Era un día lluvioso. Como casi siempre, todos los miembros del Mekakushi dan estaban reunidos, a excepción de Momo, que estaba trabajando en una nueva canción. Desde hacía poco se ponía muy nerviosa sin razón aparente, a pesar de sus varios conciertos y retransmisiones en directo en Japón que hacen creer a la gente que ya está acostumbrada a su éxito en tan poco tiempo entre las masas juveniles.

Shintaro, su hermano al que sólo se le encontraba el parecido con Momo con la torpeza natural, al parecer heredada de su madre, se encontraba utilizando el único ordenador portátil que estaba en la base, y que raramente se utilizaba. Normalmente era Kano quien más lo usaba, sólo como medio de entretenimiento buscando videos de animales adorables o de humor estúpido, que le hacía reír a altas horas de la madrugada y que despertaba a Kido lista para plantar una marca de su enfado en la mejilla del rubio.

La antes mencionada se encontraba con Seto y Mary, estaban jugando juntos a no-se-que juego de mesa, pero parecía que ella iba ganando. Mary era increíblemente torpe, más que los hermanos Kisaragi, y los juegos de azar se le daban mal. La buena suerte no solía estar de su lado y eso hacía hinchar sus mejillas con frustración y resignarse al saber que marcaba el último puesto de la clasificación. Seto se encontraba en el medio, intentando animar a Mary y a la vez felicitando a Kido. Ese chico debería pensar más en sí mismo, pero los esfuerzos de ayudar a los demás con una sonrisa sin importar lo que pasase era algo que hacía de él un chico único.

De la cocina salió el más joven de los miembros del Mekakushi dan. Hibiya caminó con un aire apagado hacía uno de los asientos libres del sitio que quedaba al lado del de Kido para saber cómo continuaba la partida. Obviamente querría haber participado pero su timidez y su naturaleza testaruda decidieron que sólo fuera un espectador de la no tan emocionante partida ya que sabía que Kido iba a ganar. Siempre lo hacía si no estaba Kano jugando, y si éste no utilizaba trampas. Aunque… eso es algo que la mayoría de veces pasaba y Kano volvía a recibir otro de los presentes que Kido le plantaba en alguna de las partes de su cuerpo numerosas veces a lo largo del día. A decir verdad los demás se preguntaban cómo podría soportar tantas 'muestras de gratitud' de parte de la líder. Tenían dos opciones. O que la chica no utilizaba tanta fuerza, o que el cuerpo de Kano se había acostumbrado tanto que ya no le hacía efecto. La mayoría apostaba por la segunda opción.

¿Quién falta por mencionar?

Exacto.

Aunque la mayoría del tiempo estaba callado, Konoha era el miembro que más generaba dudas a los demás. ¿Qué piensa? ¿Qué opina? ¿Qué le gusta? ¿Qué no le gusta?

Todas esas preguntas podrían quedarse sin resolver porque el peliblanco se mostraba impasible ante la mayoría de las situaciones. Sólo parecía reaccionar cuando Kido cocinaba barbacoa o cuando estrujaba con cariño, si se podía decir así, a su peluche con forma de dinosaurio que sacó de su bolsillo desde el primer día que entró al grupo, y que desde entonces no se había separado de él. Incluso algunas voces llegaron a afirmar que vieron a Konoha entrando con él a la ducha, pero eso, como todos los misterios, es algo que lo debe de desvelar el sospechoso, y en este caso, el chico no parecía estar por la labor de hacerlo.

Ahora que se han presentado a todos los miembros podemos empezar con el tema principal de éste relato.

No solía haber mucha cobertura en el recinto dónde se reunían y algunos de ellos vivían pero la meteorología de aquel día auguraba menos señal que la que se recibía. Efectivamente Shintaro empezaba a sentirse nervioso al ver que las páginas que buscaba, junto a videos y comentarios que quería publicar, y que obviamente, con tanta información la línea se saturaba hasta que finalmente, el cable pareció darse por vencido queriendo frustrar al pelinegro que posó con fuerza el bote de coca-cola que estaba bebiendo intentando calmar sus nervios.

-¡Ahora mismo habría conexión a internet en mi casa pero en vez de eso estoy aquí! ¡Momo puede decir lo que quiera pero la próxima vez no vendré si me lo pide! –Shintaro resopló apoyando su cabeza en el respaldo de la silla desgastada de madera, la única que había en el "salón" si se podía llamar así. Cerró los ojos con fuerza y apretó los dientes sabiendo que no podría arreglar nada con sólo enfadarse y se resignó a beber otro sorbo de cola aún con los ojos cerrados. Suspiró hondo y se dedicó a contar hasta diez lentamente para relajarse. 1…2…3…4…

-¿…Shintaro? –una voz sonó en su cabeza y abrió los ojos. Se dio cuenta de que Konoha había aparecido detrás de él sigilosamente y poyaba su cabeza en el hombro del azabache con su típica expresión vaga de siempre.

-Konoha… ¿Qué quieres?- la pregunta sonó casi agria pero a Konoha no parecía importarle y siguió sin mover su cabeza del hombro de Shintaro, sólo se limitó a girar su cuello cuando escuchó su nombre y le miró con curiosidad.

-Shintaro parece enfadado –murmuró sin dejar de mirarle ni pestañear, solamente esperando una reacción algo más agradable hacia él- ¿Puedo hacer algo?

Los ojos negros del chico se posaron en la pantalla del ordenador reflejándola en el iris y su cuerpo se movió un poco haciendo que Konoha se acomodara a la vez que él. De repente sucedió algo inesperado. Al refrescar de nuevo las páginas que intentaba cargar se encontró con la sorpresa de que éstas mostraban su contenido. Con el corazón latiéndole deprisa y sonriendo de medio lado, más una sonrisa triunfante que de felicidad, bajó el cursor hasta la barra de inicio y comprobó que tenía una línea bastante alta. ¿Cómo podía ser? Alzando la voz preguntó a Kano si él tenía internet en su móvil pero éste le respondió que dejó de funcionar desde que empezó a llover y seguía en el mismo estado.

Pareció que unos cables en su cabeza de unieron y sacaron una conclusión. Konoha, esa era la respuesta. El androide proporcionaba wi-fi a Shintaro sin que lo supiera, y le alegró muchísimo saberlo.

Acercó una silla a su lado e hizo que el peliblanco se sentara a su lado, Konoha sin rechistar hizo ademan de la indirecta de Shintaro y se quedó observando la pantalla del ordenador cambiando ventanas a una velocidad más alta de lo habitual, justo como se esperaba de alguien con más de una puntuación de 150 puntos de coeficiente intelectual. Podía leer dos ventanas a la vez incluso si se lo proponía, pero desde luego Shintaro leía rápidamente, aunque no más que Konoha, ya que él era un androide.