veremos dentro de muchos años, queridos amigos.
Tiempo presente. El cielo estaba salpicado de estrellas, la luna se posaba entre las nubes, llena y majestuosa, brindando de una sutil luz a las calles desiertas del Pequeño Hangleton. La mansión de los Riddle estaba ahí, aparentemente abandonada; pero en realidad no lo estaba. Una débil luz se asomaba de la habitación principal. Casi todo estaba lleno de polvo, lleno de recuerdos pero nadie para recordar. Una mansión abandonada desde que el celador había muerto hacía dos años. Había una sensación de terror en el aire que si se respiraba rápido podías sentir que tus pulmones parecían infestarse con veneno; la mirada fría y que impregnaba temor, lealtad y quizás respeto, miraba hacia la ventana, que no estaba abierta. Estaba rota. Como su alma.
La chimenea llameaba e iluminaba débilmente cada espacio de la habitación, llena de polvo. La silueta de un hombre se paseaba de un lado a otro por la habitación. Era la silueta de un hombre algo encorvado.
Colagusano-dijo una voz fría que provenía de un sillón grande y de terciopelo rojo que estaba cerca de la chimenea.-ven aquí.
Colagusano dejó de limpiar y fue hacia donde su amo se hallaba. Con la luz del fuego, la mano de plata de Colagusano daba varios destellos.
¿Qué…qué desea, mi amo?-preguntó Colagusano con voz temerosa.
Ve a la casa de los Malfoy y trae a la señora. Necesito hablar con ella.-ordenó Lord Voldemort y Colagusano asintió para luego desaparecer.
Pasados unos minutos, Colagusano volvió, pero no solo. Lo acompañaba una mujer de largos cabellos rubios, la piel pálida y ojos azules. Narcissa Malfoy miró a Lord Voldemort y dijo con un hilo de voz:
¿Qué desea mi lord?
Primero, acércate, Narcissa,-Narcissa obedeció y dio unos pasos hacia delante, pero se detuvo súbitamente dando un gritito porque una gruesa serpiente pasó frente a ella. La serpiente tenía el grosor del muslo de un hombre y era muy larga. Fue hacia Lord Voldemort y se deslizó por el sofá con una majestuosidad, como si la hubieran guiado por una alfombra de terciopelo.
Al estar lo suficientemente cerca de Lord Voldemort, Narcissa se hincó a sus pies. Los ojos rojos y con rendijas como pupilas le miraron a los ojos, y Narcissa miraba al suelo, nerviosa, quizás por estar frente a su amo, un mago poderoso, o temerosa por la serpiente que estaba con él.
Necesito que me hagas un favor-dijo lord Voldemort con una fría educación. Narcissa levantó la vista. No sabía lo que le esperaba, a ella, y a…
Lo que sea, mi lord…-respondió Narcissa con voz firme pero con una cierta estela de miedo.
Dale esto a la persona a quien está dirigida esta carta.-dijo extendiéndole la mano con un sobre amarillento-Las respuestas vendrán a su debido tiempo, Narcissa-dijo al tiempo en el que Narcissa estaba a punto de decir otra cosa.
Narcissa tomó el sobre y leyó el destinatario con horror. Miró a Lord Voldemort con el rostro aterrado.
No…no entiendo mi lord. ¿Por qué…?-comenzó con una revolución de horror y nervios en su interior. Quería respuestas…pero¿y si nunca se las daba?
Ya te lo he dicho, Narcissa-le cortó con voz fría.-las respuestas a todas, o, casi todas tus preguntas vendrán a su debido tiempo.
Narcissa se quedó callada y con los ojos llorosos. Sentía que el miedo iba a consumirle las entrañas, que iba a matarla una y otra vez. Tenía tanto miedo…pero¿Qué pretendía con….?
Había terror, un miedo inmenso en su alma que le desgarraba poco a poco por dentro. ¿Por qué? Se preguntaba una y otra vez.
Puedes irte ahora, Narcissa.-dijo Lord Voldemort. Narcissa se levantó e hizo otra reverencia, y desapareció.
¿Por qué Narcissa…mi lord…por qué Narcissa se puso así?-preguntó Colagusano con curiosidad.
Porque se ha dado cuenta que la búsqueda ha comenzado.
Colagusano no entendió nada de lo que Voldemort acababa de decir y se puso a limpiar de nuevo, algo decepcionado, murmurando cosas ininteligibles.
La búsqueda ha comenzado…-susurraba Voldemort para sí mismo.-Pronto, mi querido Nagini, muy pronto todo será como antes…-pronunció en lengua parsél para luego acariciar a la serpiente.
La oscuridad absorbía, pero él respiraba tranquilamente, aguardando pacientemente a que la búsqueda comenzara, a que sus poderes regresaran y le devolvieran la gloria, el poder ansiado, que lo acercaran más en su busca por conquistar la muerte. Por conquistar lo que con tanto empeño había querer de evitar.
Voldemort miró por la ventana y fijó sus ojos en la luna. Los iba a recuperar, tenía que recuperarlos. Eran suyos, de nadie más.
