Disclaimer: FullMetal Alchemist pertenece a Hiromu Arakawa; fanfiction escrito sin fines lucrativos.

Línea temporal: Universo alterno.


Tema No. 80

PARADOJA

Capítulo I: La Puerta

Como cada inicio de primavera, la familia Rockbell hacía limpieza profunda a su casa el primer sábado inmediato a tal suceso. La tradición había comenzado con los abuelos maternos de Winry, algo supersticiosos como toda la familia en general, los cuales aseguraban que limpiar la casa durante esos días eliminaba las malas energías. ¿Malas energías? ¡Ja! Ahora solamente faltaba que ella tuviera que creer también que el viernes 13 era del diablo y que los viejos correos de Hotmail le estaban acarreado una especie de maldición por no haberlos reenviado en el momento indicado.

Qué estupidez.

Pero, aunque ella creyera poco en esas tonterías supernaturales, era el día de limpieza primaveral y no iba a salvarse por utilizar un par de argumentos inteligentes en contra de su madre. Winry tuvo que cancelar sus planes de escapar a una noche de chicas con Rose y a su esperanza de pescar algún chico lindo que valiera la pena. Era un tanto molesto, contando que Winry había sido quien organizara la salida para animar a su mejor amiga Rose a superar su reciente ruptura con el hombre más imbécil del mundo: Robert. ¡Pff! Es que, por Dios, debería ser ilegal ser tan patán. ¿Cómo demonios se le había ocurrido a Robert tirar una relación de ocho meses solamente porque Rose no había querido perder su virginidad porque no estaba preparada?

¡Patán total!

Vale que Winry no era tan puritana como Rose que había sido criada en el seno de una familia católica; de hecho, ella ya había perdido su virginidad hacía unos cuantos meses con Russel, un chico guapo que tocaba guitarra que estudiaba en un colegio de chicos y con el que salió durante nueve meses (su relación más duradera, aunque no era como que Winry tuviera una gran lista de novios. Cuatro a sus diecisiete años). Pero eso no significaba que ella pensara que tener sexo era una cosa sin importancia, hecha solamente para disfrutar. Russel había sido su primero y, hasta ahora, único. Habían terminado porque, bueno, el chico se había convertido en un adicto al rose de sus cuerpos y ya casi solamente se veían para follar. Nada de citas, palabras bonitas, baladas empalagosas, flores o chocolates. No, eso había quedado en el pasado. El tipo sólo la llevaba directo a la cama y, aunque eso del sexo salvaje le había gustado a Winry en un primer momento, después de su cuarto encuentro en un motel ya lo aborrecía. ¿Por qué los chicos solamente podían pensar con su polla?

Al final, después de todas las promesas y tonterías que habían compartido antes de que se entregaran el uno al otro sobre una cama, Russel también había demostrado ser todo un imbécil como todos los otros. ¿Por qué era que ella siempre se conseguía a los chicos más idiotas de la especie? Taylor, Josh y Frederick también habían demostrado haber sido cortados con la misma tijera.

Bien, pero ése no era momento de pensar en chicos idiotas, sino para sacar brillo a las ventanas de su habitación y elegir la ropa del ropero que se iría al gran closet hasta el próximo cambio de temporada y viceversa.

Aunque Winry limpiaba periódicamente su habitación, como dictaba su consciencia, debajo de la cama y en las esquinas recónditas de su pieza estaba hecho un asco. Eso sin contar lo desordenado que tenía todo. Rose se había ofrecido a ayudarla y Winry de verdad quería aceptar su ofrecimiento, pero la cosa era que eso es tradición familiar y Rose no era siquiera de nacionalidad británica. Era algo así como mexicana-colombiana-australiana. Para mayor facilidad, ella siempre repetía que era latina.

Gastándose más de la mitad del sábado sacando la mugre de su alcoba, Winry sintió lástima de su madre, así que bajó al sótano, el lugar donde su progenitora sacaba brillo a los muebles, para ayudarle a pesar de que lo único que ella deseaba era tomar una ducha y cantar a todo pulmón canciones viejas de los Backstreet Boys.

—¿Mamá? —llamó desde lo alto de las escaleras que dirigían al sótano.

El lugar, a diferencia de en otras casas, no era un chiquero lleno de viejos cacharros que la familia iba botando a lo largo de los años, sino que era casi como otra sala, solamente que los muebles eran viejos, chirriantes, desconcertantemente polvosos y la iluminación era tenue, como de bar bohemio. Habían cuadros rellenando las paredes, desde dibujos de Winry cuando no era más que una cría, hasta paisajes del Himalaya. Un florerito con unas rosas artificiales en la mesita de café adornaba la estancia. Hacía mucho tiempo que ahí abajo no ponín flores frescas; desde que Winry había dejado de hacer grandes pijamadas, el sótano era poco utilizado por la familia.

Lo más peculiar de aquel espacio de siete por cinco metros era que en la pared norte, justo al lado de un viejo buró, se encontraba una pesada puerta de un gris blanquecino con extraños grabados en ella, algo así como un extraño y retorcido árbol con inscripciones en una lengua muerta, que no llevaba a ninguna parte.

Esto último lo sabía porque, cuando pequeña, Winry había preguntado a su padre, para qué era esa estúpida puerta con ese escalofriante grabado en ella. Él simplemente se había sacado el collar que siempre llevaba colgando del cuello con una llave como colguije, y la insertó en una ranura casi invisible (en medio de un ojo con un intrincado diseño), y jaló con todas sus fuerzas para mostrarle lo que se encontraba tras la puerta: nada. Como en las caricaturas, que si giraban el picaporte y jalaban, no había al otro lado más que ladrillos rojos, al igual que en el resto de la pared. Y, aunque la pequeña Winry con siete años de edad había quedado completamente decepcionada por descubrir que del otro lado no había nada, la Winry de diecisiete se preguntaba todavía por qué no la habían removido ya del sótano. ¿Para qué conservar ese ornamento inútil?

—Winry, vete de aquí. No sé por qué siempre acudes cuando ya estoy a punto de terminar —se quejó Sara, su madre, limpiándose el sudor de la frente y despegándose unos cuantos mechones de cabello rubio de la mejilla—. No, espera. Mejor ve al ático y tráeme el martillo y los clavos, esta mesa no se reparará sola.

La jovencita dio un largo suspiro. Su mamá siempre trataba de darle una segunda vida a las cosas. Desde que recordaba, estaba fascinada con la carpintería, aunque nunca había hecho cosas más elaboradas que una mesita y un par de bancos para la barra de la cocina. En eso se parecía a ella, solamente que Winry prefería destrampar relojes, calculadoras, juguetes mecánicos y hasta su celular.

Subió al ático rápidamente, odiando de inmediato el olor a viejo, polvo, mugre y, posiblemente, a roedores, que impregnaba la habitación. Ese era, efectivamente, el lugar donde guardaban todos esos objetos inútiles que los Rockbell acumulaban año tras año. Winry buscó la caja de herramientas de su madre con frenesí, deseando salir lo más rápido posible del lugar, pero, al parecer, su manzana de la discordia estaba escondida, así que se vio obligada a andar por encima de cajas polvorientas y a arrastrarlas también.

—Oh, allí estás —murmuró para nadie en especial cuando la vio en un rincón de la apretada habitación. La tomó sin muchos esfuerzos. Ella era una chica fuerte y la corredora estrella del equipo de atletismo.

En su escape del ático, Winry pateó una caja pequeña para que la dejara pasar. Al principio iba a pasar de largo. ¿Qué asuntos podía tener ella en el ático? Solía regalar a la caridad sus juguetes viejos y ropa, así como otros artilugios, y a tirar las cosas que ya no podían ser reutilizadas; pero un brillo plateado llamó su atención debajo del cartón.

Una llave.

La llave de plata que su padre siempre mantenía colgada en su cuello y que hacía muchos años que no veía.

Winry tomó el objeto entre sus dedos y, sin más, lo guardó en el bolsillo derecho de sus pantalones cortos. Tomó la caja de herramientas y bajó apresuradamente hasta el sótano otra vez, sus pensamientos dispersos en una y mil cosas más. La mayoría de ellos en recuerdos.

—Aquí, mamá —pasó unos cuantos clavos y un martillo a Sara, que examinaba las patas del mueble con detenimiento.

—Sí, sí. Déjalos ahí y ve a hacer de comer, cariño. Tengo mucha hambre.

La muchacha suspiró y volvió a subir las escaleras. ¿Cuántas veces iba a hacer tal cosa en ese mismo día?

OoOoOoOoOoO

Sara, sin ningún reparo, engullía el filete de pescado que Winry había preparado para la comida tardía. Había quedado medio cocido, pero el hambre era más fuerte que el sazón de su hija. Pasaban de las seis de la tarde y, después de un ligero desayuno que consistió en yogurt y fruta, esa era la primera comida que consumían ambas mujeres.

—Todavía me falta la sala —berreó Sara, cansada, después de tomar un gran trago de agua de limón—. Y el sillón color magenta del sótano también está roto. ¡Necesito repararlo!

Winry masticó un poco su pescado con una mueca pensativa. No sabía si decirle a su madre sus justos pensamientos de ese momento: que de nada servía que reparara las cosas del sótano si igual nadie iba a bajar durante el resto del año.

—Pero, mamá, ya estoy cansada —protestó la chica finalmente—. Y yo ya me he ocupado de las escaleras y la sala. No soy tan inútil.

—Oh, Winry. No seas perezosa. El día es joven.

—Querrás decir la noche —respondió enfurruñada, recordando el trágico destino de su noche de chicas.

—Está bien —concedió Sara embadurnando de catsup sus papas fritas—. Por esta noche podemos parar, pero mañana continuaremos limpiando. Ya tengo en la mira el ático.

La hija gimió frustrada. ¿El ático? ¡Ese lugar era un nido de mugre y bichos! Recordó la cucaracha que la había mirado desde la ventana amarillenta mientras buscaba la caja de herramientas y sintió escalofríos.

—Eres horrible.

—Yo también te quiero, hija —dijo Sara y luego se sirvió pescado por tercera vez.

Winry miraba a su madre devorar la comida con aire dubitativo. El peso de la llave que había encontrado más temprano parecía haberse multiplicado por diez en su bolsillo. No sabía si contarle a su madre o no de su hallazgo. Por lo que ambas sabían, Urey Rockbell había sido enterrado con la llave colgando de su cuello hacía más de cinco años. ¿Cómo era posible, entonces, que Winry tuviera la llave consigo en ese momento?

Y no solamente era eso lo que la atormentaba, la jovencita recordaba claramente que el día en que su padre había abierto la puerta gris para ella, su madre había tenido un ataque de histeria. Había discutido con Urey a gritos el porqué la había abierto sabiendo que su hija estaba cerca y él había respondido algo críptico como "no funciona si no hay sangre" y "falta el conocimiento". ¿Qué había querido decir con eso? Winry siempre se lo había preguntado. ¿Qué funcionaba con sangre? Eso sonaba tan macabro. Sintió la tentación de preguntar a su madre, pero estaba segura de que Sara le arrebataría la llave en cuanto se la viera. ¿No era mejor ocultarla y hacer una investigación de campo por sí misma esa noche?

—¿Qué pasa, Winry? Te noto pensativa.

—Nada, mamá —dijo, sintiendo el peso de la culpa carcomiéndole el corazón.

OoOoOoOoOoO

Los suaves ronquidos de Sara llegaban hasta la habitación de Winry como un murmullo consolador. Había pocas cosas que amedrentaban a la jovencita y la soledad era una de ellas. Siempre había agradecido ese molesto sonido que salía de la boca de su madre cuando debía correr hasta el baño durante las noches. Esta vez también lo agradecía, aunque el motivo de su marcha no era una necesidad primaria.

Con pasos cuidadosos y suaves, Winry bajó las escaleras del sótano con la lámpara de su celular activada. No temía a la oscuridad, pero nada le aseguraba que en el sótano no habitaran ratas, incluso después de las horas que se había pasado Sara limpiándolo.

Sus pantuflas de conejito estaban haciendo un buen trabajo en amortiguar el ruido de sus pasos, aunque la madera chirriaba detrás de ella.

Encendiendo la luz de la habitación, Winry se enfrentó a la puerta gris con una mirada desafiante. Iba a quitarse de la cabeza ese tonto misterio esa noche sí o sí. Tomó las tijeras que previamente había bañado en alcohol y, sin pensarlo mucho, cortó el dedo meñique de su mano izquierda. El olor a hierro de la sangre penetró hasta su nariz e hizo una mueca de desagrado.

—Bueno, ¿ahora qué? —se preguntó torpemente a sí misma, mirando su dedo goteante y la llave en la otra mano.

¿Dónde se suponía que tenía que poner el líquido carmesí? No había pensado en eso antes, sólo en que la necesitaba.

—Qué idiota soy —murmuró. Se preguntó si tenía al corriente sus vacunas contra el tétanos antes de pasar el dedo lastimado sobre la superficie de la llave plateada, bañándola en el vital líquido. Esperaba que eso sirviera. La enterró en la cerradura y, antes de que siquiera pudiera girarla, un brillo blanco la cegó.

OoOoOoOoOoO

Lo próximo que Winry vio fue una versión más majestuosa y colosal de la puerta de su sótano. Sin embargo, esta se encontraba suspendida en un espacio blanco, sin nada que la sostuviera de pie. Ni paredes, ni techos, de hecho, en esa estancia tampoco había un horizonte, sólo un blanco puro que lo rodeaba todo. La muchacha sintió miedo inmediatamente. ¿Dónde estaba? El silencio del lugar era atronador.

Súbitamente, extraños susurros, palabras que Winry no alcanzaba a comprender, se arremolinaron en su cabeza. Decían un sin fin de cosas, la llamaban por su nombre y le explicaban algo que olvidaba al instante. Como producto de ello, también se vio innegablemente atraída por la puerta.

La Puerta de la Verdad, alguien susurró en su cabeza. Eso es lo que era. La Puerta de la Verdad.

Caminó hacia ella, como una autómata, hasta quedar a menos de un metro de distancia. Con el corazón en la boca, estiró su mano para alcanzarla, un vacío se apoderaba de su interior que le urgía a tocar. En cuanto sus dedos hicieron contacto con la superficie tibia, lisa y desconcertantemente cremosa, la puerta se desvaneció en millones de fragmento brillantes y ella sintió caer.

OoOoOoOoOoO

La caída no debió haber sido de más de medio metro, pero Winry había terminado sobre el culo, con las palmas contra el suelo y las piernas abiertas. Seguro que su camisón blanco dejaba entrever ahora mismo sus bragas de cerezas. Menos mal que se encontraba sola en el sótano, aunque ahora estaba completamente oscuro, salvo por una luz tenue de aspecto pálido que evitaba la penumbra total. Winry esperaba, también, que el ruido de su caída no hubiera despertado a su madre, porque estaba segura de que, de lo contrario, le daría la regañina de su vida.

Rockbell se paró sobre sus pies lentamente, verificando en el proceso que no tuviera nada roto, esguinsado o lastimado. Cuando se dio cuenta de que estaba en perfectas condiciones, buscó el interruptor de la luz con la mirada.

No vio nada.

Que no encontrara el apagador no se debía a lo menguada que se encontraba su visión en medio de la oscuridad, sino que ése no era su sótano. Es decir, tenía las mismas dimensiones y reconocía los ladrillos rojos en la pared frente a ella, pero allí no había una sala vieja y mullida ni una alfombra áspera de pésimo gusto; tampoco la caja de herramientas y la silla volcada que, con seguridad, había visto al entrar, estaban, ni su dibujo de la Sirenita Ariel en la pared a su derecha, enmarcada en un cuadro de madera como si fuera una obra de arte, se encontraba en su lugar, sino que las paredes estaban desnudas, el suelo poseía visibles grietas en algunos lugares y no había ningún mueble ocupando la espaciosa habitación, salvo una cama con sábanas amarillentas que olía fuertemente a moho, empotrada contra una pared a su derecha.

Pero, definitivamente, lo más inquietante de ahí era el par de ojos dorados que la miraban inquisitivamente desde la cama.

—¿De dónde demonios has salido? —exigió el extraño.

Winry sintió que le habían quitado las palabras de la boca. Pero, en lugar de responder a la pregunta, un agudo grito escapó de su garganta y rompió la quietud de la noche.


Como podrán notar, este es mi nuevo EdWin. Y es un longfic, como si no tuviera ya suficientes pendientes.

Voy a aclarar que se van a utilizar muchísimos elementos del canon tanto del primer anime como del manga, aunque el universo que plantearé no será ese. Y es, obviamente, un EdWin, pero también, más adelante, cuando se termine de presentar la situación/contexto, tendremos a otras parejas incluidas.

Espero que les haya gustado y me dejen su opinión, aunque tengo la terrible sensación de que el EdWin ha sido dejado de lado aquí en esta página *suspira*.

¡Besos embarrados de Nutella para todos!

:*

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