OneShot basado en la canción Lolita de la Orquesta Mondragon. Mundo alterno.

Disclaimer: Ningún personaje me pertenece, sólo la historia.


Lolita

Mi nombre es Edward Cullen, con 25 años y un gran trabajo de profesor en el instituto de Forks, puede decirse que soy bastante feliz. He recibido una buena dosis de atención por parte de las chicas, todas ellas fascinadas con el color bronce de mi cabello y con los llamativos ojos verdes que heredé de mamá. Sinceramente, ni siquiera puedo quejarme de mi familia, unos padres con los que he contado siempre, un hermano aunque insoportable sé que nunca me fallaría y para completar, mi pequeña mimada hermana menor; Alice Cullen, la enana que logra que haga cualquier cosa, tiene 18 y es completamente diferente a mí, su cabello negro como la noche y facciones de duende se gana más de una mirada, y eso lo sé porque ella estudia en el mismo colegio donde imparto clases.

Sí, extraño.

Bueno, ¿recuerdan donde decía que no tenía por qué quejarme? Era mentira. Nada, ni nadie puede ser tan perfecto; en mi caso, está mi propio demonio. Mi aplicada y hermosa alumna, Isabella Swan, aunque muchos le llaman "Bella". Tiene 18 años y es la chica más preciosa que alguna vez he tenido el placer de conocer. Con su cabello caoba cayendo por su espalda hasta la mitad de ésta, unos ocelos chocolates que, sin mentir, es como si penetraran en tu alma, y no quiero hablar de las curvas que adornan su joven anatomía porque es muy temprano para mantener un problema en mis pantalones. Pero es una diosa que me vuelve loco, cuando ríe, cuando habla, cuando camina.

Todo estaría mejor si solo la viera en el colegio, en una cantidad de horas reducidas y con 15 estudiantes más que ayudaran a mi mente a despejarse, pero a ella no le bastó con las torturas —seducciones — matutinas, se ha convertido en la mejor amiga de mi hermana y eso solo significa encontrarme constantemente a la chica Swan.

Justo como en este instante cuando escucho la puerta sonar y estoy seguro, —no sé cómo — que es ella. Ni de coña iré abrir.

— ¿Alice, esperas a alguien? —Grité desde mi habitación, casi esperé que me dijera que sí, que era Jasper, aunque odiara a ese cabrón por pervertir a mi niña lo prefería a él.

— Ajá, ¿puedes abrirle a Bells? Estoy ocupada — recibí como respuesta de mi duende favorito. La quiero matar ahora mismo. Con un suspiro me levanté de mi cama y tomé una camisa la cual vestí mientras bajaba las escaleras para abrir la puerta.

Al hacerlo, tuve una perfecta imagen de mi demonio, es decir, de la mejor amiga de mi hermana. Noté como su mirada hacía un repasón de mi cuerpo y casi me ahogo ahí parado. Tuve que carraspear antes de hablar.

— Isabella, ¿necesitas algo? — sabía que ella venía por mi hermana, obviamente, pero nunca dije que no me gustara devolverle todo lo que me hacía. La morena me lanzó una mirada de mierda antes de fruncir su ceño.

— Ugh, ¿puedes decirme Bella? Odio como usas ese tono en mi nombre. — se cruzó de brazos y alcancé a notar como un leve sonroso se apoderaba de sus mejillas. Lindo.

— Bella — enfaticé en su apodo con una sonrisa divertida en mi rostro — ¿a qué debo tu visita?

— No le busco a usted, profesor. — Ella también usó aquel tonito en mi profesión y poniéndose de puntitas intentó mirar sobre mi hombro — ¿Está Alice? Ella dijo que estaría aquí.

Al hacer esto noté como su camisa que caía por su hombro se descolocaba dejando que alcanzara a ver la curva en el valle de sus senos. Cerré mis ojos y me hice a un lado dejándola pasar, no era capaz de hablar, por lo que señalé la habitación donde estaba mi hermana.

Necesitaba una ducha urgente, y por ducha quiero decir paja. Joder.

Llaman al timbre, salgo a mirar,
y abro la puerta y estas ahí,
dulce regalo que Satanás,
manda para mí.

Las chicas iban a estudiar juntas, eso me enteré cuando regresé de mi "ducha". Quería maldecir y salir a comprar un apartamento para mí solo donde estuviera lejos de la tentación hecha carne, pero era tanta perdida de dinero cuando en la casa de mis padres permanecía sola — ya que ellos viajaban a menudo — sin contar que de este modo podría cuidar de Alice cuando ellos no estaban.

Tenía que usar la biblioteca para terminar de escribir un artículo en el cual estaba trabajando, el único problema es que allí tenía una perfecta vista del living, que era el lugar donde las chicas estaban. Dios, alcanzaba a oír sus risas, su risa, maldita sea, era un coro de ángel tintineando alrededor, hasta me permití sonreír. Pero, su tema de conversación cambió a uno que me negaba a escuchar, es decir, ¡Alice es muy pequeña para hablar de chicos! Aunque ella tenga novio o lo que sea que el cabron rubio sea, jodida mierda, no quiero escuchar más. ¿Cómo que Newton invitó a mi ángel a salir? No, no, me niego a que Isabella salga con él.

Estaba tan concentrado en la nueva información que tenía, que di un pequeño salto cuando la cantarina voz de Alice me llamó:

— Eddie —tarareó. Ugh, ella sabe cuánto odio que me diga de ese modo. Rodé mis ojos y contesté un escuálido "¿Qué?", esperé que volviese hablar mientras me quitaba mis lentes y pasaba mis puños por mis ojos. No lograba sacarme la imagen de Bella con ese niñato. — ¿Puedes ayudarnos con algo?

Caminé hasta ellas y las encontré a ambas mirándome con esos ojos del gato de Shrek, casi suelto una carcajada, pero mi cabeza volvió a una escena donde Newton besara a mi ángel. Asqueroso.

— Sólo si puedes, Edward — se adelantó agregar Bella con una mueca de disculpa. — Te ves un tanto ocupado o preocupado.

Tuve que negar, además, de lo preciosa que era, también era amable y jodidamente inteligente. ¿Por qué la llamaba demonio? Ah, sí, en ese momento su labio quedó atrapado entre sus dientes y yo… Señor.

— No es nada, Bella. Creo que puedo ayudarlas, si Alice algún día deja de decirme "Eddie" — Alcé mi ceja hacía ella y solo obtuve una mirada de "Love ya, big bro", sonreí a mi pesar. — ¿En qué soy bueno?

No sé si fue mi pervertida imaginación pero escuché un bajo murmuro proveniente de los labios de Isabella que decían: "Dios, en muchas cosas. Como volverme loca" Já, ya quisiera yo volverte loca, nena.

— Es cálculo — respondió la duende mientras Bella hacía una mueca de desprecio. Odiaba los números, me lo confesó un día, me provocó ternura; ella era una chica de las ciencias sociales, en definitiva. Por mi parte, había estudiado física, por lo que los números eran mi vida.

Asentí y me senté en medio de ambas para explicarles — Esta bien, empecemos por lo básico… — inicié la explicación.

Fue la tortura más grande que he tenido que sopesar en mi vida, fue imposible. Notaba como su pequeña nariz se arrugaba cuando no entendía o mordía sus labios superior si estaba cansada de repetir un ejercicio, tan malditamente linda. Estaba muriendo lento y dolorosamente.

Su asignatura que va a aprobar,
explíqueme otra vez la lección,
deme una clase particular,
señor profesor.

Estoy por pensar que ella sabe lo que provoca en mí, esa mirada en sus ojos, joder, sí esa mirada que ninguno de resistiría pero yo debo hacerlo porque ella es mi alumna. Mi alumna que tiene la misma edad que mi pequeña hermana. Sí.

Es que ya hasta sueño con su piel y qué tan dulce seria recorrer cada lunar con mis labios. No puedo dormir, no puedo trabajar, ¿acaso no tiene nada más por hacer que hacerme sufrir?

Lolita, me excitas,
perversa piel de melocotón,
Lolita, maldita,
de adolescente sin corazón.

Era lunes en la mañana, y aunque los alumnos piensen que nosotros los profesores amamos este día, eso son puras patrañas. Desearía estar de regreso a mi cama y ahora con más razón cuando las chicas entraron e Isabella sin reparo alguno me sonrió… me sonrió coquetamente.

La clase empieza conmigo hablando de los movimientos uniformemente rectilíneos, cada que alzo mi mirada logro notarla tomando nota en su cuaderno, mordiendo la punta de su lápiz, dejando ver el borde de su lengua roja. Oh, Dios, necesitaba sentarme o los demás estudiantes empezarán a notar mi erección. A salvo por mi escritorio sigo hablando, intentando que mi voz no se quiebre, pero es casi imposible cuando ella cruza sus níveas piernas obligando a que su falda suba un poco más. Demonios, esto es un infierno, la dulce Bella lleva un liguero.

¿Qué se supone que estaba diciendo?

— Chicos, h…hagan los ejercicios de la página 210. — cubro mi rostro con ambas manos. Esto no puede ser cierto. Ella es solo una niña. Mierda.

Bajo la falda de colegial,
cruzas las piernas con intención,
y tu ligero me hace olvidar,
la lección.

Dios, otro día, otra tortura. Pero… no llegó a clases, no pude evitar preocuparme. Mi mirada se dirigió rápidamente a mi hermana y rogué que nadie más haya notado este pequeño intercambio. ¿Por qué ella entendió lo que me preocupaba? No lo sé, de todas formas con una suave sonrisa me tranquilizó. Luego buscaría más respuestas y suponía que la duende también me haría una entrevista para saber que pasa entre su mejor amiga y yo.

Nada, no pasa nada, ¿cierto?

Como un infierno, se supone que si ella no está en clase debería estar más concentrado que cuando la tengo cruzando sus piernas para mí. Pero, no, así no funciona. Esta niña me tiene peor de lo que imaginé, terminaré loco.

Hoy no has venido
y había francés,
vas a arruinar mi reputación,
sobresaliente te puse ayer,
en pasión.

Nos volvemos a ver y no lo logro encontrar la fuerza para aguantar a esos ojos de niña, que no me deja tener noches completas, que me retan, que sé que juegan conmigo. Y por primera vez, rendido a ella, también quiero jugar. Así empezó una batalla donde ambos, completamente estamos aceptado esta locura de atracción. Es una niña, Cullen. Es mi niña, maldita sea.

No tenía la menor idea que hora era, llevamos mucho tiempo sólo mirándonos en un salón desierto del último piso del edificio, ¿cómo llegó aquí? No tengo idea, ¿cómo llegué aquí? Maquinaciones de Alice Cullen. Y ella sigue jugando con su cabello, con sus labios, con sus ojos. No lo soporto más. Doy un par de pasos y me encuentro con todo su cuerpo frente mío, tan cerca que cada que toma respiraciones puedo sentir su aliento, alzó una mano hasta ahuecar su mejilla en ella y alzando un poco su rostro rozo nuestros labios.

Deliciosa tentación. Suave. Diablos, necesito más.

La besé, como hace meses quería y necesitaba hacerlo. Mi boca junto a la suya robando su aliento, compartiendo el mío por no sé cuánto tiempo. Cuando nos faltó el oxígeno, con sus labios rojos por mis besos sonrió ladinamente — nadie lo creería si notara sus mejillas teñidas de rosa— antes de murmurar con voz ronca:

— Señor profesor… creo que necesito otro par de lecciones, ¿no piensa igual? — Malditamente caliente, tuve que contener un jadeo.

— ¿Qué crees que diría tu padre?

Charlie Swan el policía del pueblo colgará mis bolas en la estancia después de matarme. Pero no me importa si puedo seguir sosteniendo el pequeño, delicado y angelical cuerpo de Isabella Swan, su ángel, su demonio, su niña.

Niña de fuego
con labios de mujer fatal,
donde se entere de nuestros juegos
tu papá...


Hola, hola, aquí traigo otras de las historias que sobrevivieron y ahora me gusta mucho más como salió. Así, que gracias por leer y así.

Nos vemos en una próxima.