No puedo comenzar sin antes agradecer a mi querida amiga y a veces beta Michelle. Muchas gracias, hermosa, por estos cuatro fantásticos años de conocidas y por conocer. Siempre eres mi inspiración cuando escribo y no sé si haya mejorado con el pasar de los años, pero tú siempre crees en mí y es lo que importa.

Como a mí siempre me gustan los temas cochinamente complicados que al final se me vuelven un lío en la cabeza, les traigo éste fan fic.

Espero que les guste.

Disclaimer: Nada me pertenece sino la idea que leerán a continuación y alguno que otro personajillo que nadie reconozca. Lo demás, le pertenece a la maravillosa JK Rowling y a la saga de Harry Potter.

[ Prólogo ]

Estaba tan cansada de su actitud que ni siquiera podía encontrar el calificativo adecuado para describirlo. Quería divertirse un poco, había puesto tanto esmero en su peinado y maquillaje, en escoger el vestido más bonito que tuviera, para que ese gusano rastrero e infeliz, le arruinara la noche de semejante manera.

¡Ni siquiera había tenido las agallas de invitarla al baile y ahora se quejaba de que Viktor Krum la considerara bonita y la hubiese invitado, cuando él sólo la veía como su salvavidas de último recurso!

¿Por qué simplemente no reunía un poco de valor para preguntárselo de una vez por todas y dejaba de hacer el ridículo? "Tú eres una chica, ¿no? Deberías ir con uno de nosotros". Muy observador de su parte. Era una fortuna que 4 años de educación mágica y sentido común, no se olvidaran tan fácilmente.

- ¡Cómo quisiera golpearlo en éste momento! ¡Partirle la boca! - dijo, con los dientes apretados y secándose un par de lágrimas con el dorso de sus manos. - Y lo peor... cuando le digo que el objetivo del baile y del torneo es la cooperación mágica entre escuelas, ¡tiene el tupé de decir que "oh bueno, parece que él quiere cooperar mucho contigo"! ¡Imbécil decerebrado!

Caminaba tan rápidamente entre los pasillos, que apenas y se daba cuenta de hacia dónde iba. Pero ni siquiera tenía importancia y mientras más metros de distancia pusiera de él, mucho mejor.

Ya ni siquiera quería estar cerca de Krum. Ron había arruinado su noche por completo y a pesar de que se había sentido en la cima del mundo por un momento, tras haber bailado con uno de los cuatro campeones y precisamente con uno de los estudiantes de otra escuela.

¡Pero claro! Ron tenía que sentir envidia de que estuviera bailando con su ídolo. ¡Él era el tonto por idolatrarlo! ¿Qué culpa tenía ella de eso?

Y mientras caminaba, sumida en sus pensamientos, ni cuenta se dio de que un par de figuras se acercaban. Iban charlando y riendo, pero para ella la noche estaba completamente arruinada y las risas se convertían en un recordatorio doloroso, de lo que acababa de suceder en el gran salón.

Una chica con largo cabello rubio y un muchacho alto, pasaron a un lado de ella mientras parecía que a cada palabra que él decía, ella comenzaba a reír prácticamente de inmediato. Se imaginó que se marchaban a sus camas pero ella tenía tantos pensamientos en su cabeza, que creyó difícil el poder conciliar el sueño aquella noche.

Y mientras más se alejaban y las risas se hacían cada vez más suaves, conforme ella caminaba un poco rezagada y la iban dejando lentamente atrás, un par de figuras se encontraban de pie y un poco alejados del hall de la entrada, charlando en voz baja y como si quisieran que ninguno de los estudiantes pudiera escuchar lo que decían.

Le pareció que se trataba de Snape y del director, Albus Dumbledore, así que se detuvo a pocos centímetros y tratando de no hacer ruido con sus tacones, ocultándose tras una de las armaduras y rogando internamente que nadie se diera cuenta de su presencia. No se atrevía a pasar cerca de ellos y que, súbitamente, el profesor Snape también la tomara en su contra y decidiera restarle una cantidad exorbitante de puntos por no estar en la cama todavía. Ya el día era bastante malo de por sí.

"¿Y bien?" - murmuró el profesor Dumbledore, pero lo pudo escuchar perfectamente desde donde estaba.

"La marca de Karkaroff también se ha oscurecido. Está aterrado, teme una venganza. Usted sabe cuánta ayuda le brindó al Ministerio después de que el Señor Oscuro cayera." - el profesor Snape parecía un poco paranoico, mirando para todas partes mientras apenas y movía los labios al hablar. - "Karkaroff huirá si la Marca comienza a quemar".

"¿Lo hará?" - preguntó el director, bajando aún más la voz y con lo que se le dificultó a Hermione, oír lo que decían. Fleur Delacour y Roger Davies caminaban hacia ellos y continuaban riendo. Caminaban un poco lento y como si quisieran disfrutar un poco más de la noche, antes de volver a la cotidianidad. - "¿Y tú, te sientes tentado a irte con él?"

"No". - repuso el profesor Snape, con sus ojos negros fijos en las cada vez más alejadas siluetas de Fleur y Roger. - "No soy tan cobarde".

"No". - el director pareció de acuerdo. - "Eres un hombre mucho más valiente que Igor Karkaroff. Sabes, a veces pienso que sorteamos las Casas demasiado pronto...

El profesor Dumbledore comenzó a alejarse y aún bajo la poca luz que se colaba desde el Hall, Hermione pudo darse cuenta de que el profesor Snape había compuesto una extraña expresión que no le había visto antes. Una expresión como de estar herido y como si sus pies estuvieran atornillados al suelo.

Se había quedado tan tiesa como él, congelada literalmente en escena y sintiendo su pulso correr rápidamente. De pronto había dejado de pensar en lo que Ron le había hecho, aquella noche, para darle cabida a lo que había escuchado e intentar desfragmentarlo y entenderlo parte por parte.

¿A qué se refería el director, con sortear las Casas demasiado pronto?

¿Entendía bien las cosas? ¿Igor Karkaroff poseía una marca y Dumbledore lo decía tan campantemente?

De pronto, su idea de la cooperación mágica entre escuelas, se había hecho añicos y como si pudiera escuchar los pedazos caer dentro de su cabeza. ¿Qué seguía después? ¿Que Madam Maxime también tenía una y al final, todo era una mentira?

Y mucho peor. Harry había tenido razón desde siempre con respecto a Snape.

Sintió que le faltaba el aire y sin poderlo evitar, respiró un poco fuerte para intentar controlarse. El profesor Snape dio un rápido vistazo a su alrededor mientras ella se cubría la boca para evitar dejar escapar algún sonido, sintiendo fuertes deseos de llorar otra vez. A pesar de estar a unos pocos metros de él, tenía esa desagradable sensación de que Snape podía realmente percibir su miedo.

Pero la profesora McGonagall se acercaba y era la última en cerrar la comitiva encargada de vigilar que todos los estudiantes estuvieran en sus camas. Parecía de buen humor tras el baile y caminaba con paso decidido en dirección del profesor de pociones, con la intención de intercambiar un par de palabras con él.

Y a último minuto, antes de que pudiera acercársele y comenzar una conversación, Hermione pudo ver cómo el jefe de Slytherin giró sobre sus talones e hizo un pequeño frufrú con su toga, caminando a paso firme en dirección de las escaleras que conducían hacia las mazmorras y dejando a su jefa de casa con el ceño fruncido y las palabras en la boca.

"Murciélago grosero". - murmuró la profesora para sí misma, ignorando que Hermione podía escucharlo muy bien. - ¡Oh, Albus! ¡Albus!

El director continuaba de pie junto a la escalera de piedra y ni cuenta se había dado. Bajo el perfil de su nariz ganchuda se había quedado con la mirada fija en la vía que Snape había tomado y a pesar de sus grandes esfuerzos, desde donde estaba no podía descifrar qué expresión tenía.

- ¡Albus!

- Minerva, querida... - la saludó con una sonrisa y como si nada hubiese pasado, mientras la mujer se acercaba y sus tacones hacían el único ruido en el vestíbulo. - Pensé en quedarme unos minutos y recordarle a los estudiantes rezagados que deben volver a sus camas, si no quieren que se les peguen las sabánas por la mañana.

- En el Hall ya no queda un sólo estudiante. Sólo está Filch, maldiciéndonos a todos por el desastre. Es una lástima que no tenga magia para limpiar todo más fácilmente.

- Estoy seguro de que Flitwick también ayudará con la limpieza del Hall. También Hagrid. Siempre he dicho que cuatro u ocho manos, son mejores que dos.

- Las manos de Hagrid cuentan como por cuatro manos más, por sí solas. - la mujer sonrió por unos segundos y luego volvió a fruncir el ceño, al recordar que el único que parecía no haberse divertido durante la fiesta, había sido Severus Snape.

Aunque no recordaba que ese hombre se divirtiera con algo. En fin...

- Albus, ¿le ocurre algo a Severus? Intenté acercarme a él y darle las buenas noches como usualmente suelo hacerlo, pero simplemente me miró con una desagradable expresión en el rostro y se dio la vuelta, ignorándome por completo. - la mujer reflexionó cuidadosamente mientras se cruzaba de brazos ante una repentina brisa que cruzó el vestíbulo y la hizo temblar. - No es que sea diferente de los días anteriores, pero ésta vez parecía realmente enfadado. O peor aún... lastimado.

- Me temo que a Severus no le gusta, como a la mayoría de los seres humanos, magos o no, escuchar la verdad.

- ¿La verdad, Albus? A menos que seas más específico, me temo que no podré comprenderte. ¿A qué te refieres con la "verdad"?

- Tú ya lo debes saber muy bien, por supuesto, lo que Severus es.

- Claro, trabajo con él todos los días. Profesor de pociones, el Jefe de Slytherin y un hombre pesado y obstinado la mayor parte de las veces. Con una terrible tendencia a restarle puntos a mi casa, cada vez que Harry y él se cruzan en algún pasillo. Yo lo llamaría un gran murciélago gigante, siempre oculto entre las sombras y con la intención de pezcar a algún estudiante incauto y vaciar todo el reloj en un día.

A pesar de la terrible descripción, Dumbledore simplemente sonrió y comenzó a negar con la cabeza mientras la profesora se quitaba las gafas y las limpiaba cuidadosamente con una de las mangas de su túnica.

- No hablaba precisamente de eso, querida. Tú sabes muy bien a lo que me refiero y si mal no recuerdo, no estuviste de acuerdo conmigo cuando te hablé acerca de tenerlo aquí. En Hogwarts, enseñándole a los niños.

- Bueno, Albus, ya tomaste tú decisión y si precisas de mi opinión nuevamente, con gusto te la puedo dar. Yo no confío precisamente en él y el hecho de que sea un mortífago, no me place en lo absoluto, pero si tú insistes en que debemos confiar en él... - Hermione no lo sabía, pero le dio la impresión de que la profesora McGonagall siempre se ponía furiosa cuando tocaban ese tema. Sopló sus gafas con más fuerza de la que Hermione pensó que necesitaba y volvió a ponérselas, enmarcando su gesto severo que solamente causaba que el director sonriera aún más.

- Precisamente. Y todavía sostengo que simplemente confíes en él, tanto como yo lo hago. Así como hoy me ha demostrado que no me he equivocado en todo lo que he hecho por él.

- ¿Haz hecho por él? - repitió la Jefa de Gryffindor, parpadeando más de la cuenta. - Si haz hecho algo por él, entonces tiene una pésima forma de mostrar gratitud.

- Pero él no lo sabe, Minerva y no soy tan tonto como para decírselo. Jamás me lo perdonaría. Y créeme, querida, que ni yo mismo he podido perdonármelo tampoco.

- ¿De qué estás hablando, Albus? Me temo que no comprendo ni una pizca de lo que dices. ¿Qué puede ser tan grave? Si es algo que haz hecho por él, ¿qué de malo puede tener?

- Creo que será mejor que te lo explique desde un principio y así podrás entender la encrucijada en la que me encuentro en éste momento.

Por el tono de voz del director, cargado de tristeza y un profundo suspiro que dio antes de comenzar, Hermione no pudo sino imaginarse que algo muy grave y que concernía al profesor Snape, estaba a punto de ser dicho y se suponía que ella no debía escucharlo.

- Sabes perfectamente bien que cuando una bruja o mago, se casa con un muggle y tienen un hijo que es mago o bruja también, es nuestro deber visitar a sus padres para hablarles acerca de la escuela a la que deben asistir y una vez que cumplen los once años reglamentarios.

- Así es, algunas veces he hecho esas visitas y otras las haz hecho tú. - respondió la mujer con una ceja enmarcada. - ¿Y eso qué tiene que ver con Snape exactmente?

A pesar de su impaciencia, el director ni siquiera se inmutó y continuó como si la mujer no lo hubiera interrumpido y como si hablase consigo mismo en retrospectiva.

- Como tanto James, Sirius, Remus y Peter, provenían de familias mágicas, no tuve que hacerlo y con una simple carta bastó para que supieran el destino que se avecinaba. Pero en el caso de Lily y de Severus, fue totalmente distinto.

La profesora McGonagall estaba tan en shock como Hermione, mirando al director, atónita, mientras el hombre se aclaraba la garganta y continuaba en voz baja, aunque ya no hubiese nadie más en los alrededores, sino ellos tres.

- Los padres de Lily Evans lo tomaron muy bien, excepto la pequeña Petunia, quien parecía un poco celosa de las aptitudes mágicas que su hermana parecía poseer y ella no. Esa pequeña niña brillaba de felicidad, literalmente, de saberse especial y única. Lily estaba realmente emocionada por venir al castillo y comenzar a aprender. Naturalmente sus padre estaban más que dispuestos a enviarla al colegio y no pensaban escatimar recurso alguno en su educación mágica. Querían que explotara sus habilidades y aprendiera lo que fuera que tuviera que aprender. No tuve ningún problema al reunirme con ellos. - Dumbledore hizo una breve pausa y con tono reflexivo, contempló el enorme y lejano tejado sobre el vestíbulo. La forma en cómo narraba la historia, le hacía sentir a Hermione que había estado allí e incluso podía lograr impregnarse con las emociones de sus personajes.

- Pero con Severus todo fue muy distinto y naturalmente, siendo el hijo de una bruja de nombre Eileen Prince y de un muggle de nombre Tobias Snape. Era mi deber explicarle a sus padres acerca del destino de su hijo y de todo lo que aprendería al venir a Hogwarts, pero sus padres no conseguían ponerse de acuerdo y siempre estaban discutiendo. Al parecer, su padre sentía un gran desagrado por los magos y las brujas, y no tomó muy bien que su esposa le hubiese mentido y que además su hijo también hubiese nacido siendo un mago.

- ¿Qué quieres decir? - la profesora lo dijo tan bajo, que a Hermione le costó entenderlo. Su tono de voz tuvo un extraño aire para ella, como si decir lo que había dicho Albus Dumbledore fuese un sacrilegio muy grande.

- Quiero decir, querida, que pude tener mucha influencia durante la infancia de Severus y sin embargo no hice nada al respecto.

- ¿Influencia... Albus? Eran sus padres, no podías hacer nada para remediarlo. Algunos muggles simplemente no entienden a los magos...

- Supongo que a todos nos trae recuerdos. Especialmente a ti, Minerva. Pero tú tuviste mejor suerte, ¿no es cierto? A pesar de que tu padre estaba realmente sorprendido, no dejó de amar a tu madre y tampoco a ti.

- Pues sí, no me puedo quejar. ¿Pero cuál es el punto?

- Esto te sonará un poco extraño y tal vez muy injusto, pero en cierto modo pude predecir lo que sucedería y decidí quedarme al márgen. Conocía el destino que Harry Potter tendría, incluso mucho antes de que Sybill lo predijera.

- ¿De qué estás hablando, Albus?

- Como imagino que sabes muy bien, el departamento de misterios guarda todas las profecías dichas a lo largo de nuestra existencia. Muchos destinos son marcados en ese departamento y el de Severus siempre lo estuvo desde un principio.

Hermione no supo si la profesora McGonagall había llegado a la misma conclusión que ella, pero de pronto se había llenado de lágrimas ante los terribles pensamientos que cruzaban por su mente. Su jefa de Casa había dejado escapar un gemido de terror, mientras se llevaba una de sus manos hasta su pecho. Había empalidecido notablemente y su labio inferior había comenzado a temblar mientras trataba de encontrar palabras para decir, pero continuaba tartamudeando.

- Estás queriendo decir... ¡Albus, acaso dices!...

- Así es, Minerva. Pude ver el destino que tendría ese pobre muchacho y sin embargo no hice nada para evitarlo. Severus parecía ser otra de las piezas claves de un destino mucho mayor y no me atreví a detenerlo. Por años me di cuenta de los abusos que sufrió, de las constantes peleas que tuvo con Potter y Black, pero sin embargo no hice nada para evitarlo puesto que estaba seguro de que al final tendría una recompenza mucho mayor. Y creo que de no haber sido así, no podríamos contar con Harry Potter para detener la oscuridad que se vaticinaba, nos absorbería muy pronto.

- Eso significa que... - respondió la profesora en un susurro, horrorizada.

- Sí. Aquel día en el que Sirius decidió deliberadamente jugarle una broma a Severus, que casi acabó con su vida, lo supe en cuanto el muchacho comenzó a pavonearse con Peter Pettigrew acerca de su plan y de inmediato pensé en contárselo a James Potter. No podía ir yo mismo y detenerlo o afectaría el curso normal del destino, así que se lo expliqué a James y muy pronto él corrió a contárselo a Snape. Le salvó la vida, aunque a regañadientes y con un pequeño daño colateral. Severus pudo ver a Remus transformarse de todos modos, pero le obligué a guardar el secreto y no pude expulsar a Sirius, por más que me lo pidiera. De haberlo hecho, la historia habría cambiado y habría arruinado nuestro futuro.

Hermione había soltado un gemido de sorpresa, cubriéndose la boca a último minuto e implorando que ninguno se hubiese dado cuenta de que estaba oculta tras una de las armaduras.

- ¡Albus...! ¡Hiciste que Severus se sintiera miserable por años! ¡Que creyera que James, Sirius, Remus y Peter, eran nuestros estudiantes predilectos y que no nos interesaba su seguridad en lo absoluto! ¡Le permitimos crear un gran remordimiento que se alimentó por años y años!

No podía creerlo y sentía que no podría soportar tantas verdades juntas. La profesora McGonagall tenía una expresión muy similar y sin darse cuenta, también había comenzado a derramar lágrimas, teniendo que quitarse las gafas para poder secarlas.

N/A: Me he basado en la página 680 del libro Las reliquias de la muerte". Siempre quise entender lo que Dumbledore quiso decir y por qué Snape puso una expresión como de estar herido. Así que voy a escribir mi versión de esa razón, hecha Snamione.