Disclaimer: lamentablemente Naruto no me pertenece……… aun, cuando me pertenezca revivirá a Deidara a cambio de la vida de Sasuke, daría más protagonismo a las Kunoichis y no se……. ¿mas explosiones?
hola todos, esta es una historia que me vino de inspiración cuando estaba en clase de filosofía y debatíamos sobre el problema palestino y sobre si se es arrogante sumir el cuello ante la historia, pero entonces una amiga dijo que la rueda de la historia es la historia de la lucha de clases y que entonces el problema palestino también lo era, y entonces vislumbre el "esqueleto" de esta historia, en la historia Naruto es el hijo de un palestino exiliado, ambientado en la bella década de los 70´s, nada más, nada menos, así que se los pongo de una buena vez, por cierto, Naruto no busca venganza (no lo comparen con el emo vengador) busca justicia, libertad y dignidad.
Allez, mon vieux. Pasa otra vez sobre la pagina tus dedos regordetes y manchados de tinta gris. por cuarta vez. Revisa las marcas del impresor, el corte de papel, el registro del perforado. Y ahora busca mi numero de la lista de pasaportes robados. No es falso, no es robado. Mmm….. ¿Qué hemos de pensar de esto, mon gars? Ahora veamos la foto. El relieve del sello se ve bien, de altura pareja, fresco. Aquí no hubo enyesado. Ah ¡quizás no sea realmente yo! Vuelve a comparar, carne contra foto. Ojos, si, nariz, si, forma de boca….. Mis rasgos no son tan ambiguos para requerir esta laboriosa comparación. Pero tú eres un oficinista, tu, bajo el quepí azul, tienes tus procedimientos a seguir. Si lo se. Alguna sinapsis te previene que este tipo frente a ti no es simplemente un turista más, así que tu deber hacia Francia te obliga a ejercer tus tediosos procedimientos. Adelante. No tengo prisa.
-¿vous etes americain?- pregunta. Busca señas de nerviosismo de la garganta, donde no puede ocultarse de una expresión desocupada.
- Eso es lo que dice el pasaporte: "USA".
¿Y el acento también es genuinamente yanqui también? ¿No? jamás te habías topado con un problema como este.
-Naruto…Uzumaki ¿su nombre?
-Eso es lo que dice
Todo es cierto. Aunque veo que te preguntas, ¿Cómo es que un Naruto Uzumaki , con extrañas marcas en la cara, una cara afilada como una citamarra como esta y con ojos que parecen bestias asomándose desde cuevas… ¿Cómo es que levo a portar un pasaporte gringo? Déjame decirte. Una triste, algunos dicen que amarga, vicisitud de la historia. Una traición. De la cual no queda enteramente libre su hermosa Republica, monsieur.
-Señor Uzumaki ¿Cuál es el propósito de su visita a Francia?
Justicia, pienso, pero digo:
-turismo, el turismo, monsieur.
-¿llega usted de Suiza?
-Si
-Y antes de eso solo veo un sello reciente de la India
-Si
Aunque no hallaras lo que realmente buscas
-Usted a viajado mucho últimamente. El ultimo sello de salida de los estados unidos está fechado en julio de 1979 ¿ha vivido en la India desde entonces?
-Hare rama
- Pero no encuentro el sello de entrada de la India
-Tú sabes cómo son esos coloniales, old boy. Muy informales
Tan informales, de hecho, que jamás descubrirían la extraña coincidencia de un tal Bernard Guzmán que aterrizo en Delhi sin jamás partir, mientras que un tal Naruto Uzumaki despego de Delhi sin nunca haber llegado. Bernard Guzmán, representado por un pasaporte falso que deje oxidándose en un pequeño brasero. Le calentó unos chapatti a un viejo pordiosero cerca del aeropuerto. Imagino que es a este Bernard Guzmán al que quisiera aprendeher, mosieur le passe controle. Si. Bernard era decididamente un tipo digno de su interés. Quizás incluso no lo hubiera dejado entrar a su magnífica republica. Pero así es, partió volando a reunirse con Siva, dejándote a este tipo más bien poco interesante: Naruto Uzumaki, cuyo pasaporte es enteramente legitimo además.
-¿Cuánto dinero trae a Francia, señor Uzumaki?
-Como mil doscientos dólares, la mayoría en cheques de viajero.
Bastante dinero para un chico que parece un estudiante, con su saco de codos parchados y sus tenis de correr. Bastante dinero, piensas, mientras afilas la punta de tu ya de por si perceptiva nariz, entre tu pulgar e índice.
-Usted sabe que no puede trabajar en Francia sin solicitar visa de trabajo ¿puedo preguntarle su profesión?
Pienso: revolucionario, monsieur, acecino, secuestrador y asaltante de bancos. Contrabandista y falsificador también. Pero digo:
-Soy un artista, Monsieur.
-Oh si, estoy seguro de que lo es.
burlate, burlate lo que quieras. Ahora el golpe hueco de tu sello me despedirá de tu mente. Cuantas fronteras he cruzado en los últimos dos años y medio….En todos los escritorios de control de pasaportes, el permiso oficial de entrada suena como un nudillazo sobre un ataúd vacio. Sordo para entintar, fuerte para sellar.
-Passez – Seguridad Nacional, Orly, 18 de diciembre de 1972, Francia 24
y con esto te olvidaste de Naruto Uzumaki ¡Qué error!
Tras una plataforma a la altura de las rodillas se pasea un inspector de aduanas malhumorado y flacucho, frunciendo el ceño ante una mujer pequeñita que lucha por volver a cerrar su maleta gigante. No espera que el alce un solo dedo para ayudarla. Conoce a Francia, por la entrada de pasaportes, algo interesante deambula hacia su aburrimiento anestesiarte. Se endereza con la más breve mirada hacia mi bolsa de Adidas.
-¿alguna cosa que declarar?
-Dos libras de cocaína
Antes veía a aduaneros latinoamericanos despachar con un gesto de la mano a viajeros que hacían este tipo de chiste. Pero nunca estuve en posición para arriesgarlo. Ahora que finalmente lo aventuro me encuentro en un país donde los oficiales no tienen sentido del humor.
-Ouvrez. Ábralo. – Hace una mueca al ver el arrugado montón de sudada ropa interior, no quiere meter la mano - Saque todo.
- Si tanto le interesa, sáquelo usted.
Otro aduanero se acerca a nosotros. Este hijo de puta va a armar un escándalo. De pronto surge un tercero a mis espaldas, con la mano sobre la tapa de su funda de su arma.
-Venga con nosotros por favor. Traiga su equipaje – Usa el quepí tan bajo que sus ojos son invisibles.
¡Naruto idiota! No necesitabas esto.
-Espece d´arabe – murmura uno de ellos.
Echo todas las chácharas de mi bolsa sobre la mesa de inspección, esperando evitar el cateo corporal. Pero veo en sus rostros que están decididos a humillarme.
-Venga con nosotros por favor. Puede dejar su equipaje donde esta.
Naruto idiota.
Afortunadamente el cateo es superficial y llevado a cabo en privado, pero sigue siendo pura intimidación. Estas a nuestra merced árabe. Podemos hacer lo que queramos contigo. Cuando me llevan de vuelta hacia mi bolsa ya estoy pensando en dejarles un recuerdo.
¡Idiota Naruto! no necesitas de esto, no necesitas más. Recuerda porque viniste aquí. Haz tu maleta y actúa contrito. Deja que tengan a su payaso intimidado ¿qué te cuesta?
Desde luego es este intoxicarte olor a libertad en mis narices el que en primer lugar me atrajo a esta tontería. Me perdonare. Después de dos años y medio de sobriedad granítica ¿Cómo podría resistir a la oportunidad de mofarme de un hombre en uniforme? Es la primera vez en dos años y medio que estoy libre del miedo devorador a consecuencias imprevistas para mí, para mis compañeros, el movimiento, la historia. Para la guerrilla urbana en Montevideo no hay palabra o acto público o privado que sea puramente personal. Aun cuando me escondía, cada vez que defecaba me encontraba preguntándome si no habría un agente de policía contando excremento en el drenaje para ver si no había más del numero de gentes registradas en el edificio. Pero ahora estoy en Francia. Ahora puedo aflojar los esfínteres a ambos extremos.
Durante el viaje en camión a Paris me invade una sensación intrigante: una intensificación mezcalina de la vista vuelve tan palpables los colores, que parece que me pegaran a la mano si los toco. Ha llovido. El pavimento de la autopista es una paleta de zincs arremolinados, morados y plateados, moteados por el roció de los coches que nos pasan, deslizándose hacia casa. Atisbado a través de agujeros en los montones de nubes plomizas, el cielo sobre la ciudad es absolutamente lavanda. Jamás he visto algo parecido.
el camino de mi huida de veinte mil millas, desde Uruguay, llega a su fin con el ultimo estremecimiento del motor del camión bajo la terminal de Invalides. En el silencio permanezco sentado un minuto más, para absorber la sensación de inmovilidad. De no ser perseguido. De inmediato, los demás pasajeros se agolpan hacia la salida y seré el ultimo en bajar. La joven mujer delante de mí tiene pantorrillas firmes. Como las de mi madre. Debe de ser una característica de las mujeres francesas. Sus pantorrillas me llevan hasta la calle. Me han dicho que debo llegar al distrito cercano al boulevard Saint-Michel: el distrito de los estudiantes y los emigrados. En ciertos círculos sudamericanos, todos saben adónde ir en Paris. Tarde o temprano, todos esperan terminar exiliados aquí, exiliados, así que circulan bastante los cuentos y los mapas de la ciudad. En Monte escuchaba hablar de un Bar Americain y de un Mr. Magoo, como si estuvieran a unos pasos de la Rambla y no a un océano de distancia. Se decía que todas las revoluciones del Tercer Mundo son concebidas tomando café en las aceras de Paris. Los cafés de Paris son más privados que las alcobas de Montevideo.
Así que cuando piso las largas cuadras del boulevard Rapail no soy un extraño en Paris. Traigo conmigo un retrato de la ciudad, construido a través de conversación tras conversación, bordado por mapas y postales, Y llevo también otra imagen, mas vaga y ambigua, heredada de mi madre. Paris también era su sueño. Pero por su libertad moral y emocional, no por la política. A los ojos de una niña de la hosca Normandía, esta ciudad debió de resplandecer como un paraíso exótico. Quizás pudo mantener la frescura de la añoranza, porque jamás vivió aquí su sueño. La visión que ella me lego me hace pensar que hallare en Paris una ciudad de mujeres, así como de refugiados políticos.
En donde Saint-Germain se separa de Raspail, las aceras empiezan a bullir de vida. Ni el frio de diciembre ni la lluvia ni el cielo nublado han hecho que todos se retiren. Aquí hay una galería de esculturas en una inauguración. La fiesta se desborda a la acera. Los fotógrafos andan por doquier con sus luces. ¡Cruza la calle, Guzmán! Es una advertencia a gritos en mi cráneo: las cameras son amigas del enemigo. Y aunque una voz mas calmada me anima a pasar a través de la multitud, los residuos de paranoia clandestina aun sostienen la mano mas fuertemente sobre las riendas. No olvides, dice la voz, regañándome, que Uzumaki-Guzman no es una aparición común.
Y eso es cierto. Aunque los claros genes franceses de mi madre me dieron el cabello rubio y rebelde que tengo, y diluyeron mi complexión a un tono bronceado, no hicieron nada para suavizar la fisonomía beduina que herede de mi padre. Pero desde el lado sombreado del boulevard, mi cautela parece absurda. Esos fotógrafos son cazadores de celebridades, no espías policiacos. quizás llegue el día en que se arañaran uno al otro abriéndose paso para fotografiar mi cara, pero hoy no gastarían ni una sola toma. Más bien deben desear que todos los transeúntes desaliñados tuvieran el buen gusto de permanecer en el lado oscuro de la calle.
Más tarde me registró en un hotel: bajo mi nombre verdadero por primera ves en dos años y medio. mi firma se ve extraña. Pero no hay sospecha en los ojos de la conserje, solo simpatía por un viajero tan cansado que apenas puede sostener la pluma.
-¿Quiere con baño?-Viendo mi pasaporte, intenta en Ingles.
-Claro. Con baño.
Me da las llaves. Su vos también tintinea:
-Tercer piso, espero le guste
Bienvenido de vuelta al mundo, Naruto.
-Estoy seguro que sí. Merci madame.
Me encuentro completamente despierto y apenas he dormido una hora: ya mi mente deja tras los vientos, siguiendo la trayectoria de mis planes. Mañana debo empezar a establecer contacto con la clandestinidad palestina. Ha pasado demasiado tiempo desde que me sumergí en el húmedo sótano del Pollo Rojo. La historia pierde rápidamente se sentido bajo los pisos de la vida ajena. Una vez por semana la gente de arriba bajaba sus periódicos. Los de hoy o los del mes pasado, ¿Quién sabia la diferencia? ¿A quién le importaba? Como una niebla, la censura sofocaba los hechos locales. Esforzándose, a veces podía discernir vagas siluetas en eventos de chile o Argentina ¿se topa Allende con dificultades? el movimiento sentía escalofríos. Yo también, quizás hace mucho tiempo. Pero después de ver frente a si a un amigo ametrallado, uno ya no se inclina a creer en revoluciones sin sangre. Dos aereosecuestros en la primavera, un desquiciado ataque Kamikaze de japoneses en el aeropuerto de Tel Aviv, una gloriosa demolición de una refinería de Triste, hacia el final del verano,. Y entonces, en Múnich, los comandos del septiembre negro hicieron que las cámaras de televisión se apartaran de atletas olímpicos para enfocarlos a ellos, eso ardía en mi mente como una revelación.
Después de veinticinco años. Mi nacionalidad desechada y humillada brillaba repentinamente como una insignia de valor. Pero sobre otros pechos, no sobre el mío. Porque en Uruguay no era ni siquiera un Naruto Uzumaki sino un falso Bernard Guzmán, agazapado en un sótano, escondite tupamaro, esperando que la dinamita del escuadrón de la muerte hiciera volar las paredes. Yo sabía que si habría de existir un lugar en la historia para mi, sería como Naruto Uzumaki, no como Bernard Guzmán. Aunque no fuera más que morir en un fuego cruzado, bajo un helicóptero en llamas sobre la pista de otro Fürstenfeldbruck, por lo menos existiría la dulzura del duelo de mi raza.
Pero esta noche, meses después y miles de kilómetros de distancia, en el corazón de Paris, aun sigue igual de distante mi primer paso hacia el lugar de Naruto Uzumaki en la historia. De pronto, la ciudad se escucha vasta y extraña allende la ventana del hotel, y Naruto Uzumaki no parece más que un incidental visitante de paso. Aquí no hay ningún Kakashi que me conduzca al corazón de la lucha como en Uruguay. Aquí, desde fuera, tendré que abrirme paso a cincelazos, y las paredes se ven muy gruesas. Pero la paciencia es uno de los recursos que agote en el sótano del Pollo Rojo. Y eso me deja enteramente a merced del odioso capricho de la buena suerte.
Los turistas están al pie de Saint-Jacques, con las cabezas echadas para atrás, apreciando las torres de la catedral. Pero a unos pasos, bajo el pabellón de este café, a nadie le importa un bledo la arquitectura. Escucho la vos de mi madre instigándome a dar por lo menos un paseo, cruzar el Petit Pont y echar un vistazo al interior del gran monumento. Después. Hay asuntos más importantes que atender. He descubierto una ronda de bares y cafés donde los jóvenes árabes pasan el tiempo. La mayoría son norteafricanos, cuando tienen que hablar en francés o ingles se vuelven formales y defensivas. Ninguno de ellos me reconoce como parientes de ninguna especie. Dicen "ah estadounidense" y se ríen bajito en un francés gutural cuando me acerco amistosamente al barullo vespertino ante la barra. Sobre todo quieren que le eche dinero a la sinfonola o al juego de futbol. Casi no hay franceses a la vista, pero si a casi todos los demás: latinos, africanos, vietnamitas, árabes de toda especie… salvo palestinos.
-antes había toda una mandada de "pales" que se reunían por aquí – me asegura una chica inglesa borracha- pero todos han desaparecido en el último mes o dos. Más o menos llevaba amistad con uno, pero nunca iba a la cama con él, eso no ¿eh? Nunca sabe una lo que puede pescar con un árabe. Pero siempre estaba encantadoramente enojado. Todo el tiempo por todo. Vivía allá en vecindades, como los demás, dos docenas de ellos por cuarto. Eso lo enojaba. Y tenía que abandonar los bares a las once y media para estar en el andes y poder abordar el último tren para regresar a las doce y diez. Eso lo enojaba. Una vez me engatuso pata ir hasta allá y mostrarme que nadie sobre el andén era blanco. Decía que eso lo enojaba. Ningún blanco salvo yo, le hice ver, cosa que lo enojo, porque en verdad prefería a sus propias mujeres, pero ellas no dejaban que las tocara y no tenia con que casarse como resultado de la opresión de clases de los judíos y los ingleses, asi que iba a llevarme a su casa para violarme hasta que le implorara piedad. Le dije que podría violarse a si mismo hasta que se implorase piedad. Y lo deje sobre el tiznado andén, con los demás árabes tiznados y enojados. Tú no eres árabe ¿o sí?
-No si pudiera evitarlo.
De hecho parece que no puedo ser árabe ni aun cuando intento serlo. Me falta el único atributo mediante el cual los árabes deciden quien lo es y quien no: el arábigo. Soy sordo y mudo en la mitad del lenguaje de mis ancestros. Mi padre reservaba su lengua nativa para citas con viejos amigos que se venían de los "países" trayendo relatos de pena e intriga que mis hermanos y yo no debíamos de escuchar, entender o recordar. Para nosotros el arábigo se convirtió en el lenguaje de los complots y los secretos. Casi todos los asuntos familiares eran tratados en ingles. Aunque cuando mi madre se sentía romántica hablaba a mi padre en francés, generalmente él se retorcía y se quejaba y contestaba en ingles. Y así fue que a cambio, ella nos enseño su francés y se vestía con él para animarnos, encariñarnos y reconfortarnos. La disciplina y la desilusión caían sobre nosotros en ingles. Los dos idiomas se daban abasto para todo propósito familiar. Cuando periódicamente presionábamos para que nos enseñara el lenguaje que nos adentraría en el mundo de los secretos oscuros, mi padre daba su negativa de costumbre, cargada de amarga ironía:
-¿Para qué? su futuro está en este país. Ustedes son estadounidenses. si quieren regresar y vivir como las moscas de los campamentos adelante, aprendan el arábigo. Pero si quieren ser mendigos, pueden estirar la palma en Greenwich Village tan bien como en Borj al- Barajina.
Su tono nos convencía, aunque sus palabras fueran melodramáticas. No había nada que ansiara más profundamente que dejar atrás el pasado. Impotente para librarse de él, por lo mismo se empeño en prevenir que enganchara a sus hijos. Y al gancho del idioma era al que más le temía.
"Tú no eres árabe. ¿O sí?", pregunto la chica inglesa. No si pudiera evitarlo.
Pero no puedo evitarlo. Porque aun sin el recurso del lenguaje, el pasado, como alguna enredadera desenraizada y desesperada, ha encontrado otras cuarteaduras a través de las cuales desliza sus zarcillos hasta mi alma. Su camino debió de ser tan torcido como los laberintos de nuestro arte tradicional, Sin embargo mi padre puede estar feliz de que solo uno de los cinco ha vuelto a caer bajo su férula. Si hay alguna felicidad en la tumba, debe de encontrarla sabiendo que a criado a cuatro hijos perfectamente estadounidenses. si yo he tomado el "mal" camino, bueno… siempre dijo que para progresar, la historia exige que individuos y razas enteras sean sacrificados. Cuatro pasos hacia adelante, un paso atrás, como una familia estábamos muy delante de los porcentajes declarados como aceptables por el reverenciado Lenin de mi padre. No puede quejarse.
-Pero si andas buscando "pales" –insiste la chica inglesa- y no encuentras ninguno en los bares y en los andenes del tren, podrías buscar en la Soborna o en Nanterre. Todos pertenecen a la Unión General de Estudiantes Palestinos, o como sea que se llame su club. Tiene un escritorio por ahí.
¿En verdad? ¿Acaso nosotros los "pales", somos de especial interés para ti, hermana? ¡No te gustaría sabes que una organización de estudiantes es el último lugar al que iría para entrar en contacto con el movimiento clandestino? Esos grupos estudiantiles son los primeros hacia donde el opresor dirige a sus agentes. O quizá no te gustaría saber eso. A lo mejor te valen un comino las organizaciones estudiantiles y solo estas aquí sentada chismeándole a otro árabe enojado, porque te emociona que nos vayamos a casa deseándote.
A veces le envidio a i padre la paz de su tumba y a mis hermanos su complacencia militante. Y tengo que preguntarme qué es tan diferente en mí que me empuja a perseguir esta vocación, aun cuando intenta eludirme desesperadamente, como lo hace hasta ahora. Y hay algo todavía más extraño: que tengo tan pocas ganas de eludir a la vocación cuando me persigue a mí. Esos son los peores momentos: cuando la amenaza a tus espaldas se vuelve tan opresiva que pronto estás listo para salir a descubierto esperando atraer el fuego. Solo para probar que no es nada mas tu imaginación la que te anda persiguiendo. Porque para probar que no es más que tu imaginación la que te anda persiguiendo. Porque tu propia imaginación es el acecino mas letal de todos. Te caza con tus propias armas. Uno está sentado día tras día, o noche tras noche – no importa, porque el día y la noche son exactamente iguales allá abajo-, rumiando una y otra vez los mismos resecos despojos de experiencia, hasta que quedan torcidos y picados que uno ya no está seguro si los incondicionales del comité tiene razón al estar tan decididos a fusilarte. Tu mismo les haces su trabajo. Pero entonces, en el último instante de sanidad parcial, entiendes que te has vuelto victima de alguien en tu propio cráneo, y que este infiltrado debe de ser cazado, denunciado y muerto antes que los efectos de su traición te destruyan.
Pero ¿Cómo hacerlo salir de la madriguera? Arrasando las dudas de las que se alimenta. Reconstruyendo tus certezas con hierro. ¿Cuáles son los hechos? Hecho: Kakashi fue traicionado. Nadie fuera de nuestra célula sabia que estábamos en Punta del Este aquel fin de semana. Solo tres de nosotros conocíamos de antemano en qué lugar de Punta del Este estaríamos escondidos: Kakashi, Alain Castellán y yo. Hecho: Kakashi estaba muerto y los demás también lo estaríamos si yo no hubiera comenzado a contestar el fuego. Así que solo hay una conclusión lógica, pero simplemente no podían decidirse a actuar en base en ella. Me lo dejaron a mí. Y eso es lo que el Comité no pudo tolerar: que yo fuera el que actuó.
Pero ¿Por qué me sigo preocupando por eso? el comité hizo su pesquisa. Me encontraron no culpable. Hasta los incondicionales del Comité sabían que tenían la razón. Cuando les toco su oportunidad mantuvieron sus manos votadoras sobre las piernas, alfileteadas por la lógica de mi defensa:
-Kakashi era mi maestro y mi amigo desde la universidad, una década antes de que los tupamaros fueran un brillo en su ojo o en los suyos. Fue el quien viajo a los Estados Unidos a rogarme que comprara armas para ustedes. Yo no lo busque. Si mi intención hubiera sido llevarlo a la muerte ¿habría aguantado dos años y medio? Y si fuera responsable ¿hubiera esperado a que esta pesquisa me exonerara? ¡Diablos, no! Hubiera corrido a saltos hasta la embajada de los estados unidos y jamás me habrían vuelto a ver. Así que, ¿en qué razonamiento bizantino apoyan estas sospechas?
Usan capuchas pero me parece reconocer la marmórea dicción de la mujer:
-También sabemos que Alain Castellán conocía a Kakashi desde casi el mismo tiempo. así que camarada Guzmán, debió debe ser aun mas bizantina la lógica por medio de la cual te convenciste de que Castellán era un traidor y de que tenias derecho a juzgarlo y a ejecutarlo. A menos de que, desde luego, simplemente silenciabas una posible acusación contra ti. Esa sería en verdad una lógica recta.
- soy lo suficientemente inteligente para darme cuenta de que ejecutara Alain Castellán difícilmente acallaría cualquier acusación contra mí. Todo lo contrario. Pero era algo que tenía que hacer para proteger a los otros de mayores traiciones.
-Deberás perdonarnos, camarada Guzmán, si tu interpretación nos parece algo irónica
Pero ¿Qué idiota superstición me convenció que dejaría mas a tras al Uruguay volando alrededor del mundo por el camino largo?
¡Mierda! todas las interpretaciones son irónicas. La maldición de la existencia clandestina es que. Mediante alguna elaborada cadena de razonamientos, cualquier acción o cualquier palabra pueden ser entendidas como la acción o palabra de un provocador o espía. Aunque probarlo es otra cosa. Y es por eso que aun estoy vivo. Nunca me arrepentí por mis acciones por algo que nos enseño Kakashi y se me quedo gravado por el resto de mi vida "aquellos que desobedecen las reglas son escoria, pero los que dejan atrás a sus camaradas, son peor que la escoria"
- el comité no llega a ninguna conclusión en el asunto de Guzmán. Pero las ambigüedades e incertidumbres que surgen ante la acción extraordinaria, brutal y no autorizada de Guzmán, nos obligan a separarlo del movimiento…
La lista de críticas se extendió por una hora. El comité concluyo que Guzmán necesitaba reeducarse mientras evaluaban más a fondo las implicaciones de la ejecución de Castellán. Guzmán permanecería aislado y seria obligado a estudiar textos revolucionarios básicos, bajo la dirección del sector de educación política. En resumen, como mi padre, yo quedaba exiliado a una revolución de papel. Era la peor humillación que fueron capaces de maquinar.
Algunos quedarían agradecidos de poder escapar con el pellejo intacto de una pesadilla así. Algunos podrían convencerse de que es posible separarse del propio pasado. Pero inténtenlo. Ya sea que vivas en un sótano "reeducándote" o simplemente estas ardiendo en cólera, o trates de desaparecer en fantasías de gloria que te esperan cruzando el océano, tu pasado te habla, te molesta, te acusa. Pasea ante ti miradas evasivas de aquellos que sabes alguna vez confiaron en ti, y también los iris asesinos de los rostros de arpillera café de los jueces. Hace eco de las conversaciones que jamás escuchas: "¿crees, en verdad que Guzmán sea traidor?". Hasta que finalmente tienes que liberarte de estos inquisidores dentro de tu cráneo, sin ambigüedades, sin pensar en los riesgos. "¿Qué tipo de traidor llegaría caminando, a pleno sol, a ejecutar a un comandante del escuadrón de la muerte, frente a su propia casa? Ningún traidor. Así que coges el Colt Python que tienes oculto en el marco de la puerta y estudias la lista de los matones del escuadrón de la muerte, denunciados por el informante Bardesio, y abandonas la oscura seguridad de tu sótano para bizquear ante el deslumbrante sol matutino, leyendo los nombres de la calle hasta que encuentras la precisa y tus ojos recuerdan cómo enfocar en la distancia de tres metros. Y cuando el hombre sale de su sólido y pacifico hogar, columpiando su portafolio y anticipando otro día provechoso en el ministerio de interior, eructando su desayuno hacia la fresca brisa del Plata y recordando complacido la imagen de la lengua de las prostitutas que suele frecuentar debido a sus generosos recompensas por asesinar proletarios que solo quieren ser libres y evitar la muerte de la tierra que los vio nacer, alzas tu armas, hasta que su brillante frente blanca resplandece sobre la mira negra, y te recuerdas que hay que jalar el gatillo. Incluso ves como la parte posterior de su cabeza salpica el estuco café del muro se su jardín. Y como su despertaras de un sueño, de pronto te das cuenta de que toda la gente sobre la acera ha sido sacada de su sonambulismo por el penetrante estampido de la .357 y que ahora, sin entender del todo, esta boquiabierta ante la figura desparramada, el estuco salpicado de sangre y sesos, tu brillante revolver negro, y les explicas de una manera muy tranquila pero autoritaria:
-Este hombre era un asecino del pueblo.
Pero mientras te alejas, reprimiendo el impulso de escabullirte hacia el lugar oscuro mas cercano, ves una pregunta en auqellos rostros estupefactos:
-"¿Asesino del pueblo? ¿Quieres decir… de nosotros?"
Y es entonces cuando te das cuenta de que no perteneces aquí, al Uruguay y que nunca ha sido así, que tu deber es pelear por tu gente y que por esta debe de pelear por ella misma, que la revolución que estas haciando es la tuya, no la de ellos. Es entonces cuando lo comprendes, ya sinb titubeo alguno. aquí no hay nada que redimir: ya es hora de partir.
El atlántico no me deja lejos de su alcance. Paris está lleno de uruguayos. Uno acaba de alojarse en i hotel. Vi su nombre en el registro de huéspedes. Ramón Valdivia. Pero podría ser un tipo cualquiera. Y por primera vez en años ando desarmado. Necesito comprar una pistola. Y lo que es más importante, debo de alejarme del rio de transeúntes y refugiarme en un apartamento callado y apartado de todo. Si no, un día de estos regresare a este cuarto de hotel y encontrare a un hombre dándome las buenas noches, armado con un revolver con silenciador:
-La conserje fue muy gentil y me permitió esperarlo, señor Guzmán.
Durante las primeras semanas de enero me di cuenta de que Paris no era la ciudad abierta que yo oí describir en Montevideo. no había lugar alguno para un extranjero sin credenciales. Día tras día veía como los arrendatarios se cerraban, como cortinas de tienda, cuando me presentaba en respuesta a sus anuncios. Ojos entrecerrados estudiaban mis rasgos, oídos aguzados diseccionaban mi acento, y mi pasaporte norteamericano y mis cheques de viajero no surtían efecto alguno, ¿Dónde estaban mis recomendaciones? Me decían que el que no lleva recomendaciones tiene que vivir en un hotel. Así que permanecí en el hotel y cada noche escuchaba cuidadosamente a mi puerta antes de entrar al cuarto.
Bueno chicos esto es lo que alcance a escribir hoy, si bien tengo el esqueleto esto es solo la "introducción" si lo podemos decir de esta forma, en fin, muchas gracias por darle su oportunidad a esta historia, tratare de hacerla semanal y ya saben, dejar un review nunca ha matado a nadie.
