Era el primer verano que Sandra trabajaba. Su padre necesitaba un sueldo más así que consiguió colocarla en una tienda de antigüedades. Pero no quería. No tenía ni idea de nada. La primera vez que entró en la tienda fue hace unas dos semanas. Pasó mucho miedo. Había muñecos por todas partes. Y máquinas del año de la pera, en cuya superficie ya se había fijado el polvo como si de pintura se tratase. Miles de joyas viejas y al fondo de la tienda, un gran armario. Como el de Narnia. Pero daba más miedo.

Al final Sandra aceptó el trabajo. Parte del sueldo iría a su bolsillo. Y no tendría que hacer mucho.

Era su primer día. Estaba muy nerviosa, intentó hacerse la raya pero se manchó todo el ojo. No sabía qué ponerse. ¿Cómo visten los dependientes en una tienda de antigüedades? Cogió un pantalón negro y una camisa a cuadros y salió corriendo. Ya llegaba tarde.

Las tres de la tarde. Un cliente interesado en una de las muñecas. Y un matrimonio encaprichado con un sofá. Cerraba la tienda para ir a comer cuando un joven alto y rubio en un skate se cayó a su lado. Sandra enrojeció. ¡Qué guapo es!

-Vaya, parece que me falta práctica.

-Mmmm, sí eso parece—Cada vez mas roja. Intenta contenerse y no temblar demasiado. Intenta ayudarle pero Sandra cae a su lado. Se siente ridícula. ¡Qué vergüenza!

-Ouch, ¿Estás bien? Somos dos patosos.-Suelta una gran carcajada. Su sonrisa es perfecta. Se queda mirando su boca. Buscando que ambas encajen. Pero no. No es el momento.

-Sí estoy bien. Gracias…

-Bueno como mínimo me dejarás invitarte a cenar ¿no?, creo que hasta te sangra la rodilla.. .por mi culpa.

¿Qué digo? Joder, que harían mis amigas. ¿Qué me dirían? Mierda.

-Mmm claro, supongo, osea no te conozco. ¿Qué?

-Te recojo aquí a las nueve. -Se acerca a su cuello, y sube hacia su mejilla dejándola un beso. Que no la deja indiferente.

-Claro, y ¿a dónde vamos?

-Ya lo verás, tú ponte guapa.

-¿Y qué le digo a mis padres? ¿Me voy a cenar con un desconocido vale? No os preocupéis por mí, volveré tarde. -Con su típica cara irónica.

-La excusa muy buena no es, estoy segura que algo se te ocurrirá.

Entonces se agacha y coge el skate, la mira de arriba abajo con su mirada seductora. Todo un tigre. Y se aleja poco a poco. Los suficiente para que Sandra se derrita con su buen trasero. Es perfecto. Y ni si quiera sabe cómo se llama. Más tarde lo sabrá.

Ninguno de los dos sabe lo interesante que esa noche será para ambos.