Ladybug estaba durmiendo.

Ladybug, la superheroína que salvaba París luchando contra los Akumas, estaba durmiendo a su lado.

Adrien cerró los ojos fuertemente, seguro de que aún estaba medio dormido y alucinando, y volvió a abrirlos. Ladybug seguía ahí. Su suave respiración le golpeaba la cara con suavidad, un aliento fresco. El calor que desprendía era notable comparado con las temperaturas que el invierno había dejado en su cuarto.

Adrien se incorporó de golpe en la cama, mirando atónito a la chica acostada en su cama, sin tener claro del todo qué estaba ocurriendo. "No puede ser, estás soñando. Es lo más surreal que ha sucedido hasta ahora, tiene que ser un sueño. Es media noche y hay poca luz, seguro que estoy teniendo visiones." Se pellizcó el brazo suavemente, y ese dolor era lo más real que notó desde que abrió los ojos esa noche.

Sus ojos nunca se apartaron de ella. De sus ojos cerrados bajo la máscara. De su ajustado traje que poco hacía para protegerla de ese frío invernal, acurrucada sobre sí misma. No se dio cuenta de que quería sentir si era real o una alucinación muy viva y tuvo que retirar su mano, antes de tocarla.

Real o no, no se atrevía a despertarla y terminar aquel sueño.

Miles de preguntas asaltaron su cabeza, y a ninguna de ellas le vino ninguna respuesta, sino un sonrojo brutal. ¡Ladybug, la chica de la que estaba enamorado hasta la médula, dormía en su cama!

¿Cómo había llegado hasta su cama?

¿Porqué estaba en su cama, para empezar?

¿Y qué hacía durmiendo?

Cuantas más dudas llegaban a él, más difícil le resultaba respirar. Estaba mareándose del esfuerzo que le suponía no respirar tan fuerte, no queriendo que se despertara o desapareciera. Se llevó las manos a la cabeza, tratando de poner orden a todas ellas y siendo cada vez más difícil.

¿Qué pasó anoche y porqué no lo recordaba?

La noche anterior se acostó tranquilamente, dejando de lado su pijama (le molestaba cuando se movía durante el sueño), y estaba completamente seguro de que ahí, a su lado, no había nadie cuando Morfeo le llamó. Lo recordaba tan bien como la palma de su mano.

¿Acaso sabía que él era Chat? Las veces que él había hablado con ella como Adrien fueron escasas, además, no tenía sentido. Chat Noir nunca conseguía nada.

¿Y Plagg?

Aquello fue lo que consiguió que mirara por fin a otro lugar, buscando frenéticamente por toda la habitación con los ojos al pequeño kwami.

¿Lo habría visto Ladybug cuando llegó? ¿Se habría escondido? Sus ojos se clavaron por un segundo en las estrellas. Dejó la ventana abierta cuando regresó del último akuma, no había duda. Ladybug habría entrado por ahí.

Plagg había estado durmiendo en su regazo. El único sitio donde no había mirado después de examinar la habitación. Despertó al escuchar a Adrien hiperventilando, y tampoco podía creer lo que veían sus ojos. -¿Adrien, estoy viendo lo mismo que tu?- dijo el pequeño gato volador, subiendo sobre la mata de pelo desordenado por la almohada.

Al menos, la visión no era solo suya. Adrien, menos confuso y cada vez más aterrado, respiraba más despacio pero comenzó a temblar de la sorpresa que estaba viviendo. Susurró -Plagg... creía que me había vuelto loco.

Ladybug se movió. Adrien estaba paralizado, pero por suerte Plagg no estaba tan loco como para dejarse ver. Le hubieran visto ya o no. Rápidamente se escondió tras la almohada.

-Mmmh... dormir un poco más...- musitó Ladybug, frotándose contra la almohada y las sábanas de una forma que a Adrien por poco le provoca un infarto. De su boca escapó un jadeo incrédulo.

Aquel sonido, la hizo tomar un poco de coherencia con el exterior. Apretó los ojos para no abandonar el mundo de la inconsciencia, pero era difícil con aquel ruido tan poco común en su habitación. Si se esforzaba en entender lo que había cerca, juraría que había alguien respirando junto a ella.

Pero eso era absurdo.

-¿...Ladybug?- escuchó un susurro grave.

Su madre no hablaba con esa voz.

Abrió los ojos de golpe.

Adrien.

Sus miradas se cruzaron un segundo.

Adrien sin camisa.

-¡AAAAAAH!

Ladybug gritó violentamente, y se cayó de la cama al suelo. Adrien siguió su mirada, alarmado. Aquel grito rompió el silencio de la noche, haciendo eco en la amplia habitación, y se cubrió con la sábana lo más rápido que pudo, hasta el cuello.

La había asustado o la había incomodado. Lo veía en su cara completamente avergonzada, y sintió vergüenza de que le viera sin ropa. El sonrojo que lograba ver bajo la máscara seguro que era menor que el suyo propio. Notaba un latido furioso en sus mejillas.

Ladybug dejó de gritar desde el suelo. -¿P-p-p-ero qué... Adrien? ¿Qué...?-

Ladybug parecía completamente confundida, ojeándo frenéticamente su habitación con la tenue luz que entraba del exterior. Como notando por primera vez que no estaba donde creía estar.

Adrien estaba completamente mudo, sujetándo las sábanas para no flashear más partes de su cuerpo a la chica e incapaz de apartar la mirada de ella.

Cuando Ladybug volvió a posar sus ojos azules sobre el chico, supo que nada tenía sentido. No sabía cómo había llegado hasta ahí, y había despertado junto Adrien, en su cama, medio desnudo, de la forma más extraña posible, dejándole atónito. La mortificación y la vergüenza la invadieron.

Así que huyó.

Adrien parpadeó, incrédulo.

Ladybug había despertado en su cama, gritó confusa, y saltó por la ventana en menos de quince segundos.

Se había ido.

Adrien se levantó corriendo, olvidándose de las sábanas y de Plagg. Se asomó a la ventana y una brisa de aire fresco que erizó su piel. Intentó localizar a Ladybug en la noche, pero no la veía. Había salido disparada.

¿Cómo había acabado Ladybug en su cama?


-¡Siento mucho llegar tarde! ¡Eh... el coche ha pinchado una rueda!- dijo Adrien en la puerta del aula.

Era una mentira podrida: no había podido dormir en absoluto. De hecho, cuando el sueño al fin le llamó de puro cansancio, era la hora de salir al instituto. Tendría que haber estado completamente vestido y haber desayunado. La forma en que Nathalie le había sacado de la cama esa mañana había sido bochornosa.

Casi tanto como el motivo por el que no consiguió pegar ojo.

La profesora Bustier le miró severamente. -Adrien, puedes pasar, pero que no se repita.

Se sentó al lado de Nino, que le susurró cuando la profesora se puso de nuevo a explicar -Tio, tienes una cara horrible.

Adrien le miró con cara de haber mordido una cebolla. -Ha sido una noche larga.

Y rara. Pero no podía contarle los detalles.

...¿O sí podía? Le había pasado a Adrien, no a Chat Noir. Quizá...

-Por lo menos estás mejor que Marinette. Ella no puede abrir los ojos.

Adrien miró por el rabillo del ojo el pupitre de atrás. No podía verla, había un libro en vertical delante de la chica en cuestión.

Alya le vió curiosear y se inclinó hacia delante para confesarle -Marinette no ha logrado dormir bien en toda la semana. He puesto su libro así para que Bustier no vea que está completamente KO.

El chico se compadeció de ella. No le deseaba a nadie perder el sueño. Tal y como estaban las cosas, él mismo tendría que cubrirse para dormir en clase.


-Plagg, creo que no voy a poder dormir.- refunfuñó Adrien. Llevaba horas en su cuarto. Había trepado el muro, lanzado unas canastas, navegado por internet... Había incluso intentado leer uno de sus muchos libros, pero no lograba concentrarse en la lectura, y por más que se mantuviera activo, no lograba cansarse y el sueño no venía. No podía sino darle vueltas una y otra vez a la situación tan surrealista que vivió el día anterior.

-¿Vas a esperar a tu amorcito? ¡Yo ya estoy con el mío!- preguntó el Kwami en la mesa, abrazando un pedazo de Camembert.

-¡Va en serio, es medianoche y aún sigo pensando en cómo pasó lo que pasó anoche!- gritó Adrien, tirado en el sofá. Sabía que el sueño no iba a venir, y menos si no dejaba de darle vueltas. -Ella no sabía dónde estaba cuando despertó. Es lo único que tengo claro.- dijo a Plagg.

-Vaya sorpresa. Mira, ella dormía tan tranquila, pero tu tampoco estabas muy lúcido. Volviendote loco…- musitó Plag, cruzando los brazos. -Pero es lo que tiene despertarse. Que sepas que yo tampoco esperaba a nadie más en esta habitación... Aunque no es la primera vez que ha estado aquí. A lo mejor sabe tu secreto, que eres su compañero Chat Noir.

Adrien negó con la cabeza, intentando callar esa vocecita que decía que era posible. Que ella lo sabía y había ido a buscarle para hablar con él. -Plagg... solo ha estado aquí un par de veces, y todas han sido por culpa de Hawkm...- Adrien calló de repente.

-¿Qué pasa Adrien, te ha comido la lengua el ga...?- silenció Plagg sus propias palabras al notar lo que había llamado la atención del chico.

Ladybug había vuelto.

Había entrado por la ventana en completo silencio, cayendo sobre el suelo con una gracia espeluznante, sin hacer el menor ruido. La cuerda del yoyo se retrajo en un instante del exterior.

-Ladybug...- susurró Adrien, con la mirada clavada en la chica.

Ladybug se levantó de la posición en la que había entrado, y entonces y solo entonces, pudo notar Adrien algo que hizo que se le pusieran los pelos de punta.

Ladybug tenía los ojos cerrados.

La chica se adentró en la habitación, ignorando completamente la presencia del chico y al kwami. Avanzaba lentamente, con pasos seguros y silenciosos, hacia la puerta que conectaba la habitación con el resto de la casa.

Se detuvo a un metro de la puerta. Y ahí se quedó, de pie. Con el yoyo fuertemente apretado en la mano y los ojos cerrados en la expresión más tranquila y serena que jamás podría tener en la cara.

Era una visión espeluznante, que tenía a Adrien agazapado tras el sofá, con la misma sorpresa e incredulidad que tenía la noche anterior.

No solo no era un sueño, sino que la chica estaba aquí otra vez. Y lo peor, es que ahora sabía exactamente porqué ella no sabía dónde estaba.

Había masticado mucho la posibilidad de que ella hubiera venido a decirle algo y que por algún motivo se hubiera quedado dormida. No que hubiera llegado ya durmiendo.

Jamás hubiera imaginado esto.

-Ha vuelto...- Susurró Plagg sin creérselo.

-¡Shhh, Plagg, escóndete!- indicó Adrien al kwami con las manos, sin apartar la vista. Aunque daba igual, porque Ladybug no hubiera notado al kwami aunque brillara como una bola de discoteca. Plagg subió a la parte superior y puso un cojín entre los libros de la estantería para curiosear lo que estaba pasando.

Nunca había visto algo así.

La mente de Adrien estaba trabajando rápidamente. De acuerdo, los akumas más recientes hubieran atacado en esta casa: Simon dice, Volpina, Collector... Demonios, incluso Pire Noel estuvo cerca de su casa y hablando con él, aunque la situación fuese un gran malentendido. Pero no esperaba, bajo ningún motivo, que Ladybug estuviera guardando la puerta.

Porque eso es lo que estaba haciendo. A cualquiera, podría parecerle que la chica andaba dormida y punto, pero Adrien podía ver en su postura con una claridad pasmosa y la luz de la habitación que la chica estaba en guardia y preparada para atacar a quienquiera que osara entrar por esa puerta. La puerta del chico por el que hace pocos días había estado a punto de entregar su Miraculous.

Adrien sintió su rostro arder, halagado de una forma muy extraña. Ella, definitivamente, no sabía que él no necesitaba que le defendiera en absoluto. Al menos no en su propia casa. Es imposible que hubiera notado que él era Chat si le estaba protegiendo de esta forma.

Pasaban los minutos, y Adrien se acercó poco a poco a Ladybug. Despertar a alguien que se mueve mientras duerme, había leído que no era una buena idea. Podía entrar en shock. Y ya era bastante extraño que la chica acabase en su habitación sin que ella lo supiera.

Tras el susto que recibió el día anterior, Adrien daría lo que fuera porque sus ojos azules no estuvieran tan confusos y asustados cuando los abriera de nuevo.

Sinceramente, no sabía que esperar.

A lo mejor podía acercarla a la cama o al sofá. A un sitio más cómodo, donde pudiera descansar. Su cara estaba tranquila, pero Adrien sabía que su cuerpo estaba tenso como la cuerda de un piano, a punto de romperse de la presión. Lo veía en la mano que apretaba el yoyo, en sus pies separados el espacio justo para saltar y en la espalda curvada lista para esquivar.

Adrien se detuvo a la distancia justa para evitar tocarla, reflexionando de nuevo. Con los ojos cerrados y durmiendo, ella podría no reconocerle, y atacarle si intentaba moverla.

Y eso, definitivamente, podía doler mucho. Sabía de primera mano lo fuerte que golpeaba Ladybug.

Afortunadamente, no tuvo que pensar mucho. Ladybug parecía satisfecha al fin, y abandonó la atención que había tenido en la puerta para moverse de nuevo. Adrien se congeló, no sabiendo qué esperar.

Hasta que la vio moverse hacia la cama, en el mismo lado que el dia anterior, y tumbarse sobre ella sin ninguna preocupación.

Adrien parpadeó confuso, pero nuevamente se sonrojó. Al parecer, a Ladybug le gustaba su cama, porque se estaba acurrucando con demasiado mimo contra su almohada, y empezaba a murmurar algo.

La curiosidad le picó. Se acercó para escucharla, pero ya no decía nada. Solo...

Respiraba tranquila. Durmiendo completamente libre.

-Ya sabemos cómo llegó tu polizón, Adrien.- escuchó a Plagg entre los libros. Adrien le lanzó una mirada sucia que le hizo callar de golpe.

Volvió la mirada a Ladybug. Acurrucada sobre sí misma, igual que anoche.

Adrien se movió tan rápido que era difícil saber que iba a hacer primero, pero finalmente cerró la ventana, para evitar que entrara más frío invernal. A continuación sacó del armario una manta y la puso cuidadosamente sobre Ladybug.

La chica, cubierta, empezó a acomodarse más libremente sobre la cama, agradeciendo el calor añadido con un suspiro. Adrien perdió la respiración sólo de escucharla.

Ahora sí que sabía que le sería imposible dormir.


La luz del día iluminaba vagamente su rostro, sacándola del mundo de los sueños. Ladybug estaba despertando. Adrien estaba preparado esta vez.

O eso pensaba.

Cuando la chica abrió los ojos, casi gritó aterrada de nuevo. Aquel techo no era el suyo.

Se incorporó de golpe en la cama, moviéndose tan rápidamente que tembló el soporte de la misma. -No puede ser... otra vez...- espetó incrédula. Había intentado convencerse de que había tenido el sueño más extraño del mundo. Era la única forma en la que logró conciliar compartir la clase con Adrien la mañana anterior, pero por la cara del chico, supo de inmediato que no era un sueño.

Intentó convencerse de que sólo había sucedido una vez y no tendría porqué volver a incomodarle, y sin embargo, estaba de nuevo en una cama que no era la suya.

Casi no se atrevió a mirar a su lado para verificar que el chico estaba allí. Casi.

Pero allí estaba.

-Bu...buenos días... Ladybug.- saludó Adrien, con una sonrisa tímida. Al contrario que el día anterior, estaba completamente vestido, peinado y preparado para el día.

Seguía siendo igualmente una situación embarazosa.

-¡Traigo el desayuno!- aclamó Adrien, mostrándole una bandeja con frutas, leche, cereales, zumos y tostadas. -Eh... no... no se lo que te gusta, así que... he traido de todo un poco.

Ladybug no podía creerlo.

Se sentía fatal.

Ocupó su cama sin su permiso, invadió su privacidad, le había visto prácticamente desnudo, y no solo no se lo reprocha sino que el chico es tan amable como para no mencionarlo y ofrecer comida.

-Adrien…- logró decir la chica con un hilo de voz. -Lo siento mucho... yo... no hacía falta que... ya me voy. -Ladybug saltó de la cama, lista para desaparecer de nuevo.

-¿Que...?- los nervios atacaron de repente al muchacho, haciendo que casi tirase la comida sobre la cama. La dejó lo más rápido que pudo, sabiendo que no sería tan rápido como para evitar que se fuera, intentó llamarla. -¡Ladybug, espera un momento! ¡Por favor!

La chica se detuvo justo tras abrir la ventana para salir, apoyada en el cristal. Ya era mala educación ocupar su espacio, pero salir corriendo tampoco estaba bien. Le debía una explicación, o, como mínimo, una disculpa.

Y por desgracia, tendría que ser solo una disculpa, porque... ¿Qué podría decirle? "Adrien, siento mucho no saber cómo rayos he acabado las últimas dos noches durmiendo en tu cama."

Por suerte no tuvo que pensarlo mucho, porque Adrien, aliviado de notar que se había detenido, decidió decirle en un momento todo lo que tenía pensado decirle desayunando. -Eres... eres sonámbula. Anoche entraste durmiendo por mi ventana y... Ladybug, es peligroso, y se que eso es algo que no se puede controlar, ¡así que por favor, antes de dormir por la noche ven aquí!- terminó hablando a toda velocidad.

Ladybug se volteó en la ventana, procesando lo que acababa de oir y cada vez más roja. -¿...Sonámbula?

Adrien asintió lentamente, reflejando el sonrojo de la cara de la chica en el suyo propio. Ojalá, rezaba, estuviera considerando su petición. Por raro que fuera compartir cama. Siempre podría dormir en el sofá. Estaba realmente preocupado.

-Ladybug... viniste con los ojos cerrados. Si vas a acabar durmiendo aquí, preferiría que... A mi no me molesta, si eso te preocupa. Mi cama es enorme, caben tres personas o más, seguro. No es ningun problema. Me gustaría que durmieras tranquila, y no viajando sonámbula por Paris...- dijo, terminando con todo el valor que había reunido para proponerle aquello, y mirando tímidamente a un rincón de su propia habitación. -Me preocupa que un día te hagas daño. Solo ha pasado dos veces... Pero...

Aquí terminó completamente su valentía. No se atrevía a decir nada más. Cerró los ojos, esperando ansioso una respuesta.

Ladybug estaba en silencio.

El corazón de Adrien comenzó a martillear contra su pecho. Ella le iba a decir que no. Cada segundo que pasaba en ese silencio se lo confirmaba. Dormir junto a alguien era algo muy íntimo. ¿Porqué iba a querer compartir una cama con nadie? Aunque ella no pudiera controlar lo que hace, él le acababa de proponer básicamente que durmieran juntos.

Aquello le hizo mirarla de nuevo, sabiendo que no había una sola parte de su cuerpo que no estuviera muerta de vergüenza, y vomitar rápidamente sus más recientes pensamientos -¡N-n-no es ninguna cosa rara! ¡No pienses que quiero... eres increíble y...! ¡Solo dormir, lo juro! ¡La cama es enorme y... por favor!

Solo entonces Adrien pudo notar porqué Ladybug no había dicho nada.

Lo estaba intentando. Ladybug estaba seriamente tratando de responder, pero su boca se abría y cerraba sin emitir sonidos.

Así que al notar la mirada de Adrien en ella, ansiosa y llena de preocupación, logró recobrar la compostura y lo único que pudo decir fue -Gracias...


Notas de la autora:

Fecha: 21/11/17. Volví a leer este capítulo... y lo he reescrito. Al leerlo, me he dado cuenta de que escribí los verbos alternando presente y pasado y me sentía al leerlo como si estuviera viajando en el tiempo. Horrible. Un verbo pase, pero... ¿la mitad? A mi la gramática me pierde... Se nota que la primera vez que lo redacté había vuelto de una fiesta y aún estaba algo borracha.