HOLA! Pueden llamarme Mii :) Un saludo muy grande!

Realmente estoy nerviosa pues es mi primer fanfic de Kuroshitsuji y estoy segura de que muchos lectores son un poquito exigentes con sus lecturas.

Aun así, espero les guste este fic.

Sin más!

Disfruten!

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- ¿E-está lista para esto, Srita? E-estoy segura de que podríamos esperar un año más o d-dos.

- Oh, Paula. ¿Cuántas veces te pediré que dejes de llamarme "Señorita" y me digas Lizzy? - Los cabellos dorados se sacudieron con la fresca brisa que entraba por las ventanas del carruaje.

- B-bueno, s-si. P-pero...-

- Nada de peros, ya he cumplido mis 18 años y no me permitiré seguir siendo una carga para mis padres.

Paula observo impresionada a su ama; era verdad, la joven Middleford ya había crecido; desarrollando su figura hasta alcanzar la de una mujer esbelta, con la piel crema y unos bellísimos ojos esmeralda que sin duda arrebataban el aliento. Su cabello, antaño atado con dos coletas, se sujetaba en un peinado sencillo que liberaba algunos bucles pulcramente acomodados sobre su delineada espalda hasta la cintura baja.

No era mentira cuando se decía que Elizabeth Ethel Cordelia Middleford era la mujer más bella en toda la parte Este de Gran Bretaña.

Y aun así...el joven Ciel Phantomhive la había abandonado en el altar; destruyendo el compromiso que les unía y por ende, quitando la ayuda económica que podría haberles servido de sobremanera a la Familia de la menor.

- Comprendo, Lady Lizzy...

La rubia sonrió suavemente.

- Eso está mucho mejor. - Se acomodo sobre el asiento. - Por favor, despiértame cuando lleguemos. - Pidió amable minutos antes de cerrar los ojos, vencida por el cansancio.

Paula bajo la cabeza a sus manos mientras su ama dormía tranquila; volviendo a hundirse en sus tristes recuerdos.

Luego de haber ordenado que se le retirara el pesado vestido blanco bañado en encaje, Elizabeth lloro como nunca antes, encerrándose en su habitación por meses enteros sin salir, ni comer más de lo que era saludable. La castaña había tenido prácticamente que obligarla a bañarse y por lo menos acompañarla a la ventana para que la luz del sol le diera fuerza y algo de color. La consoló durante un año entero. Y para cuando fue víspera de su cumpleaños número 16, Elizabeth se levanto por mano propia y salió de su cuarto; sorprendiendo a su fiel sirvienta en la cocina con una débil sonrisa y una mirada que ya no brillaba.

"- Estoy lista para salir de nuevo al mundo, Paula...A partir de ahora, ya nada podrá lastimarme." Había dicho, y fue entonces cuando la castaña apretó el mango de la cuchara de madera con más fuerza que nunca, formando una cicatriz que duraría por siempre en su mano derecha.

Elizabeth ya no sería la misma...no importaba lo que hiciera, dijera o se esforzara por aparentar, la menor jamás volvería a sonreír sinceramente, y eso, es lo que más le dolía a Paula.

Acaricio con suavidad maternal la mano de la rubia y cerró los ojos un momento, imaginando a la chica cuando sonreía alegre y su felicidad llenaba hasta el corazón mas tétrico; inclusive (y ella lo sabia) logrando conmover a Sebastian.

- Ay, Señorita...- Suspiro.

Paula deslizo el guante de su mano derecha, la cicatriz era horrible, pero recordaba aun la ferviente mescla de frustración y miedo que había sentido el día que vio a su Ama bajar con el cabello enmarañado, y empapada como si hubiese estado corriendo en la lluvia; pero sobre todo, con los ojos tan vacios que le asemejaban a los de una viuda.

Desde ese día, se juro que no la abandonaría hasta que Elizabeth misma se lo pidiera. Incluso cuando sus padres la comprometieron con el Conde de la Familia Trancy. Incluso cuando hoy, a una semana de haber cumplido los 18 años, la joven había tomado la decisión de viajar a la mansión de su prometido para organizar los planes de la boda y "conocer" mejor a su futuro marido.

Por supuesto que se acordaban de Alois, pero desde hacía 3 años que no tenían contacto con él y el único apoyo que podían esperar eran las divulgaciones que se decían por ahí.

El Conde era conocido por ser alguien extravagante, mujeriego y sobre todo, arrogante. Paula se había entristecido mucho cuando Lady Elizabeth había aceptado la noticia con tanto desinterés.

"- Ya estoy en edad de haber contraído matrimonio, Paula.. Sobre todo siendo una dejada. - La rubia coloco su taza de té sobre el plato. - Además, necesitamos ese dinero, la servidumbre ya de por si esta a la mitad, pronto comenzaran a irse; ellos también tienen hijos que mantener. - Sonrió amable y falsa."

Una gota caliente reboto en las manos de Paula; su joven Ama era el ser más fuerte que jamás había conocido, y tan amable como para aceptar vivir con un degenerado que ni siquiera amaba. Se limpio los ojos y levanto la mirada decidida. ¡Ella no necesitaba paga! ¡Trabajaría día y noche para que su ama fuese la mujer más feliz del mundo! ¡Y por su nombre juraba que no le faltaría nada!

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La joven pelirroja gimió en un grito lascivo y Alois sonrió satisfecho.

Una mano firme toco a la puerta y la mirada del Conde cambio a la mas fría que podría imaginarse.

- ¿Qué quieres, Claude? - Gruño, saliendo del interior de la sirvienta.

- Una disculpa por la molestia, joven Amo; pero la Marquesa de Scottney, Elizabeth Middleford, ha llegado.

El rubio gruño, levantándose sin ningún pudor y caminando desnudo hacia su mayordomo. La joven sirvienta trato de ocultarse en la oscuridad que le brindaban las cortinas de la cama y la habitación.

- Ugh, sé que soy un semental, Claude. ¿Pero no podrías hacerla esperar una hora o dos? - Coloco sus manos en su cadera. - De todas maneras, no recuerdo haberte pedido que la dejaras entrar. - Sacudió su cabello con la mano, perezoso. - Rememórame, ¿Es esa castaña del baile de antier?

Claude fulmino con la mirada que le caracterizaba al menor; suspiro silenciosamente, aun con 23 años, el rubio jamás cambiaria. Ya no tenía tanta dependencia a él y eso, por el averno que era de agradecerse; pero en cambio, ahora saciaba su falta de amor con cualquier damisela que se le cruzara por el camino. Eso no podría importarle menos a un demonio, pero aun así, era insoportable cuando el menor le pedía que las sacara, sobornara o incluso, desapareciera luego de una noche o dos de juegos.

- Su prometida, joven Amo. Considero que es una falta de respeto el dejarla esperando abajo. - Opino y el golpe fue inmediato.

- ¡¿T-tu qué...?! ¡¿QUIEN TE HA DADO EL DERECHO DE "PENSAR", EH CLAUDE?! ¡Tú me sirves a mí, perro inmundo! ¡Muévete y vísteme!

La pobre chica cometió el error de emitir un pequeño gemido de susto al contemplar la verdadera personalidad del mayor frente a ella. Alois se detuvo con la mitad de la camisa abotonada por su mayordomo, y se giro lentamente a mirarla sobre el hombro.

- ¿Sigues aquí, eh?...- El cabello cubría su mirada y pronto, la expresión tranquila que había adoptado segundos antes se torno en una retorcida sonrisa viperina. - Claude...cuando termines de arreglarme, ya sabes que hacer. - Deslizo la lengua con el sello brillante marcado en ella sobre sus labios albinos.

- Yes, your Highness...

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Elizabeth se vio sorprendida por todas las atenciones que la mucama Hannah y los mayordomos trillizos tenían para con ambas. Llevaba más de un año cuidando por ella misma, cambiándose sola y preparándose de comer con sus propias manos (a pesar de la insistencia de Paula por servirle) Había probado la autosuficiencia y eso le había gustado mucho; ahora mismo, le parecían una exageración tantas atenciones.

- E-esto...

Los trillizos la rodearon, inclinándose hasta la altura de su rostro dando a entender que escucharían atentamente cualquier petición que la rubia tuviera que decir.

- N-no creo que esto s-sea necesario. Y-yo-

- Al contrario, Lady Middleford. Usted es la prometida de nuestro Amo y con todo respeto, futura Condesa Trancy; es nuestro placer poder servirla a partir de ahora. - Murmuro la mucama con la voz dulce y calma, remarcando lo ultimo con cierto toque de acidez al mirar a Paula.

La castaña inflo un poco las mejillas, con que así comenzaban las enemistades laborales.

- Si es de esta manera, insisto. - Lizzy se levanto de la silla y los mayordomos se irguieron igual. - Por favor, siéntense. Me ponen nerviosa tantas atenciones y si nos vamos a tratar por tanto tiempo, me gustaría que nos llevaramos bien. - Las delicadas manos jalaron una silla, invitando a Timber a tomar asiento junto a ellas.

El trió se miro entre ellos, poniéndose de acuerdo mentalmente en que deberían hacer. Finalmente, observaron a su Señora y esta negó casi imperceptible, los mayordomos se giraron hacia la menor e hicieron una reverencia pronunciada como disculpa por denegar su petición.

- Dispénsenos, Lady Middleford. No podemos permitirnos tantas libertades pues solo vivimos para servirla; jamás la ofenderíamos con una falta de educación tan grave. - Sentencio la mucama y por cada énfasis, la pobre castaña sentía un ladrillazo en la cabeza.

Paula se levanto y justo a tiempo, pues un fuerte portazo anuncio la llegada del Conde Trancy; este busco por toda la estancia finamente iluminada y con vista a su enorme jardín. Se deslizo escaleras abajo por el barandal y se planto frente a su prometida.

Elizabeth contuvo la respiración, Alois era la otra cara de la moneda a comparación de todos los Condes que había conocido jamás. Su cabello, largo y sujeto por una coleta le daba personalidad y su vestimenta estaba adaptada con una camisa de manga ancha aferradas a sus muñecas, un chaleco verde que cernía su figura, un extravagante listón negro de encaje en su cuello, pantalones negros pulcros y a medida, y botas altas de tacón; en síntesis, Alois en versión crecida. El arete de oro y piedras rojas en gota en su oído izquierdo le daban una apariencia bastante rebelde.

- Vaya, no eres nada fea. - Sonrió mordazmente.

Sin duda, eso había arruinado la primera impresión. La menor volvió a serenarse y observo con firmeza al rubio frente suyo.

- Sin duda un placer, Conde Trancy. - Extendió la mano y el hombre frunció el seño.

Paula mantenía una mirada discreta a un lado de su Ama, Alois era todo lo que habían dicho y podía sentir que también habían cosas de él que aun no conocía nadie, eso le asustaba.

El mayor acepto la mano y la beso con una sonrisa lasciva en los labios; sin duda, la ex-prometida del estúpido de los Phantomhive era un premio de precio completo, ahora recordaba por que la había escogido, la fuerza del apellido Middleford favorecería a la Familia Trancy y abriría fronteras de poder. Como ganancia extra, la mocosa frente suyo había dejado de verse como una muñequita de juguete y ahora aparentaba ser el objeto delicado y de gran valor que él pensaba.

Una muñeca de porcelana a su disposición.

Pronto cayó en cuenta de la presencia junto a su nueva adquisición.

- ¿Qué es esto? - Su mirada se endureció y Elizabeth soltó su mano, reconocía los berrinches cuando estaban a punto de suceder.

- Ella es mi dama de compañía, Alois. - Aclaro y pronto sintió la fiereza de esos ojos aqua sobre los suyos.

Paula se encogió cuando el Conde la recorrió entera con la mirada.

- M-mi nombre es Paula, Conde Trancy.

- ¿Y eso qué? ¿Te di permiso de hablar? ¿O es que tengo cara de que me importe?

La mayor bajo la cabeza nerviosa ante la imponente voz del hombre.

- Alois. - Elizabeth volvió a captar su atención y el rubio tuvo que respirar profundo para no agarrar a bofetones a su prometida. - Tengo un regalo para ti. - Eso sí le interesaba. Relajo los hombros un poco y accedió a sentarse para desayunar.

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Elizabeth le extendió un pañuelo y el mayor lo tomo extrañado por la simpleza del obsequio. Extendió la tela y un suave tintineo en el suelo le advirtió que había tirado el tan preciado obsequio. Uno de sus sirvientes se lo entrego y observo con cuidado cada detalle del anillo que tenía entre sus manos.

Paula se mordió con fuerza el labio, ese era-...

- Un gesto modesto, pero es de esperarse. Me ha gustado. - Thompson se acerco con una bandeja de plata y Alois deposito los objetos como quien se deshace de una servilleta. Elizabeth apretó el verdadero obsequio dentro de sus manos. Como lo imaginaba.

Claude apareció por la puerta y sin faltas se presento ante ambas damas. Paula se levanto de inmediato y correspondió el saludo con una leve reverencia. Alois volvió a mirarla con odio.

- Paula.

- ¡S-si!

- Escribiré una carta a los jefes de la casa Middleford y tu se las entregaras de inmediato. No hará falta que vuelva, mis sirvientes atenderán correctamente a mi mujer a partir de ahora.

Elizabeth se dio cuenta de la mirada viperina que el mayor poseía. Oh no, no lo haría.

- Te pediré que respetes mas a mi servidumbre, Conde Trancy. - Tomo su taza de té y el rubio se impresiono de cómo le había hablado la, anteriormente, sumisa chica. - Paula se queda, te guste o no. Estamos comprometidos, pero deberías revisar mejor lo que firmas; no estoy obligada a aceptar nada de lo que tú puedas pedirme si no es con mi consentimiento. - Aclaró, contemplando tranquila como es que en la boca del adulto se formaba una mueca. - Además, Paula es mi dama de compañía, prácticamente de mi propiedad; por lo que, ella tampoco debe obedecerte. - Bajo la taza y fue consciente de como la mano del mayor se acercaba peligrosamente a su cara.

Alois volvió a sorprenderse al ver su muñeca ser sujeta por la rubia.

- Ya no tengo que fingir ser algo que no soy, Conde...le pido que usted tampoco lo haga. - Su mirada vacía logro llamar la atención del demonio. - Sé que es una víbora sin sentimientos y solo le informo, trate de hacer algo que no me guste, intente lastimar a las personas que me importan... - Alois por primera vez sintió el dulce aliento de la chica rozar su nariz. - ...y yo personalmente le demostrare porque me dicen "el demonio dorado de Middleford."

Claude se interpuso, cruzando un brazo frente a su Amo y Paula hizo lo propio con la rubia, todo el temor había desaparecido y miraba decidida a los ojos dorados del mayordomo.

Alois temblaba de rabia; había olvidado el linaje de los Middleford y su raza de guerreros o lo que sea.

Mataría a esa puta. ¡Lo haría!

- C-Claude, t-te ordeno que-

La castaña acaricio el hombro de Elizabeth y de inmediato, una luz blanca ilumino el pecho de ambas. El mayordomo frunció levemente el seño.

- Ni te esfuerces, querido. - Elizabeth sonrió cruel y pronto Alois se dio cuenta de la verdadera realidad.

Él no tenía el tablero a favor. ¡¿Qué coño hacia un ángel bajo su techo?!

- No hagamos esto más grande. Paula se queda, tu y yo nos casamos. Y no tendremos que volver a vernos a la cara nunca más. - Elizabeth ya no lo miraba, sino que parecía a punto de desmayarse, observando el suelo ausente. - Puedes tener a todas las concubinas que quieras y me dejaras en paz, ¿te parece un trato justo?

Todo a su alrededor desapareció. Solo estaban ellos cuatro. La forma demoniaca de Claude se entremezclo con la humana, sus colmillos se extendieron y múltiples ojos se extendieron en todo su rostro. Las patas brotaron dolorosamente de su espalda y Paula extendió sus alas. Alois observo serio y amenazante a Elizabeth mientras ella permanecía con el rostro pasivo y resignado de un alma en pena.

En cuestión de segundos, todo volvió a la normalidad y ambos humanos sintieron el oxigeno regresar a sus pulmones.

- Sea Bienvenida a la Mansion Trancy, Lady Trancy. - Reverencio peligroso el demonio.

Alois no sabía perder, pero en estos años había aprendido a jugar también. Sabía que debería esperar antes de hacer su próxima movida. Apretó los puños y sintió el sabor del hierro en su boca.

- De acuerdo.

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Hola a todos! ¿Qué les ha parecido? Realmente yo amo esta pareja, y realmente odio esta serie. He llorado y llorado y reído y fangirleado como no tienen una idea, pero curiosamente, deteste el final que le dieron a la segunda temporada (razón por la cual aun no me animo a ver la tercera.)

Como sea, espero les haya gustado este capítulo.

Críticas? Sugerencias? Cualquier cosa me sirve ya que realmente me gusta escuchar a mis lectores.

:) Bueno, sin más!

Mii, Fuera.

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