Prefacio:

Subsistir en un mundo rebosante de falacias, en el cual lo fantástico y mítico es referente a lo irreal. Yo… acordonada de una humanidad lujuriosa, superficial, prepotente y narcisista, Personas de las cuales deseaba escapar… Ahora que llegas agradezco segundo a segundo tu presencia. Eres la prueba viva de que mi vida no ha sido en vano ¡existes!... ¡no me equivoque!

Para bien o para mal el destino me unió a ti… y aunque peligré mi vida, ni la oleada más fuerte de viento lograra separarme de ti, Mejor dicho NADA podrá alejarme de ti.

Fan fic beteado por: Yanina Barboza (Betas FFAD)

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Queda absolutamente prohibido publicar este fic sin mi previa autorización... ¡NO AL PLAGIO!


Capítulo Beteado por: Yanina Barboza (Betas FFAD)

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Capítulo 1.

Desquiciada


Y veme aquí otra noche, buscando en el oscuro cielo algo que me ayudase a profundizar mis teorías y pensamientos. El estudio sobre vampiros se había convertido en una obsesión para mí, miles de teorías rondaban mi cabeza. ¿Cuál sería la cierta?, ¿serían todas las ciertas? En tres años de estudios, rechazos y catalogaciones de locura, que me frecuentaban, siempre aseguré la existencia de los vampiros. ¡Los vampiros existen!

Sí... la verdad me catalogaría como una obsesionada por los vampiros, desde aquella pasada noche a mis cortos 8 años, fue una espeluznante noche que nunca olvidaré...

*Flash back*

—Mami, mami quiero que me leas ese cuento —le dije señalando aquel libro que descansaba sobre la repisa.

—No amor, aún estas muy pequeña para leer ése tipo de cuentos —decía mientras acariciaba tiernamente mi cabello.

—Por favor. —Le di un fuerte abrazo.

—Está bien —dijo levantándose del sofá en el que estábamos para dirigirse a la repisa... tan pronto como llegó se sentó a mi lado y comenzó a narrar:

Erase una vez un vampiro que vivía en una cueva cercana a Pocopolis.

Los habitantes del pueblo le temían mucho, ya que por las noches - especialmente las oscuras y tenebrosas- salía a buscar a sus víctimas y cuando las encontraba, las atacaba y les chupaba la sangre. Los habitantes del pueblo, estaban desesperados y asustados, no sabían qué hacer.

Hasta que se les ocurrió una gran idea ¡clavarle una estaca en el corazón del malvado vampiro! Se organizaron y comenzaron la gran tarea.

A la cueva, y de día se acercaban las personas con más coraje; pero cada vez que uno se acercaba a clavarle la estaca, el vampiro se daba cuenta y los mordía alrededor del cuello, y les chupaba la sangre.

Así les pasó a muchos habitantes de Pocopolis. Pero un día, un pobre, flacucho y triste campesino que se había ofrecido muchas veces a entrar en la cueva, y no lo dejaban por su aspecto, fue decidido a entrar. Nadie lo podía creer, que el flacucho se animara, y mientras el vampiro dormía.

Como él era muy delgado, no hizo ruido con los pies, se acercó y le clavó la estaca. Salió saltando de alegría, y desde ese día todos los habitantes vivieron felices. Fin.

—Mami, mami ¿eso es real? —pregunté asustada por aquel cuento.

—Claro que no hijita, cuando estés un poco más grande lo entenderás, ahora a dormir. —Con suma suavidad puso el edredón hasta mi cuello y depositó un beso en mi frente.

Pero por alguna razón, creía en que esto era verdadero.

*Fin del flash back*

Muchos se preguntaban por qué aquella historia había causado tanto impacto en mí. Pero ni yo tenía la respuesta, solo sabía que el hecho de chupar la sangre llamaba mi atención.

A mis 10 años, tuve la posibilidad de ir a una sala de internet sin la compañía de mi madre, ya que desde esa fecha no dejaba de tener pesadillas con vampiros y estacas en el corazón. Era hora de enfrentar mi primera duda, así que digité: '¿existen los vampiros?' y me frustré al ver que algunos decían sí y otros decían no ¿cómo lo resolvería?, digité: historias verdaderas sobre vampiros. Apareció una historia que me llamó la atención, ojalá también a ustedes.

*Flash back*

Mi verdadero nombre no os diría nada, si lo mencionase os preguntaríais "¿Quién es ese tío?" "No me suena de nada". Pero algunos de vosotros tal vez recordéis a "A. Van Helsing" el seudónimo con el que firmaba mis novelas de vampiros, que alcanzaron cierta fama hace algunos años.

Cómo me río ahora de los vampiros literarios. De los vampiros de las novelas góticas, que huían de los ajos, las cruces y se ocultaban de día en frías criptas en cementerios abandonados. Y de los vampiros de las novelas modernas, todos muy bellos viviendo rodeados de lujo, melancólicos y románticos. Incluso me río de mis propias creaciones, que eran mucho más cercanas a la realidad.

Os preguntaréis cómo puedo hacer esta última afirmación. Tal vez suene presuntuoso decir que mi visión de los vampiros era más real que la de otros autores, pero he podido constatarlo de forma empírica. Veréis... ahora soy un vampiro.

Todo empezó cierta noche de junio cuando me encontraba en la terraza de un conocido bar del centro. Estaba tomando notas en una libreta, un esbozo de mi siguiente novela. Siempre empezaba mis creaciones en papel, me ayudaba a concentrarme en lo que hacía y hasta que no tenía una idea clara de cómo se desarrollaría el relato no tocaba el ordenador.

—Puedo oírlos desde aquí.

Miré al hombre que había hablado. No le había visto sentarse a mi lado y lo atribuí a mi concentración en lo que escribía.

— ¿Cómo dice?

—Los engranajes de tu cerebro, puedo oírlos desde aquí. Tu mente no se queda quieta, ¿eh?

Lo observé detenidamente. Aparentaba unos 30 años, tenía un rostro agradable, ojos oscuros de mirada profunda, nariz pequeña, labios carnosos, pelo negro y largo que le caía hasta los hombros. Vestía un traje claro y una camisa blanca que llevaba desabotonada casi hasta la cintura. Era un hombre atractivo a pesar de la gran palidez de su piel.

— ¿Quién es usted y qué quiere de mí?

Ya estaba acostumbrado a un cierto grado de fama y no habría sido la primera vez que un fan me pedía un autógrafo.

—Quien soy no tiene importancia, digamos que soy un fan. He leído tus novelas, me encantan tus personajes, son muy reales.

— ¿Reales? ¡Por amor de Dios, son vampiros! ¿Cómo van a ser reales?

— ¿Es qué no crees en los vampiros?

—Claro que no, son un mito. Un mito que me da de comer, es cierto, pero no por eso voy a creer en ellos.

El hombre se puso a reír al oír mi respuesta como si le hubiera contado un chiste. Al hacerlo mostró su dentadura en la que resaltaban dos largos colmillos, que sobresalían como un centímetro del resto. Había oído que algunos frikis de los vampiros se cambiaban sus propias piezas dentales por prótesis fijas para parecerse a los personajes de su obsesión, pero nunca me había encontrado con uno.

— ¡Qué curioso!, tu acierto a la hora de describirnos me hizo pensar que habías conocido a uno de nosotros.

—Y ahora me dirá que usted es un vampiro.

—Desde hace casi 200 años.

Esta vez el que se rió como de un buen chiste fui yo. Pero eso no desanimó a mi interlocutor, esperó tranquilamente, con una sonrisa en los labios a que cesase mi ataque de risa.

—Ya veo que no me crees. Pero puedo demostrártelo.

— ¿Cómo?

—Hoy aún no he cazado. ¿Te gustaría acompañarme?

—Dices que mis personajes son como los vampiros reales.

—Sí.

—Mis personajes ocultan al mundo su condición, son muy cuidadosos en ese punto. Y ahora tú quieres mostrarme como cazas. ¿No es eso una incongruencia?

—Sí, pero ya te he dicho que soy uno de tus fans. Me gustaría que me vieras en acción.

Tal vez aquí deba hacer un inciso para explicar a aquellos que no habéis leído mis novelas -no os guardo rencor por ello-, cómo son los vampiros que en ellas aparecen.

Mis vampiros no actúan como los de otros autores. No son terribles y patéticos como en las novelas góticas; ni hermosos y melancólicos como en las novelas más modernas.

Mis vampiros se comportan como gente normal, con la simple particularidad de que viven de noche y se alimentan de sangre humana. La mayoría tienen empleos anodinos como taxistas en turno de noche, vigilantes nocturnos, etc. No lo necesitan realmente para vivir, pero les ayuda a pasar desapercibidos.

El dinero que ganan en sus empleos lo gastan en lo mismo que vosotros. Renuevan su vestuario, pagan el alquiler, compran música o van al cine. Igual que vosotros. Esos empleos nocturnos, además, les dan la excusa perfecta ante sus vecinos para salir sólo de noche.

No precisan de lugares secretos de reunión para relacionarse entre sí ya que cuando dos vampiros coinciden en algún lugar, se reconocen como lo que son, aunque no se hayan visto nunca hasta ese momento.

Los ajos, las cruces, la plata... no les afectan más de como afectarían a un humano. En cuanto a las estacas, sí, son efectivas, pero... ¿qué creéis que os pasaría a vosotros si os clavasen una estaca en el corazón?

Fin del inciso.

Acepté la propuesta del desconocido, que finalmente se presentó como Marcos. Tenía curiosidad por ver qué clase de pantomima me había preparado para convencerme de que era un vampiro auténtico.

Marcos insistió en invitarme y depositó sobre la mesa un billete que pagaba con creces mi consumición. Sin esperar el cambio, me indicó que le siguiera.

Nos introdujimos en el casco antiguo, un laberinto de callejuelas estrechas y oscuras. Marcos parecía conocer la zona, ya que se movía por allí como si supiera hacia donde iba. Nos paramos ante un callejón más estrecho y oscuro que la mayoría.

—Éste es un buen lugar, ven.

Le seguí hasta el fondo del callejón que acababa bruscamente en un muro.

— ¿Es aquí donde cazarás a tu próxima víctima?

—Sí.

— ¿Y cómo piensas atraerla hasta aquí?

—No lo has entendido, ya he atraído a mi víctima.

Antes de darme cuenta ya me había inmovilizado contra la pared. Noté como clavaba sus colmillos en mi cuello, mientras su mano apretaba mi tráquea para impedirme gritar.

Poco a poco fue succionando mi sangre mientras yo sentía la vida escapar de mi cuerpo con cada sorbo de ese monstruo. Finalmente me soltó y caí al suelo sin fuerzas.

Me miró con una sonrisa y pude ver como su piel absorbía las pocas gotas de sangre que su boca había dejado escapar.

—Ya sabes lo que viene ahora, ¿no?

Le dirigí una mirada interrogativa. No estaba muy seguro de a qué se refería.

—Puedes morir aquí, en este maloliente rincón, o puedes seguir viviendo... para siempre.

Sacó una pequeña navaja de su bolsillo y se hizo un corte en el antebrazo.

—Tú elijes.

Miré la sangre correr por su pálida piel, me pareció que brillaba con luz propia y sentí su olor, un olor que se me antojaba dulce como la miel.

Acerqué los labios a la herida y succioné con fuerza, el sabor era tan dulce como había supuesto. Bebí largamente, con glotonería, después perdí el conocimiento.

Desperté tumbado en una cama, en una habitación completamente a oscuras.

Como en mis novelas, los ataúdes no eran necesarios, bastaba con impedir la entrada del sol en una habitación.

Volvía a ser de noche, aunque la ventana estaba bien tapada con una tabla de madera, de alguna manera lo sabía.

Y por primera vez, sentí la sed.

Marcos entró en ese momento en la habitación y me sonrió.

—Ven, ya es hora, nos vamos de caza.

Cazamos juntos esa noche, la siguiente y la siguiente a esa...

Viví y cacé junto a Marcos durante casi un año, entonces lo abandoné. Él, me enseñó como sobrevivir con mi nueva condición. Eso es algo que nunca dejaré de agradecerle, pero también me hizo lo que soy ahora y eso es algo que nunca podré perdonarle.

Ahora vivo en otro país. He adoptado otra identidad, pero para ganarme la vida sigo escribiendo. Entrego mi trabajo por correo electrónico y cobro mis honorarios directamente en mi cuenta del banco. Le conté a mi nuevo editor que tengo una rara enfermedad que me obliga a permanecer aislado, así no tengo que asistir a ninguna rueda de prensa o convención.

No he vuelto a escribir ninguna historia de vampiros. Ahora escribo novelas románticas bajo seudónimo femenino, y lo más divertido es que se venden mejor que las otras.

Por las noches cazo y me alimento. Aún no he convertido a nadie ni tengo intención de hacerlo. Pero nunca se sabe.

Si alguna vez uno de vosotros cree ver en alguna calle oscura a aquel escritor de novelas de vampiros que tanto os gustaban, no os acerquéis a pedirle un autógrafo. Lo mejor que podéis hacer es dar media vuelta y huir como si vuestra vida dependiera de ello.

Porque así será.

*Fin del flash back*