PRICE OF POWER
CAPITULO 1: CARTAS
En una noche lluviosa, entró un jinete cabalgando a los establos del palacio. Al llegar, el hombre sintió un escalofrío: a nadie le gustaba llegar a ese castillo negro. Pero sabía que no tenía opción. Al rey Hardrada no se le podía desobedecer. Y no era aconsejable dejarlo esperando.
El jinete bajó de su caballo y dejó que los sirvientes se hicieran cargo. Respiró hondo, mirando la enorme fachada del castillo, y se apresuró a la entrada del mismo. Las enormes puertas negras se abrieron ante él, dejándolo pasar. Dos soldados se acercaron, armas en mano.
-Buenas noches, caballeros- dijo el jinete, quitándose la capa para revelar que se trataba de un hombre mayor. Sacó un pequeño rubí de su bolsillo y lo mostró a los guardias- he venido a hablar con el rey Hardrada-
Los soldados asintieron y lo condujeron al comedor, donde se encontraba el rey, a la cabecera de la mesa. Era un hombre alto, rubio, de espesa barba y penetrantes ojos azules. En la misma mesa se encontraban comiendo dos chicos de aproximadamente 13 o 14 años, ambos parecidos al rey, quienes cenaban pero reían ruidosamente. El anciano se inclinó.
-¿Y bien?- dijo el rey sin mirar al anciano, continuando con su cena- ¿qué noticias me traes?-
-Usted… usted tenía razón en sus suposiciones, su majestad- dijo el anciano- he mandado espías y ya he confirmado la información en ambos reinos, y en los dos casos es correcta-
El rey se echó a reír mientras ensartaba un pedazo de carne de su plato con el tenedor.
-¡Lo sabía!- exclamó el rey Hardrada- Los reyes de Arendelle y de Oeste son unos tontos si creían que podían ocultarme algo así- continuó aún sin mirar al recién llegado- creían que podían mantener en secreto que sus hijas mayores también tienen un don- se limpió la cara con una servilleta y apuró la copa de vino, tragando ruidosamente. Cuando terminó de beber, al parecer se hartó por un momento del ruido que ocasionaban los chicos y golpeó la mesa- ¡Ferdinand!¡Franz! ¡A callar!-
Los dos niños se callaron de inmediato, y el anciano luchó para reprimir un escalofrío. El rey le hizo una seña para que continuara hablando. El anciano tragó saliva.
-Escuché que el rey de Arendelle decidió apartar a su hija mayor del mundo, para evitar que se sepa de sus poderes hasta que logre controlarlos. La princesa Elsa tiene ocho años. Un espía en el palacio confirmó la información- continuó el anciano- y el rey de Oeste ha encargado a la tutora de su hija que busque una manera de neutralizar sus poderes, aunque la princesa Leo tiene once años y no ha sido apartada del mundo como su prima-
-¿Serán todas esas molestias para que yo no me enterara de sus poderes?- preguntó el rey- ¿o para que, cuando llegue la hora, ellas sepan controlar la tentación y no me apoyen en mis planes?-
El anciano no supo que contestar. El rey por fin se volvió hacia él, aunque hubiera deseado que no lo hiciera. Los penetrantes ojos azules del rey Hardrada lo hacían ponerse nervioso.
-Has hecho bien, y serás recompensado- dijo el rey después de una pausa. Hizo sonar los dedos, y apareció un soldado, que le entregó al anciano una bolsa llena de monedas de oro. El anciano la tomó- ahora vete de aquí-
El anciano agradeció al rey y se retiró, seguido de los guardias.
-Ahora solo falta que sea el momento propicio- dijo el rey, más para sí mismo que para los niños- sus poderes nos ayudarán a llevar a cabo nuestros planes-
x-x-x
Era una mañana normal en el palacio de Arendelle. Las cosas un par de meses después del incidente con Weselton se habían tranquilizado, y las hermanas Elsa y Anna se encontraban tomando una taza de té durante la tarde, después de terminar el trabajo administrativo que tenían.
-¿Elsa?- dijo la princesa- has estado muy callada desde esta mañana. ¿Sucede algo?
-Para nada- dijo Elsa, mirando su taza de té, evitando mirar a su hermana. Anna alzó las cejas y sonrió.
-Si, como no, y yo soy la reina de Inglaterra- dijo Anna, poniendo los ojos en blanco, en clara señal que no creía ni media palabra de lo que decía su hermana- vamos, lo que sea, ya sabes que puedes decirme-
Elsa evaluó a su hermana con la mirada. No estaba segura si sería buena idea contarle sobre la decisión que había tomado. Quizá su hermana menor pensaría que está loca, o que se había dejado engañar y manipular como ella. Suspiró. Tarde o temprano Anna se enteraría, era muy persistente (y chismosa). Sería mejor que se enterara por Elsa.
-Mira, Anna yo…- dijo Elsa- desde que pasó todo esto y Hans… me salvó, he pensado mucho en algunas cosas- mientras Elsa hablaba, Anna la miraba con una amplia sonrisa, que hizo que la reina se ruborizara y sacudiera la cabeza- basta Anna, si me sigues mirando así ya no te cuento nada-
Anna se echó a reír, ignorando la advertencia de su hermana.
-Vamos Elsa, ya casi lo dices- dijo Anna- ya todos lo sabemos, solo falta que tu lo digas en voz alta-
Elsa suspiró.
-Estoy enamorada de Hans- admitió Elsa- y él me ama también- al escuchar eso, Anna dejó escapar una exclamación de triunfo.
-¡Lo sabía, Elsa, lo sabía!- dijo Anna, levantándose y acercándose a su hermana para abrazarla.
-¿Estás bien con eso, Anna?- preguntó Elsa- quiero decir, él fue tu…-
Anna la interrumpió sacudiendo su cabeza.
-Debo admitir que al principio no me gustó para nada la idea- dijo Anna- pero después de verlo tan enamorado de ti, y después de que te salvó, decidí… como perdonar a Hans- esto último lo dijo con mucho esfuerzo, y Elsa sonrió.
-Significa mucho para mi, Anna- dijo la reina.
No continuaron su conversación porque en ese momento entraron de golpe Hans y Kristoff. Los dos chicos no podían llamarse mejores amigos. Tal vez ni siquiera amigos. Pero habían llegado al punto en que eran conocidos y no se golpeaban o empujaban mutuamente la mayor parte del tiempo. Esta vez no fue el caso, ya que al parecer tenían una competencia no dicha de quien era el primero en llegar a donde estaban las hermanas. No muy detrás de ellas entró Olaf.
-Kai dijo que los dignatarios de Corona se fueron en buen ánimo- dijo Hans orgulloso.
-Y Gerda dijo que la cena estará lista en una hora, así que si queremos podemos pasear un rato- dijo Kristoff.
Las dos hermanas se miraron entre sí y sonrieron. Olaf miraba a los dos chicos confundido. Se preguntaba de que se trataba esa actitud algo competitiva.
-Creo que tienes razón, Kristoff- dijo Anna, levantándose después de dirigir una sonrisa traviesa a su hermana mayor y tomando el brazo del rubio- vamos a dar un paseo, me encantaría ver la puesta del sol-
Kristoff sonrió, triunfante, y salió con Anna y Olaf. Hans se cruzó de brazos mientras Elsa continuaba riendo en voz baja.
-¿Se puede saber que les pasa a ti y a Kristoff?- preguntó Elsa, alzando una ceja sin dejar de sonreír- parece que todo el día están compitiendo…-
-¿Compitiendo? Para nada- dijo Hans, aún con los brazos cruzados- yo no necesito competir con ese… gorila guardabosques-
-Maestro y vendedor de hielo- lo corrigió Elsa- y no creo que Anna aprecie mucho que lo llames gorila-
-Lo que sea- dijo Hans- el caso es que él y Anna aún me la hacen pesada, creo que no me han podido perdonar por… lo de antes-
Elsa sonrió levemente. Claro que sabía muy bien a que se refería Hans. Sin embargo, más allá de que lo perdonaran o no, Elsa pensaba que su hermana y su futuro cuñado le hacían la vida imposible a Hans para ponerlo a prueba, a ver si se merecía estar con Elsa.
-¿Sabes algo, Hans?- dijo Elsa, alejando de ella la taza de té vacía- yo también quisiera ver la puesta de sol. Hace ya tiempo que no me relajo y la observo sin preocupaciones…-
-Me insultas, Elsa- dijo Hans alzando una ceja- yo no soy tan ingenuo como el gorila… perdón, como Kristoff-
Ignorando lo que dijo, Elsa se levantó y tomó también el brazo de Hans. Se puso de puntillas para alcanzar a darle un suave y templado beso en la mejilla y sonrió, haciendo brillar esos enormes ojos azules que tanto le gustaban.
-¿Por favor?- dijo Elsa con la mejor cara de inocencia que tenía. Hans bufó.
-Está bien- dijo Hans, rendido- sabes que eres mi punto débil, y te aprovechas de ello…-
x-x-x
A la mañana siguiente, en el estudio de Elsa, aparecieron varias cartas nuevas. Probablemente Kai las había ido a dejar ahí temprano. La joven reina sonrió y tomó la de papel morado, proveniente del reino de Oeste, antes de que Anna llegara a ayudarla con su trabajo. Levantarse e iniciar temprano el día no era el fuerte de Anna.
Elsa abrió la carta.
Querida Elsa:
Espero que estés bien. Esta vez no tengo mucho que contar. Todo el castillo esta cabeza abajo con los últimos preparativos de la boda de Jorgen y Violeta. Madame Hilda está a tres palabras de volverme loca, pues aún no se hace a la idea. Ya sabes que no quiere que nadie de la familia real tenga relación con plebeyos, pero se tendrá que acostumbrar. Todos nuestros aliados vendrán, incluyendo algunos de los hermanos de Hans de las Islas del Sur, los príncipes de Corona (tu prima Rapunzel y Eugene), y al parecer también mis primos maternos de Escocia. Son un poco revoltosos así que espero que no causen muchos problemas.
Elsa sonrió. Una vez Leo le había contado que su madre había nacido en Escocia, y que su padre, el difunto rey de Oeste, se había enamorado perdidamente de ella. Había sido un matrimonio escandaloso, ya que los escoceses llevaban siglos en guerra con los escandinavos. La madre de Leo había muerto cuando nació Jorgen, y no tenía más parientes que la reina Elinor de Escocia, su tía.
Te mantendré al tanto de cualquier novedad. Nos vemos pronto.
Leo.
Elsa cerró la carta con una sonrisa, y procedió a tomar la siguiente. Era de la familia real de Corona.
Elsa y Anna:
¿Ya confirmaron su asistencia a la boda en Oeste? ¡Eugene y yo estamos emocionados! Bueno, realmente solo yo, pero Eugene también irá. Espero verlas pronto.
Rapunzel
PS: No usen vestidos rosas. ¡Adivinaron! Mi vestido es rosa.
Elsa se echó a reír. Ella jamás usaría rosa. Su color favorito era el azul, y aún toleraba el verde o el morado. Anna también prefería esos tonos, para nada vestiría de rosa. Las letras repintadas en la carta de Rapunzel le indicaban a Elsa lo emocionada que había estado al escribirla. Finalmente tomó la tercera carta. Era de parte del rey de las Islas del Sur.
A su majestad la reina Elsa de Arendelle:
Querida Elsa:
Te agradezco mucho que hayas aceptado mi oferta de tener a Hans contigo. Sabía que mi hijo menor había cometido un grave error, pero también me di cuenta de sus sentimientos hacia ti, aún antes de que se diera cuenta. Seguiremos en contacto. Por cierto, tu padre fue mi gran amigo, y esto seguro que hubiera estado orgulloso de ti.
Rey de las Islas del Sur (y padre de Hans)
Elsa sonrió. Esperaba que las palabras del padre de Hans fueran ciertas. Miró la pintura de su padre y sonrió.
Toc… toc…
-Adelante- dijo la reina. Anna entró a la habitación.
-Perdona, Elsa, yo… me quedé dormida- dijo Anna.
-No te preocupes- dijo Elsa sonriendo, alcanzándole la carta de Rapunzel- nuestra prima nos escribe con respecto a la boda de Jorgen-
Anna tomó la carta y se echó a reír.
-Pobre Eugene- comentó Anna- de seguro Rapunzel lo debe estar arrastrando para todos lados-
"Así como tú arrastras al pobre Kristoff", pensó Elsa, sonriendo. No lo dijo, pues no tenía ganas de discutir con su hermana.
x-x-x
Una vez terminados los preparativos para el viaje, Elsa se dirigió a su mayordomo confiable.
-Oeste no está tan lejos de aquí, Kai- explicó Elsa- solo nos iremos por dos días, este fin de semana. Hans y yo regresaremos la misma noche de la boda, y Anna se quedará un par de días más con Kristoff. No debe pasar nada extraordinario- se aclaró la garganta- y por favor cuide de Olaf. No me gusta dejarlo solo, pero me parece buena idea llevarlo…-
-No se preocupe, su majestad- dijo Kai- todo estará perfecto y en orden para cuando regrese-
Elsa sonrió y le agradeció, para después dirigirse al muelle junto con Hans sobre su caballo. A Elsa aún no le acababa de convencer Sitron, pero aguantó su inquietud y cabalgó en él con el príncipe de las Islas del Sur. Fueron seguidos por Anna y Kristoff que iban montando a Sven.
Al llegar al muelle, Hans bajó del caballo y cuando Elsa iba a hacer lo mismo, Sitron dio un salto que hizo que la reina cayera de él a los brazos de Hans. Suspiró aliviada.
-Hans, insisto que tu caballo me odia- dijo Elsa, mirando a Sitron algo ofendida, y al parecer el caballo le regresaba la misma mirada.
-Claro que no, Elsa- dijo Hans- Sitron esta un poco celoso porque voy a ir contigo y no lo voy a llevar, es todo…-
Elsa miró de reojo al caballo, un tanto molesta, y subió al barco, seguida de Anna.
-Sitron, amigo, se supone que me estás apoyando- dijo Hans, mirando significativamente a Elsa. El caballo relinchó- yo también te voy a extrañar, pero solo es un par de días, y no tardaré en regresar-
Mientras que Hans se despedía de Sitron, Kristoff se despedía de un triste Sven.
-Vamos, Sven, necesito tu ayuda para vigilar al caballo de Hans- dijo Kristoff- no me vas a fallar, amigo, ¿o si?- Sven hizo un ruido de aprobación, y Kristoff acarició su hocico- pronto nos veremos-
Elsa y Anna miraban la escena, riendo.
-Esos dos se parecen más de lo que creen- comentó Anna en voz baja, y Elsa asintió.
-Pero no se los digas- dijo Elsa- no vas a terminar de escucharlos-
x-x-x
-¡Esto es un escándalo!- exclamó furioso el duque de Weselton.
Habían pasado ya varios meses desde que orquestó todo un atentado contra Arendelle, utilizando a la reina de Oeste para aumentar a sus aliados, e inventando unos artefactos para privar a Elsa y Leo de sus poderes. Finalmente había sido vencido, y Leo lo había confinado, junto con sus tres secuaces y el mayordomo traidor Serge, a una prisión a las afueras del reino, en una isla en el límite norte, lejos de su castillo de su ciudad capital.
La celda donde se encontraba Weselton no era pequeña. A pesar de sus crímenes y de sus intenciones hacia ella, la reina de Oeste se había portado benévola con él y con sus secuaces. Recibían comida caliente todos los días, y los calabozos siempre estaban limpios. Pero para el duque todo aquello era un atropello.
-¡Yo soy el duque de Weselton, no un prisionero cualquiera!- exclamó el duque, para dolor de cabeza de sus secuaces- ¡la reina Elsa me las va a pagar!-
Los guardias afuera del calabozo pusieron los ojos en blanco. No envidiaban para nada a los otros prisioneros. Ya estaba empezando a oscurecer, que era la hora en que el duque se quejaba más de los tratos recibidos.
Las guardias no pudieron seguir escuchando los gritos de Weselton porque, de pronto, se escucharon pasos aproximarse. Los guardias se pusieron de pie y apuntaron sus armas.
-¿Quién anda ahí?- dijo uno de los guardias- identifíquese, o dispararemos-
Hubo un silencio corto, acompañado de mas pasos y el rechinado de unas botas.
-Que molestia…- dijo una voz masculina al final del pasillo. El guardia que había hablado estiró la mano para tomar una antorcha y dirigir la luz para ver quien estaba en los calabozos, pero su mano nunca llegó a tocarla. Hubo un destello de luz blanca, y todos los guardias cayeron inconscientes al suelo.
Los prisioneros dieron un paso atrás instintivamente.
-¿Qué esta pasando?- quiso saber el duque de Weselton.
-¿Vienen a liberarnos?- dijo uno de los secuaces del duque.
Nuevamente hubo silencio.
-La puerta está cerrada con llave- dijo la voz que había hablado al principio- quémala-
No pasaron ni dos segundos, cuando la gruesa puerta de madera que obstruía la entrada del calabozo se prendió en fuego. Los presos, incluido el duque de Weselton, dieron un paso hacia atrás. La puerta se consumió en cuestión de segundos. En la entrada aparecieron dos individuos cubiertos con capas, sus rostros no podían verse.
-¿Quiénes son ustedes?- ladró Weselton- ¿qué quieren?-
-Solo el duque- dijo el segundo hombre, ignorando las palabras de Weselton- no necesitamos a los otros los otros…-
Un nuevo destello de luz brilló en el calabozo.
x-x-x
El barco de Arendelle había llegado por fin a las cosas de Oeste.
-¿Segura que no te quedarás un par de días con nosotros, Elsa?- preguntó Anna, mientras reunía sus cosas para bajar a tierra- estoy segura de que Kai tendrá todo bajo control cuando regresemos, incluso si decides tardar más-
-Lo sé- dijo Elsa, sonriendo tranquila- pero ausentarme más de dos días sin que una de nosotras se quede en casa me parece irresponsable. No quiero dejarle tanto trabajo a Kai. Además, me siento culpable de dejar solo a Olaf tanto tiempo-
-Si tu lo dices- dijo Anna.
Kristoff y Hans se presentaron donde se encontraban Elsa y Anna para ayudarlas a bajar sus pertenencias. Para recibirlos había una gran comitiva del castillo. A la cabeza de la misma se encontraba la reina Leo junto con su fiel guardia Edvard, cada uno de ellos montando un caballo. Leo bajó de su caballo de un salto y saludó a los recién llegados.
-¡Anna!¡Elsa!- dijo Leo, acercándose y abrazando a las dos chicas al mismo tiempo- ¡que gusto que vinieran las dos!- las soltó después de unos segundos, y se volvió a Kristoff y a Hans, saludándolos con una sonrisa. Se dirigió al segundo- por cierto, Hans, tus hermanos también llegaron ya, y también llegaron Eugene y Rapunzel-
Hans puso los ojos en blanco. Aquellas no eran tan buenas noticias. Sus hermanos solo lo molestaban. Por otro lado, Eugene era un chico a quien podía tolerar, y Rapunzel y Anna se divertían mucho juntas, así que eso alejaría un poco a Anna de su hermana y así podría estar más tiempo a solas con Elsa.
La reina de Oeste proporcionó caballos para todos, y los guió de regreso al castillo. Hans estaba un poco ofendido de que Elsa accediera tan fácilmente a subir a un caballo que no fuera Sitron.
-Sitron me odia, Hans- explicó Elsa cuando Hans se lo hizo notar- no existe ningún otro caballo que haya tratado de tirarme más veces-
-Si le dieras la oportunidad de conocerlo…- dijo Hans. Elsa sonrió. Los hombres en general eran igual con sus animales. Para muestra, Kristoff y Sven.
x-x-x
Pronto llegaron al castillo, donde tuvieron la oportunidad de tomar un baño e irse a descansar antes de que la cena estuviera servida. Faltaba un día para la boda. Ni Jorgen ni Violeta estaban a la vista a la hora de la cena, posiblemente estarían ocupados por los últimos detalles de la celebración.
Una vez que cenaron, Elsa se instaló en su cuarto y comenzó a inspeccionar sus pertenencias. No estuvo mucho tiempo sola, porque llamaron a la puerta.
Toc… toc…
-Pasen- dijo Elsa.
Leo entró a la habitación, llevando un libro entre sus brazos.
-Perdona que te moleste, Elsa, debes estar cansada- dijo Leo- solo quería comentarte algo-
-Para nada- dijo Elsa- ¿qué sucede?-
-Estoy algo nerviosa- dijo Leo, haciendo tiritar un poco los vidrios de la habitación- espero que no pases por este sentimiento cuando te toque entregar a Anna…-
Elsa no había pensado en ello, y solo sonrió.
-Supongo- dijo Elsa, pensativa- ¿de que me querías hablar?-
Leo le mostró el libro que llevaba con ella.
-Poco después de la última carta que te escribí, encontré este libro en la biblioteca de mi padre- dijo Leo, mostrándoselo- creí que tal vez te interesaría saber. Habla de él, de tu padre y de…-
-¿De quien?- preguntó Elsa.
-De otro hermano que tenían nuestros padres- dijo Leo.
Elsa la miró, sorprendida. Su padre solo le había contado que tenía un hermano, el padre de Leo, el rey de Oeste. Nunca había mencionado tener otro hermano. Miró los documentos que estaban adheridos al libro de Leo. Sí habían sido 3 hermanos, príncipes reales, antes de convertirse el rey de Arendelle, rey de Oeste, y rey de Troms.
-¿Troms?- preguntó Elsa- ¿dónde es eso?-
-Es la parte más al norte de Escandinavia- dijo Leo- pocas personas se han arriesgado a ir hasta allá-
-No sé porque, pero esta situación no me da muy buena espina- dijo Elsa en voz baja- ¿porqué mi padre me habría ocultado que tenía un hermano?-
-A mí también me lo ocultó mi padre- dijo Leo, pensativa- ¿crees que tuvieran alguna razón para ocultarnos eso?-
Elsa se quedó pensativa.
-Tal vez era peligroso que lo supiéramos- dijo Elsa- tal vez ese rey de Troms era una mala persona-
Leo se encogió de hombros.
-Te dejaré esto, por si quieres leerlo más detenidamente- dijo Leo, señalando el libro- yo lo hice y no obtuve muchas respuestas…-
Elsa asintió.
-Gracias- dijo la reina de las nieves.
Leo sonrió y la dejó sola con sus pensamientos. Elsa no sabía que pensar de aquello. Quizá su padre le había ocultado esa información para protegerla. El rey de Troms no podía saber que ella tenía un don de controlar el hielo, y por eso se lo ocultó. Quizá ese rey estaba enemistado con su padre.
La joven reina de las nieves se encogió de hombros y se metió a la cama, dispuesta a dormir. Había sido un largo viaje y estaba cansada. No necesitaba preocuparse si existía o no ese misterioso rey de Troms. ¿O si?
x-x-x
Hans, por su parte, no estaba disfrutando mucho la estadía. Si bien se llevaba bien con Eugene, éste había hecho amistad casi de inmediato con Kristoff, sobre todo después de que se conocieron en Arendelle durante el incidente pasado, en el que Anna se había quedado a cargo del reino y había mandado llamar las fuerzas de Corona para proteger el reino de una posible invasión. Hans prefería evitarlos, sobre todo porque seguía enemistado con Kristoff. Si bien también Hans estaba muy enamorado, no quería empalagarse con los otros dos.
La presencia de algunos de sus hermanos tampoco sirvió de mucho. Sobre todo su quinto hermano, Georg, siempre lo cuestionaba de como había logrado conquistar el corazón de la reina de las nieves y, en son de broma, le decía que él podía robársela en cualquier momento.
A Hans no le hacía ninguna gracia aquel comentario. Georg era, de todos sus hermanos, el que tenía mayor magnetismo con las damas. Lo suficientemente mayor para verse maduro, lo suficientemente guapo para hacerlas suspirar, y con enormes ojos verdes que hacían que los de Hans parecieran poca cosa. Era correcto y serio en público, aunque en privado era bastante alegre.
Oh, sí. De todos sus hermanos, Hans envidiaba más a Georg, con excepción de su hermano mayor, el heredero al trono.
Georg pareció notar la incomodidad de Hans, y le dio una palmada en la espalda.
-Tranquilo, hermanito, sabes que estoy bromeando- dijo Georg- la reina Elsa es la mujer más hermosa que he visto en toda mi vida, y que quizá veré, pero tú y ella están enamorados, y jamás me atrevería a interferir en el amor verdadero entre ustedes-
Hans lo miró, entre agradecido y molesto. Lo había olvidado, también Georg era, de entre todos los hermanos de Hans, el que tenía la moral más alta.
x-x-x
A la mañana siguiente, Elsa fue despertada por su hermana menor, para ayudarla a prepararse para la boda. Las dos jóvenes de Arendelle fueron guiadas por el ama de llaves hasta las habitaciones de la reina Leo. En la puerta, como siempre, estaba firmemente de pie Edvard. Anna lo pasó, un poco asustada por el severo aspecto del hombre, pero Elsa le sonrió.
-Buenos días, Edvard- dijo Elsa.
Edvard se inclinó.
-Buenos días, su majestad- dijo el guardia, dejando escapar una leve sonrisa a su semblante normalmente serio y formal.
Una vez que entraron, Anna le dio un codazo.
-¿No te da miedo?- preguntó Anna- siempre esta tan serio…-
Elsa sacudió la cabeza.
-Para nada- dijo Elsa.
Elsa y Anna entraron a las habitaciones de la reina, donde estaban Leo, Rapunzel y Violeta. La primera solo veía sonriente mientras la princesa de Corona se encargaba de peinar a su futura cuñada.
-Ya estamos aquí- dijo Anna.
-Ya casi acabo- dijo Rapunzel, mirando orgullosa como había quedado el peinado de Violeta- ahora les toca a ustedes…-
Elsa dio un paso atrás. No le gustaba que la gente la tocara, y mucho menos que se metiera con su cabello. Y aunque su prima era una experta, a Elsa le gustaba más encargarse ella misma de su apariencia. Anna, por otro lado, fue inmediatamente a sentarse junto a Rapunzel para ser peinada, lo que le dio tiempo a Elsa para "huir".
Elsa se metió al cambiador. Con un giro de sus manos, creó un hermoso vestido azul marino con algunos toques de celeste de hielo entrelazado, la falda del vestido adornada con copos de nieve. Una vez que su vestido quedó completo, se hizo unos zapatos de hielo, parecidos a los que había usado, y sonrió satisfecha. Deshizo su trenza y dejó sus cabellos rubios sueltos, y apartó los mechones de su rostro con una diadema de hielo que parecía de cristal.
Mientras Rapunzel se encargaba de Anna, y como Elsa ya había terminado de alistarse para la celebración, la joven reina de Arendelle se acercó a Violeta y a Leo.
-Debes estar emocionada- dijo Elsa, sonriendo mientras observaba a la reina ayudándole con su cabello- tu sueño está a punto de hacerse realidad-
-Claro que sí- dijo Violeta con una enorme sonrisa, sin dudar un segundo- las horas no pasan lo suficientemente rápido-
Leo tomó una caja y la abrió, mostrándole a Violeta un hermoso juego de pendientes y collar que irían muy bien con su vestido.
-Creo que estas serían la mejor opción- dijo Leo- ¿qué piensas?-
-Son hermosas- comentó Elsa.
-Son perfectas, su majestad- dijo Violeta, sin dejar de sonreír- muchas gracias-
-Llámame Leo, Violeta- dijo la joven reina- después de hoy, seremos hermanas-
Elsa sonrió, y se volvió a Anna, a quien Rapunzel había peinado y acomodado su cabello. La ayudó a ponerse el vestido, verde jade y morado, con orillas celestes. Le pasó una tiara verde y azul.
-Ya estás lista- dijo Elsa, acomodando los cabellos de Anna detrás de la tiara para que no invadieran su rostro y haciéndola volverse hacia el espejo que estaba detrás de ella.
-Gracias Elsa- dijo Anna mientras se miraba feliz en el espejo.
-De nada- dijo Elsa- te ves hermosa, Anna. Si Kristoff no se desmaya hoy al verte será un crimen imperdonable-
Anna se echó a reír, ruborizándose un poco.
-Y si Hans no muere al verte, también será un crimen- dijo Anna.
Las dos hermanas rieron.
Toc… toc…
El ama de llaves llamó a la puerta y entró.
-Lamento interrumpirlas, majestad, altezas…- dijo el ama de llaves- ya es hora-
x-x-x
-¡Esto es un escándalo!- bramó nuevamente el duque de Weselton. Se encontraba atado a una silla en un cuarto oscuro. Frente a él había dos hombres jóvenes, usando capas y sus rostros cubiertos por capuchas- ¿quienes se creen para ponerme las manos encima?-
-¡Silencio, basura!- exclamó uno de ellos, tomando al pequeño hombre por el cuello- más te vale que digas todo lo que te hemos preguntado, si aprecias tu vida-
Weselton palideció de miedo.
-De acuerdo, de acuerdo- dijo Weselton- esto es lo que sé de ellas dos…-
Y comenzó a hablar. Los dos hombres lo escucharon en silencio. Tras un par de horas, fueron interrumpidos por un guardia vistiendo un uniforme de color negro.
-Disculpen la interrupción- dijo el guardia- ya es hora…-
Los dos hombres se dieron la vuelta y salieron.
-Vigila a esa rata, que no se escape- dijo el primer hombre que había hablado- y prepara el bote. Tenemos que asistir a una fiesta-
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Hola! Esta es la secuela de mi tic "Price of Politics". Como se podrán imaginar, algo gordo se está cocinando. Nos leemos pronto.
Abby L.
