Disclaimer: ningún personaje de Dragon Ball me pertenece, todo es propiedad del gran Akira Toriyama. Este fic está creado sin ánimo de lucro, solo por diversión y admiración.

ATENCIÓN!: El Lemon (mayores de edad) de esta historia está íntegramente desarrollado en la web que se indica en mi perfil, ya que en esta web está prohibido el Lemon explícito, y por tanto he tenido que modificar esa escena por otra más cortita y "light" para poder subir este fic aquí.

Por ello, si queréis leer la escena de Lemon desarrollada de manera explícita os invito a que visitéis la web que indico en mi perfil (Siempre que seáis mayores de edad, claro, jeje). El resto del fic es exactamente igual, tanto en esta web como en la otra.

¡Espero que lo disfruten!

En el otro lado

Línea temporal de Mirai Bulma.

Planeta Tierra, año 780.

En aquella línea temporal las cosas habían sido muy diferentes. Ya habían pasado catorce años desde que los androides diecisiete y dieciocho asesinaron cruelmente a todos los guerreros Z, excepto al pequeño Gohan que logró escapar por los pelos, y al impotente Goku que murió por su enfermedad cardiaca. Fueron tiempos muy duros.

En cuestión de semanas, Bulma quedó totalmente sola con su bebé, sin ninguno de sus amigos vivos, sin ninguna esperanza por la muerte de Piccolo y la desaparición de las bolas de dragón que ello supuso… y sin él.

Aun habiendo quedado destrozada emocionalmente, luchó como una jabata para que a pesar de las circunstancias a su hijo no le faltase nunca de nada, ocultándose en el búnquer de lo poco que quedaba de la Corporación, sacando alimentos de donde no había y trabajando sin descanso en diferentes investigaciones para hallar una solución que acabase con esos monstruos.

Los años fueron pasando muy lentamente. Su pequeño Trunks había cumplido catorce años, ya era todo un hombrecito, y los temores que siempre tuvo se estaban haciendo realidad: la sangre saiyajin de su hijo empezaba a gritar, y ahora se pasaba los días entrenando junto a su maestro Gohan.

A pesar de que el muchacho intentaba ocultarle a su madre los entrenamientos clandestinos, Bulma no era tonta, y notaba perfectamente que cuando su pequeño llegaba con la ropa medio rota y los labios manchados en sangre, no había estado precisamente ayudando a las personas a encontrar refugio (como él decía) … había estado con Gohan.

Sabía que le sería imposible parar el instinto saiyajin de su hijo, y a pesar de rogarle a Gohan que lo apartase de ese mundo, era consciente de que el pequeño lo buscaría y le insistiría para que lo entrenase. Trunks era lo más preciado que tenía, su hermoso hijo amado,… lo único que le quedaba de él.

Tras observar cómo año tras año el hijo de su amigo Goku era derrotado por los androides, ya había perdido toda la esperanza de que a esos asesinos se les pudiera ganar solo con la fuerza del incansable Gohan o con la de su hijo: tenía que usar su inteligencia y creatividad para idear la manera de enviar a esas máquinas al infierno. Por ello, ya hacía años que trabajaba sin descanso en su creación más ambiciosa: una máquina del tiempo.

Todos esos días en los que deseaba volver atrás en el tiempo, volver a tener a sus amigos vivos, volver a tenerlo a él… dieron su fruto en ese gran proyecto. Aunque ya sabía que un viaje en el tiempo no cambiaría las cosas en su línea temporal, tenía la esperanza de que, si lograba salvar la vida de su amigo Goku, en esa otra línea temporal sí que lograrían derrotar a los androides.

Siempre pensó que si su amigo de la infancia hubiera tenido la oportunidad de luchar con esas chatarras, habrían logrado vencer. Después de todo, Goku siempre había hecho posible lo imposible, siempre los había salvado de los peores enemigos, y era tal la fe que tenía en él que no dudaba que en un tiempo con un Goku vivo, podrían vencer perfectamente a los androides.

Por tanto, su plan era, en primer lugar salvar la vida al Goku de aquella línea temporal con la deseada medicina futura, y tras liquidar a los androides de aquel tiempo, traerlo junto con su hijo en la máquina para que también aniquilara a los androides de su época.

Esa era su energía y motivación para levantarse bien temprano en la madrugada y ponerse a trabajar en los planos y el diseño de su máquina de la esperanza, mientras rezaba a los dioses para que Gohan y su pequeño continuaran con vida un día más.

El Otro Mundo: cielo, año 780.

Goku había acabado con su entrenamiento por ese día. Tras tomar una ducha fría en la casita del señor Kaio, se dispuso a observar silenciosamente a su hijo en la Tierra. Se había convertido en todo un guerrero, pero aun así todavía no había sacado todo el potencial que tenía en su interior. Si tan sólo pudiera estar un tiempo en la Tierra con él para entrenarlo…

Hacía ya tiempo que Goku se había resignado a no haber podido participar en la lucha contra los androides. Para él fue una tortura observar desde el otro lado cómo sus amigos eran aniquilados uno tras otro sin poder hacer nada.

Había muerto por esa maldita enfermedad del corazón, y por mucho que le doliera tenía que aceptar su destino y depositar la esperanza en el legado saiyajin que quedaba en la Tierra. Fue muy doloroso ver cómo su hijo era derrotado una y otra vez por esos bastardos, especialmente en la última batalla, donde el muchacho perdió su brazo derecho.

Por suerte, esos desgraciados parecían divertirse con la agonía del guerrero y siempre lo dejaban con vida. Eso mantenía la esperanza en Goku, ya que su hijo, como buen saiyajin, se tornaba cada vez más poderoso tras estar al borde de la muerte. Y luego también estaba el pequeño Trunks, hijo de Vegeta, otra esperanza con el potencial todavía dormido.

Cada día, tras su entrenamiento habitual se sentaba en el mirador del otro mundo para observar a su familia. Su esposa Chichi estaba inmersa en una gran tristeza, y eso lo apenaba por completo. Deseaba hablarle e intentar calmarla, darle esperanzas de que al final todo se arreglaría, pero no podía asegurar algo que ni él mismo sabía si pasaría.

Alguna vez le había hablado a Gohan telepáticamente a través del señor Kaio, apoyándolo, transmitiéndole su fuerza y motivación para ayudar a su hijo a seguir adelante, animándolo a realizar un entrenamiento en la sala del espíritu y el tiempo.

Pero por desgracia, cuando Gohan fue al templo sagrado para ingresar en la sala, pudo comprobar que los androides también habían llegado a la majestuosa torre y habían destrozado también el templo, llevándose con ello la vida de Mr. Popo. Por tanto, la sala del espíritu y el tiempo había quedado totalmente inutilizada.

Tampoco podía recurrir a ninguna cámara de gravedad, ya que la que tenía Bulma en la Corporación también fue destruida por los bastardos, y con los pocos recursos que tenía el improvisado laboratorio de la científica, sería muy difícil y costoso construir otra cámara para él.

Así que el muchacho tenía que entrenarse de manera natural, con algunos lastres y pesos que había tomado de su padre y nada más. Por supuesto, cada lucha con los androides era un intenso entrenamiento, y por ello el joven los encaraba con frecuencia. También el pequeño Trunks le estaba empezando a servir de gran ayuda para entrenar, ya que el muchacho comenzaba a liberar su potencial. Y en eso se encontraban en esos momentos. Goku observaba con una sonrisa cómo los dos semisaiyajins entrenaban en la playa, dándolo todo con cada golpe, mejorando poco a poco cada día.

De repente, observó cómo su hijo golpeaba en la nuca al pelilila para dejarlo inconsciente y seguidamente salir volando a toda velocidad: de nuevo iba a pararle los pies a los androides y no quería poner en peligro al más pequeño.

Goku se puso ansioso al ver a su hijo luchar encarnizadamente con las malditas máquinas, observando cómo el guerrero se encontraba claramente en desventaja al luchar únicamente con un brazo. Piccolo se unió a Goku para seguir también el combate, y rápidamente se percató de lo que iba a suceder: esta vez los bastardos iban en serio; iban a matar a Gohan.

La rabia y la impotencia se mascaban entre el padre y el maestro, y algunas lágrimas brotaron de los ojos de ambos al ver finalmente cómo el joven guerrero había sido aniquilado. Un grito desesperado se escuchó en el otro mundo, un grito que Goku no pudo contener por la muerte de su querido y admirado hijo, su esperanza, su orgullo, su Gohan.

Rápidamente voló junto a Piccolo hacia el templo de Enma-sama para recibir al joven y destrozado guerrero. — Papá… no he podido…he fracasado…no he sido capaz…lo siento tanto…te he decepcionado… — sollozaba el tembloroso muchacho abrazando a su padre. — No digas tonterías Gohan, no podías haberlo hecho mejor en las circunstancias en las que estabas, créeme que no puedo estar más orgulloso de ti hijo mío — le respondió el emocionado padre.

Piccolo también dedicó unas palabras de consuelo a su preciado alumno, transmitiéndole la admiración que sentía por él, por cómo había luchado todos estos años sin rendirse, por las agallas que tenía el muchacho. Aunque todas esas palabras no consolaron lo más mínimo al guerrero, se sintió arropado y feliz de volver a ver a sus seres más queridos.

El Otro Mundo: infierno, año 780.

En la parte menos cándida del otro mundo, en el infierno, un rabioso Vegeta observaba también la escena de la desgracia.

El juez supremo había permitido al orgulloso príncipe conservar su cuerpo y permanecer en el infierno, gracias en parte al sacrificio que hizo éste luchando contra los androides, motivado principalmente por la protección de sus seres queridos; gracias también en parte por el buen recurso que el guerrero podría ser en caso de una emergencia; y gracias también en parte a la petición que le hizo Goku personalmente para que permitiera a su rival favorito conservar su identidad en la nueva dimensión.

Finalmente había ocurrido: habían asesinado a Gohan. Desde el mirador del infierno observaba el cadáver del joven guerrero tirado en tierra y maldecía internamente a los desgraciados que habían destrozado su vida. Ahora solo quedaba su hijo. Un miedo atroz empezó a invadir el pecho del saiyajin.

Hasta ahora, el hecho de que el vástago de Kakarotto siguiera al pie del cañón y además estuviera entrenando a su hijo le brindaba una pequeña esperanza de que algún día los dos semisaiyajins lograsen liquidar finalmente a esas malditas chatarras. Pero ahora, con la muerte de Gohan, todo se volvía más difícil. Era cierto que su hijo tenía un gran potencial interior, pero ¿sería él solo capaz de sacarlo? ¿Matarían también a su hijo antes de que éste lograra sacar su fuerza dormida?

Apretando los puños y los dientes maldecía el desgraciado destino que la vida le había brindado. Dejó de observar la maldita escena para volver a su tortuoso entrenamiento, cuando algo hizo que volviera de nuevo la mirada hacia la Tierra: su hijo se había transformado en supersaiyajin.

El pecho se le hinchó de orgullo, no podía creerlo, todo lo que él había sufrido en el otro mundo para llegar a transformarse en supersaiyajin, todos esos años de dolor, sufrimiento y desesperación por llegar a su ansiada meta… y ahora el mocoso, con tan sólo catorce años se transformaba en un simple arrebato de ira. Sin duda llegaría muy lejos. Si los bastardos le dejaban, claro. Una sonrisa de medio lado se formó en el rostro del príncipe antes de girarse para volver a su entrenamiento.

Era ya bien entrada la noche, Vegeta terminaba de bañarse en el lago rojizo que rodeaba su humilde cueva, y como todas las noches, se marchaba al mirador para observar por un rato a ella. Era su momento favorito del día, el momento en el que se perdía en aquellos preciosos ojos azules, en aquel rostro de ángel y en aquel cuerpo lleno de atributos de hembra hermosa.

Bulma terminaba de consolar a su hijo por la muerte de Gohan y se dirigía a intentar dormir en su habitación. Pero no podía, la pena y la rabia por la pérdida del joven muchacho le impedían pegar ojo, y lágrimas de desesperación recorrían sus mejillas. Vegeta la observaba y deseaba poder estar allí con ella para calmarla y hacerle el amor toda la noche, como en los viejos tiempos hacía ella con él. Pero ahora era imposible. Ahora solo podía limitarse a observarla cuando se desnudaba para admirar su hermoso cuerpo, a salivar de deseo cuando la peliazul se tomaba un largo baño relajante, a tocarse cuando ella se tocaba gimiendo su nombre…

Sabía que su mujer estaba tramando algo en el laboratorio, la veía trabajar de Sol a Sol en vete a saber qué artilugio, y eso también le brindaba esperanza. Después de todo, ella era un genio, y estaba seguro de que aquella linda cabecita no pararía hasta encontrar una manera de derrotar a esas máquinas.

Finalmente la científica se rindió al cansancio y quedó dormida. Vegeta suspiró de frustración y decidió imitarla e irse él también a dormir. Mañana sería otro largo día.

Tres años después…

Planeta Tierra, año 783.

Habían pasado tres largos años desde la muerte de Gohan. La máquina del tiempo ya estaba lista para arrancar, y Trunks y su madre se dedicaban a acabar de ponerla a punto para el despegue. El joven muchacho había crecido mucho, al igual que había aumentado significativamente su poder y mejorado su técnica mediante sus solitarios entrenamientos.

Desde el infierno del otro mundo, un orgulloso Vegeta había seguido cada uno de los pasos de su hijo, y ahora ya se había percatado de que su primogénito se disponía a viajar en una máquina del tiempo. Esa mujer loca… ¡una máquina del tiempo! Solo a ella se le podía ocurrir crear algo así. Pero, ¿Cuál era el plan? ¿Acaso si su hijo cambiaba el pasado, aquello repercutiría en su presente? No lo creía. En el infierno había aprendido lo suficiente sobre dimensiones paralelas como para saber que aunque aquella línea temporal cambiase, la suya seguiría como siempre.

El príncipe empezó pronto a deducir que lo que planeaba su mujer posiblemente era traer con su hijo al estúpido de Kakarotto cuando aún estaba vivo en aquella dimensión. Como si eso fuera una solución. Sabía lo mucho de admiraba la peliazul a su amigo, pero aquello no tenía sentido.

Ni siquiera Gohan, pudiendo también transformarse en supersaiyajin tuvo nada que hacer contra ellos… No había tanta diferencia entre ellos… incluso podría asegurar que Trunks era actualmente igual o más fuerte que Kakarotto cuando derrotó a Freezer. No encontraba sentido al viaje de su hijo, pero quizás con ese viaje conseguía recibir algo de ayuda, traer a más de un guerrero consigo para luchar con los androides…incluso traerlo a él mismo… Ahora que pensaba en eso… Trunks iba a conocerlo por primera vez… no cabía duda, aquel viaje podría resultar muy enriquecedor para el muchacho, así que estaría muy pendiente de su regreso para ver como acababa toda aquella locura.

Al fin la máquina despegó desapareciendo rápidamente en el cielo. Bulma se quedó mirando fijamente las nubes, preguntándose si tanto trabajo y esfuerzo serviría finalmente para algo. — Sí, tiene que servir, ¿verdad Vegeta? — preguntó la bella científica a las nubes sabiendo que no obtendría respuesta.

A los pocos días Trunks regresó contando a su madre cómo había sido su encuentro con Goku, como consiguió hábilmente ocultar su identidad y lo feliz que estuvo de ver por primera vez a su padre. La primera parte de la misión estaba hecha: ahora Goku tenía la medicina que permitiría salvar su vida, y además estaba avisado de la llegada de los androides. Bulma estaba emocionada por la ilusión y alegría que su hijo desprendía.

Desde el infierno, Vegeta estuvo muy atento a la conversación entre madre e hijo, y al fin comprendió: así que habían salvado la vida de aquel Kakarotto con el medicamento y pensaban traerlo aquí cuando acabara con las máquinas de aquel tiempo… si es que lo conseguía, claro.

Tal como él pensaba, su hembra había depositado la esperanza en el imbécil de Kakarotto. ¿Acaso su hijo no le había avisado a él de la llegada de los androides? ¿Acaso su mujer no había pensado en que si él hubiese sabido de la llegada de esos bastardos habría entrenado mucho más duro, y seguramente habría superado a todos esos insectos? Todas esas preguntas le azotaban la cabeza mientras gruñía con su ceño fruncido, y apretaba sus brazos cruzados observando la escena familiar.

…...

Finalmente pasaron los meses que la máquina del tiempo necesitaba para recargar la energía para un nuevo viaje de ida y regreso. Esta vez Trunks iba a encontrarse con el verdadero escenario del terror: con los androides de aquella época despiertos. Los nervios de Bulma se notaban en sus torpes movimientos y desde tierra suplicó a los dioses que protegieran a su hijo durante el fatídico viaje. Al menos Goku estará con él… sí, esto tiene que salir bien. Ahora solo podía esperar.

Meses después…

Planeta Tierra, año 784.

Era una mañana soleada en la Capital del Oeste. Bulma miraba la televisión donde solo se emitían los terribles asesinatos que los androides seguían perpetrando. Ya habían pasado varios meses desde que Trunks se marchó. Ya no debía de tardar en regresar, porque iba a regresar sí o sí. La incertidumbre y la soledad la invadían cada día, y era por las noches cuando se abrazaba llorando a la almohada, imaginando que abrazaba al que un día le robó el corazón.

Un estruendo se escuchó en la parte exterior de la pequeña corporación: Trunks había vuelto. La peliazul salió corriendo a recibirlo y no pudo contener las lágrimas de alegría al ver a su hermoso hijo sano y salvo… ¡y tan grande y fuerte!…

Vegeta dejó su entrenamiento infernal para poner toda su atención en el relato de su primogénito. El príncipe no salía de su asombro. Todos los acontecimientos que su hijo había vivido en aquella línea temporal lo dejaron sin aliento. Así que….estuvo todo un año conmigo en una sala de entrenamiento…Así que logré superar el nivel de supersaiyajin… así que el mocoso de Gohan nos superó a todos…así que Kakarotto de nuevo murió…pero esta vez como un héroe, … así que él había sobrevivido y podía disfrutar de su familia como nunca lo hizo…

El príncipe miraba detenidamente a su hijo con su clásica sonrisa socarrona: era evidente, Trunks había aumentado su poder hasta niveles insospechados. No había necesitado traerse a ningún guerrero para que lo ayudara con las chatarras: él solo se bastaba y se sobraba. Vegeta se moría de ganas de ver a su heredero en acción, y su deseo no se hizo esperar.

Tras la larga charla de madre e hijo, Trunks se dispuso a mandar al infierno a los bastardos que habían estado destrozando su vida, y salió volando a su encuentro.

La pelea transcurrió rápidamente, demasiado para el gusto de Vegeta que deseaba regodearse un poco más viendo como su primogénito machacaba a esos malditos, viendo como desplegaba una energía que hacía temblar el mismísimo infierno, viendo el espectacular guerrero en que se había convertido el fruto de su ser.

El orgullo que sentía por Trunks no le cabía en el cuerpo. Era tal el sentimiento, que algunas lágrimas y carcajadas histéricas empezaban a combinarse en su rostro. De repente, una voz familiar le habló directamente al corazón: era Kakarotto desde el cielo. — ¿Lo has visto, verdad Vegeta? ¿Has visto como Trunks ha liquidado a los androides sin pestañear, verdad? — le preguntaba Goku con voz temblorosa por la emoción. — ¿Cómo no voy a verlo? ¿Acaso se puede ignorar la terrible energía que desprende mi hijo? — le respondió Vegeta con su tono de superioridad habitual, ocultando su alegría torpemente. — Jajaja, ¡por supuesto que no se puede ignorar! ¡Es un auténtico portento! Jajajaja….Vegeta, al fin se ha acabado, ¡al fin!creo que Gohan estará eternamente agradecido a tu hijo… ¡y a Bulma!. No hay duda de que tu mujer ha hecho las cosas muy bien, eh? —. — Sí, eso parece Kakarotto. Y ahora dejame en paz y deja de molestarme — dijo el orgulloso príncipe sonriendo ocultamente. — Muy bien Vegeta, jaja, ya me voy, además tengo que hablarle también a Bulma para agradecerle todo. ¡Adiós! — concluyó Goku felizmente la conversación.

¿Hablarle a Bulma? Ese payaso de Kakarotto iba a hacer lo que él más deseaba, pero claro… el tercera clase contaba con el apoyo del dios Kaio para todas las estupideces que el imbécil deseara. Si tan solo él pudiera hablarle por unos instantes, decirle lo orgulloso que estaba de ella, lo mucho que la observaba en sus noches de soledad, lo mucho que la echaba de menos… Pero no, eso nunca sucedería, porque el infierno le separaría de ella por siempre. Pero no era hora de pensar en eso: su hijo había llevado la paz a la Tierra y con eso ya tenía la satisfacción más que suficiente para la eternidad.

¿Bulma? ¿Bulma me oyes? Soy Goku desde el otro lado, te estoy hablando directamente al corazón a través del señor Kaio — llamó el guerrero a su amiga. — ¡Goku! ¡¿Cómo estás Goku?! ¿Lo has visto verdad? ¿Has visto como Trunks derrotaba a los androides, no?Sí, por supuesto que lo he visto, Bulma, no sabes lo feliz que estoy, tu hijo es increíble, debes estar muy orgullosa —. — ¡Claro que lo estoy! Pero Goku, debes saber que él se ha hecho tan fuerte gracias a ti, gracias al Goku de la línea temporal donde viajó, aunque ya sé que tú no eres aquel Goku, quisiera agradecerte… Bulma empezaba a sollozar de la emoción de hablar con su querido amigo, con una alegría y tranquilidad que nunca pensó que podría tener. — No me agradezcas nada Bulma, como tú dices, yo no soy aquel Goku, así que eso no tiene importancia. Yo solo he estado aquí mirando lo mucho que has trabajado para construir esa máquina del tiempo. Soy yo el que quería hablarte para agradecerte todo tu esfuerzo, eres un auténtico genio Bulma, gracias de corazón — sentenció el feliz saiyajin. — Bueno Goku, ¿no esperabas menos de mí? Jajaja, ya sabes que soy la mujer más inteligente (y también bella) del mundo jijiji — añadió la vanidosa peliazul.

No has cambiado nada Bulma, sigues igual de presumida jaja — rió Goku al escuchar a su amiga. — Goku, no sé si será posible, pero…. ¿podría hablar con Vegeta? Supongo que debe estar en el infierno pero… ¿habría alguna manera de comunicarme con él? — preguntó Bulma temblorosa. Sabía que era imposible, pero estaba tan feliz por los acontecimientos ocurridos que se decidió a preguntar a su amigo. — Pues… Bulma, la verdad es que eso no puede ser… tal como imaginas, Vegeta está en el infierno, y ni yo ni el señor Kaio podemos ir hasta allí, no tenemos permitida la entrada, y si entráramos quedaríamos atrapados allí para siempre… lo siento — le respondió el guerrero un poco apenado. — De acuerdo Goku, no pasa nada, de verdad, solo te preguntaba por si acaso… es que… lo echo tanto de menos… — le dijo Bulma con la voz medio quebrada. — Ya me imagino Bulma, aunque… bueno,… voy a ver si puedo hacer algo por ti — exclamó Goku con entusiasmo. — ¿Algo por mí? ¿A qué te refieres?... ¿Goku?... ¡Goku!... —pero Goku ya había cerrado la conexión. ¿Qué demonios querrá hacer por mí este loco? Bueno… ya veremos…jaja.

Mientras tanto en el otro mundo…

Pero bueno Baba ¿qué te cuesta? ¡Solo te estoy pidiendo llevar a Bulma y a Vegeta a un zona neutral entre el cielo y el infierno para que puedan conversar un rato sobre lo ocurrido! Sé que ya has hecho esto antes con otra gente, así que, ¿qué te cuesta hacerme este favor?… Además, recuerda que ha sido el hijo de estos dos el que ha llevado la paz a la Tierra… ¡Se lo merecen! —. Goku suplicaba mirando a la anciana con ojos de corderito, hasta que finalmente la bruja cedió: — ¡Está bien, está bien! Iré primero a por Bulma y después pasaré a por Vegeta, ¡pero de esto ni una palabra a Enma-sama! ¿de acuerdo? — dijo la viejita malhumorada. — ¡Genial! ¡Eres la mejor Baba! jaja — respondió Goku satisfecho; su amiga se merecía ese regalo.

Baba se presentó por la tarde en lo que quedaba de Corporación Capsula sobre su bola de cristal. La anciana quedó muy sorprendida al ver el cúmulo de escombros que rodeaban la pequeña casa. No se podía comparar a lo que la gran mansión había sido en el pasado. — ¿Bulma?, ¿Estás por aquí? — preguntaba la bruja buscando a la peliazul por toda la estancia.

Bulma recién se despertaba de dormir la plácida siesta que durante tanto tiempo se había negado. Había estado preparado un gran banquete para su hijo, celebrando así la gran victoria y planificando con él las acciones que tomarían a continuación para restaurar el planeta. Habían reído, habían llorado… madre e hijo exaltaban felicidad, estaban radiantes por el final de su lucha. Aunque Trunks sabía que aún le quedaba por destruir a Cell, estaba totalmente tranquilo porque aquella cucaracha no era rival para él, y sabía el día exacto en el que lo encararía. Así que madre e hijo se permitieron descansar sin ninguna preocupación en la mente.

Baba entró en la habitación de la científica provocándole a ésta un gran susto. — ¡Pero bueno! ¿Acaso no sabe llamar a la puerta? — gritó la peliazul sorprendida. — Hola Bulma, cuánto tiempo sin vernos. Vengo de parte de Goku. Quiere que me acompañes un momento al otro mundo. No temas, solo será un ratito.¿Al otro mundo? ¿Pero usted puede hacer eso? ¿Puede llevarme al otro mundo y después traerme de vuelta? — preguntó Bulma incrédula. — En realidad no debería hacer estas cosas, pero sí, claro que puedo, gracias a mi sabiduría en la magia puedo establecer conexiones entre los muertos y los vivos, ¿acaso no te acuerdas del abuelito de Goku? ¿Cómo crees que logré traerlo hasta esta dimensión? —. Cierto. Bulma recordó las habilidades de la hermana de Mutenroshi y finalmente la creyó. — ¿Y para qué me quiere ver Goku? — dijo la científica emocionada. Seguro que esto tiene que ver como "eso" que Goku quiere hacer por mí. — Tú sígueme y verás, es una sorpresa. Agárrate fuerte a mi bola de cristal y vamos para allá— ordenó la viejita.

A Bulma empezó a latirle fuertemente el corazón… ¿acaso esto tendría que ver con hablar con Vegeta? ¡Ya lo sabía! Seguramente iba a llevarla con el señor Kaio para poder hablarle telepáticamente a Vegeta… por Kami, ¡qué emoción! …pero también qué vergüenza hablar de cosas tan íntimas delante de Kaio… aunque no le importaba, no iba a desaprovechar esta oportunidad para hablar con su extrañado amor.

Rápidamente se enganchó con los brazos y piernas a la bola de cristal de la bruja, y seguidamente salieron volando hacia el otro mundo.

El Otro Mundo: zona neutral, año 784.

¡Ya hemos llegado! — exclamó la anciana dejando a Bulma en tierra. Habían llegado a una de las zonas neutrales del otro mundo, una zona indefinida entre el cielo y el infierno que solo algunas deidades y funcionarios del más allá habitaban. Era un paisaje lleno de vegetación, muy parecido a las verdes llanuras de Namekusein, con frondosos árboles y coloridas flores de diversas especies. Era precioso. — Vaayaa…¿esto es el cielo?... ¿Dónde está Goku? — preguntó la peliazul ansiosa. — Tú quédate aquí y espera un momento. Enseguida vuelvo — exclamó la bruja mientras alzaba de nuevo el vuelo. Bulma se quedó contemplando el paisaje nerviosa. ¿Cómo iba a reaccionar Vegeta al hablar con ella? ¿Se habría olvidado de ella? ¿La seguiría queriendo?...si es que la había querido alguna vez…

Al cabo de unos minutos una imagen en el horizonte dejó a la científica en shock: Vegeta volaba detrás de la anciana y se acercaba lentamente hacia donde ella estaba. El corazón empezó a tronarle en el pecho, parecía que se le iba a salir por la boca. Las cuencas de sus zafiros azules empezaron a rebosar lágrimas, y todo el cuerpo le temblaba.

Por su parte, Vegeta abrió los ojos como platos al ver en la lejanía a su añorada hembra. También Baba le había ocultado el motivo de su citación, así que el shock le pilló tan desprevenido como a Bulma. El nerviosismo que el guerrero intentaba ocultar sin éxito se hizo palpable cuando aceleró el vuelo dejando atrás a la bruja y aterrizando velozmente delante de la peliazul. Los dos se quedaron estáticos mirándose a los ojos, los dos sin decir palabra, los dos totalmente rebasados por la emoción. — Bueno…yo… los dejaré solos por un rato. En una hora vendré a por Bulma para llevarla de nuevo a la Tierra. Disfruten de su tiempo. — dijo la anciana nerviosa al notar la tensión que había en el ambiente y alzando el vuelo para marcharse de nuevo.

La tensión rápidamente estalló. Bulma se lanzó a abrazar a Vegeta posesivamente, lo más fuerte que podía, hundiendo sus dedos en la rebelde cabellera y pegando su cuerpo al máximo al del guerrero. Vegeta la tomó por la cintura y la apretó contra él con gran entusiasmo, logrando que la científica notara el instantáneo deseo de su hombre.

Fue primero Vegeta el que inició los apasionados besos que les turbarían la mente. Por su parte, Bulma no daba abasto, parecía que no lograba acercarse lo suficientemente al cuerpo del guerrero, que no lo saboreaba lo bastante para quedarse satisfecha, quería más, quería fundirse con él, la desesperación por unirse a él llegaba a ser dolorosa.

Vegeta la tomó en brazos y la llevó a un lugar más discreto entre los árboles, donde pensaba amarla hasta el último segundo de esa hora que la bruja les había concedido. Hicieron el amor varias veces de manera desesperada, sin darse tiempo para descansar, ansiando unirse en cuerpo alma sin demora.

La hora pasó rápidamente. Ambos se abrazaban con fuerza tirados en la hierba. Vegeta empezó a vislumbrar como la anciana bruja se iba acercando lentamente en la lejanía. — Bulma, es la hora. Tenemos que vestirnos, la anciana viene ya — dijo un apenado Vegeta mientras volvía a la realidad. Bulma lo miró a los ojos y empezó a llorar como una niña al ver que su tiempo se acababa… que ya no volvería a ver a su amado, que tenía que despertar de ese dulce sueño.

Vegeta, te amo. Siempre te he amado. Quiero que sepas que durante todos estos años no ha habido ni un solo día que no haya pensando en ti. Es muy doloroso vivir sin ti. Te extraño cada segundo — declaró la triste peliazul. — Lo sé mujer, cada día te observo desde el infierno. Sé lo mucho que has sufrido, lo mucho que has trabajado todos estos años. Sé lo bien que has hecho las cosas con nuestro hijo, la gran luchadora que eres. Yo también quiero que sepas que te tengo presente cada día, y que aunque no puedas verme estoy allí contigo, mirándote en silencio, no te quepa duda de eso. Ahora te toca ser feliz. Disfruta de la merecida paz con nuestro hijo. Te lo mereces Bulma. Yo también te …

¡Aaaah! ¡Pero qué es esto degenerados! ¡Haced el favor de vestiros inmediatamente sinvergüenzas! — interrumpió la pudorosa bruja a los amantes. La pareja se vistió rápidamente totalmente avergonzada, Bulma intentando arreglar su vestido roto con torpes nudos que lo mantenían unido.

Ambos se quedaron mirando en silencio, Bulma más calmada tras haber escuchado las balsámicas palabras de Vegeta, y él grabando a fuego en su mente la imagen sonrojada de la científica. Se dieron un tierno beso en los labios como despedida, antes de que Bulma emprendiera el vuelo hacia la Tierra sobre la bola de cristal. — Muchas gracias Baba, no sé como agradecerte esto, ha significado mucho para mí — confesó la peliazul a la bruja mientras volaban. — No me agradezcas a mí, agradéceselo a tu amigo Goku. Él fue quien me pidió que os trajera hasta aquí. — respondió la anciana con dulzura. — Pues dale las gracias de mi parte por favor. No sé cuando volveré a hablar con él.Descuida, se las daré — aseguró la bruja.

Mientras tanto, un enamorado Vegeta observaba como su dueña se alejaba con aquella bruja para no volver. Triste y alegre a la vez, volvió al inferno para recapitular en soledad los acontecimientos vividos. Qué paradoja: el mejor día de su vida había sido estando muerto.

Esa noche toda la familia Vegeta-Briefs durmió con la paz y la alegría que tanto se habían merecido, Trunks soñando con su padre, Vegeta soñando con su mujer…y Bulma soñando con un viaje al Nuevo Namekusei para pedir al dragón Porunga ciertos deseos…

FIN

Notas del autor: Es la primera historia que publico en esta web, no sean muy crueles conmigo, soy muy novato! hehe (en la otra web tan solo tengo 2 historias más xD). Bueno, les doy las gracias a todos los que habéis soportado como campeones y campeonas otro de mis delirios, jeje. Y si no les ha gustado, pues lamento haberos robado vuestro tiempo xD.

Espero que lo hayan disfrutado tanto leyendo como yo escribiendo. Siempre he pensado que en la línea temporal de Mirai Trunks se podían explotar muchas más cosas, y ahí va mi pequeña aportación :D

Gracias a todos. Hasta pronto!

Colli Kabuto.