Dinamarca fijó la vista en su "objetivo". El "objetivo" se encontraba sentado tranquilamente en una silla del comedor leyendo un libro y bebiendo un café.
El danés tragó saliva. Ese día había decidido declarársele a Noruega, aunque ello seguramente desencadenaría una sarta de golpes e insultos dignos de los antepasados vikingos del noruego.
Pero valía la pena intentarlo.
El rubio de cabello alborotado se acomodó el sombrero que adornaba su cabeza. Avanzó hacia la mesa, y se sentó en una silla al lado del rubio menor.
El noruego apenas miró a Dinamarca por el rabillo del ojo. Los pasos fuertes del danés eran bastante difíciles de ignorar, y también eran bastantes conocidas para el menor.
Inusualmente silencioso, el más alto fijó su vista en el otro. Así hasta que el noruego dejara su libro y le prestara un poco de atención.
Dicho y hecho. Aunque llevó un rato, el singular método empleado por el Rey del Norte surtió efecto. Noruega despegó sus ojos azules del grueso libro y, frunciendo levemente (muy levemente) el seño, fijó su vista en los ojos celestes del danés.
El mayor carraspeó, y decidió decirlo sin miramientos.
-Noru- el nombrado arrugó un poco la nariz ante el apodo, pero siguió en silencio- Te amo.
Listo. Lo había dicho. Ahora, para finalizar, sólo faltaba el broche de oro (el cuál consistiría en ser ahorcado con la corbata que llevaba puesta, cortesía de su querido Noru).
Extrañamente, Noruega no lo golpeó. Se quedó mirando fijamente a Dinamarca. Finalmente, cerró su libro y se levantó de la silla. Sin despegar sus ojos de los del danés.
El más alto se preguntó qué pasaría por la mente de su amigo-interés amoroso en ese momento.
Noruega suspiró, y antes de girarse para irse por las escaleras a leer a otro lado, le habló a Dinamarca.
-Yo también, idiota.
El mayor estaba pasmado.
-¿Eh?-fue lo único que pudo balbucear.
-Que yo también te amo- le explicó el más bajo, para luego irse.
Dinamarca quedó sentado en la silla, todavía sin reaccionar a lo que había dicho el otro.
En ese momento, Islandia cruzó a su hermano en las escaleras. Un casi imperceptible sonrojo cruzaba las mejillas de su hermano mayor. El más pequeño lo miró interrogante. Noruega masculló algo entre dientes, pero lo único que nórdico menor entendió fue "maldito Dinamarca".
Islandia entró tranquilamente a la habitación donde estaba el dichoso danés. Lo encontró con una grande y boba sonrisa de oreja a oreja.
Prefirió no preguntar.
