La amaba.
Lo sabía desde el principio, pero desde ese entonces se negó a la idea del amor. Quizás estaba confundiendo esa demasiada atención hacia la chica como algo más.
No debía de olvidar su cometido.
Matarla.
Volverse Humano.
Volver a sentir.
Esas ideas cruzaban por su cabeza, tentadoras y con una promesa de una vida mejor.
¿Vida? ¿Lo que había vivido podría llamarse vida?
No, definitivamente no; el llamaría a eso Supervivencia.
Desde que había caído del cielo ya hace bastantes siglos, no había encontrado ninguna buena razón por la cual él se sintiera feliz.
Había estado con otras mujeres, sí, pero nunca había sentido tanto.
¿Sentido? No, él no podía sentir, a menos que Nora se sacrificara voluntariamente. Pero esa chica, con su cabello rojizo y rizado y esos fríos ojos grises, lo volvían loco. No toleraba la idea de perderla. Solo ella le había dado un sentido de vida, de cambiar un poco su forma de vivir.
Solo con ella se imaginaba que en su pecho había un corazón y no solo un instrumento que permitía que su cuerpo viviera.
Estaba decidido. No la mataría. Eso sería como si fuese rechazado del cielo nuevamente. Y ahora ella era todo para él.
Al diablo la idea de ser humano. Ahora solo protegería a Nora, no importaba a que costo.
Una imagen cruzo por su mente: El besaba a Nora, pero él podía sentir físicamente el contacto de sus cuerpos, incluso la calidez que ambos irradiaban.
Lo lograría, aun no tenía idea de cómo, pero sentiría, junto a Nora.
