Hola a todos y todas, regreso a esto de los fanfics después de unas merecidas vagaciones… Espero que les agrade, ya saben club de la MCA –abstenerse-, todos sabemos que esto de escribir fics uno lo hace porque le agrada, como dice la frase "unleash your imagination", pero parece que algunas personas no saben inglés XD
En fin, Kojiro Hyuga es un personaje de Captain Tsubasa, propiedad de Yoichi Takahashi y Shueisha.
FANFIC: De noche todos los gatos son pardos.
Capitulo 1.
El chico moreno abrió de mala gana la puerta de su departamento y la cerró dando un violento portazo, arrojó la mochila deportiva al sillón de la pequeña sala y continuó su trayecto hasta entrar a su dormitorio, se dejó caer de espalda en su cama, cómo la había extrañado.
- aah! –suspiró- entrenador idiota… -masculló entre dientes intentando cerrar los ojos y dormir, se sentía molido-
Hyuga recordó de manera veloz, lo acontecido esa tarde en el último entrenamiento de la semana. Por más que el Tigre se había esforzado, nada le parecía bien al nuevo entrenador traído de Sudamérica, además le culpó a él del bajo rendimiento del grupo.
- si el líder es malo, el equipo también… -emitió sin cuidado alguno y viéndolo directamente, ¡como se había atrevido!- y no me refiero a su capitán Melchiore, sino a Hyuga…
Atrajo la almohada con su mano y la puso sobre su rostro, mejor se dormiría o empezaría a desear regresar al campo de entrenamiento del Reggiana y cometer un asesinato. Intentaba relajar su cuerpo, cuando el sonido de su móvil comenzó a repiquetear en el bendito silencio del departamento.
- demonios… -bufó- si es importante… -se giró y quedó bocabajo- volverán a llamar… -abrazó la almohada para acallar sus oídos-
En la sala, el celular no dejó de sonar.
- maldita sea! –emitió y se puso de pie arrojando la almohada al suelo, contestaría, pero los mandaría al diablo al segundo, salió de su pieza con rumbo a la sala, el celular sonaba dentro de su mochila, suspiró y sintió algo de sed, caminó a la pequeña cocina y abrió el refrigerador, no le caería nada mal un refresco –ya saben cual- por suerte le quedaba uno, lo tomó y regresó a la sala. El móvil había dejado de sonar.
- vaya… por lo visto no era tan impor… -no terminó de hablar, ni de abrir su lata, cuando nuevamente el móvil emitió el sonido- ya… contestaré! –abrió su mochila y extrajo el celular- bueno?! –contestó de mala gana, sabía que no podía ser llamada de su madre o sus hermanos en Japón, ellos solo se comunicaban con él los días lunes.
- uy! que genio, Sr. nipón… -la voz fingida de la chica sonó al otro lado de la línea-
- ah!… -se sorprendió- quién habla? –cuestionó confundido al no reconocer la voz femenina-
- tu conciencia, Hyuga… -le respondió la voz de forma socarrona-
- ya está bien de bromas!… -emitió el japonés enfurecido- dime quien eres o voy a… -no terminó su amenaza-
- anda ya!... –se escuchó la voz de la chica mexicana- habla Narda… solo quería invitarte a cenar con los chicos, pero por lo visto estás de muy mal humor, japonés… -le reclamó- y la verdad, yo también… no sé por qué diablos acepté a hablarte!.. -el chico dio un sobresalto, no esperaba que fuese ella- eh! Narda… no… no te enojes! –se escuchó el grito de uno de los chicos del deportivo- me vale, me voy! –se escuchó la voz de la chica alejarse- hola… bueno, Hyuga… -la voz de uno de los chicos se dejó escuchar- soy Darío… los chicos y yo… bueno, vamos a salir y queríamos saber si tú deseas acompañarnos… -explicó- iremos a cenar y después ya veremos si trasnochamos…
El delantero moreno suspiró, la chica castaña se había molestado con él una vez más, hacía un año que ella había sido contratada por el club Reggiana, como auxiliar del antiguo entrenador, pero nunca se habían llevado muy bien, tenían el carácter muy similar, así que las constantes discusiones entre ambos eran pan de todos los días en las instalaciones del deportivo.
- gracias por invitarme… -respondió el Tigre- pero, estoy demasiado cansado… -excusó- nos veremos el lunes, Darío…
- ah! si, bien… -se escuchó la voz desanimada del chico- pero, si cambias de opinión estaremos en el restaurante Revolución, Hyuga… nos vemos, amigo… -colgó-
El japonés arrojó el móvil al sillón después de apagarlo, se dirigió a su recámara nuevamente, se dejó caer en su cama, miró con un solo ojo el reloj en su mesita de noche, marcaba las 5 de la tarde, dormiría hasta el día siguiente si eso le era posible. Intentó relajar su cuerpo para dormir.
- "el Revolución…" –imaginó el sitio al cual ya había acudido una vez con el chico mexicano de recién contratación del Reggiana a festejar un triunfo- "ahí fue… donde ella… me…" –finalmente logró dormirse-
Los ladridos constantes del perro del vecino lo despertaron, abrió los ojos y se estiró, su cuerpo ya no le dolía tanto, había dormido como roca, se puso de pie y miró al reloj.
- qué?! –exclamó en un grito- apenas son las 10 de la noche! –no podía creer que tan solo hubiera dormido cinco horas- bien… -se puso en pie y se dirigió a la cocina, tenía hambre.
El nipón abrió el refrigerador y no encontró nada para comer, recordó de golpe que la anciana mujer del aseo le había propuesto comprarle los víveres, pero él prefirió decirle que no, que comería en el deportivo y después cenaría fuera.
- genial… -regresó sus pasos a la sala, recogió su móvil presto a llamar a la pizzería más cercana, al encenderlo sonó el aviso de un mensaje que ingresaba- y esto… -lo leyó-
- "Hyuga, vos sois un idiota…" -frunció el entrecejo- "ven pronto al restaurante o te arrepentirás toda tu vida, malcriado…" –sabía que aquello solo podía ser un mensaje de su Capitán y mejor amigo Melchiore-
Suspiró y regresó sus pasos a su recámara una vez más, se bañaría e iría al dichoso restaurante.
El japonés descendió del taxi y pagó la tarifa, caminó a paso normal al establecimiento, miró sus tres balcones sobre la sencilla entrada de madera y no pudo evitar recordar el mal evento que había pasado ahí.
El chico mexicano tenía a lo mucho tres semanas de haber llegado al Reggiana, fue transferido de su natal México como sustituto de uno de los volantes lesionado en la temporada pasada. Darío Ricardo Zúñiga Galindo, era su nombre. Hyuga no le veía buen futuro, no era muy alto, ni de fisionomía fuerte, le recordaba a su compatriota Aoi Shingo, pero bueno ese pequeño también les dio sorpresas. Darío no solo era un excelente jugador, era un animado chico que transmitía energía al resto del grupo, pero él, con su reconocido carácter "arisco", no le agradó la forma explayada de juego del mexicano. Se tuvo que tragar sus palabras.
El equipo jugaba uno de sus partidos más difíciles, se encontraban empatados y necesitaban a toda costa ganar o no militarían en el grupo clasificatorio, el enlace entre defensas y delanteros, estaba roto por aquel grandulón que se interponía en el centro del campo, ya habían dos chicos del Reggiana estrellado su cuerpo ante esa mole de músculos, aunado a que la pertinaz lluvia hacia demasiado resbaladizo el campo; pero el jovencito mexicano entró de cambio, sería su primer intervención, para Hyuga era una decisión errada del entrenador, pero su sorpresa fue magnánima cuando el chico que tomaba el esférico se dirigió directamente hacia el enorme obstáculo.
El mexicano no sería muy fuerte en su cuerpo, pero si fue más astuto, solo se barrió y pasó bajo las piernas del grandulón cual fuera un tren en un túnel, le dio un pase rápido al japonés estando incluso aún en el suelo. Hyuga recibió sorprendido en demasía el esférico, pero se dirigió a la portería y disparó, anotó con su feroz tiro del Tigre. Tuvo que reconocer al chico y su peculiar forma de ser, finalmente se hicieron amigos.
A la semana siguiente arribó la jovencita castaña también y tuvieron un mal inicio.
La chica llegó un poco extraviada a unas calles del deportivo, por azares del destino se la topó de frente, se sorprendió de que la chica de enigmática mirada gris le detuviese al él que le llevaba unos buenos centímetros de altura, ella se atrevió a cuestionarle la dirección del lugar con arrojo, y él, pensando que era una fan atrevida, le dio instrucciones equivocadas, la chica agradeció y se alejó siguiendo su consejo. Hyuga sonrió burlón e ingresó al local donde solía comprarse un café. Tiempo después estaba sonrojado al máximo cuando tuvo que volver a enfrentarse a la mirada grisácea en la presentación del deportivo, lo bueno es que su tono de piel lo ocultaba un poco. La chica mexicana era la nueva auxiliar del entrenador, su nombre era Narda González.
El jovencito Zúñiga hizo al parecer migas fácilmente con su compatriota, incluso pareciera que se conocían de toda la vida. A lo lejos Hyuga los observaba, ella lo miró y sin tapujos lo señaló mientras le cuestionó algo al chico, este en un acto sin pensar volteó a verlo, el chico se llevó la mano tras la cabeza riendo nerviosamente y después le dijo algo en secreto en la oreja a la castaña, ella asintió y se alejó a las oficinas. Al japonés aquello no le pareció nada prometedor.
Esa noche celebró el chico moreno la llegada de su "paisana", como ellos expresaban en su idioma natal, en ese restaurante llamado "Revolución". Cenaron, convivieron, se divirtieron y la chica se vengó de él.
Hyuga suspiró, dio dos pasos más y empujó la puerta para ingresar finalmente al pintoresco local.
