¡Hola a todos!
NA1: Les traigo una nueva historia desde las reseñas que tengo en mi perfil. Espero contar poder contar con su apoyo y aprovecho de agradecer enormemente a mi Beta Reader por sus valiosas correcciones.
DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen, todos los derechos a su respectivo creador.
ADVERTENCIA: Esta historia esta clasificada como M por su contenido sexual y lenguaje inapropiado, leer bajo su propia responsabilidad.
PRÓLOGO
Habían pasado cuatro años desde la desastrosa noche en la que el antiguo grupo del señor Simmons cometió una mala broma que terminó rompiendo de manera irreversible la relación entre dos de sus integrantes.
Gerald aún se sentía terriblemente mal porque él sabía lo que pasaría. Pensó que no importaba, no es que le cayera mal Helga, sino que solo se dejó llevar y no consideró el resultado que traería su silencio. Si bien él no hizo nada para ayudar a planear la jugarreta, se sentía como si hubiese sido el que derramó la pintura sobre la chica, y lo peor de todo es que su mejor amigo fue el que pagó las consecuencias ya que Helga arremetió contra él por invitarla en primer lugar.
Después de eso Arnold no volvió a ser el mismo, por supuesto que seguía siendo un buen chico y no dudaba en ayudar a quien lo necesitara, pero una parte de él cambió. Siguieron siendo los mejores amigos, pero nunca más le volvió a hablar de sus enamoramientos ni buscar su consejo. Podían compartir miles de cosas, pero ese tema estaba totalmente fuera de su alcance. Incluso poco después de la desastrosa noche, el muchacho rubio se resignó a que Helga nunca lo aceptaría y de un momento a otro empezó a salir con muchas chicas, una tras otra, cada semana. Nadie las conoció, nunca las presentó y mientras Arnold salía con una y otra niña nueva. Por otro lado, Helga, al parecer tuvo una breve relación con otra joven, muchos asumieron que se volvió lesbiana, pero nadie se atrevió a entrometerse nuevamente en su vida amorosa, ni siquiera su mejor amiga.
Phoebe terminó con Gerald esa misma noche, pero un par de meses después la chica tuvo un cambio de corazón, como ella lo llamó, y volvieron a ser los de antes. El moreno nunca supo de qué se trató, pero estaba tan feliz de ser perdonado que no quiso tentar su suerte.
Últimamente se había esto sintiendo más intranquilo de lo normal, aún no sabía qué hacer para ayudar a su amigo; le preocupaba ver cómo Arnold jugaba con las chicas. A pesar de que no las conoció, el chico fue testigo de cómo cambiaba de "novia" cada una o dos semanas y de cómo las llevaba a su casa sin vergüenza, específicamente a su habitación. ¿Y cómo lo sabía él? Un día lo vio entrando por el techo de su propio cuarto con una chica de cabellos rojos. Esperó un par de minutos antes de seguir los pasos de los adolescentes. Subió por la escalera de incendios hasta llegar a la ventana que daba al callejón, pero para su mala suerte esta se encontraba tapada; por ello no le quedó de otra que subir hasta el techo y desde ahí intentar ver lo que estaba pasando. Lo que no esperaba fue la gran sorpresa que se llevó al ver a Arnold jadeando.
Su mejor amigo estaba sentado en el sofá con el torso desnudo mientras la pelirroja estaba entre sus muslos abiertos, de rodillas, practicándole sexo oral. Fue tal su sorpresa que casi se cae de espaldas y al intentar recuperar el equilibrio se balanceó hacia adelante golpeando la ventana, la cual se abrió e hizo que el muchacho cayera dentro de la habitación del chico.
El adolescente rubio, ante la interrupción, se levantó rápidamente para cubrir a su novia y volver a acomodarse los pantalones. No pudo evitar la mueca de dolor que cruzó su rostro, mientras se subía la cremallera.
Gerald, quien había aterrizado de frente sobre la cama de su mejor amigo, se levantó ágilmente para quedar frente a un muy cabreado Arnold. Miró por encima del hombro del rubio y vio a la joven, la cual aún estaba sentada, frente al sillón, con la camisa del chico sobre su cabeza tapando su rostro.
—¿Qué es lo que crees que estás haciendo aquí? —La voz de Arnold hizo que quitara la vista de la muchacha para enfocar al chico frente a él.
—No, hombre. ¿Qué es lo que tú estás haciendo? —Gerald apuntó a la joven la cual seguía inmóvil—. ¿Y quién es ella?
Arnold se cruzó de brazos, molesto.
—Esta es mi habitación, creo que el único que debe dar una explicación del porqué está aquí eres tú. —Se llevó una mano para masajearse la cien antes de continuar—. Gerald, por favor, ¿Puedes no involucrarte?
—¿Cómo me pides que no lo haga, hermano? Siempre eres la voz de la razón y si ya no lo eres mi deber es ayudarte.
—Te lo agradezco y todo, pero lo único que quiero en estos momentos es poder estar solo.
El moreno, al notar que el chico no cedería, dejó caer los hombros en resignación y caminó hacia la entrada, pero antes de irse intentó volver a razonar con él.
—Amigo, ¿tú sabes que siento todo lo que pasó?
Arnold al ver el rostro afligido del chico, suspiró y le dio una sonrisa tranquilizadora a su amigo.
—Lo sé, Gerald. Y agradezco tu preocupación, pero estoy bien así, por eso solo te pido que lo dejes estar.
—Pero ¿por qué tanto secreto? Te prometo que intentaré no intervenir, nuevamente, si me dices quién es ella.
—Gerald…
—¿Acaso tu mejor amigo no debería saber por último con quien estás saliendo?
—Eres mi mejor amigo, pero lo que haga con mis relaciones es asunto mío, así que por favor no insistas en involucrarte. —Arnold caminó hacia la puerta para abrirla, extendiendo el brazo para invitarlo a marcharse—. Ya conoces donde está la salida.
—Pero…
—Nada de peros y, de todas formas, ¿para qué quieres saber? ¿Para arruinarlo todo de nuevo?
Gerald hizo una mueca consternada, el precio de su silencio era algo que está hasta el día de hoy pagaba muy caro. Suspiro antes de caminar hasta la puerta.
Se detuvo fuera de la habitación antes de volver a insistir.
—Eso es cruel… ¿Cuántas veces tengo que decirte que esa no fue mi intención?
Arnold se pasó la mano por el pelo en gesto de frustración, sabía que estaba siendo cruel, pero…
—Lo siento, Gerald. Solo déjame hacer las cosas a mi manera. ¿De acuerdo?
—No lo entiendo, pero entonces, por último, respóndeme sólo una cosa: ¿Qué pasa con Helga?
—¿Helga? ¿Qué hay con ella? —Solo en ese instante la frialdad que había estaba mostrando Arnold se resquebrajó. Apenas podía fingir sus nervios ante la mención del nombre de la rubia—. No pasa nada entre nosotros dos.
—Eres tan mal mentiroso; sé que aún sientes algo por ella.
—Será mejor que te marches, Gerald. No quiero seguir hablando de esto.
Antes de que el moreno pudiera continuar hablando, la puerta se cerró prácticamente en su nariz, dejándolo con las palabras en la boca. Nunca antes Arnold había sido tan desagradable, pero eso significaba que la herida aún seguía abierta y quizás lo mejor que podía hacer, por ahora, sería dejarlo solo, aunque antes de bajar pudo escuchar los murmullos de una conversación.
—¿Quién es Helga?
—Nadie importante, cariño. ¿Ahora porque no continuamos en lo que estábamos?
Y lamentablemente esa no fue la única vez que lo pilló actuando de manera lasciva.
Había ido a ver una película con Phoebe, cuando escuchó una especie de grito proveniente desde el callejón que estaba a un costado del cine. Junto a su novia se miraron asustados y corrieron al lugar, pensando que alguien podría estar en problemas y necesitar de su ayuda. Una vez dentro del sombrío pasadizo pudieron escuchar una especie de respiración pesada y descoordinada la que provenía desde una silueta situada al fondo del lugar.
Estaba tan oscuro que el chico tuvo que sacar su teléfono móvil, para poder activar la linterna, pero antes de hacerlo volvió a mirar a Phoebe quien no se había separado de su lado. La chica con rasgos orientales también sintió el miedo en la garganta, ante lo desconocido, pero de igual manera le asintió a su novio para que pudieran vislumbrar con claridad a la extraña figura entre las sombras. En cuanto la luz artificial iluminó el oscuro callejón, se dieron cuenta que la espeluznante forma era realmente dos personas, una encaramada sobre la otra.
Gerald por fin pudo soltar el aire que estaba conteniendo, del puro susto, para respirar nuevamente con tranquilidad, ya que no se trataba de ningún extraño asesinato, sino que de tan solo dos personas que necesitaban conseguir urgentemente una habitación. Cuando estuvo a punto de soltar una broma sobre eso, reconoció a uno de los dos individuos, pues se trataba su mejor amigo.
Arnold había estado apoyando la frente en el cuello de la chica que aún estaba aferrada a su regazo, cuando sintió una luz anaranjada cruzar sus párpados. Sentía las piernas un poco débiles y doloridas, después de todo había estado equilibrando su peso y el de su acompañante mientras la embestía, pero a la vez también se sentía algo aletargado y por sobre todo muy feliz. No había sido su intención, en primer lugar, llegar a ese punto, pero la joven no había parado de tocarlo por todos lados mientras intentaba ver la película. Cuando las cosas se pusieron demasiado calientes y con riesgo que los descubrieran dentro de la sala, la joven lo tomó del brazo para salir por la puerta de emergencia que los llevó directo al lugar en el que se encontraban ahora y de un impulso, que lo dejó casi sin aire, se aferró a él con brazos y piernas para besarlo hambrientamente.
Aun sintiéndose relajado, apenas podía concentrarse en otra cosa que no fuera la respiración de su amante o la suya propia, las cuales poco a poco volvían a la normalidad. Cuando por fin los últimos efectos de su orgasmo casi se desvanecían para pasar a una quietud total, fue que pudo despegar su rostro del cuello de la muchacha, no sin antes darle un pequeño mordisco juguetón que hizo a la joven emitir un gemido estrangulado.
La luz seguía frente a él, molesta, después de haberse acostumbrado a las sombras. Intentó enfocar la vista, pero tuvo que esperar unos segundos para poder abrir un ojo y luego el otro para notar que el molesto destello provenía desde la silueta de dos personas frente a él, a las que pronto reconoció.
Asustado por haber sido descubierto, casi se cae, pero para suerte de ambos logró equilibrarse contra la pared.
Gerald y Phoebe estaban anonadados pues nunca imaginaron que Arnold, entre todos, estuviese teniendo sexo en público donde cualquier otra persona lo pudo pudiera haber descubierto. Aún estaban en estado de shock cuando comprendieron que habían confundido gritos de placer con gritos de auxilio; ambos no pudieron evitar bajar la vista abochornados.
Después de un par de minutos de silencio incómodo donde misteriosamente el joven frente a ellos volvió a gemir, levantaron la vista a la pareja que aún estaba recostada en la pared. Arnold tenía las manos bajo la falda de la joven, tanto sus pantalones como su ropa interior estaban amontonados en sus tobillos y la chica, que en ningún momento había mostrado signos de querer cambiar la situación actual, se encontraba de espalda a ellos abrazando los hombros del adolescente y aferrada con sus muslos a las caderas de Arnold. Ella tenía el cabello corto y muy oscuro, su blusa roja estaba enrollada en su cintura dejando ver gran parte de su dorso desnudo y su falda negra solo alcanzaba a tapar lo necesario.
El moreno que hasta el momento se había sentido tan abochornado por la situación pronto empezó a sentir el burbujeo ardiente de la rabia, ante la irresponsabilidad de su mejor amigo.
—¡¿Estás loco, Arnold?!
Phoebe se sobresaltó por la pregunta de su novio y atinó a tirar de la manga de su sudadera roja para que se fueran del lugar, pero Gerald era más fuerte y estaba enojado. Así que apenas notó a la chica.
Por un momento, Arnold sintió el pinchazo de la vergüenza al ser descubierto teniendo relaciones sexuales en público, pero pronto eso fue olvidado al sentir la lengua de su amante recorrer desde su clavícula a su oído, lamiéndolo.
La chica se meció con fuerza sobre él, buscando acomodarse mejor, pero no pudo evitar morder su labio inferior al sentir la punzada de deseo en su vientre y el dolor en los muslos, que provocó el roce, pidiendo más, pero ella era más fuerte y para lo que quería seguir haciendo no necesitaba que sus amigos estuvieran ahí, así que susurro al oído de su novio para que este volviera a la realidad.
El adolescente rubio que había vuelto a un estado de brumoso placer después de sentir las paredes del interior de la vagina de su novia contraerse alrededor de su miembro, pero sus palabras, de cierta manera, lo hicieron reaccionar.
Gerald seguía frente suyo, alumbrando aún el lugar con lo que reconoció como su celular. Al no recordar la pregunta que le había hecho, soltó lo primero que le vino a la mente.
—¿Qué?
El moreno rodó los ojos con evidente disgusto mientras arrugaba la nariz, antes de volver a hablar.
—Te pregunté si acaso estabas loco, sé que siempre he dicho que eres un niño valiente, ¿pero esto?
Arnold aún estaba muy ido y solo después de unos segundos pudo procesar la pregunta de su amigo.
—Gerald, creo que este no es el mejor momento para tener una conversación. Como ves, estoy un poco ocupado.
—Viejo. ¿No te das cuenta de la situación? Podrían arrestarte por esto.
—Bueno, pero si ese fuera el caso seguiría siendo mi problema. —Hasta el momento no había querido enfocar su mirada en Phoebe, pero lo tuvo que hacer para suplicarle silenciosamente que se marcharan. Sentía como el sudor empezaba a correr por su frente; necesitaba deshacerse de ellos lo antes posible.
—Pero Arnold, amigo.
Cuando Phoebe, quien era más suspicaz que Gerald, captó el dilema del chico frente a ellos, le quitó el teléfono a su novio para que dejara de enfocarlos y envolvió el brazo izquierdo del chico entre los suyos para llevarlo hacia la calle con ella.
—¿Qué haces, Pheebs?
—Será mejor que nos vayamos y los dejemos solos si no queremos meternos en problemas nosotros.
—Pero nena…
—Gerald. Como él claramente dijo, es su problema.
—Pero es mi mejor amigo…
—Entonces compórtate como tal, déjalo que cometa sus propios errores. No eres su padre.
—Pero…
—Gerald, entiéndelo. No puedes ayudar al que no quiere ser ayudado.
Las palabras de la joven hicieron que el chico recordara una cosa.
—Acaso… ¿Eso fue lo qué pasó con Helga? ¿Por eso de un día para otro dejaste de preocuparte por ella?
—Gerald…
Al notar la clara molestia de su novia, no le quedó de otra que levantar los brazos en clara rendición.
— Está bien, está, bien lo dejaré por ahora. Mmm, mmm, mmm. Esto no me gusta nada, nada de nada. —Dirigió la voz a su amigo, nuevamente oculto entre las sombras—. Muy bien, Arnold. Tú ganas por ahora. ¿Estás satisfecho?
Antes de retroceder, el moreno le dirigió una mirada llena de hostilidad, cuando escuchó un suave murmullo seguido por una ronca carcajada por parte de Arnold.
Gerald se volvió a medio camino antes de llegar a Phoebe, que quien ya estaba fuera, y con una ceja enarcada, preguntó.
—¿Qué es tan gracioso?
El rubio suspiró antes de responder.
—Bueno, si quieres saber, esta preciosura de cabello negro dice que está segura de que hasta unos momentos estaba muy satisfecho.
El joven tardó unos segundos en descifrar las palabras del joven antes de hacer una muesca de asco y retirarse.
Gerald sacudió la cabeza ante los recuerdos, quería recuperar la confianza de su mejor amigo, pero aún no tenía idea de cómo abordar el tema; siempre que lo intentaba Arnold cambiaba la conversación. Hombre, inclusive extrañaba esos días en lo que Arnold tenía que practicar su nombre cientos de veces para poder presentarse a una chica. Gerald solo quería que él pudiese ser feliz como él lo era con Phoebe, pero por mucho que el chico rubio negara que ya había superado a su primer gran amor, sabía que en el fondo no era así….
A su mente vino otro recuerdo. Después del incidente, Helga también cambió. Ella volvió a ser la marimacho de antaño e incluso peor. La chica vestía solo ropa ancha y sin forma alguna de colores oscuros, su cabello rubio usualmente iba cubierto por gorras y su actitud hacia Arnold se volvió completamente fría, no le hablaba y no le hablaría, aunque le costara la vida.
Todo el grupo estaba muy arrepentido por la gran humillación que la había hecho pasar; intentaron disculparse haciéndole toda clase de favores, los cuales llevaron a la desesperación a la rubia que ni al baño podía ir tranquila; debía reconocer que fueron peores que Sid cuando Arnold le salvó la vida.
Un día, Helga, harta de la situación, citó a todos, o casi todos, ya que el rubio no estuvo presente, al mismo lugar en donde le habían jugado la broma. Ese día la chica iba vestida, como era de manera habitual, con una gran sudadera negra, jeans anchos azules y una gorra gris sobre su cabello. Ella caminó hasta que estuvo en el mismo punto donde esa noche Arnold planeaba pedirle que fuera nuevamente su novia y el cual también era el mismo en donde estaba preparado el tarro de pintura roja, esperando ser vertido sobre ella. Intentó dejar de lado esos recuerdos antes de aclararse la garganta.
—Está bien, perdedores. Solo lo diré una vez. Los perdono, así que no tienen que andar tras mío intentando hacerme favores, es realmente molesto. —Suspiró con fastidio—. Lo único que quiero es privacidad. Nada más… Entonces, ¿qué dicen? —Ante las palabras de la rubia, todos los chicos quedaron en silencio sorprendidos por el perdón recibido.
Al pasar los minutos y ver que todos seguían pasmados, Helga no pudo evitar sentirse exasperada para agregar con irritación:
—¿Estamos de acuerdo? —Todos los presentes asintieron con vehemencia.
—Perfecto. —Helga esbozó una gran sonrisa, pero pronto su mueca cambio a una más humilde, tomó aire para armarse de valor y agregó—, Y también… Rayos, esto es difícil. —Estaba realmente nerviosa y sentía el corazón en la garganta, pero Arnold tenía razón, ella también debía cerrar el ciclo para poder continuar, a pesar de que eso no quería decir que no le diera pavor ver los rostros de sus compañeros frente a ella esperando expectantes al no saber de qué tratarían sus siguientes palabras—. También… quiero pedirles disculpas. —Hubo un jadeo colectivo, pues nadie esperaba que Helga les pidiera perdón después de lo que le habían hecho—. Solo quiero que sepan que realmente lamento si de alguna manera herí sus sentimientos en algún momento. Ahora sé lo mal que estuvo y aunque no se justifica solo quería decir que es porque tenía problemas y no sabía cómo enfrentarlos.
Rhonda fue la primera en dar un paso adelante; la culpa realmente la había corroído las últimas semanas y no dejaba de pensar en las palabras de Arnold.
—Eso ya quedó en el pasado y no es necesario que te disculpes, Helga. Nadie te juzgaría si no lo hubieras hecho. En realidad, Arnold estaba en lo correcto, realmente nunca fuiste mala con nosotros y solo eran travesuras infantiles. —Rhonda tomó una pausa antes de continuar—. Quiero creer que podemos volver a ser el mismo grupo de antes. —La pelinegra le extendió la mano a la chica de las coletas rubias.
Helga no sabía qué era todo lo que el chico había dicho, pero se sorprendió ante la humildad de Rhonda y estrechó su mano en son de paz.
—Entonces esto significa que las cosas con Arnold… ¿serán como antes? —preguntó Sid.
Helga retiró rápidamente la mano de la chica. Se giró para darles la espalda y dirigirse a la puerta, pero antes de salir agregó:
—Las cosas con el cabeza de balón, nunca podrán ser iguales.
—Pero, Helga… —el moreno intentó decir algo, era extraño que su amigo fuese el único en no estar presente y en ese momento entendió el motivo.
—No, Gerald. No hay de nada más de qué hablar. —Helga miró su reloj—. Ahora yo me tengo que ir. Adiós.
Eso había pasado un par de semanas después del incidente. Ni Arnold ni Helga habían vuelto a hablar después de eso. Ellos intentaron juntarlos de vuelta; de distintas maneras: armaron sesiones de estudio, los engañaron regalándoles entradas para que se vieran obligados a estar juntos, los encerraron para que hablaran y muchas otras cosas, pero nada funcionó y finalmente tuvieron que dejar de intentarlo. La relación estaba rota y por una estupidez de chicos de trece años.
Ya con diecisiete, Gerald estaba harto. Él estaba apenado porque su mejor amigo siguiera sin confiar en nadie y cambiará de novia con tanta frecuencia. Arnold era un buen tipo y no quería que siguiera jugando ese juego tan diferente a su naturaleza. Su deber era enderezar el camino, pero para eso necesitaba ayuda de quienes rompieron el orden natural de las cosas y esos eran los mismos que habían comenzado todo.
CONTINUARÁ...
NA2: Sobre esta historia la comencé a escribir en diciembre y por eso el siguiente capitulo lo tengo casi completo y el que es en teoría el último hasta la mitad.
Se que es algo distinto a lo que suelo escribir. Un Arnold más oscuro y resentido pero pronto las cosas mejoraran.
Si les gusto o no, haganmelo saber dejando su valiosa opinión.
Gracias a todos por leer.
¡Nos leemos en una próxima oportunidad!
