Disclaimer: Elsa no es mía, ya quisiera. Es de Disney. Yo sólo la retuerzo un poquito.


Prefacio. La Reina.

Quiero estar sola, dejadme en paz. Una única idea en su cabeza, impidiéndole ser consciente del todo consciente de lo que hacía. Solo quiero estar sola.

― ¡Reina Elsa! ―gritó el prometido de su hermana -Hans, eso era-, distrayéndola―. ¡No lo hagas, no seas el monstruo que creen que eres!

Y entonces lo vio. Vio la expresión aterrada del sicario al que estaba empujando hacia el precipicio, la cuchilla de hielo a centímetros de atravesar la garganta del otro, el horror en los ojos de Hans. Monstruo. La palabra resonó en sus oídos como deleitándose, como una certeza que casi podía paladearse. Monstruo, monstruo, monstruo, mira lo que has hecho. Bajó ligeramente las manos, asqueada consigo misma. Apenas fue consciente de que el príncipe se abalanzaba hacia uno de los sicarios...

No oyó la flecha, no la sintió llegar. Se le clavó entre los omóplatos y la atravesó limpiamente hasta asomar por delante. Luego, el mundo entero se ralentizó. Se le nubló la vista, el dolor la hizo tambalearse... y entonces desapareció, dejando sólo entumecimiento en su lugar. Quiso arrancarse la flecha, como en sueños, y descubrió que tanto el proyectil como la herida estaban completamente helados. Monstruo.

Y de pronto estaba en el suelo, entre los brazos de Hans, o del borrón cálido que suponía que era Hans. Su visión empezó a oscurecerse más, y Elsa sintió un frío como sólo había sentido cuando el accidente de Anna... Le pareció que el príncipe le decía algo -lo siento-, pero fue incapaz de concentrase en el sentido de las palabras.

A su alrededor, el palacio entero empezaba a quebrarse, a derretirse, sus malditos poderes perdiendo fuerza por fin. Como quien anda en sueños, se dio cuenta de que Hans se movía, sacándola de allí.

― Tranquila, tranquila, todo va a estar bien. Te salvaremos, te... ―las palabras del príncipe sonaban huecas, vacías. Eran mentira, y los dos lo sabían. La reina de Arendelle nunca volvería a estar bien.

Cada vez se hacía más difícil coger aire, y se asombró de que apenas unos minutos antes respirar hubiera sido tan sencillo, cuando ahora parecía que sus pulmones helados se quebrarían de un momento a otro. Movió los labios apenas, formulando un nombre casi sin voz -Anna-, y cuando se encontró con que no recordaba su significado, comprendió, con una repentina claridad mental, que se moría.

Se moría, y ni siquiera sabía si alguien iba a echarla de menos. Quizás Anna, fuera quien fuera, fuera lo que fuera, si la perdonaba por haber olvidado lo que quería decir...

O no. Era un monstruo, después de todo.