Algo que solucionar
Capítulo 1: Responsabilidades
El mocoso está mirándome otra vez. No sé si piensa que no me voy a dar cuenta o qué. Dijo que no recuerda nada pero es evidente que lo que pasó está en su cabeza, es algo en lo que piensa. Algo que desea.
¡Ah, por qué tengo que lidiar con estas cosas! No obstante, es mi subordinado y es mi responsabilidad. A fin de cuentas, es lo normal a su edad. Pero, ¿por qué me eligió a mí? Teniendo a esa niña Ackerman, de su misma edad, o en fin, si prefiere personas mayores, está Hange... ¡Yo! Casi podría ser su padre. Es un chiquillo malcriado con mal gusto. En fin... pero obviamente este problema está bajando su rendimiento. Yo tengo el deber de hacer algo al respecto.
Cuando Erwin me llamó, sabía que querría hablar de esto. Si hay alguien que debía de haberse dado cuenta desde el comienzo, es él. Siempre está atento a todos sus soldados y a todas las preocupaciones que puedan tener. Y siempre piensa una solución.
-Es un chico. No creo que implique demasiado compromiso de tu parte.
-¿¡Que le dé ánimos!? ¿Cómo que eso no implicaría demasiado compromiso de mi parte? ¡Cualquier compromiso ya sería demasiado! ¿No pensaste en que quizás yo ya tenga un compromiso de este tipo?
Sonrió.
-¿Lo tenés?
¡Ahh, realmente me estaba haciendo enojar! Si no fuera quien es, lo habría pateado. En cambio, con el ceño fruncido, tuve que admitir que no, que no lo tenía. Y que sí, sí podía cumplir esta orden, si era tal.
-¿Cuántas veces te llamó en sueños?
-Ayer fue la quinta vez. Cuando entro a su habitación para realizar el control de rutina durante la noche, se pone a murmurar. Dos de las veces lo desperté y le pregunté qué quería, pero se mostró desconcertado, como si no recordara sus propias palabras ni supiera en qué pensaba o qué soñaba cuando las dijo.
-Entiendo. No creo que el joven Jäger te mire como un padre.
-Tampoco lo creo yo.
-Bien. Entonces, está resuelto. Te doy libertad para decidir hasta dónde es necesario llegar. El único objetivo es mejorar su rendimiento. Tiene que lograr concentrarse y controlar su poder de titán. De lo contrario, nos lo quitarán y perderemos la posibilidad de recuperar la muralla María.
Asentí. Era terrible pero era la verdad: estábamos apostando todo a este pequeño bastardo. Nada podía salir mal. Y menos por una razón tan estúpida como un enamoramiento.
Así que ahora, cuando reconozco su mirada insistente sobre mí, se la devuelvo. Con firmeza pero con seriedad, sin ninguna cualidad especial. Él se sonroja violentamente y baja los ojos, como si nada pasara.
Esto… esto no lo ayudará a concentrarse. ¡Al contrario! Casi puedo escuchar el latido de su corazón desde aquí. Tengo que pensar otra cosa. Una estrategia. Algo que permita que… se relaje. Que esto ya no sea una preocupación para él.
Dejo de mirarlo y enseguida siento sus ojos nuevamente sobre mí. No digo ni hago nada, solo le permito seguir mirando. Debo pensar.
Me levanto y me retiro: no puedo empezar ninguna acción delante de los demás. Eso solo lo avergonzaría más. Hay que buscar otra situación, una en la que pueda estar cómodo.
Así que continúo con mis deberes ordinarios. Eren vuelve a fallar en la conversión, se distrae, realiza mal los ejercicios. Lo veo buscarme entre los demás soldados con su mirada ansiosa. Lo vigilo, incluso cuando se cree solo; yo sé cómo se sonroja, niega con la cabeza, se muerde los labios.
Por la noche, finalmente, llega el momento de revisar su cuarto. Se decidió esta práctica por varias razones. Primero, es necesario comprobar que ninguna modificación en su cuerpo ocurre mientras duerme. Segundo, debo verificar su salud y que se encuentre seguro, por lo que controlo su respiración y la cerradura de la puerta. Tercero, a menudo se le presentan recuerdos relacionados a su poder de titán durante el sueño. Más de una vez ha gritado o llorado dormido. Creemos que, al visitarlo durante la noche, hay posibilidades de recoger alguna información valiosa. Lo hacemos anotar sus sueños al despertar. No obstante, a menudo los olvida, y las únicas pistas las recojo yo mismo al escucharlo hablar entredormido.
Esto último, sin embargo, no se realiza de forma óptima si solo bajo al sótano una o dos veces por noche. El límite a mi vigilancia lo pusimos por respeto a su privacidad; Erwin consideraba que no tener un espacio propio de forma permanente podía aumentar su estrés en un momento en el que es de fundamental importancia que descanse, recupere energías y reflexione sobre sus capacidades. Pero ahora revisábamos el plan. Quizás, aumentar mi presencia de forma adecuada podría tranquilizarlo.
Es solo una idea, sin embargo. Voy a ponerla a prueba antes de concretarla. Así que entro a su habitación, preparado para quedarme allí sin avisarle de los cambios, y retirarme antes de que se despierte. Solo lo observaré y decidiré cuáles deberían ser los pasos a seguir.
Camino despacio hacia él. Está dormido y por ahora parece silencioso. Rodeo su cama, lo miro desde distintos ángulos. Nunca dejan de sorprenderme sus rasgos de niño. Con los párpados bajos, sin la ferocidad de su mirada, queda en evidencia su debilidad, su cuerpo adolescente. Ese pequeño niño no dudó un momento en declarar su intención de exterminar a todos los titanes, la primera vez que lo vi. Encadenado, golpeado, maltratado por los guardias, fue capaz de decir, frente a mí, alguien a quien solo conocía de nombre, que estaba dispuesto a poner su vida en juego para cumplir una venganza.
¿Cómo es posible que la misma persona que tuvo esa firmeza entonces ahora tiemble al verme? Estar en contacto conmigo lo ha perturbado. Su razonable admiración –no es ni el primer ni el último chiquillo que viene a despedirme antes de cada expedición- se deformó, de algún modo, en esta otra emoción inmanejable e inútil que ahora lo acomete.
¿De qué te sirven estos sentimientos, Eren? Sólo son un problema. Eventualmente lo aprenderás: es mejor no albergar este tipo de sentimientos cuando sos un soldado. Es mejor acomodarse en la soledad. Todas las pérdidas son dolorosas pero solo si se mantiene la distancia suficiente es posible sobrevivir a ellas. Ya aprenderás.
-Ca… capitán…
Ahí está de nuevo. Ese murmullo. Un quejido triste, suplicante. ¿Qué estarás soñando, Eren? Me acerco y lo observo. Le corro los cabellos húmedos de la frente.
-No… no se vaya… no me deje…
Parece afiebrado. Tiene el rostro caliente y comenzó a respirar entrecortadamente, como con frío o miedo.
-No te preocupes. No voy a dejarte.
Lo dije en voz muy baja, para no despertarlo. Me siento lentamente en el borde de la cama y tomo su mano. Me aprieta fuerte, una parte de él sabe que estoy ahí, sabe quién soy.
-Por favor…
No entiendo todo lo que dice. Son susurros. Pide por mí, aunque no puedo saber qué es lo que pide de mí exactamente. Por lo tanto, solo me quedo aquí, en silencio, con una mano en la suya y la otra acariciándole la frente. Despacio, se va tranquilizando, su respiración vuelve a la normalidad. Tal vez solo necesitaba este pequeño mimo para dormir mejor.
Pero me equivoqué: vuelve a apretar mi mano y, de pronto, se la lleva al rostro. Se refriega contra ella, por un momento pienso que quiere arrancármela o quiere comérsela. Lo dejo, no obstante. Espero.
Y entonces: abre los ojos. Su expresión es de terror, está en shock. En un segundo, parece haber comprendido la situación completa: dormido, tomó la mano de su capitán y se la restregó por la cara, seguramente diciendo alguna frase vergonzosa que no recuerda pero que le arruinará su relación conmigo de por vida. Casi siento pena por él. Me quedo viéndolo, inmóvil, mientras las ideas terminan de acomodarse en su cabeza. Cuando llega el momento, me suelta abruptamente, se sienta y se inclina a modo de disculpas.
-¡Perdón, se—señor! ¡No sabía que usted se encontrara aquí! ¡No sé qué tontería habré dicho pero le juro que estaba dormido y no sabía lo que hacía!
Está tan rojo que pienso que podría estallar. No levanta la vista. Realmente está en pánico. Mantengo el silencio durante un momento, considero cuál es la acción más conveniente.
-¡Le ruego me disculpe, señor! ¡Debo de haber estado soñando alguna bobería!
-¿Cuándo vas a dejar de disculparte y preguntarte por qué yo me encontraba sentado en tu cama cuando decidiste agarrarme la mano?
Fue una buena movida. Ahora sí me mira y sopesa todas las posibilidades con la velocidad de un rayo. Apuesto a que comenzó por la más atrevida, que no es cierta pero podría serlo si fuera de utilidad. Su sonrojo aumenta, en cualquier momento empezará a sangrarle la nariz.
-Se—señor… supongo que usted… usted estaba realizando la rutina de control, señor. Solo es eso… ¿no es así?
Esbozo una pequeña sonrisa. Su duda lo es todo en este momento. ¿Qué respuesta debo darle para no aumentar su turbación pero, al mismo tiempo, no quitarle esperanzas? Pongo una mano sobre su cabeza y lo miro fijamente.
-Mirá, Eren… deberías relajarte un poco más. Algo te está preocupando e impide que te concentres en tu entrenamiento. Tampoco estás durmiendo bien. Vine acá para pensar en qué puedo ayudarte para mejorar tu desempeño.
Sus dientes crujieron, ¿qué hice mal? Ah, los adolescentes son imposibles… ¿qué está imaginando ahora? Sacudo un poco su cabello, en señal de amistad.
-Gra—gracias, capitán… usted es… bueno, usted es muy amable… lamento haber reaccionado así, aprecio que se preocupe por mí. Me comprometo a dar mejores resultados en el próximo entrenamiento.
No me está dando muchas opciones. Esperaba que me pidiese algo. No estaría bien que yo se lo ofreciese directamente. Quito mi mano de su cabeza.
-A veces no es una cuestión de voluntad. No dudo que quisiste hacerlo bien desde el primer día. Pero tal vez tengas otras preocupaciones, que… te exceden. Podés acudir a mí si… -Pienso bien mis palabras. –…si creés que yo podría ayudarte a resolverlas.
Lo veo dudar. Efectivamente, mi voz le da alguna esperanza. Aun así, no creo que se anime a pedirme nada. Tengo que encontrar otra estrategia.
-Capitán, yo… le agradezco mucho su amabilidad. Pero, en verdad… perdón, señor, es algo muy personal, no creo que nadie pueda ayudarme.
Bueno, no es lo que planeaba, pero al menos me da pie a seguir preguntando. A algún lado podremos llegar.
-¿Que nadie puede ayudarte? Mirá, Eren, si son problemas del tipo íntimo… sabé que todos los soldados los tienen y hay muchas maneras en que sería posible ayudarte. Si necesitás un oído… u otra cosa… seguro encontraremos a alguien que pueda prestártelo.
Sacude la cabeza, abochornado. Creo percibir que su cuerpo tiembla un poco.
-No, señor, qué está diciendo… quiero decir… sí es –Y al fin me mira a la cara, por primera vez en esta conversación. –un problema íntimo, como usted le llama. Pero no es algo que pueda resolver cualquier persona. O sea… hay… no puedo hablar de esto con usted, capitán, es demasiado vergonzoso.
-Por favor, Eren… estoy acá para escucharte. No desperdicies esta oportunidad, quizás no la tengas dos veces.
Suspira, azorado pero también resignado.
-Hay… hay una persona especial. Usted tiene razón… mis sentimientos por esta persona… me distraen. Tengo que aprender a controlarlos. Pero no es algo que pueda resolver acercándome a cualquier persona. Solo lo resolvería… esa persona. Y no creo que esa persona quiera hacerlo realmente. Así que el único camino es aprender a reprimir todas estas tonterías. Y así lo haré. Lo lograré, en serio. Confíe en mí.
Lo miro con desaprobación y suelto un bufido. Esto es un callejón sin salida.
-Llevás 15 días intentando reprimirlo… no vamos a esperar años a que aprendas a hacerlo, mocoso. ¿Sabés qué estabas diciendo hace un rato, mientras me agarrabas la mano?
Se echa para atrás, en un in crescendo de angustia. Se da cuenta de que no puede escapar de esto.
-Nno… no, señor, no lo sé, no lo recuerdo…
-Bien. Yo lo escuché perfectamente y puedo repetírtelo. Dijiste: "capitán, no me deje, por favor".
Se enciende como una vela y enrosca las sábanas en las manos. Empieza a ver que tendrá que hablar tarde o temprano, que no me iré sin darle una solución a todo este problema.
-Yo… puedo explicarlo. Seguramente… bueno, yo… seguramente soñaba con una batalla… sí, quizás yo estaba herido y…
-¿Y sentiste necesidad de agarrarme la mano y pedirme por favor que me quede a tu lado hasta el final?
-A—algo así…
Le tomo el mentón y lo obligo a levantar la vista. Está a punto de llorar. ¿Lo hago, o no? Tal vez no sea necesario, tal vez alcance con que le diga alguna palabra bonita. Aunque no pienso que sea así, porque se zafa de mi mano y habla con un dejo de tristeza.
-Bien, capitán, usted gana… supongo que es posible que a usted le divierta verme así, humillado… lamento de verdad esta situación. Le doy mi palabra de que sabré reprimir mis sentimientos… mis sentimientos por usted.
Aprieta los puños, que le tiemblan. Está enojándose conmigo. Ha entendido todo al revés.
-No me divierte humillarte. Si fuera así, habría sacado el tema delante de los demás, y no lo hice, ¿no es cierto?
Me mira sorprendido. De nuevo, se siente esperanzado, aunque salta a la vista que aún no sabe a qué atenerse.
-Entonces… ¿no me desprecia? ¿No piensa que es asqueroso, que yo me sienta así?
-Sos humano, Eren. No es tu culpa lo que sientas.
Tras decir esas palabras, ocurre algo terrible. Comprendo de súbito que no será necesario ir más allá. Que estas simples palabras alcanzarán para que este niño se tranquilice. Y que yo… y que yo había puesto expectativas en esto. Que yo habría preferido… habría preferido tener la excusa necesaria para ir un poco más allá. Solo un poco. Un poco.
Me sonríe, con esa sonrisa ingenua y luminosa que no sé cómo logra mantener en este mundo cruel. Una sonrisa hermosa.
-Gracias por su comprensión, capitán. En verdad… en verdad me alivia escucharlo. Estoy seguro de que… bien, mañana me desempeñaré mejor. Ya verá.
Me quedo quieto y pienso. Lo cierto es que ya logré el objetivo. Cualquier paso en falso podría desbaratar este logro, que era lo único importante. Por otro lado, si simplemente me levanto y me voy, el asunto quedará zanjado. No volveremos a hablar de esto. Y yo, ¿quiero volver a hablar de esto? Frunzo el ceño: ¿desde cuándo intercambiamos papeles? ¿Ahora resulta que yo también me comporto como un estúpido adolescente? Si le pedimos autocontrol a este mocoso… ¿no debería ser yo quien le diera el ejemplo?
-Me alegra saberlo, Eren. Confío en vos.
Me pongo de pie. Me inclino levemente y le doy un beso en la frente, ¿por qué no? Eso no es tan grave.
-Que tengas buenas noches. Espero tengas sueños más tranquilos ahora.
De a poco, me retiro de su habitación, con su sonrisa aun en mis retinas. Tomé la decisión correcta. Esto será doloroso… para ambos. Pero saldremos fortalecidos. Y la fortaleza lo es todo en un soldado. Eso es lo único que debe preocuparnos.
Notas: Inicialmente esto era un one-shot pero no sé qué ocurrió y desde que lo comencé le he agregado 3 capítulos, que no parecen cerrar la historia todavía. Así que, bueno, si les gustó esto y quieren ver la continuación, avísenme en los reviews y publico lo demás. Sino lo dejamos así, por qué no.
25 de marzo de 2017
