LOS PERSONAJES PERTENECEN Y FUERON CREADOS POR LA ESCRITORA . SOLO LA TRAMA ES MIA.
ESTE FIC PARTICIPA DEL RETO "PERSONAJES AL AZAR" DEL FORO "SOL DE MEDIANOCHE"
CAPITULO 1 "LLEGADA"
Era una de esos días en que el sol iluminaba un tercio del suelo de Forks. Los arboles, de un verde viejo, no dejaban ni siquiera ver todo el brillo que el sol podía dar. Los días nublados estaban el 90% del tiempo en el almanaque de cada habitante del pequeño pueblo.
Las personas se saludaban unos a otros cada mañana con movimientos de manos y gestos amistosos. Unos pocos, solo los antisociales se mantenían con la cabeza gacha y sonrisas tristes.
Estaban los ermitaños, que en resumen les encantaba vivir en la pequeña burbuja que era Forks.
Y estaban los que odiaban fervientemente ver los mismos rostros todos los días, los que soñaban con el éxito y la adrenalina, por lo que en resumida cuenta no alcanzarían en este horrendo lugar.
ANGELA WEBER NARRADOR:
Tener que soportar cada minuto sus insultos silenciosos a mis espaldas me cerraba la garanta, no por la angustia sino por la necesidad de gritar. Gritar por todo, por el destino, por la injusticia, por la crueldad que me toco vivir, por tantas cosas que hacen que a mi corta edad la experiencia me recorre por las venas. Oigo los prejuicios en susurros de jovencitas que no saben lo que es dormir sin frazadas, esas niñatas que los únicos problemas que tienen son sobre los chicos que les gusta o por que los padres son demasiado rectos. Como me hubiera gustado sentarlas en una ronda en el suelo y explicarle lo que es ser miserables. No entendían lo afortunadas que eran de tener un plato de comida todos los días, ir temprano a la escuela o simplemente mirar una película es sus casas.
He deseado con tener esa misma vida de chiquilla idiota todos los días desde que tengo uso de razón, al pasar los años los sueños se desasen, quedando como ultima fe el sobrevivir el día a día. Estar sola en la vida, sin siquiera un hermano desgraciado que te haga la vida imposible en cada oportunidad, pero no tenía ni eso, ni familia, parientes, por lo tanto, tampoco dinero.
El maldito dinero. Quién iba a decir hace miles de años que un pequeño papel con dibujitos marcara el futuro y bienestar de una persona. Yo creo que nadie, pero aquí estamos. En un maloliente callejón de un pueblo que ni quisiera conozco el nombre. No recuerdo como llegue aquí pero qué más da, mi mente tiene huecos de memoria que dificultaba más mi desgracia. Un golpe duro en la cabeza no da buenos resultados y menos si por un hombre que es el doble del tamaño de mi diminuta contextura. No sabía cómo había llegado aquí pero al menos sabia por quién, maldecía al ese perro con todos los gritos chillones de este pueblo extraterrestre.
En la oscuridad de la noche observaba a todos y cada uno de los transeúntes que luego de un largo día de trabajo regresaban a casa.
Tenia que pensar en alguna solución, por un momento me había olvidado mi ya redondeado vientre, siete meses no es broma, por lo menos lo llevaba muy bien, ya había pasado la etapa de las nauseas, mareos y los estúpidos antojos. Los antojos, esa etapa fue la más terrorífica de mi vida, y eso que he tenido una vida de mierda, pero los antojos fue mi infierno personal. Las madrugadas se me hacían más largas que de costumbres, quería saborear hasta las comidillas más extrañas. Desde caramelos de menta, hasta una torta de chocolates con choclo estarcidos por toda su extensión. No me quedaba de otra que robar los platillos que las personas dejaban en sus restaurantes de almuerzo. No era para nada fácil ya que si caminaba más de lo necesarios tal vez lanzaría la poca comida en mi estómago.
Pero eso ya había pasado, lo más importante es buscar trabajo en algún sitio, buscar un bienestar a mi niño. Él no tenía la culpa de las miserias de su madre. Iba a tener todo lo que yo no tuve y lo que siempre soñé. Una casita con cientos de frazadas por si las dudas, un televisor donde pueda mirar dibujos animados, lo mandaría a la escuela y a clases particulares de piano. Siempre me ha gustado el piano, lo había escuchado una sola vez en una casa enorme, yo pasaba por allí y un muchachito llamo mi atención, sus cabellos cobrizos reflejaban el sol y los dedos se movían suavemente al ritmo de la melodía. Lo escuche hasta que su cabeza se caía del sueño y una joven mujer lo llamaba para cenar. Desde ese entonces tuve una fijación por ese instrumento o como se lo llame. Mi niño sería maravilloso, le enseñaría todos los valores que he adquirido a lo largo de mi vida.
Dormir se me hizo fácil, mientras que uno tenga un ojo abierto por si las dudas era cosa de rutina para mí. El amanecer era el momento del día al que me había habituado no por eso mi favorito.
Traté de arreglar lo mejor posible mis ropas. No creo que un vestido desaliñado vaya bien en una entrevista de trabajo pero qué más daba, no tenía nada más, ni mucho menos un vientre que no me dejaba ver mis propios pies. Mis cabellos negros como el azabache era lo más decente en mí, además de mi hermoso niño, él me daba más seguridad en mi misma y las ganas de seguir adelante.
Los pocos negocios abrían sus persianas dando así, la bienvenida a los primeros clientes del día.
Esta demás decir que todos me metieron una patada en el trasero. ¡Mierda esto no pinta bien!
Dios dame una señal que me quieres…
-Ey ¿cómo te llamas?
