Disclaimer: Los personajes de JK no me pertenecen. Ésto es muy simple y sencillo de entender: si fuesen míos yo sería rica y no haría éstas cosas por amor a su arte. Fin.
Aclaración: Este fic participa en el reto: del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black. Serán tres viñetas sobre Sirius durante la Primera Guerra. Cada una representará una emoción distinta del merodeador. Bien. me va a hacer sufrir pero bueno xD
I - Ilusión
Sirius no sonríe, ya no. Las cosas no van bien, en absoluto.
Hace tan solo una hora, ha tenido que acompañar a Moody a casa de los Weasley. Los gemelos Prewett han muerto. Mejor dicho: los han matado. Y él ha sido el portador de la noticia. La verdad es que Sirius tampoco los conocía muy bien, pero ver el cuerpo inerte de sus compañeros, juntos, como protegiéndose el uno al otro a toda costa, lo ha dejado desolado.
Todavía no se ha acostumbrado a ver muertos, y menos dos de los suyos.
Sirius tiene veinte años. A veces se dice a sí mismo que es demasiado joven, otras simplemente que no hay tiempo para lamentaciones.
La Guerra pasa factura a todo el mundo, y él no será una excepción. Ahora ya no hay tiempo para bromas, ni para rebeldías, ni para juegos de niños. Ahora solo se puede luchar, luchar para sobrevivir y proteger a aquellos que no pueden defenderse. Luchar por el mundo que él conoció alguna vez, e incluso por uno mejor.
Sentado en la barra del Caldero Chorreante, pide otro whiskey de fuego, uno bien cargado. Después de ver cosas como ha de hoy, Sirius necesita un buen trago. Sabe que el alcohol no le borrará jamás la imagen de los gemelos Prewett muertos, tirados en el suelo, con magulladuras por todo el cuerpo, signos evidentes del maltrato previo a su muerte. Sabe que tampoco eliminará de sus recuerdos a todas esas personas a las que ha visto perecer ante las manos de esos cabrones con máscaras mortuorias. Pero tampoco quiere olvidar.
Cuanto más recuerda, cuanto más siente las miradas opacas de los muertos, es cuando la rabia le invade el cuerpo y no duda, ni por un instante, en aquello que está haciendo.
El alcohol, simplemente, es una vía de escape. Una especie de placebo para soportar mejor la noche.
Justo cuando le da el último trago a su copa, siente algo vibrar en su bolsillo. Es el espejo, el que utiliza con James para comunicarse. De repente algo le da un vuelco a Sirius. Cada vez que recibe noticias de James o de Lily, cada vez que el espejo lo reclama o llega una lechuza con alguna carta teme, en lo más profundo de su alma, como jamás admitirá que puede llegar a temer, que a alguno de ellos le haya pasado algo.
Porque si hay algo a lo que Sirius teme, la única cosa que puede asustar a Sirius Black, es llegar algún día a casa de los Potter y encontrarlos como ha encontrado a los Prewett hoy; en el suelo, muertos, con los ojos abiertos y sin vida.
Responde a la llamada de James.
—Eh, Canuto —Todo va bien, está sonriendo. El momento de tensión se esfuma—. Ven a casa. Te invito a cenar por tu cara bonita, que tenemos algo que decirte.
Sirius no lo duda un momento, y en menos de media hora tiene su moto voladora aparcada en el jardín de los Potter. El de James, su hermano del alma. La única familia que le queda.
Es Lily quien le abre la puerta, está guapa y parece más feliz de lo habitual. Le hace pasar al salón, donde está James en el sofá. La pelirroja se sienta junto a su marido, y ambos miran a Sirius.
—Queríamos que fueses el primero en enterarte —le dice Lily, apretando la mano de James con fuerza.
Sirius no tiene ni idea de lo que está pasando, pero algo le dice que no es malo. Por primera vez, las sonrisas de sus mejores amigos le gritan que, en medio de todo el caos, la destrucción y la muerte, le van a dar una buena noticia.
—Joder, he salido cagando leches. He renunciado a emborracharme por venir aquí. Soltadlo de una vez —Está ansioso, expectante. Sabe que será algo bueno, un rayo de luz en el infierno. Está, por primera vez en mucho tiempo, ilusionado.
—Bueno… —empieza James, bajando un poco la vista—. Bueno… Lily Está embarazada.
Sirius mira a la pelirroja con los ojos muy abiertos, sin poder articular palabra. La noticia le ha dejado, literalmente, patidifuso. No se lo esperaba, y menos en los tiempos que corren. Pero le da igual, se la suda. Se levanta, con una impulsividad que siempre le ha caracterizado, se acerca a Lily y le da uno de esos abrazos que hacen crujir la espalda. Al instante, se percata de lo que acaba de hacer y se lleva las manos a la cabeza.
—¡Hostia, perdón! —Exclama—. Hostia, hostia… ¿No le habrá… al bebé…?
—Tranquilo, Sirius. Todo bien —dice ella, sonriendo—. Lo interpreto como que te alegras mucho.
—¡Joder, pues claro que me alegro! —Grita, sin dejar de sonreír.
Hacía tiempo que no sonreía. No así. No de verdad, con algún tipo de ilusión. Con la certeza de que, pese a todo lo que están viviendo, no todo está perdido.
—Pero eso no es todo —prosigue Lily, mirando a su marido—. James, díselo tú, anda.
James lo mira, con su sonrisa torcida. La sonrisa de Cornamenta. La que se escondía bajo la capa de invisibilidad y se colaba en el baño de las chicas. La que robaba junto a él en el cuartito de Filch y desafiaba, junto a la suya, todas las reglas de Hogwarts. James lo mira, y sonríe.
—Eres mi hermano, tío —le dice, como si fuese una obviedad—. ¿Quién mejor que mi hermano para ser el padrino de mi hijo?
Y entonces Sirius lo siente, un calor muy distinto al del alcohol, un calor que había creído olvidado entre las faldas de las Ravenclaw y los planes de Merodeador. Es difícil de explicar. Lo único que sabe, con certeza, es que se siente, otra vez, como un niño ante un gran regalo de navidad. Siente una ilusión que, pensaba, tras la Guerra no podría recuperar jamás.
La ilusión de que, incluso en el infierno, todavía hay esperanza.
Sirius, Sirius... como me cuesta manejarte señor Black. Me hace sufrir usted.
En fin ¿Tomates, lechugazos...? xD
