No había modo de equivocarse. Se encontraba en el lugar correcto, sólo que no sabía si era la forma correcta de presentarse ante ella. Tomó aire y tocó a la puerta. No respondían. Antes de volver a tocar volteó a ver a su alrededor. Era, sin duda, un hermoso lugar. Pensó por un momento en cómo habría sido su vida en un sitio como ése, pero inmediatamente se reprendió mentalmente; no tenía derecho a pensar en el hubiera, se lo había prometido.
Este último pensamiento la regresó a la realidad. Volvió a tocar la puerta. Esta vez, tras unos cuantos segundos, abrió una mujer. Era increíblemente parecida a él. La joven notó que la mujer la miraba con extrañeza, así que armándose de valor pregunto:
—Buenas tardes, ¿usted es la señora Son?
—Sí —y agregó con un tono de voz que intentaba ocultar su curiosidad—, ¿quién eres tú?
—La señora Bulma me dio su dirección, espero que no le moleste. Mi nombre es Videl. Quisiera hablar con usted... —su voz temblando un poco—. Yo conocí a su hijo.
La mujer sonrió.
—Por favor, pasa.
Videl entró lentamente, mirando a su alrededor. De pronto se detuvo en seco, sus ojos posándose en la fotografía que estaba sobre la chimenea. Pudo reconocer a Gohan y a sus padres en ella. El hombre adulto debió ser Goku, el padre de Gohan; Bulma tenía razón: padre e hijo eran idénticos. La madre de Gohan lucía hermosa y feliz; aún era hermosa, pero no podía asegurar si era feliz. Por último la mirada de Videl se detuvo en Gohan que tendría cuatro o cinco años; se veía tan pequeño y tan contento. La chica no pudo evitar sonreír al darse cuenta que la mirada que tenía Gohan a esa edad era la misma, que no había cambiado en nada. De pronto la voz de la señora Son la sacó de sus pensamientos.
—Gohan tenía cuatro años —dijo con una voz cálida—; mi padre nos tomó esa foto y me la dio en mi cumpleaños. Fue un hermoso regalo. Pero ven, siéntate, ¿quieres una taza de té?
—Sí, muchas gracias.
Videl se sentó y esperó a que la señora Son llegara con la humeante bebida y un plato con galletas.
—Así que tú eres Videl. Gohan me habló de ti.
La chica se sorprendió al saber esto. A veces creía que Gohan no deseaba presentarla con su madre. No porque no quisiera: Videl sabía muy bien cual era la razón.
—Pero no te pongas así —dijo la señora Son al notar la sorpresa de la chica—. Gohan sólo habló maravillas de ti.
—Señora Son, yo...
—Llámame Chichi, por favor —agregó la mujer mirando a la joven a los ojos.
—Señ..., Chichi, bueno yo... Yo tenía muchos deseos de conocerla, pero no me atrevía a venir. Creí que no sería prudente.
La señora tomó la taza entre sus manos y bebió un poco de ella. Al volver a colocar la taza sobre la mesa parecía un poco pensativa.
—Te entiendo, Videl. No ha sido fácil.
—Sí, la muerte de Gohan no ha sido... —Videl no pudo continuar, sentía que la voz se le quebraba.
Aferró la taza con sus manos, como queriendo que el calor del té llegara hasta su corazón. Ya habían pasado dos meses desde que Gohan había muerto y era la primera vez que hablaba de ello con la única persona que, sabía, era capaz de entenderla. De pronto sintió que las lágrimas descendían por sus mejillas y se mordió los labios para intentar detener el llanto. La madre de Gohan le ofreció un pañuelo. Ante tal gesto, Videl no pudo resistir más y comenzó a llorar sin poder detenerse. Sólo pudo sentir una mano que acariciaba maternalmente su cabello.
No supo decir cuántos minutos habían pasado. Sin embargo, se sentía más tranquila, con más libertad para hablar.
—Lo siento, señora Son, es decir Chichi.
—Está bien. Vaya, el té se ha enfriado.
—Es sólo que todavía duele tanto —dijo en voz muy baja.
—Cuando Bulma me avisó, me negué a creerlo, y sin embargo no me sorprendió, aunque tenía la esperanza de que Gohan desistiera y dejara de arriesgarse. Pero desde niño fue así —los ojos de Chichi brillaban al decir esto—, nunca permitió que se dañara a seres inocentes.
—Es verdad. Gohan me salvó la vida —dijo Videl, sonriendo con timidez—. Así lo conocí.
Chichi sonrió ante la confesión de la joven.
—Mi hijo te amaba.
De repente, los ojos de Videl comenzaron a temblar. Ella sabía que Gohan la amaba, pero por alguna razón, oírlo de los labios de su madre, fue doloroso.
—Dijo que eras un gran apoyo, que te admiraba y te quería. Hablaba de ti de tal manera que hasta llegué a pensar que Gohan se olvidaría de pelear. Pero Gohan tenía la sangre guerrera de su padre en las venas, y nunca se daría por vencido.
—Gohan hablaba mucho de su padre. Lo quería mucho.
—Sí, es verdad. Sufrió mucho cuando murió.
—Imagino que debió ser muy difícil para ambos; para Gohan y para usted.
—Sí, así fue —dijo Chichi en un suspiro—. Lo peor fue cuando aparecieron esos malditos androides. Ese año no sólo perdí a mi esposo, también me arrebataron a mi hijo.
Para Videl fue tan evidente el dolor de la madre de Gohan que no supo decir nada para consolarla. No podía imaginar la angustia y la pena de la mujer por haber perdido al hombre que amaba y luego ver como su hijo se exponía todo el tiempo. Sin embargo, de pronto Chichi habló con un tono de voz que sorprendió a Videl:
—Pero me alegro que haya sido feliz estos últimos tiempos —dijo la madre de Gohan con una sonrisa—. Porque sé que Gohan fue muy feliz estando contigo y te estoy muy agradecida por ello.
Hablaron durante un rato más. El cielo de Paozu Yama estaba tachonado de estrellas cuando Videl se fue, no sin antes prometer a la señora Son volver a visitarla pronto. Estaba contenta de haber platicado con la madre de Gohan. Era una mujer fuerte, pero al mismo tiempo cálida. Y a pesar de lo que había pasado, en la voz de Chichi había esperanza. "Los volveremos a ver Videl", fue lo que ella le dijo antes de que Videl partiera. La joven alzó la vista para contemplar las estrellas, como cuando lo hacía con Gohan y él le contaba un montón de cosas sobre ellas, pero esta vez el recuerdo no la hizo llorar, sino que sonreía como no lo había hecho en dos meses, y sintió la seguridad de que algún día estarían juntos de nuevo.
