Antes que todo...

Ni Naruto, ni Konoha, ni mucho menos el increíble Sasuke me pertencen, sino a la genial cabeza de Masashi Kishimoto (siempre lo amaré por darme este fandom para hacer mis sueños realidad)

¡Wow! El primer fic de Naruto que publico.

La idea surgió casualmente mientras miraba un concierto en el teatro (qué extraño) y no me pude aguantar a escribirla. Normalmente todas esas tramas espontáneas que surgen en mi mente en momentos aleatorios se van directo al montón de cuadernos. Pero esta tuvo la suerte de pasar a digital de inmediato. Es la primera.

Como les he dicho, es mi primer trabajo real, así que por favor tenganme compasión *llora como Naruto cuando tiene hambre*

Si les gusta, si no les gusta, si quieren darme alguna sugerencia (siempre de forma constructiva, claro) haganlo en los reviews, me harán muy pero muy feliz. Recuerden, mientras más reviews, menos tardo en actualizar. Estoy por salir de vacaciones así que quizá tenga mucho tiempo.

Y basta de cháchara, los dejo con el fic. ¡Que lo disfruten!


.

.

Yo no solía ir a pubs, ni fiestas, ni nada.

Pero yo misma había citado a mi senpai allí, porque había prometido a Ino acompañarla y ya no había manera de cancelarle a esa mula terca.

.

.

Primer error de la noche.

.

.

De todos modos, había algo bueno en todo aquello. Aquel chico. Se me había quedado mirando varias veces desde que había llegado, solo. Ino también lo había notado, porque me sonreía pícara de vez en cuando alternando los ojos entre él y yo. Hacía veinte minutos que estaba apoyado en la barra del frente sin compañía alguna; al parecer tenía intención de cambiar esa situación.

Imposible no ponerse nerviosa cuando nuestras miradas se toparon al yo girarme para comprobar nuestra teoría. Y me sentí una diosa cuando supe que su atención era únicamente para mí y no de esas otras perras que se le habían quedado mirando también. Tuve el tremendo deseo de sacarles la lengua y moverles el trasero en la cara, pero se vería muy infantil. Yo quería impresionar, no quedar como una completa idiota.

Es que era taaan guapo. Y yo estaba taaan necesitada de alguien como él.

.

−Frentezota, no te gires ahora pero el guapote de hace un rato viene caminado directamente hacia nosotras –para ese entonces, pasada la una de la mañana, yo ya no podía pensar claramente.

−¿Cómo? –hice exactamente lo contrario, para luego voltear rápidamente la cabeza sonrojada hasta las orejas−. ¡Que no venga! ¿Qué le voy a decir?

Ella río sonoramente y me miró como la idiota que era.

−Anda ya, tonta. Si consigues su número, te lavo la ropa por una semana. Si no, tú lo harás. ¿Trato?

Me extendió su mano. Siempre hacíamos ese tipo de apuestas pequeñas, pero la espontaneidad de esta vez se debía a su obvio intento por elevar mi ánimo. Acepté vigorosamente; tenía ganas de verla sufrir.

−Está bien, cerda, pero sólo si la lavas a mano–asintió, no sin resignación. Me conocía bien. Sonreí victoriosa, y bebiéndome otros cuantos tragos del vaso que me tendió el barman, me di la vuelta para esperarlo como si nunca hubiese estado enterada de nada.

No me venía mal un segundo número de teléfono en dos días. De hecho, sería mi récord mundial.

Está bien; que tu tutor de matemáticas te ofrezca llevarte a casa y que en el camino te dé su número para contactarse y fijar los encuentros podría no contar.

De hecho, NO contaba.

Pero era muy lindo imaginar que sí, aún más cuando aquel chico –aunque tan callado y desesperante, que me sacó de mis casillas más fácil que Naruto con hambre y sin dinero− era tan inteligente, rico y atractivo como lo era él. Creo que me había hecho demasiadas ilusiones.

Y gracias a Dios. Porque tampoco quería estar soportando tener clases extra con un maldito nerd antisocial.

Es que definitivamente la sugerencia de mi querido profesor Kakashi –nótese la ironía− de que debía tomar un tutor para rendir bien los exámenes de su materia – que era la única que no aprobaba a la perfección, maldición− no había llegado en el mejor momento para mi humor. Si no me creen, pregúntenle a la costilla rota de Naruto.

Es broma, pero estuvo muy cerca de ser así. Si hubiese servido para no volver a escuchar sus estúpidas carcajadas, definitivamente hubiese sido así.

Jodida Ino y su alcohol, que me hace tener este tipo de pensamientos tan bizarros.

Apenas terminé otra copa más, el chico llamó mi atención.

−Hey.

−Eh, hola –me giré hacia él procurando que mi vestido se viera un poco sexy. Fingí sorpresa cuando lo vi.

−¿Te molestaría acompañarme por allí un rato? –señaló pacíficamente un rincón cercano. Sentí las risitas de Ino tras de mí.

−No, claro que no –sonreí como pude y comencé a andar. ¡Wow! Que te invitaran de esa forma a un lugar como ese no podría significar nada… correcto, y la mirada que Ino me dedicó cuando volteé a verla medio victoriosa no hizo más que confirmármelo.

Esa sería mi noche.

Caminé de la manera más sensual que pude –aunque con mi falta de equilibrio toda esa sensualidad se fuese al retrete−, mientras algo dentro de mí me pedía a gritos que me comportara más como una dama. Dama que no era completamente, por supuesto. No con seis vasos de vodka y dos mojitos adentro.

Cuando sentí que estábamos bien alejados pero lo suficientemente cerca para que la cerda observara la escena, paré y me di la vuelta. Me topé de lleno con su mirada y me sentí débil; no supe si por el alcohol ingerido o por lo intenso que se sentían aquellos ojos intimidantes y negros. Le sonreí de nuevo, no sin algo de timidez contenida.

Esperaba que dijera algo interesante. No sé, para intentar ligar, digo.

En vez de eso…

−Haruno Sakura, tercero A, ¿no? –se apoyó relajadamente en la pared contigua con los brazos cruzados. Me congelé.

Hasta un comentario sobre el clima me hubiese venido mejor.

−¿Te conozco? –pero no lo parecía; suelo recordar los rostros aún tan ebria y el suyo no estaba entre mis archivos mentales.

−No, claro que no –sonrió ladinamente. Sus palabras me hicieron sentir pequeña y babosa.

−Pero sabes mi nombre.

−Entonces sí eres Sakura. – Asentí. Me observó arrogante, me sentí más pequeña si cabía. ¿Ni siquiera me diría su nombre a cambio? Qué bastardo.

−¿P-por qué sabes mi nombre? –tuve que afirmarme discretamente de la pared contigua con las manos; el efecto estaba empeorando considerablemente. No supe si por el chico extraño este, o por el alcohol.

Nuevamente me sonrió de esa manera provocativa y no pude evitar sonreír bobalicona.

−Porque mi hermano me mandó a buscarte... aquí –simple, conciso y despectivo. ¿Su hermano?

−Ah, tu hermano –reí ocultando mi rubor, como una idiota. Intenté concentrarme en recordar a quién rayos se refería pero no llegué a puerto.

−¿No sabes de qué hablo, no es así? –me miró de manera extraña, pero por más que intenté no pude descifrar nada en sus ojos. Esa voz fría me estaba matando en todos los sentidos. Simplemente negué.− Mi hermano es tu tutor de matemáticas. No ha podido venir, dice que lo siente.

Oh, Dios–pensé. Itachi, su hermano. Supuse entonces que aquel no podía ser nadie más que Uchiha Sasuke, aquel chico que era presa fácil de las malas lenguas femeninas de mi escuela; he ahí la explicación del parecido.

Así que los chicos guapos venían en paquetes dobles, ¿eh?. ¡Bonus, Sakura! Si consigues su número serás la ídola de Ino Yamanaka −alias la cerda− por el resto de la eternidad. Y quizá de toda la escuela si llegaban a enterarse –lo cual era muy probable conociendo a esa rubia.

−Ah, cierto, tenía que venir –y sinceramente, a esas alturas de la noche, Itachi y su ausencia ya me valían pepino. ¡Qué vergüenza! Era por ese retraso inesperado que Ino había decidido levantar mi ánimo obligándome a beber tanto (consiguió su propósito al menos)

−Me ha dicho que te entregue esto. – Sacó de un maletín –que yo anteriormente ni había notado− un par de hojas envueltas en una funda transparente y me las tendió. No recordaba ni remotamente para qué eran, pero las tomé igual.

Creí notar en su rostro cierto gesto de desprecio cuando lo miré de reojo. Quizá el tufo asqueroso que probablemente salía de mi boca debió topar sus fosas nasales por error al acercarme. ¡Qué asco! Aunque bien hubiese podido haber sido por el lugar... es que ¿qué chica podía ser tan idiota como para citar a su tutor a mitad de la noche en medio de una fiesta? No tenía otra opción tampoco, pero aún así...

−Gracias –Se limitó a hacerme una leve inclinación con su cabeza, y se dispuso a irse. ¿Así como así? Se me hizo extraño que Ino no se apareciera de repente para burlarse de la situación tan desastrosa que había generado. Al parecer no lo había notado, porque cuando la busqué su mirada me cuestionaba silenciosamente sobre el progreso de mi ya cercana derrota, pero apenas Sasuke se alejara no habría vuelta atrás.

Aunque aún no estaba todo perdido.

−¿Cómo has sabido que era yo a quien buscabas, Sasuke-kun? –Lo tomé suavemente –lo más que pude en mi estado− de su manga derecha y lo hice girarse hacia mí. Sonrisa coqueta, escote pronunciado: mezcla perfecta. De nuevo aquel brillo indescifrable en sus ojos cuando escuchó cómo lo llamé.

Creo que si me hubiese visto a mí misma en ese plan en algún espejo imaginario, hubiese vomitado sobre él.

Hablando de vomitar… Tragué saliva para aguantármelo.

−Pues –hizo una pequeña pausa, mientras se libraba rápidamente de mi agarre. ¡Mierda! De seguro era de esos típicos niños ricos de mami con complejo de toalla desinfectante−. Mi hermano me dijo que te reconocería de inmediato; que eras un chica muy agresiva. Al parecer se equivocó –No supe si era un cumplido o una ofensa bien escondida. ¿Otra vez el tufo?

−¡Qué gracioso es tu hermano! –recargué mi peso en mis manos contra la pared y me reí como la idiota que soy. Es que realmente me había hecho gracia imaginar a Itachi diciendo eso, imitándome torpemente cuando golpeaba a Naruto o algo así−. ¿Entonces cómo me pudiste reconocer? –agregué intentando acercarme.

¿Por qué mierda cuando estás borracha olvidas tan rápido tus frenos morales y tu dignidad? Debí parecer una completa estúpida haciendo lo que estaba haciendo.

−Él también agregó el pequeño detalle del color de tu cabello.

−Ah, claro –tonta. Mis manos jugaron con el mismo por inercia mientras batía mis pestañas. Tonta de nuevo; perdí el equilibrio al soltarme de la pared.

−¿Estás bien? –pero no parecía nada preocupado. Incluso sonrió.

−Sí, no hay problema–y con la poca dignidad que me quedaba, me puse de pie como pude.

.

.

Segundo error. Y con humillación incluida.

.

.

Ni siquiera se dignó a ofrecerme uno de sus brazos y ayudarme. No, sólo se quedó allí, mirándome, mientras mis tacones se enredaban y me hacían trastabillar.

Sentí ganas infinitas de mandarle un golpe en plena cara cuando vi la forma en que me miraba. Pero me contuve, porque aún con alcohol, yo era una señorita.

Y porque dudaba que siquiera pudiese acertarle a su cuerpo en general.

.

.

¿Realmente podría ir esto peor?

.

.