Bueno, a modo de explicación, diré que Hellsing y todos sus personajes pertenecen a Kouta Hirano y no a mí (ya quisiera que Alucard fuera mío, jus...) Michelle sí me pertenece. He 'mezclado' algunas cosas del juego de rol Mundo de Tinieblas para adaptar mejor algunas cosas de Hellsing. Por ejemplo, diré que los Lasombra son un clan de vampiros que tienen por una de sus Disciplinas el control de las sombras (es obvio el por qué Alucard pertenece a este clan, al menos en esta versión mía... más adelante expondré que más disciplinas tiene). Y los Tremere, que también mencionaré, son un Clan de vampiros que antes de vampiros, fueron magos, y controlan la hechicería, cuyo nombre es Taumaturgia, y se divide en Sendas. Más adelante ya explicaré más cosas sobre ello. Por último, los Brujah, son vampiros guerreros e intelectuales. Creo que no me dejo nada... si no, ya sabéis, las dudas, felicitaciones, tomatazos y demás, me los dejáis en reviews xD Sin más dilación, ahí vamos.
Afueras de Londres.
Ya era noche cerrada, oscura y brumosa, con negros nubarrones que amenazaban tormenta. La luna llena brillaba con una tonalidad rojiza que le daba un matiz sanguinolento, aterrador, pero a la vez extrañamente atrayente, como el presagio de sangre derramada.
Entre las ruinas de un edificio que había sido destruido por una bomba durante la II Guerra Mundial, un pequeño grupo de oscuras figuras se movían con rapidez, mirando hacia atrás con aprensión, pero a la vez acechantes como lobos. Los vampiros, pues no eran otra cosa, se emboscaron en las piedras rotas para intentar pillar por sorpresa a su perseguidor. Aunque no le oían, sabían que estaba cada vez más cerca.
A cierta distancia de ellos, otra oscura figura se detuvo, al amparo de las sombras, quieta como una estatua, y les estudió mientras ellos se ocultaban. Sonrió, y el blanco de sus colmillos relumbró levemente en la oscuridad, mientras empezaba a caminar con total tranquilidad.
Nadie miró al cielo, donde varios murciélagos hicieron acto de presencia, revoloteando entre las ruinas.
Los vampiros emboscados apuntaron con sus armas a la hermosa joven que surgió de las sombras, encendiéndose un cigarrillo con ademán tranquilo. Era hermosa, innegablemente hermosa, con una belleza perfecta como la de una estatua clásica, y rasgos dulces en su rostro angelical, que ahora, pese a la radiante sonrisa que esbozaban sus rojos labios, parecían fríos y duros como la piedra. Poseía una larga cabellera rubia de graciosos y desenfadados bucles que se arremolinaban en torno a sus hombros y a su rostro. Pero quizá su rasgo más notable eran sus ojos. Sus ojos eran intensamente azules, y tan fríos como el hielo.
Se detuvo a varios pasos de ellos, sonriendo felinamente, mostrando sus afilados y blancos colmillos. Con una mano les hizo un gesto burlón, como diciendo Venid, venid…
Uno de los vampiros se puso en pie y desenvainó una katana, avanzando resueltamente hacia la vampira, mientras sus compañeros seguían apuntando con sus armas. Y todavía nadie se percató de que los murciélagos se arremolinaban justo detrás de ellos, en absoluto silencio.
La joven dio una lenta calada al cigarrillo, sosteniéndolo entre los labios, y después, con un leve gesto brusco, de las mangas de su larga gabardina de cuero negro surgieron sendas afiladas hojas. Ella cruzó las hojas ante si, en una postura relajada, sin perder la feroz sonrisa, como animándole a intentarlo.
El tipo se lanzó sobre ella con la espada en alto, lanzando varios golpes a una velocidad inhumana. Los demás observaban el duelo, nerviosos. Nadie se percató de que, en donde antes había un remolino de murciélagos ahora se alzaba un hombre ataviado con elegantes ropas, observando la lucha con interés.
La joven esquivó las primeras fintas con facilidad casi insultante, riendo en voz baja, y después, cuando pareció cansarse, con aparente descuido golpeó con la parte plana de una de las hojas la espalda del vampiro, que cayó de bruces al suelo.
El chasquido de los seguros de las armas al ser quitados ahogó la leve risita que procedía de la espalda de los vampiros que observaban la pelea. El de la katana, enfurecido, se levantó de un salto y se lanzó al ataque con renovado ahínco. Y ella pareció cansarse del juego.
Con desgana hizo dos rápidos movimientos, tan rápidos que a duras penas el público alcanzó a ver exactamente lo que había pasado, y la cabeza del vampiro rodó por el suelo hasta detenerse a los pies de sus compañeros. Acto seguido se convirtió en polvo, al igual que su cuerpo decapitado. Ella se enderezó y dio otra suave calada al cigarrillo, mirando al suelo, esperando al siguiente.
Desde detrás de los vampiros, empezó a sonar una serie de pausados aplausos, y ellos se volvieron con desconcierto. El desconocido avanzó hacia la luz, y ésta hizo relucir los cristales rojos de sus gafas de sol. Y también sus colmillos, a la vista debido a una gran sonrisa.
-Buen espectáculo. Pero no deberías perder tanto tiempo con estos despojos.
La vampira no pareció sorprendida por verle allí, y dio otra calada mientras contestaba alegremente.
-Si no, no es divertido, hombre… - alzó la vista, y sus ojos azules destellaron en la oscuridad.
Él se encogió de hombros y con un brusco movimiento y una sonrisa más bien maníaca hundió su mano enguantada en el pecho del vampiro más cercano, que se convulsionó y se redujo a mero polvo. Con ademán displicente se sacudió las manos
-La verdadera diversión está cuando luchas contra un rival aceptable, no contra ''esto'' – metió la mano bajo su amplio abrigo de cuero rojo para sacar un enorme pistolón plateado. Los pocos vampiros que quedaban prepararon sus armas, furiosos.
-Ya no quedan rivales aceptables – ella agarró por el cabello al vampiro que tenía más cercano y sin ningún miramiento le rebanó la cabeza. El vampiro también se redujo a polvo, y los que quedaban, atrapados entre los dos cazadores, empezaron a ponerse más y más nerviosos.
Al final lograron reaccionar y abrieron fuego. Una verdadera lluvia de balas cayó sobre el hombre que les acosaba desde atrás, y la tormenta de metralla causó verdaderos estragos en su carne. Extrañamente, el hombre acribillado no perdió su sonrisa, ni siquiera cuando cayó hecho trizas al suelo.
La vampira torció el gesto, quizá con pena, quizá con asco, pero siguió a lo suyo. Otros dos vampiros habían caído hechos polvo bajo sus cuchillas antes siquiera de que el resto se girara para hacerle frente. Mandó a uno de ellos de una patada sobre los restos sanguinolentos, y se encaró con los dos que quedaban en pie.
Antes incluso de que se dieran cuenta, uno de ellos se encontró con una de las afiladas hojas en la garganta, seccionándola… y cayó al suelo deshaciéndose en polvo. La vampira dio otra calada al cigarrillo, expulsando el humo por la comisura de los labios, mientras se volvía hacia el que quedaba en pie.
Cuando estaba a punto de abalanzarse sobre él, un estampido retumbó en la noche, y el vampiro cayó con un enorme boquete en el pecho. Ya en el suelo se redujo a polvo igual que sus compañeros. Entre las sombras, el supuestamente caído y misterioso hombre se incorporó como si tal cosa, con la enorme pistola plateada humeante en su mano, y manteniendo bien sujeto con los poderosos colmillos el cuello del vampiro que ella había enviado al suelo. Abrió la boca y el despojo cayó, desangrado, y deshaciéndose a su vez, mientras las heridas de su asesino se cerraban a toda velocidad, hasta que su ropa y piel quedaron intactas.
Ella pareció solo levemente sorprendida, pero se rehizo enseguida. Con ademán poco impresionado apuró el cigarrillo, y después se encendió otro con la colilla aún humeante. Ladeó la cabeza con curiosidad, mirándole fijamente, pero con el asomo de una sonrisa en sus labios.
-¿Cómo demonios…?
Él enfundó su arma, y acto seguido se colocó el sombrero. Después avanzó un par de pasos y tendió su mano a la sorprendida (aunque no lo demostrara) vampira.
-Por cierto, creo que no hemos sido presentados… mi nombre es Alucard. – a sus labios afloró una media sonrisa mientras la miraba apreciativamente.
-Michelle – la hermosa vampira extendió la mano y estrechó con firmeza la que Alucard le ofrecía, mirándole fijamente aunque no pudiera ver sus ojos debido a los cristales tintados de rojo de sus gafas de sol. Después devolvió las cuchillas a las profundidades de las mangas de su gabardina, con un apagado clic metálico, sin perderle de vista.
Él seguía observándola atentamente con esa sonrisa tan enervante, pero que al mismo tiempo, le atraía sin saber por qué. Y por la expresión de Alucard, la atracción era mutua. El desgarbado vampiro se ajustó los guantes con elegancia
-Hace una hermosa noche… Y yo aún puedo permitirme unas horas antes de volver. Podríamos dar un paseo. Tengo la impresión de que hay cosas que te intrigan de mí… y el sentimiento es mutuo.
Michelle sonrió de medio lado, dejando ver un perfecto y blanquísimo colmillo, que contrastaba fuertemente con sus labios color rojo sangre. Con coquetería se mesó el cabello, y elegantemente hizo una teatral reverencia, con un asomo de burla en sus brillantes ojos azules.
-Pues tú dirás…
Alucard le ofreció el brazo con galantería, y ella lo aceptó cortésmente.
-Hay por aquí una vieja iglesia en ruinas. Es un buen lugar para charlar…
Caminaron por las calles, paseando tranquilamente. De vez en cuando, Alucard lanzaba miradas de soslayo a la misteriosa muchacha que llevaba del brazo.
-Hay una duda que me atormenta… ¿qué hace una dama tan hermosa cazando alimañas bajo esta luna tan bella?
Michelle ladeó la cabeza hacia él, con una sonrisa seductora, y después rió en voz baja.
-Llevaba más de diez horas de avión, y estaba aburrida… Cuando aterricé en Heathrow los vi, y decidí rastrearlos y cazarlos… La verdad es que no me di prisa, hacía tiempo que no tenía 'vacaciones' ni salía de mi ciudad, y tenía ganas de divertirme un rato.
Él sonrió de nuevo, con esa sonrisa suya depredadora que le hacía tremendamente atractivo.
-Ya veo… yo, por desgracia, hace tiempo que no me muevo de Londres… supongo que tampoco me vendría mal viajar un poco, pero… esa decisión no depende de mi.
-Tampoco la mía – ella alzó la mirada para poder ver la luna, y agregó – Tengo un trabajo, digamos… 'absorbente', y un jefe absorbente también… No es mala persona, pero si no nos atenemos al plan que tenemos marcado, podrían destruirme, y destruir todo lo que quiero.
Alucard se quedó en silencio unos instantes, perdido en sus pensamientos. Después, contestó, con inusitada amargura en su voz.
-Yo no tengo ese problema… no tengo a nadie a quien perder ya.
Ambos siguieron caminando en silencio, y cada uno, para sus adentros, se sentía algo avergonzado. Acababan de conocerse, y prácticamente se estaban contando su vida. Finalmente, él volvió a tomar la palabra.
-Ese para quien trabajas… ¿merece respeto¿Es un líder digno?
Ella suspiró, con algo de hastío.
-Si no lo mereciera, haría muchísimo tiempo que hubiera acabado con él. No soporto a los incompetentes, y mucho menos a los inútiles. Es Príncipe, y muy Antiguo. No es uno de esos advenedizos de medio pelo que no han visto ni dos siglos y que se creen los amos del cotarro. A mi jefe lo Abrazaron durante las Guerras Médicas…
Él quedó pensativo otro largo rato, hasta que al final, volvió a sonreir.
-Entonces, al menos, cuentas con ese consuelo. Pero no hace falta ser una criatura milenaria para poseer dotes de lider... te lo digo por experiencia.
Ambos se detuvieron cuando ante ellos se alzó una imponente iglesia antigua de piedra, algo derruida pero aún hermosa. El templo se alzaba inmutable en la noche, con la piedra blanca bañada por la luz de la luna.
Michelle se detuvo, mirando con admiración apenas contenida la magnífica construcción, a pesar de estar ruinosa.
-Es… hermosa.
Alucard entró en el atrio, llevándola suavemente del brazo.
-La belleza se magnifica con el tiempo, como el buen vino… o como la pálida faz de una cazadora – la misma sonrisa lobuna asomó a sus labios, mientras clavaba sus ojos en los de la vampira a través de las gafas de sol.
Ella se sonrojó delicadamente, mientras avanzaban hacia el deslustrado altar.
-Quizá la cazadora se ha vuelto como el vinagre con los años… - apoyó la mano sobre la fría piedra, mirándole de reojo.
-Si te hubieras avinagrado no estariamos aquí en estos momentos, querida… Aunque por otro lado, yo también pienso a veces que me estoy volviendo viejo.
-Nunca se es demasiado viejo… Alucard. – se sentó de un salto sobre el altar, y con expresión infantil señaló sus gafas - ¿Nunca te las quitas?
-Solamente cuando hay algo que merezca la pena mirar – mientras hablaba, el vampiro se despojó de sus gafas y las guardó en un bolsillo, mirándola fijamente con sus ojos rojos como la sangre. Ella no pareció impresionada en lo más mínimo, y enarcó una ceja con picardía.
-¿Y hay algo que merezca la pena ser observado? – se quitó la gabardina negra de cuero, dejándola a un lado. Sobre ella depositó dos sais que llevaba en el cinturón.
-Quizá… - Alucard se quitó el sombrero, y lo dejó sobre el altar, dejando a la vista una larga melena oscura, más larga de lo que parecía a simple vista. Apoyó ambas manos sobre el altar, a los lados de la vampira sentada, y acercó su rostro al de ella, como un depredador, complacido por la calma glacial que ella mostraba.
Michelle alzó una de sus pálidas manos, cerrada en un puño excepto por el dedo índice extendido, y con la yema de ese dedo recorrió con suavidad los rasgos del vampiro ante ella, con expresión juguetona. Ambos volvieron a sentir esa innegable atracción, sin saber por qué, pero se sentían complacidos por ello. Y es que el juego es TAN divertido…
-¿A qué Clan perteneces…?
Él sonrió, con un quedo ronroneo.
-¿Importa el linaje entre dos criaturas como nosotros? Hace mucho que dejé de preocuparme por las diferencias entre Clanes y esas menudencias… Puedo asegurarte que toda la sangre es igual de roja. – alargó una de sus manos enguantadas para tomar la barbilla de la joven, apreciando mejor su rostro y su piel sin mácula.
-Me importa por si eres un Tremere… si es así, tendré que salir corriendo… - esbozó una sonrisa que demostraba claramente que de ser asi, correr sería lo último que ella haría. Su dedo seguía acariciando con suavidad cada centímetro de su rostro, con una lentitud arrebatadora.
Cuando su dedo llegó a acariciar los labios del vampiro, éste lo mordió con suavidad, sin clavar sus colmillos, mientras sus rojizos ojos seguían perdidos en los ojos azules que tenía ante si.
-Puedes estar tranquila entonces… - a su alrededor, la oscuridad pareció hacerse tangible, y súbitamente, la puerta desvencijada de la iglesia se cerró sin violencia.
Ella no apartó la mirada de él, pero aún asi pareció saber lo que había hecho, y sonrió.
-Lasombra… Bueno, al menos esos no me odian…
Sin saber como, de repente Alucard se encontraba más pegado a ella, cuyas piernas estaban a ambos lados de la cintura del vampiro. No se había movido, ni siquiera había hecho el gesto de empezar a moverse… simplemente se había deslizado hasta ahí, como una sombra.
Él volvió a esbozar esa sonrisa depredadora, evaluándola con evidente satisfacción. Hermosa, misteriosa, letal… Con un vistazo rápido, la examinó de pies a cabeza de nuevo. Botas con hebillas, altas hasta la rodilla y de aspecto pesado y fuerte, con puntera metálica incluida… pantalón ajustado de cuero negro con arnés en los muslos sujeto al cinturón para llevar dos pistolas… gabardina de cuero negro y bajo ella una camiseta de cuello alto, también ajustada y negra, con una gran cruz patada blanca en el pecho. Cabello rubio dorado, rostro de ángel, ojos de zafiro, y esa encantadora sonrisa en esa boca seductora. Deliciosa.
-¿Hay alguien capaz de odiar a un ser tan extraordinario? – con picardía, recorrió la cruz de la camiseta con dos dedos, siguiendo su contorno. Ella no pareció molesta ni mucho menos, y su sonrisa se acentuó.
-Por un estúpido malentendido… Un Tremere se cruzó en mi camino hace años, e intentó acabar conmigo y diablerizarme… Por supuesto, yo no estaba muy dispuesta a permitírselo, y le diablericé yo a él – su sonrisa se volvió curiosamente infantil, pero al mismo tiempo llena de malvada picardía. – Y todos los minimerlines se pudieron en pie de guerra por ello…
Alucard se echó a reir a carcajadas, encantado por el apodo para los Tremere, y negó con la cabeza.
-No creo que los 'minimerlines' te causen muchos quebraderos de cabeza… ¿Cuál es tu Clan?
-¿No decías que no te importaban las diferencias entre Clanes? – ella ladeó el rostro coquetamente, con una sonrisa deslumbrante, y él no pudo hacer otra cosa que sonreir y empezar a preguntarse si esos ojos azules no tendrían la capacidad de hechizarlo. De forma ausente, se acordó de que por sistema solía matar a todo vampiro con el que se encontrase, pero algo le impedía hacerlo en este caso… La atracción era cada vez más fuerte.
-Bueno, ya que tú has adivinado el mío… - con gentileza, apartó algunos mechones cortos que enmarcaban el adorable rostro ante él, aprovechando de paso para acariciar su mejilla.
Michelle tenía los mismos dilemas que Alucard. Por sistema, y por convicciones propias, todo vampiro que se cruzara en su camino era una presa potencial. Pero había algo en él… algo que la atraía con fuerza, algo que le resultaba atractivo y misterioso al mismo tiempo, y por primera vez en su larga vida, sentía una sacudida en su corazón muerto cada vez que él sonreía.
-Brujah.
Alucard enarcó una ceja levemente, tan levemente que casi parecía no haberla arqueado, pero su sonrisa se ensanchó. Brujah. El Clan de los vampiros guerreros. O al menos lo había sido, porque los Brujah actuales eran unos macarras sin ningún honor. Pero Michelle tenía ese aire a vampiro Antiguo que le hacía pensar que no pertenecía a este último grupo.
-Tenía que haberlo imaginado…
Ambos se quedaron en silencio, mirándose a los ojos, como hipnotizados. Con un gesto firme, aunque al mismo tiempo delicado, Alucard la empujó suavemente hasta tumbarla sobre el altar, y se subió al mismo con la agilidad de un gato, tendiéndose a su lado en la ancha losa de piedra, apoyado sobre un codo, observándola.
Michelle sonrió, dejándose hacer con sorprendente docilidad, y le miró, cómodamente recostada.
-¿Miras algo? – enarcó ambas cejas con fingida curiosidad.
-Miro a un ángel de la noche… ¿acaso me está prohibido…? – la voz de Alucard se hizo más profunda a medida que hablaba, con un timbre cavernoso en el que se adivinaba el deseo que ya asomaba a sus ojos. Deseo que encontraba espejo en los ojos de ella.
-No… mira cuanto quieras… desde más cerca, incluso – ella sonrió mientras cogía la corbata de él y tiraba suavemente hacia ella.
Alucard se dejó llevar con docilidad, hasta que su rostro quedó a escasos centímetros del de Michelle. Sus labios se rozaron, fugazmente, aunque sin llegar a besarse aún.
Volvieron a mirarse a los ojos, mientras ella seguía aferrando su corbata con una mano y la otra descansaba en la nuca del vampiro, y él acariciaba los rubios cabellos con una mano y utilizaba la otra para permanecer a medias erguido sobre el altar. Con un impulso repentino, Alucard se inclinó y depositó un largo beso en sus labios, a modo de tentativa.
La reacción no se hizo esperar. Michelle cerró los ojos y enlazó inmediatamente el cuello del vampiro con sus brazos, apretándole firmemente contra ella, mientras respondía al beso con pasión.
Las manos de Alucard bajaron por los bien torneados hombros de ella, despojándola de la gabardina, y observó con curiosidad los dos extraños artilugios de cuero y metal que ella llevaba en los anterazos desnudos. Por el brillo, dedujo que de ahí habían salido las cuchillas que había utilizado contra los vampiros. Volvió a mirarla a ella, y volvió a quedar hechizado por su belleza, mientras volvía a esbozar su demoledora sonrisa.
-Empezaba a echar esto de menos…
Michelle estaba entretenida despojándole a su vez de su roja gabardina, pero le miró a los ojos, con la sonrisa devastadora que le hacía sentir que se ahogaba.
En un impulso, le cogió del cuello de la casaca y le acercó a ella con violencia, besándole apasionadamente. Alucard le devolvió el beso con entusiasmo, encantado por el ímpetu de la cazadora y apretó más su cuerpo contra el de ella, buscando ambos más proximidad. Poco después, también la casaca caía a un lado, y le seguía la corbata. Y ambos vampiros perdieron la noción del tiempo.
