Básicamente me gustan algunas: Tierra de osos, Mulán o Big Hero 6, pero no apoyo a Disney en absoluto. ¿Por qué? Estoy resentido por el plagio de la obra japonesa 'Kimba' al que volvieron el 'Lion King/Rey león', me tomo muy en serio esas cosas. Si alguien leyó mi escrito 'Como tinta en tu piel' y vio los reviews, puede ir a leerlo de nuevo al capítulo ya que lo edité para dejar una nota en base a lo mismo, para mí la leve insinuación de que cometí plagio es una de las mayores ofensas. Oh, bueno, lo digo en el sentido no de que esté enojado, sino que considero el plagio algo muy grave. No vayan a creer que soy de piedra, en realidad me pasa lo mismo con los fanarts, considero que no se deberían usar sin permiso -la mayoría no lo permite, así que directamente no se debería usar.

Volviendo a lo otro:

Me pasó lo que a todo chico que ve tele, crecí viendo películas de Disney y eso. Las canciones son otra cosa, si no se acuerdan y quieren buscarla el título es de la película 'Hércules' cantada por Megara.


I

Keigo Asano, a opinión de Tatsuki Arisawa, es el ejemplo perfecto del por qué las chicas tenían que ponerse los pantalones en varios sentidos de la palabra hoy día. Es que, si todos los del género masculino fueran chicos como el castaño aquel, la humanidad corría riesgo de extinción.

Él, ese chico lo suficientemente atrevido y sin vergüenza como para gustarle estar en el extremo bajo de las escaleras y así poder bajar la espalda y tener la panorámica de las bragas de alguna chica que la estuviera bajando, y sin un poco de agallas para admitir que lo hacía y tan resistente al dolor como para chillar como bebé cuando alguna chica le cacheteaba por la acción.

Ese miedoso que si leyera bien la atmósfera se haría una banderita blanca para que, cada que la cagara con sus palabras, pudiera tener a mano el arma con la que mostrar su rendición sin estar chillando de pena.

El imbécil al que un lapso de diecisiete meses -y después de recuperar un estilo decente luego de varios peinados hilarantes como ese que tenía Robert DeNiro en la película Taxi Driver- la pubertad se había compadecido de la falta de todas las otras cosas como su coeficiente intelectual.

La verdad le estaba quitando el sueño, literalmente.

Todo sucedió un día X, teniendo en el salón de clase como escenario, bien a lo manga shoujo.

Estaban en medio de un examen; ella lo escuchó reírse de alguna estupidez que solo él entendía y, sin buscar desconcentrarse de lo que escribía de la pizarra, miró a él para decirle -algo mordazmente, que ese día no tuvo el mejor humor- que callara las putas risas de colegiala enamorada. Entonces él le devolvió la mirada, todavía la sonrisa le llegaba hasta los ojos y en menos de dos segundos ¡poof! Flechazo.

Sí, así de rápido y tonto fue. Tatsuki habría querido que ese flechazo fuera uno que la hiciera pedacitos, polvo ¡o lo que sea!, como esas muy a lo efecto de película de ciencia ficción que usaba Ishida. Cualquier cosa era aceptable y menos quebradero de cabeza, morir era mejor opción que estar muy probablemente atraída al hombre menos hombre de su clase -en serio que encima había casos perdidos ahí, según la karateka-.

Recostada por la noche en su cama, cavilando en tonterías que ni de cerca quería comentarle a Orihime por miedo a que -si no se desviaba del tema en su imaginación- le bromeara o, peor, le afirmara que lucía como una chica enamorada.

Cierto que a pesar de todos los contras -que eran muchos- Keigo tenía un punto a su favor, era algo… un poquito… guapo.

Siendo esa la primera vez que pensó en esto, Tatsuki se quiso ir a enjuagar la boca con dos litros de jugo de limón puro como castigo de algo que ni siquiera dijo.