Vals con el diablo

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Otro monstruo

-¿Pero qué…? –la joven pulsó automáticamente el mensaje que recién había llegado a su ordenador. Había pasado parte de la noche haciendo ajustes a la velocidad de la luz sobre los archivos de los estudiantes, reacomodando las novedades capturadas y eliminando aquellos datos (o individuos) que ya no servían a su propósito, y en medio de todo se complacía escuchando algo de música extranjera y haciendo un backup de emergencia por las fotos de ropa interior que ya llevaban demasiado tiempo sin moverse de una carpeta que inocentemente se hacía llamar "facturas escolares".

Aquel trabajo lo podía hacer en cuestión de unos minutos, pero como la información iba y venía, y ahora tenía que compaginar su sucia red de acoso con la vigilancia de cierta compañera suya, podía pasarse horas delante del monitor hablando consigo misma y moviendo los dedos a una velocidad de vértigo sobre su teclado. No por nada era una leyenda sin rostro ni nombre en la escuela, no por nada se dirigían a ella como "Info-chan".

Por eso, al ver el repentino mensaje lo abrió suponiendo que era otra vez más su actualmente más acérrima reportera, enviándole una foto de Kokona haciendo cosas que no debía en el parque, o de esas misteriosas hermanas Basu –que recientemente estaban más nerviosas de lo normal, según recordaba en el reporte de "jueves, 14 de abril", donde alegaban que había una presencia desagradable cerca de la escuela y se negaron a salir hasta que los chicos de artes marciales las escoltaron –o la millonésima vez que le enviaba por error una foto de Taro Yamada, su destructivo objeto de deseo.

Pero lo que se encontró era muy diferente. El mensaje era anónimo, pero contenía unas escuetas palabras:

Sé que tú eres un monstruo.

Al principio, no le prestó mucha atención; seguramente era uno de esos miles de correos enviados por ociosos a bandejas de todo el mundo con la intención de molestar. Sin embargo, cuando dio clic a "borrar" sintió un escalofrío, leve pero notable, que le hizo erizar la piel. Eran las palabras… qué palabras más extrañas para molestar a alguien, se dijo.

No podía pensar mucho en ello, tenía que trabajar. Reporte del último día de la semana, a las 2:48 esa encantadora de Midori entabló conversación con un tipo misterioso por aproximadamente 20 minutos, lo que significaba que era alguien importante… ¿podría por fin sustraer algo de auténtico valor de la persona más distraída y tonta de la secundaria Akademi?

Volvió a pulsar una tecla para revisar la página de la escuela; como siempre, Midori estaba ahí haciendo sus extrañas preguntas… y de nuevo, otro mensaje. Lo pulsó.

Me interesa hablar contigo.

-¡Qué personas tan pesadas! –gruñó volviendo a cerrarlo. No iba a contestar, no era su costumbre y además… era peligroso. Uno nunca podía saber si en línea se topaba con un chalado cualquiera o con un asesino psicópata, y eso siempre se lo repetía su padre. Aunque por supuesto, pensó dando una risotada mientras se distraía con el chisme de las chicas del club de cocina, ella podía rastrear a cualquier bastardo y hacerlo caer de una forma… u otra.

Decidió que era suficiente por un día. En cuanto reiniciara la semana buscaría la forma de ponerse en contacto con su "reportera"; llevaba ya semanas sin darle nada nuevo, y no podía permitir que su… entusiasmo por ganar el corazón de Taro decayera.

Y entonces…

Ahora.

Fue apenas y un respiro. De pronto, su celular vibró. La pelirroja palideció casi hasta la raíz, mirando ya al celular, ya a la pantalla, mientras la palabra destellaba como el brillo de la pólvora en un revólver que se acaba de accionar; tragó saliva con dificultad y cogió el teléfono, mirando el parpadeante símbolo de mensaje de texto en la pantalla. Por primera vez en su vida, la mano le tembló mientras abría el misterioso símbolo.

Era un mensaje corto, casi tanto como el primero que le saltó en el ordenador, pero al igual que éste le provocó un desagradable temblor.

Sé quien eres… o mejor dicho, quien dices que eres.

Eso era injusto, pensó, recuperando por fin la compostura. Era ELLA la que molestaba a los demás y los asustaba por mensaje, no otros. Ofendida por ver que algún tonto atrevido buscaba molestarla, replicó:

¿Ah sí? Pruébamelo entonces… si aciertas te dejaré hacerme una pregunta.

Era la trampa perfecta. Si hacía una oferta tan tentadora pero arriesgada para el metiche, podría éste descubrirse por accidente o, al menos, darle tiempo de rastrearlo. Buscó con la mirada el cable del teléfono, lista para enchufarlo al ordenador y comenzar el contraataque. Esperó varios segundos, y al comprobar que el misterioso acosador no volvía, se apresuró a tomar el cable.

Y en ese momento el artefacto timbró otra vez.

Te haces llamar Info-chan, estudias en la secundaria Akademi, y nadie nunca ha visto tu rostro… hasta hoy.

Y entonces, el horror. Un nuevo mensaje saltó y la pelirroja pudo notar cómo su corazón se detenía brevemente. Era una fotografía suya… ¡de ella! saliendo discretamente luego de la partida de todos sus compañeros. Nadie jamás había podido captarla… y ahora este tipo estaba jugándole una muy, muy pesada… ¿o sería que quería algo de ella? ¿Por qué alguien se tomaba la molestia de seguirla y, encima, fotografiarla? ¿Alguien que buscaba venganza? Si intentaba hacer una lista mental de cuántos querrían atraparla le tomaría toda la noche.

A pesar de que las manos ya no sostenían bien el celular, hizo un esfuerzo y replicó, fingiendo una calma que no existía:

Eres muy brillante, cariño. Pues bien, ¿qué es lo que quieres?

Su mente ya fraguaba un plan de rescate. Enchufó el teléfono al ordenador y comenzó a usar sus amados juguetes electrónicos para cazar al acosador; si le daba tiempo, podría acorralarlo y ponerle una jugosa denuncia, como mínimo.

Otro mensaje. Esta vez lo abrió con prisas, ansiosa.

Solamente hacer lo mismo que tú.

Aquello no tenía ni pies ni cabeza, pero al ordenador le faltaba aún un poco de tiempo. Texteó de vuelta.

-Oye, el negocio de las fotos es solo mío. Búscate otro lugar para hacer tus fantasías.

-No me refiero a eso.

-¿Entonces?

Unos segundos más y la molesta picazón acabaría, pensó satisfecha.

-Iré a donde están. Todos ellos.

-¿A dónde?

Y ¡victoria! El ordenador soltó un alegre pitido que indicaba que la información privada estaba ahora disponible. La joven soltó el celular tan bruscamente que éste resbaló y quedó colgando de su cable, mientras abría la ya conocida ventana que le daba una respuesta inmediata a…

Nada. El número telefónico era irreconocible; no se podía rastrear qué tan lejos estaba el misterioso acosador. La pantalla misma parecía apenada con el raquítico resultado.

El celular timbró una vez más. Esta vez se tardó bastante en recogerlo de su precaria posición, mirándolo como quien por vez primera se topa frente a uno de los tantos horrores del mundo. Por fin, lo cogió, y abrió el mensaje.

En donde está ella. La chica a la que manipulas.

Otro mensaje, tan rápido que le sorprendió.

Tú eres un monstruo. Otro monstruo.

¿Otro monstruo? ¿De qué rayos hablaba? ¿Y qué tenía que ver en ese embrollo esa otra chica? Algo le dio mala espina, y contestó:

Ha sido ella. Ayano te envió a molestar. Ten cuidado.

Lo tomara como un consejo o una amenaza, le daba igual. Era la primera vez en su vida que alguien lograba llegar a ella y burlas sus sistemas de seguridad más íntimos; le perturbaba… y le atraía.

Sé lo que harás.

Aquél mensaje era más raro todavía. Estaba poniéndola paranoica, eso era seguro; deseaba saber más, pero presentía peligro, y no estaba dispuesta a ponerse de carne de cañón cuando sus magníficos planes aún no estaban listos.

Otro mensaje.

No lo lograrás… sola.

La cosa se estaba saliendo de control.

-¿Qué voy a hacer, según tú? ¿Y por qué tú no me dices quién eres?

-A eso se le llama asesinato.

¿Cómo sabía…? Pero claro, el tipo era un completo idiota; ella no era ninguna asesina, era una científica, que experimentaba tal vez sin ningún escrúpulo sobre las pobres almas del edificio escolar, pero acusarla de ser una vulgar criminal era el colmo.

-Y tú eres un acosador. ¿Quién es más peligroso ahora?

-No me has entendido.

-Explícate.

-Lo estás haciendo mal.

-¿Hacer el qué?

-Pero yo te enseñaré.

-Déjate de bromas. Sé quién eres.

Esperó entonces. Era una jugada arriesgada, pues era ella ahora quien estaba en peligro de ser vilmente descubierta; cuando el celular vibró otra vez, apretó velozmente la tecla, lista para su condenación…

-Mírame… mírame… mira qué grande se ha vuelto el monstruo que hay en mí.

Sí. Era un loco cualquiera, un acosador ridículo y pervertido que solo buscaba molestarla, y a esas horas de la noche y con tantas emociones podía ponerse irritable; la pelirroja frunció los labios y se dispuso a dar fin a esa conversación de locos, pero justo entonces un nuevo mensaje, esta vez en el ordenador, se abrió.

Era una imagen, una especialmente extraña que no había visto nunca. Se trataba de la portada de un librito infantil en quién sabe qué idioma extraño, y sobre la cual resaltaba el dibujo de una criatura extraña, verdosa, vestida con una capa púrpura y con ojillos maliciosos.

-Obluda… -leyó lentamente. Y de vuelta, el celular sonó.

Ambos somos monstruos sin nombre.

La sensación de peligro aún la invadía, pero también una muy novedosa para ella. Deseo. Deseaba poder leer aquél extraño libraco, deseaba ponerse a trabajar muy duro toda la noche… ¡todo el fin de semana de ser preciso! hasta descubrir la identidad de su misterioso compañero. Porque, en el fondo de su torcido corazón, podía sentir cómo él, también, podía ser un gran aliado… o un peón.

De acuerdo. ¿Cuál es tu plan, querido monstruo?

Esperó pacientemente con una sonrisa, mientras buscaba la imagen para conocer su origen; en unos segundos se enteró que era un librito checoslovaco muy viejo ya, y cuyas copias solo estaban disponibles en ciertas bibliotecas de Europa ("Vaya, con que vives en Europa, ¿eh? Mira qué listo, con razón mi ordenador no pudo atraparte", pensó, divertida).

-Hacer realidad lo que otros desean.

-¿Ah sí? ¿Y por qué me persigues?

-Te necesito.

La pelirroja soltó una risotada. Lo tenía donde lo quería, el muy demente seguro quería hundir a algún enemigo y sólo estaba usándola para cubrir sus huellas… pues bien, le haría creer que estaba en sus redes, totalmente a su disposición.

-Necesito conocerte. No trabajo gratis ni a rostros ocultos.

-¿Quieres saberlo entonces?

El ordenador pitó otra vez, y una nueva imagen –o mejor dicho, el símbolo de un paquetito –saltó en la barra de mensajes. De inmediato se puso a descargarlo, dejando definitivamente el teléfono de lado y dispuesta a pasar unas horas más delante del ordenador. Tanta era su concentración que ni siquiera escuchó cuando el mensaje final llegó al teléfono:

Nos veremos muy pronto.

¡Hola a todos! Soy muy fan de Yandere Simulator y cuando vi la posibilidad de hacer un fanfic de éste me decanté por otra historia que me tiene atrapada recientemente y que les recomiendo muchísimo: Monster, un anime algo larguito pero muy bueno.

Algunas aclaraciones sobre el fanfic: NO SE LO TOMEN DEMASIADO EN SERIO. Es verdad que buena parte de él será muy misterioso y tétrico (los que ya han visto mis trabajos anteriores conocen esa faceta mía), pero estamos hablando del Yandere Simulator, donde enterrar a tu compañera de grandes senos puede ser una aventura sin igual, así que habrá mucho humor negro y algunas carcajadas que nos asegurarán un lugar en la casita de Satanás… tal vez :D

¿Comentarios? ¿Sugerencias? ¿Jitomatazos? Esperen el próximo capítulo n.n