Hola a todos, sé que me tardé demasiado en subir un "nuevo" capítulo y digo "nuevo" porque en realidad es una reedición lo que estoy haciendo para hacerles más agradable la lectura. Ahora la historia será narrada desde el punto de vista de Link y Zelda con el mismo fin de hacerles más amena la lectura. No hay excusa por haberles hecho esperar tanto, de verdad lo siento y espero les guste esta historia (que en realidad no variará mucho del objetivo anterior).
El Regreso
Las despedidas me han sido siempre muy difíciles, especialmente de personas o criaturas que han estado a mi lado acompañándome en mis aventuras. Sinceramente nunca esperé que Midna quebrara el espejo del crepúsculo en mil pedazos; Zelda y yo nos quedamos atónitos al observar tal acontecimiento. Lo que más pena me da es que nunca sabré cual era la oración que Midna no pudo o no quiso terminar y no haberle podido desear un reinado pacífico y lleno de éxito, pero la comprendo y sé que ella sabe que siempre le desearé lo mejor.
Me quedé parado frente a lo que solía ser el portal que llevaba al reino del crepúsculo, atónito. No sé por cuanto tiempo estuve así hasta que reaccioné y recordé que no estaba solo. La nueva soberana de Hyrule me estaba mirando, normalmente sé lo que pasa por la mente de las personas cuando las miro a los ojos, pero con ella era difícil porque carecían de expresión y era difícil sostener la mirada de esos ojos de color azul profundo, aunque no hace falta ser muy inteligente para suponer que estaba a la espera de nuestra partida, pues nuestro viaje de vuelta sería largo.
No había tenido oportunidad de observarla de cerca, cuando la conocí en mi forma de lobo no estaba literalmente a la altura para hacerlo y durante y después de la batalla con Ganondorf no pude ponerle mucho atención a las características de su físico, pero ahora que todo ha pasado ya, puedo observar lo que mi mente ocupada y mis mi mirada distraída se han perdido:
Ella es la mujer más hermosa que jamás había visto; he estado en todos los rincones del reino, he visto a muchas mujeres hermosas pero ésta en particular las supera a todas. La soberana de Hyrule era alta y delgada pero no desproporcionada; su cabello era de color café claro, largo y sedoso (me pregunto cómo se vería si se lo soltase); su piel es blanca y me parece que se sentiría tan suave como el terciopelo si me atreviera tocarla; y su cara… su cara era de facciones tan delicadas y perfectas que parecería tallada por un ser divino: sus son ojos grandes, penetrantes y de color azul profundo, decorados con espesas y largas pestañas; sus labios, rosados y carnosos que invitan a ser infinitamente besados (y mordidos); y su nariz, pequeña y respingada, como la efigie de la diosa Nayru.
Por alguna razón, esta mujer me atormenta en mis sueños desde el día en que la conocí, en mis sueños aparece en el cuerpo de mujeres diferentes pero de facciones muy parecidas a las suyas, pienso que eso se debe a que no la había observado con detenimiento. La naturaleza de los sueños varía; en los menos frecuentes, ella aparece como una simple amiga o conocida en una variedad de paisajes distintos en cada sueño; en los de frecuencia intermedia, tengo la sensación de que ella es mi pareja y mi amante, porque en esos sueños tengo deseos de poseerla pero no me atrevo; y en los más frecuentes ella le pertenece a otro y siento rabia y celos (aunque jamás los he experimentado despierto) al verla con su supuesto "dueño". Cada que veo su cara no puedo evitar recordarlos y siento cómo mi piel se pone como carne de gallina cuando intento suprimir el fuego que despierta en mí. Por éste motivo prefiero no hablar con ella y evitar algún sentimiento profundo (amor o amistad) entre nosotros, entre menos contacto haya mejor para mí.
Ella sigue mirándome y empieza a ponerme nervioso; ya siento que mis manos comienzan a sudar, mejor me apuro a empezar a caminar de vuelta a La Ciudadela de Hyrule.
El camino es largo y peligroso, alteza, monstruos aún moran en el Desierto Gerudo, así que será mejor si… -ella interrumpió antes de que yo terminara la oración-
Estoy consciente de ello, Héroe, solo estaba esperando a que vos salierais de vuestro shock – Su cara permanecía inexpresiva al igual que sus ojos-
¿Qué fue eso? –Me sentí incomodado por su comentario-
Lamento haberos hecho esperar, su majestad – Dije encogiéndome de hombros y caminé pasando por un lado suyo- será mejor que avancemos antes de que llegue la noche.
Ella no dijo nada, nada más me siguió a la salida del Patíbulo. En la salida del Patíbulo moraba un bullbos y la batalla contra el gordo rey bulbin me vino a la mente; ese bullbos me salvó de morir asado. Los bullbos son como jabalíes gigantes, marrones y ojos de color rojo brillante, cualquiera que los viera diría que son demonios pero la verdad es que son inofensivos y tan dóciles como un caballo. Bajé por las escaleras seguido por su alteza.
He aquí nuestro transporte, alteza, ahora la travesía por el desierto será más rápida y fácil. –le dije sonriendo pero ella no parecía muy contenta con la idea-
No pienso montar un monstruo.
No os preocupéis que es inofensivo –me acerqué al bullbos y rasqué detrás de sus orejas- veis? No muerde. – Tomé las riendas del bullbos y lo guie hasta donde yacía de pie la desconfiada princesa-
Zelda, desconfiada, se acercó al bullbos y vacilantemente lo acarició tal como lo hice yo. Ya al haberme asegurado de que ella se sentía cómoda con la bestia, la tomé de su estrecha cintura para ayudarla a montar al bullbos y después me monté detrás de ella.
Me pareció notar que se ruborizó cuando la ayudé a montar o ¿será el calor? Mmm… el calor sofocante que hace aquí, sí, eso es -me dije-
- Sir, esta manera de montar es inapropiada; yo debería ir a vuestras espaldas.
- Lo sé alteza, pero esta bestia es brusca y no puedo permitir que vos cayerais cuando la bestia echase a andar.
- Me estáis subestimando, sir, si mal no recordáis disparé un arco mientras montaba a vuestra yegua. –dijo en tono indignado-
- Lo habéis dicho alteza, MI yegua. – Ella abrió la boca para decir algo más pero la interrumpí al echar a andar al bullbos.
((()))
Tuvimos que desmontar al llegar al precipicio donde tenía que usar mis zarpas para poder subir. Saqué solo una de mis zarpas y me acerqué a la reina.
- Con vuestro permiso, alteza –Le dije antes de tomarla de la cintura para aferrarla a mí- Os pido aferrarse y no soltarse –Ella se aferró a mí con fuerza, lo demás fue pan comido: Utilicé mi zarpa en el peahat que sobrevolaba la cima y así hice cada vez que necesitamos cruzar las fisuras que surcaban el desierto-.
El recorrido de regreso por el Desierto Gerudo normalmente era corto, pero llevar a la reina lo hacía más largo y complicado por todo lo que implicaba; ella no estaba acostumbrada a las inclemencias de ese entorno y se cansaba con rapidez, así que parábamos en una sombra cada vez que yo notaba que ella estaba extenuada. La reina apenas podía soportar el calor del desierto, se había negado a quitarse sus hombreras y guantes pero al final el calor la hizo cambiar de idea.
Noté que una tormenta se avecinaba (Lo cual me pareció extremadamente extraño); Una nube negra, densa y con relámpagos estruendosos se acercaba y la noche estaba por caer; la cueva donde había pensado pasar la noche aún estaba algo lejos, así que apresuré el paso.
- Siento presionaros, alteza pero no falta mucho para que empiece a llover y el refugio queda aún lejos de donde estamos.
- No os preocupéis sir, tampoco creo que sea conveniente exponernos.
Zelda no se quejó durante todo el trayecto, creo que ella prefería callar cuando se sentía agobiada y la verdad es que a mí el silencio nunca me ha molestado, así que no traté de entablar una conversación con ella para no molestarla.
El viento empezaba a violentarse rápidamente y levantaba la arena del desierto como si fuesen plumas, traté de evitar que la reina se llenara de arena cubriéndola con mi cuerpo mientras caminábamos lo más rápido que podíamos, pero de igual forma ambos quedamos cubiertos de arena. Afortunadamente llegamos a la cueva antes de que la arena me nublara la vista y una vez dentro nos sacudimos la arena de la ropa y la cabeza. Cuando nos terminamos de sacudirnos la arena, vimos desde la seguridad de la cueva como la arena hacía desaparecer el horizonte, las colinas, las fisuras y las dunas del desierto; súbitamente la tormenta de arena cesó y empezaron a caer gotas gordas de lluvia.
Sir, os pediré que por favor deis media vuelta solo por un momento. –Dijo Zelda y yo la miré extrañado porque no tenía idea de lo que iba a hacer pero después de pensar un poco, lo supe -
Disculpad mi atrevimiento pero eso sería faltaros al respeto, madame. –No sé por qué dije eso…-
¡No seáis ridículo, no estamos en la corte real y además, es una orden! – Refunfuñó la princesa y yo me encogí de hombros-
Está bien, alteza, lo que vos ordenéis –dije obedientemente mientras le daba la espalda-
Escuché el sonido de su vestido al caer y el de sus pies desnudos al pisar la arena mojada.
Me voltee y vi su figura desaparecer en la lluvia.
¡No os alejéis demasiado, alteza! –Dije a gritos, y escuché la risa de Zelda, no muy lejos de la cueva-
¡Os preocupáis demasiado, sir! –respondió-
Esta mujer se confía demasiado… -me dije-
Yo también había pensado en hacer eso, así que seguí su ejemplo pero no sin antes de haber dejado mi alforja dentro de la cueva y haber llenado de agua mis tres botellas. Me quité la túnica y la cota de malla y me dispuse a quitar la suciedad de mi cuerpo; pero no pude dejar de observar la silueta de la futura reina y, aunque no se apreciaba con mucho detalle, no pude dejar de imaginar cómo se vería…
Joder ¿desde cuándo soy un pervertido? –Reflexioné - mejor me apresuro a terminar de asearme.
Cuando terminé entré a la cueva, enojado conmigo mismo debido a mis pensamientos e hice una fogata con los vestigios de los establos (Aunque creo que los construyen para que parezcan vestigios porque todos parecen hechos por una bola de retrasados) que los moblins habían construido para los bulbos. Me vestí y me eché en el suelo (a un lado de la fogata) a esperar a que Zelda terminara de asearse y volviera a la cueva.
Tssh Mujeres… -susurré irritado-
(((Frontera entre el Desierto Gerudo y el Lago Hylia, 4 días después)))
Después de tanto caminar bajo el sol ardiente, por fin llegamos al Lago Hylia, creo que jamás había experimentado una alegría tan inmensa como la que siento en este momento al ver tanta agua (y vegetación) y Zelda parecía compartir la misma emoción. Entre el lago y nosotros se interponía un abismo de aproximadamente 15 metros, pero no me preocupa porque varias veces he saltado desde esa altura y jamás me ha pasado algo.
Es hermoso! –exclamó emocionada al ver el paisaje de verdes y el cielo reflejado en las aguas claras y mansas del lago Hylia- Pero, ¿por dónde bajaremos?
No hay manera de bajar sin saltar, alteza. –Dije despreocupado-
¡Pues tampoco hay manera de que yo salte, así que vos debéis ir a buscar un sendero por donde pueda bajar! – Las órdenes de su alteza ya empezaban a colmarme la paciencia ¿Que las princesas nunca aprenden a pedir por favor?
Estaba exhausto y lo único que quería era refrescarme en las frescas aguas del lago, así que no me importo lo que su majestad deseaba, después de todo cumplí sus caprichos por cuatro días e incluso tuve que cargarla en mi espalda –Que porque estaba muy cansada- así que nada más la levanté en mis brazos y caminé hacia los límites del abismo. Ella se dio cuenta de lo que yo iba a hacer y luchó porque la soltara (e incluso ordenó gritando que la soltara), pero no me importó –Al carajo el protocolo también-me dije- y salté. Zelda profirió un grito agudo, que casi me deja sordo hasta que caímos al agua, ya cuando surgiéramos a la superficie me habría de aprehender por mi atrevimiento.
¡Sois un atrevido! ¿¡Quién creéis que sois!? –exclamo irritada y empapada, también profiriendo una sarta de maldiciones en hyleano antiguo que no entendí muy bien-
¡Exageráis alteza! –Exclamé en medio de risas- después podéis atormentarme con uno de vuestros castigos, si queréis. Además estáis sana y salva, o no? –No hubo más que silencio como respuesta-
Nadamos hasta la orilla y antes de seguir nuestro camino hasta la posada más cercana, saciamos nuestra sed. Zelda, cansada, apenas podía caminar con su pesado vestido empapado –debo agregar que pareció gracioso el escenario- y seguía (creo) maldiciéndome en hyleano antiguo hasta que por fin llegamos a la posada.
Descansaremos en la posada y mañana temprano retomaremos el viaje –dije-
No, descansaremos un par de horas y luego retomaremos el camino –dijo en su típico tono mandón-
Guardé silencio y dejé de caminar.
- Con todo respeto, alteza, pero sois una testaruda, vos necesitáis descanso tanto como yo y seguramente estáis tan hambrienta como yo –dije razonablemente- Además, la noche se nos ha venido encima y vos bien sabéis que aun moran monstruos en Hyrule, no pienso arriesgarla a vos y a mi yegua a ser heridas.
- ¿Me estáis comparando con un caballo, sir? – preguntó indignada-
- Pues ambas sois testarudas… así que… -dije en broma y profirió un gruñido, como el de un gatito y siguió caminado, arrastrando sus faldas mojadas, hasta la posada- ¡No os molestéis alteza, solo es una broma! –Grité al tiempo que seguía los rápidos pasos de la princesa-.
Antes de entrar a la posada Zelda se quitó todas sus joyas y me las entregó, diciendo que sería mejor que no supieran quién era, e inmediatamente las guardé en mi alforja. Dentro de la posada, una mujer mórbidamente gorda y un excéntricamente vestido enano, nos esperaban detrás de una reluciente barra en la amplia recepción, la cual estaba adornada con una alfombra de color rojo, varias mesas y sillas (doce mesas dispuestas en cuatro filas de cuatro mesas con cuatro sillas cada una) viejas de color café, candelabros y alguna que otra planta. Ambos estaban inmersos en una charla que parecía estar llena de chistes, porque la gorda no paraba de reír y sus risas se escuchaban seguramente hasta la otra punta de Hyrule, antes de que entráramos y salieron de su transe de risotadas solo para observarnos de la cabeza a los pies.
- Buenas noches, dama, caballero –me incliné para saludarlos- Seríais tan amables de alquilarme dos habitaciones, por favor? –dije, cortésmente, a ver si la princesa aprende algo de cortesía y humildad-
- ¡Y yo que pensé que formaban un bonito matrimonio cuando entraron aquí, jajaja! –rió la mujer cubriéndose la boca y sin quitarnos la vista de encima- Con lo bellos que sois ambos, seguramente vuestra prole sería preciosa.
Joder, ese comentario hizo que me ruborizara! Traté de disimularlo pero Zelda lo notó y soltó una risita burlona.
Es que aún no nos hemos casado –Dijo Zelda tomándome de la mano, provocando que me ruborizara de nuevo- y bien sabéis que debo cuidar mi reputación de doncella.
¡No seáis ridícula! Vienen parejas como ustedes tooooodo el tiempo y lo que siempre les decimos es que lo que pasa en esta posada se queda en esta posada. –Dijo el enano con voz afeminada – Así que no os preocupéis de las apariencias y disfruta de vuestro bien dado y apuesto hombre, que la juventud es corta y solo se vive una vez! – El comentario hizo que Zelda se encogiera de hombros y se ruborizara, una cucharada de su propio chocolate, eh?-.
De igual manera solo tenemos una habitación libre, jo jo jo! –Rió la gorda, ¿que no se cansa de reír?- Y es la más costosa, solo 500 rupias la noche y 200 rupias más por servicios adicionales.
No-…- Zelda iba a decir algo pero la interrumpí- ¡La tomaremos! –Dije, apartando la mano de Zelda para poder pagarle a la gorda-
Muy bien, seguidme –Dijo la mujer tomando el dinero y entregándole la llave a Zelda- Es la habitación más linda de todas y está en el tercer piso! –Exclamó al mismo tiempo que subía las escaleras-
Nosotros nos dispusimos a seguirla obedientemente, pero el enano tomó del brazo a Zelda y le susurró algo a oído, no pude escuchar nada de lo que le dijo pero vi que ella volvió a ruborizarse y soltó una risita nerviosa.
Cuando llegamos a la habitación (la gorda estaba sudando y casi sin aliento) Zelda abrió la puerta y nos sorprendimos al verla: La habitación abarcaba casi todo el piso, estaba cubierta por una gruesa alfombra de lana vaneriana de color lila, una cama de ébano muy amplia en la que cabrían cuatro personas y cubierta por una piel de pelo suave y blanco (de un animal que desconozco), tenía ventanal que daba al lago Hylia, un gran baúl de ébano al pie de la cama, un mullido diván color lila al pie de la ventana y una mesa color negro en medio con dos sillas del mismo color ambas con detalles tallados y un mullido cojín. Zelda hizo lo que mejor sabe hacer: ordenar. Le dijo a la mujer gorda (No sé cómo se llama porque no nos dijo su nombre) que trajera ropa limpia y comida a la habitación y después se fue a bañar en el bello baño de mármol.
Yo salí de la habitación para darle privacidad y bañarme en el lago porque sabía que su alteza tardaría horas aseándose. Cuando volví me encontré con comida caliente en la mesa y ropa limpia sobre la cama, hice ademán de sentarme a comer primero antes de ponerme ropa limpia pero Zelda despotricó diciendo "¡No se os ocurra sentaros a la mesa vistiendo esa ropa sucia!" así que desistí de mi idea para no molestar a la princesita e hice de nuevo lo que ella quería, no sé qué tiene esa mujer que siempre termino obedeciéndola con afán de complacerla (Se veía bellísima en ese simple vestido rosado de plebeya y con su cabello suelto, lástima que cuando se secó lo volvió a trenzar).
Después de haber comido y escuchar a Zelda decir que mis modales eran como los de un criador de cerdos –Disculpadme pero estoy hambriento, alteza –pretexté mientras me metía otro bocado de estofado a la boca-, me recosté en el diván para por fin descansar. La princesa se metió a la cama, bajo la piel blanca (que me da la sensación de que es piel de Yeti, espero que Yeta y Yeto estén bien…) y también se dispuso a descansar. Mañana seguramente sería un largo día para ella una vez llegara al Castillo y me agobiaba el hecho de que sería la última vez que la tendría cerca, así que se me ocurrió hacerle una pregunta estúpida.
¿Qué os ha dicho el enano antes de que subiéramos a la habitación? –Tenía la curiosidad desde que vi su reacción al escuchar las palabras del enano, es estúpido preguntarlo pero no se me ocurrió nada más- ¿Os ha ofendido de alguna manera?
Me parece que es muy tarde para preguntármelo, sir. Id a descansar que mañana nos espera un largo camino por recorrer. –Respondió evadiendo mi pregunta-
A mí me parece que a su majestad le ha "agradado" el enano –me burlé-
¡No seáis infantil! Ni os atreváis a insinuar que el enano susurra palabras lascivas a las mujeres que recién ha conocido, porque dudo que un hombre que gusta de la compañía de hombres se interese en mujeres. –Volvió a responder, evadiendo mi pregunta y se sentó en la cama-
Entonces, ¿Que os ha dicho? – me incorporé para ponerle atención y ver sus gestos- ¿Os ha dicho algo sobre mí?
Sí, como cuan atractivo le parecíais vos! os habéis ganado el corazón de un enano afeminado, sir –Se burló soltando una risita que apenas alcancé a escuchar-
¿Os han dicho que sois mala mintiendo, alteza? ¿Ese pensamiento es del enano o el vuestro? – No sé qué me impulsó a hacerlo pero me puse de pie (no me importó que me viera semi desnudo) y me subí a la cama junto a la princesa pero ella puso distancia entre nosotros-
¿¡Pero quién creéis que sois vos!? – No hice caso a su reacción defensiva, seguí acercándome, ella trató de darme una bofetada pero yo la tomé de la muñeca antes de que su mano pudiera hacer contacto con mi mejilla- ¡En ningún momento os he dado mi permiso para acercaros!
Responded a mi pregunta –le exigí con voz calma pero imperativa, mirándola a los ojos y ella me devolvió la mirada, desafiante- ¿Es lo que vos pensáis de mí?
Me ha dicho que debería fornicar con vos, ya que sois buen mozo y que seguramente sabríais cómo complacer a una mujer, eso es todo lo que ha dicho el enano afeminado. En lo personal, dudo que vos seáis capaz de complacer las exigencias de una mujer como yo, seguramente el enano hablaba de una plebeya. –Dijo desafiante y provocativa al tiempo que se liberaba de mi mano- No niego que pienso que sois buen mozo pero no más.
Eso era todo lo que deseaba saber, alteza –volví al diván y me recosté- Buenas noches.
Buenas noches –La escuché decir-
Siempre he sido impulsivo así que me fue muy difícil negarme a caer a las provocaciones de la princesa, pero no pude evitar pensar en varias maneras de complacerla cuando me dijo eso. Esa noche soñé con que desgarraba esa delgada bata de dormir de lino y la hacía mía en contra de su voluntad. Fue la primera y espero que sea la última vez.
A la mañana siguiente salimos temprano, Elise (la mujer gorda) nos deseó buen viaje y nos regaló unas cuantas galletas de trigo (que por cierto estaban deliciosas) para el camino. Le preguntamos si rentaba caballos pero dijo que no y que no había ningún establo en las cercanías, así que agradecimos su hospitalidad y llamé a Epona.
Subid, alteza –Le dije a Zelda al tiempo que le tendía mi mano para ayudarla a subir a Epona y ella sorprendentemente aceptó mi ayuda y subió sin respingar-
Gracias –Dijo, sorprendiéndome-
No hay nada qué agradecer, su majestad –Respondí al mismo tiempo que montaba a Epona y la echaba a trotar-
Lo que os dije anoche… Lo siento, sir –Dijo, encogiéndose de hombros-
No, perdonad mi impulsividad, alteza, no debí haber hecho lo que hice, comprendo que vos hayáis reaccionado de esa forma. –La consolé-
Ese momento fue algo incómodo pero pude notar que el hielo entre nosotros estaba lentamente resquebrajándose, como el espejo del crepúsculo, en mil pedazos.
En el camino hacia la ciudadela vimos pequeños poblados destrozados, a sus habitantes vistiendo harapos y a varios chiquillos famélicos, además de varias pilas de cuerpos siendo devorados por carroñeros y cubiertos por moscas. La princesa se sintió tan abrumada por la escena que empezó a llorar.
Todo esto es culpa mía –dijo con tristeza- Es culpa mía que mi pueblo esté sufriendo así, por ser una cobarde y haberme dejado vencer.
Alejé a la princesa de tales escenas, paré a Epona bajo un árbol y desmonté.
No, su majestad, no os culpéis por la crueldad de otros, vos hicisteis lo que pudisteis por vuestro pueblo. Si mal no recordáis, Zant os amenazó con asesinar a todo ser viviente si no os rendíais. –Dije, tratando de consolarla-
Sois muy amable, sir… -Dijo, limpiándose las lágrimas y mirándome-
Hubiera querido que no me mirara, porque sus dos ojos llenos de tristeza me hicieron sentir como si algo me hubiese herido en el pecho y unas ganas enormes de estrecharla en mis brazos me abrumaron: fue ese momento cuando supe que no podía soportar verla llorar. Obviamente no podía consolarla como yo quería así que decidí darnos un descanso para que ella se repusiera del impacto.
Ahora, bajad de Epona para descansar un rato antes de seguir, alteza –sonreí y le tendí mi mano, pero ella se abalanzó sobre mí, rodeando mi cuello con sus brazos y no me quedó de otra más que atraparla y mantener el equilibrio para no caer- ¿Os encontráis bien? –le pregunté mirándola, pero ella hundió su cara en mi cuello-
No –respondió- He sido poco amable con vos y aun así vos me tratáis tan amablemente, sois muy noble y eso me hace sentir más culpable.
No digáis eso, alteza, estoy aquí para que vos desatéis vuestra furia sobre mí, me torturéis y me digáis que tengo los modales de un criador de cerdos y que soy un atrevido –Bromeé-. No, no es verdad! –me retracté al sentir gotas tibias sobre mi cuello- Solo bromeaba –La tomé de la barbilla y la miré a los ojos-
Lo sé –me dijo- Es como sois, sir Link.
Alteza, por favor, llamadme solo por mi nombre, no soy más que un granjero.
Lo haré si vos me llamáis solo por mi nombre.
Pero eso ni siquiera a los nobles se les es permitido, alteza!
¡Entonces no hay trato, sir!
Está bien, está bien, me habéis vencido, Zelda. - Ella me sonrió cálidamente cuando pronuncié su nombre y fue cuando el hielo entre nosotros por fin se quebró en mil pedazos-
Después de una hora de hablar sobre qué hacíamos antes de que llegaran Zant y Ganondorf, tuve la sensación de que la conocía a Zelda desde la infancia. Al final sucedió lo que estaba evitando que sucediera, mi instinto me dice que es mejor retirarse y alejarse pero hay algo en mí que me obliga a acercarme más a ella y quedarme a su lado, no sé qué es, pero tengo el presentimiento que he de pagarlo caro.
Montamos de nuevo a Epona para seguir el camino; un par de horas más para contarnos nuestras vidas y para por fin llegar a La Ciudadela.
PS: Háganme saber si les gusta que escriba en castellano o no y por supuesto su opinión sobre la reedición y el capítulo en sí. Gracias
