Es difícil saber cuándo escribí este fic. Lo más probable es que haya sido escrito entre 2002 y 2003. Mi redacción ha cambiado mucho desde ese entonces, pero este fic me pone nostálgica y es fresco, está basado en una película que me gustó mucho, no recuerdo el título exacto, creo que se titulaba "El lado profundo del mar", o algo así, pero aclaro que publico este fic como mero pasatiempo y sin fines de lucro. La historia habla de la fraternidad y bueno… aquí se plantea lo que pasaría si Kari, Tai e Izzy fueran hermanos. Intervienen Matt, Tk y Sora.
HermanO-CorazóN
Por CieloCriss
1.- ¡Piérdete!
El baúl olía a cedro. El nene se introdujo en éste con una sonrisa en su rostro. Se escondió y dejó caer la pesada tapadera y quedó totalmente oculto. Volvió a reír a pesar de que ahora estaba en peligro de morir asfixiado.
-¿Izzy?, ¿en dónde te metiste? – dijo de pronto un niño de posibles 6 años, cuya cabeza era un enredo de cabellos canelas y esponjados.
El infante suspiró, no sonreía ni estaba feliz. Se introdujo en el baño y revisó si el que buscaba se había ocultado tras la cortina o en el armario de toallas. No estaba por ningún lado.
-¡Ah, aquí estás Tai! – saludó en regaño su mamá - ¿Qué no te dije que cuidaras de Izzy?, es hora de irnos y tengo qué alistar a tu hermanita, la exposición no tarda en iniciar, no es hora de jugar a las escondidas.
-Perdón, mamá, ya casi estamos listos – dijo Tai un poco triste, no le gustaba ser reprendido, después de todo él no tenía la culpa de que Izzy quisiera jugar cuando no debían, y lo peor era que siempre lo culpaban a él de todo.
Salió del baño y rápidamente entró al pequeño estudio que había en su casa. Escuchó las risas de Izzy salir de ese baúl de cedro y se sintió con ganas de dejarlo ahí… Tai se sentía un poco desplazado o ignorado por culpa de sus hermanitos.
Su deber de hermano pudo más, suspiró nuevamente y corrió para sacarlo de ahí. Abrió el baúl y se encontró con el rostro sonriente del pequeño que tenía el cabello rojo.
-¡Hola! – gritó el niño, se puso de pie - ¡Me hallate!
-Izzy, no te vuelvas a meter ahí ¿Entiendes?, es peligroso, te puedes morir.
Izzy miró a Tai muy asombrado y asintió mientras el mayor lo sacaba del cofre gigante.
-¡Hijos, es hora de irnos! ¡Izzy! ¡Tai! – oyeron que gritaba su mamá.
Los niños corrieron y salieron de la casa, su madre los esperaba para cerrar la puerta del aposento.
-Tai, asegúrate de cuidar a Kari mientras termino de asegurar la casa ¿Quieres?
-Sí, mamá.
-¿Y papá? – preguntó Izzy
-No irá a la exposición, está trabajando, pero ustedes me acompañarán ¿Verdad?
-¡Sí! – gritó Izzy, muy contento, Tai sonrió mientras amarraba bien el porta-bebé de su hermanita Kari.
Ése día era la primera exposición de fotografía de la señora Yagami. La inauguración estaba por iniciar. A ésta asistiría junto a sus tres hijos. Tai de 6 años, Izzy de 6, y Kari de meses.
El sol de primavera estaba oculto por las nubes densas que cubrían la ciudad, los niños iban contando cuántas eran y cuáles eran sus formas. Kari era una bebita angelical de cabello castaño y ojos rojizos, era muy parecida a su madre, quien era una joven mujer de largo pelo café.
Izzy tenía ojos negros y el cabello color ladrillo, era ocurrente y muy travieso.
Tai era el más moreno de los tres, tenía la mirada inquieta, pero desde el nacimiento de sus hermanos se había vuelto muy responsable, casi parecía que se limitaba a todas horas.
-¿Ya llegamos?
-Sí, Izzy, ¿ves ese edificio?, aquí mami va a exponer todas las fotos que tomamos juntos en el parque, ¿lo recuerdas?
-Sí.
La familia estacionó el coche y se introdujo al edificio. Aruka Yagami lucía radiante junto a sus hijitos, sólo faltaba su marido para que ese día fuera de verdad especial y memorable. Algunos reporteros la entrevistaron, ella siempre respondía que sus hijos eran su inspiración y los presumía a todas horas.
La exposición de fotografías estaba siendo un éxito, los críticos aseguraban que era el comienzo de una gran artista. Los niños no se separaban de su madre. Ella arrastraba la carriola donde Kariestaba recostada, Tai se sujetaba del vestido de su madre e Izzy le tomaba la mano a su hermano mayor.
-¡Yagami! ¿Es usted realmente?, no pensé que nos fuéramos a ver tan pronto- preguntó de pronto una mujer.
-¡Oh, cuánto gusto!, hace tiempo que no nos veíamos.
-Hace más de siete años. Por lo visto usted no ha perdido mucho el tiempo, además de casarse ahora tiene una hermosa familia.
-Así es, Osan, estoy felizmente casada y tengo a mis tres tesoros. ¿Qué me cuenta usted?
-Oh, me ha ido bien – dijo la mujer, mientras repasaba con la vista a los pequeños -. Ahora quería verla para pedirle una entrevista privada, ¿podría?
-Bueno, tengo a mis niños… tendría qué preguntar a mi manager.
-No pasa nada, le pediremos permiso a su manager, sus niños parecen muy bien portados, la acompaño a pedirle permiso a su representante y nos sentamos a tomar un café mientras esperamos a que inicie la presentación formal ¿Le parece?, mire, ahí va su manager.
El representante de la fotógrafa estaba a escasos metros, pero los asistentes a la exposición eran muchos.
Aruka Yagami dudó un poco, miró a Tai y a Izzy, luego le sonrió a su interlocutora.
-Niños, mamá tiene qué ausentarse un minuto, ¿quieres cuidar a Izzy, Tai?
Tai miró a su madre y asintió.
-Eso es, eres muy bueno Tai. No le sueltes la mano a tu hermano.
Sin decir más la señora se dio la vuelta junto a la llamada Osan y se retiraron para pedir permiso para la entrevista, llevaba a Kari en la carriola, así que Tai e Izzy se quedaron juntos y solitos.
-¡Vamos a jugar! – pidió Izzy, mirando a Tai, quien lo tomaba fuertemente de la mano.
-No, Izzy, Aquí hay puros grandes, no se puede jugar… tengo qué cuidarte.
-¡A las escondidas, juguemos!
Tai negó nuevamente muy decidido, mientras su hermanito gimoteaba. Poco a poco la presión en la mano fue disminuyendo, pues Tai se molestaba mucho de tener qué cuidar a Izzy, sentía un gran peso y a veces hasta soledad.
-¡A las escondidas! – rogó Izzy, de tres años.
El hermano mayor le soltó la mano y lo miró detenidamente.
-Entonces piérdete – le dijo - ¡piérdete!
Izzy escuchó esas palabras por un tímpano y el sonido le salió por el otro lado. Esas frases que quizá pudieron ser hirientes para él fueron sólo más palabras que a cada rato decía Tai cuando jugaban. Se perdió entre la gente, a los pocos minutos ya no se oía su risa, ni sus gritos, mucho menos sus pisadas.
Aruka vio de lejos a Tai solo entre el tumulto que miraba la exposición de fotos, corrió hacia el niño mientras el manager sostenía a bebé Kari.
-¡Tai! ¿Dónde está Izzy? ¿En dónde se metió tu hermano?
-Se perdió – dijo Tai sin saber qué decir ante el rostro desesperado de su madre, se asustó de repente, ¡él tenía la culpa de que su madre estuviera ahora a punto de llorar!
-¡Te dije que no le soltaras la mano! – le gritó mientras lo cogía fuertemente del brazo y lo arrastraba a hacia donde estaba el manager.
-¿Qué sucede, Aruka?
-Ishida, Izzy está perdido– le dijo al hombre a Tai mientras le aviso a seguridad.
La exposición se había suspendido, habían pasado ya más de tres horas y no daban con el nene, Aruka Yagami estaba desesperada, las piernas le temblaban y Tai miraba con horror a todos, quería gritarle a su mamá que era su culpa, pero no podía hacerlo, porque su mamita lo odiaría por siempre… él no quería que Izzy se perdiera para siempre, sólo quería que Izzy dejara de molestarlo. Él quería mucho a Izzy, era su hermano, le gustaba estar con él y jugar a veces. El niño se sentía impotente entre tantos adultos con vestimenta de policías, todos rondaban por el sitio y no hallaban a su hermanito, todos parecía malos y él tenía ganas de llorar.
-No tema señora Yagami, los niños se pierden, pero siempre aparecen – le decían los oficiales al principio –; aún así sería conveniente que le llamara a su esposo, por cierto, ¿tiene alguna otra foto del niño?
El señor Ishida, representante de Aruka, se había hecho cargo de la pequeña Kari, y había mandado llamar a más policías y especialistas.
-No te preocupes, lo encontrarán – aseguró mientras hacía que su amiga se sentara un sofá que se hallaban en la sala de esperas principal de ese salón.
-Soy una mala madre… ¡Mi Izzy!, perdí a mi Izzy – chilló con histeria, tapándose los ojos - ¿Qué voy a hacer si no lo encuentro? ¡A mi niño!
Tai se apachurró más en el sillón que en esos momentos compartía con su madre, abrazó a sus piernitas y se talló los ojitos, quería consolar a mamá, pero una fuerza extraña lo mantenía callado, esa fuerza se llama miedo.
El señor Yagami atravesó la muralla de policías, vio a lo lejos a su esposa y corrió hacia ella para luego aferrarse al cuerpo de su amada.
-Perdí a mi hijo, ¡perdóname! – le susurró a su marido.
Yagami la besó, rápidamente aseguró que Izzy aparecería.
-¿Dónde están Kari y Tai? – indagó.
-Kari está bajo mi cuidado – saludó Ishida – está arriba, con la niñera de mi hijo. Tai está justo atrás de ti.
En efecto, el pequeño Tai se había aferrado de las piernas de su papá, Yagami lo alzó y abrazó, luego descendió la figura de su primogénito hasta el piso.
-¿Estás asustado, verdad?
-S-í…
-No tengas miedo campeón, hallaremos a tu hermanito… Ishida, ¿no sería mucha molestia si…?
-No te preocupes, llevaré a Tai conmigo, lo que el niño necesita es descansar, lo llevaré a casa para que juegue con mi hijo Matt.
-Te lo agradezco.
-En cuanto halla noticias de Izzy me informas; ven Tai, iremos a que juegues con Matt.
Tai siguió a Ishida mientras seguía volteando hacia sus desesperados padres, y en lo más profundo de su corazón, escondió ese recuerdo… sólo ahí, dentro del corazón, estaría la frase que le gritó aIzzy, sólo ahí le dijo a su hermano menor que se perdiera para siempre.
Aruka Yagami se sirvió café en la estación de policía, trató de llevárselo a la boca sin temblar, pero unas voces en una oficina interrumpieron su tarea.
-Ya te dije, cierra el caso del niño Yagami, llevamos cuatro meses buscándolo, ¡el niño está muerto!, ¿por qué no se lo dices a la madre?... hemos abierto líneas de ayuda, ofrecido recompensas… pero es hacernos bobos, al niño lo secuestraron y seguramente perdió la vida.
-¿Qué quieres que haga? ¿Qué le diga a la madre que SU hijo no tiene esperanzas de aparecer? ¿Qué no puedes sentir un poco de empatía con su dolor de madre?
-Y supongo que tú entiendes muy bien lo que es el "dolor" de madre, ¿no es así, Takaishi? Hablaremos después, estás histérica.
Un oficial obeso salió de la oficina, miró con desprecio a Aruka, que estaba estática con su café mientras oía, después del oficial, una mujer casi rubia y de ojos azules salió del despacho y se exaltó al ver a Aruka.
-Señora Yagami, usted… escuchó todo…
-¿Van a cerrar el caso de Izzy? – cuestionó a Takaishi con cara de preocupación.
-No por mi parte, ¿gusta pasar a terminar su café conmigo?
Aruka Yagami entró agradecida y se sentó en la silla de las visitas, la oficial Takaishi, jefa del Departamento de Personas Extraviadas tomó asiento en su lugar y prendió un cigarrillo. Aspiró el humo y dibujó en el viento unas donitas.
-La policía quiere archivar su caso, generalmente hacemos eso ya que los padres han perdido la esperanza de hallar a sus hijos… pero para mí, todos los casos quedan pendientes y no cerrados… además, usted no ha perdido la esperanza, ha luchado todos estos meses por dar con el paradero de su hijo, prácticamente ha vivido en este lugar, esperando noticias.
-Toda madre hace eso por su hijo.
-Pero usted se culpa, Yagami, y eso no está bien.
-Fue mi descuido, no debí dejar a Tai e Izzy solos.
-Fue un minuto de descuido, un accidente… pudo pasarle a cualquiera.
-¡Claro que no!, Izzy no está conmigo porque no lo cuidé.
-Por reglas oficiales el caso de Izzy se archivará, pero no se cerrará… no en vano me especializo en niños. Aruka, le sugiero que vuelva a casa para cuidar a sus dos niños, ellos la necesitan más que nunca, yo le prometo seguir en la búsqueda de Izzy.
-No puedo, además, mi esposo Kenji… él está con ellos, mi deber es recuperar a Izzy.
-Si un descuido de un minuto le hizo perder a Izzy, el descuidar a Kari y Tai podría traer peores consecuencias, hágame caso Aruka, vuelva a casa, tome un descanso… confíe en mí.
-Quizá usted tenga razón…
-Vuelva a casa… y cuando recoja a sus hijos en casa de su manager, déle este regalo al niño Ishida.
-¿Al pequeño Matt Ishida?
-Sí, hágame ese favor… quisiera hacerlo yo, pero temo que el niño no quiera verme.
-¿Verla?
-Matt es mi hijo mayor, soy la ex-esposa de Ishida, su representante artístico.
-No, no lo sabía… Ishida no habla mucho de su vida privada.
-Yo tampoco… - sonrió la mujer, con tristeza – aún así tengo muy presente a Matt en mi corazón, déle el regalo, y dígale que se lo manda su hermano TK.
Aruka Yagami asintió, muy asombrada por la sorpresa de conocer la identidad de su amiga policía.
El verano estaba cerca de llegar a su fin, como se mencionó anteriormente, habían pasado meses desde la desafortunada desaparición de Izzy; en todo ese tiempo Aruka había buscado incansablemente al niño sin resultados fructuosos, y, desgraciadamente, su corazón de madre a cada momento se achicharraba más, ¿cómo poder vivir con ese sentimiento de culpa?
Kenji Yagami recogió a su esposa de la estación de policía, la saludó con un beso en la mejilla antes de que ésta comenzara a quejarse de la caricia, sentía que estaba privada de cualquier sentimiento por su pecado.
-¿Estás bien?... supongo que ya te enteraste de que cerrarán el caso. No te preocupes, la búsqueda no cesará nunca, yo me encargaré de eso…
-Kenji… no sé si esté lista para volver a casa, habrá mucho silencio… no sé si pueda cuidar a Tai y Kari, no me siento capaz.
-Para volver a casa después de este infierno no estamos listos ninguno de los dos, mi amor. Pero tenemos qué volver a nuestras vidas, tenemos qué hacerlo.
Llegaron a la casa de Ishida, quien no estaba en esos momentos, porque estaba laborando. Aruka se dio cuenta que Tai quizá había estado muy solo todo este tiempo al lado de una niñera que no lo conocía, el único consuelo era que parecía que se la llevaba bien con el pequeño rubio Matt Ishida.
-¡Mamá! – gritó Tai al ver a su mamá. Matt se le quedó mirando a los extraños y se alejó un poco, Tai corrió a su madre y la abrazó con fuerza – Mama, mamita – seguía diciendo el niño con la voz quebrada – te extrañé Mami, pensé que también te habías ido.
Aruka besó a su hijo y se le remojaron sus ojos, volvió a besarlo y se separó de él. Tai corrió por la pelota que estaba cerca de él y se la mostró a su mamá.
-Mami, ya puedo encestar mejor, le gano a Matt. ¿Me verás lanzar la pelota?
-Después hijito, después, ¿te has portado bien?
-Sí, pero Kari se portó mejor, ahorita está dormidita.
Aruka se puso de pie y saludó con la mano a Matt, el rubio se escondió tras el sillón, muy intimidado.
-Papá ¿Ya nos iremos a casa?
-Sí hijo, como antes – respondió el padre – Oye Tai, ¿podrías hablarle a Matt?, mamá quiere darle algo.
-Claro.
Tai corrió y del sillón arrastró a Matt hasta sus padres.
-Aquí está – dijo Tai – Matt dice que le da vergüenza hablar con las mamás.
Matt bufó y le dio un empujoncito a Tai, luego miró fijamente a la madre de su amigo, esperaba algo.
-Hola Matt.
-Hola – respondió el rubio, tenía una vocecita muy dulce.
-Mira Matt, te traje un regalito; no es de mi parte, es de parte de tu hermanito.
-¿TK? – preguntó dudoso Matt Ishida, quien era de la misma edad que Tai.
-Sí, TK – respondió Aruka, dándole el paquete.
El niño de cabellos dorados y ojos azul cielo abrió con desesperación el regalo, sacó entonces un instrumento musical, una armónica. Sopló en el aparato y sonrió muy animado al escuchar ruido.
-Tai, TK quiere que aprenda a tocar esta cosa.
-Siempre hablas de TK – le renegó Tai
-Y tú de tus hermanos.
Desde que entraron a su abandonada casa, Aruka sintió que el silencio que ahí había nunca se convertiría en el ruido alegre que antes había. Con el primer pie que puso a la entrada sintió una helada ráfaga que le anunciaba que sin su hijo del medio las cosas no volverían a ser las mismas… tenía un único anhelo en la vida, y ese era recuperar a Izzy, pero cada día perdía más las esperanzas de verlo otra vez, y cuando pasaba eso, lo que le cundía de enojo era que las demás personas la miraban con lástima y le daban falsas esperanzas que la mayoría de las veces no sentían.
-Tai, ya estamos en casa – anunció papá –. Trae a Kari con cuidado.
Tai entró a su casa y dejó estacionada la carriola con Kari, observó que en la sala había una computadora de juguete con la que solía jugar su hermanito, corrió hacia el objeto y lo recogió del sillón. "Izzy…" se dijo, pero no pensó mucho, rápidamente corrió a su cuarto para esconder ese tesoro que nadie más tenía derecho de apreciar.
Los días se hicieron cansados y eternos, Aruka Yagami dormía la mayoría del tiempo y descuidaba con fatalidad a sus hijos; en ocasiones olvidaba recoger a Tai del jardín de niños, ya no tomaba fotos. Un día Kenji encontró a su mujer tirando todos sus instrumentos de trabajo.
-¿Qué haces? – la había cuestionado.
-Nada.
-¿Estás tirando tus cosas? ¿Por qué?
-Nunca más voy a tomar fotos.
Cada día había más tensión en ese hogar, el recuerdo de Izzy vagabundeaba por toda la casa como un fantasma amenazante.
Ya era invierno, muy cerca estaba la Navidad, sería la primer navidad sin el pequeño Izzy. Tai estaba despierto a pesar de que eran más de las 11 de la noche, corrió hacia el arbolito y con sus crayones comenzó a rayar en una hoja.
-Yo no sé escribir tan bien como los grandes – se dijo mientras redactaba su mensaje – Pero Diosito siempre sabe leer lo que quieren los niños… ya viene Navidad y esta vez he sido malo, no quiero juguetes, pero prometo ser bueno si me traen de regalo a mi hermanito… quiero que Izzy vuelva para que mami esté contenta… y yo también…
El llanto de su hermana Kari lo desconcentró. Era muy noche y en ocasiones Kari despertaba en la madrugada, siempre llorando. Tai se levantó y se encaminó a la cocina, con un banco que acomodó cerca del lava trastes logró alcanzar un biberón ya preparado. Luego subió las escaleras, entreabrió la puerta donde dormía su mamá, pero ésta parecía ida y no tenía intenciones de ir con su bebita. Tai suspiró y se acercó a ella, la cubrió con una cobija y le apagó la luz.
Entró al cuarto de Kari minutos despuéss, le meció la cuna, se encaramó en la camita y cargó a su hermanita.
-Mira, te traje biberón – le dijo mientras metía la mamila en la boquita de Kari – No llores Kari, hoy ya no quiero que llores… todos lloran siempre.
Se quedó dormido junto a la niña, que también se fue quedando en los brazos de Morfeo.
Kenji Yagami regresó a casa después de una larga jornal de trabajo, ahora que Aruka no trabajaba, él debía laborar horas extras para que no le faltara nada a su familia, se dirigió a la planta alta y revisó el cuarto de sus hijos, otra vez Tai estaba durmiendo con su hermana, había cuidado de ella. Cargó al varoncito hasta su alcoba, Tai se despertó pero siguió haciéndose el dormido hasta que su papá lo cubrió con su edredón de dinosaurios naranjas.
-Esto ya no puede seguir así – musitó su padre, parecía molesto.
En cuanto su papá salió de la alcoba, Tai se levantó inmediatamente y lo siguió preocupado, no quería que su padre otra vez discutiera con mamá.
En efecto, Kenji entró su habitación y encendió la lámpara.
-Aruka, despierta.
Su mujer abrió los ojos con cansancio, bostezó con pereza y se levantó.
-¿Qué horas es? ¿Ya llegaste?
-Otra vez te la pasaste dormida todo el día, me hablaron de la escuela de Tai, otra vez no llegaste a tiempo por él y lo trajo la vecina.
-¡Pensé que era domingo!, ¿no es curioso?
-¿Cómo que pensaste? ¡Esa no es una excusa!... ¿Y sabes con qué me he encontrado nuevamente?, con Tai en la cama de Kari, ¡cuidándola!, cosa que deberías hacer tú.
-Lo siento pero no puedo seguir ese ritmo de vida, ¿no entiendes que NO puedo?
-Debemos cambiar de vida, debemos irnos de aquí, he ahorrado mucho para abrir un restaurante, lejos de aquí, donde podamos iniciar una nueva vida.
-¡Yo no quiero iniciar una nueva vida!, ¡métete eso en la cabeza, Kenji!, ya no puedo cuidar a Kari, ni a Tai… no soy capaz – gritó Aruka envuelta en llanto mientras Tai escuchaba todo desde afuera del cuarto – Estoy muy, muy triste.
Los gritos y discusiones seguían, Tai se tapó los oídos y corrió al cuarto de Kari, la miró desde la cuna y tragó saliva.
-Kari, ¡tienes qué llorar! – le rogó – Sé que te pedí que hoy no lloraras, pero tienes qué hacerlo.
Sin esperar resultados le tapó la nariz y la boca a Kari, de modo que la nena, al privarse de aire, comenzó a llorar con intensidad, luego de haber conseguido el lloriqueo deseado, Tai la soltó regresó al cuarto de sus papás.
-¡Kari está llorando! ¡No sé que tiene!
Inmediatamente los padres dejaron de discutir y fueron con la niña, la cargaron, la mimaron hasta tranquilizarla. Tai sonrió agradecido y se secó las lágrimas.
Vio que su padre salía del cuarto y lo siguió, luego abandonó la casa y se subió al auto. Tai intentó seguirlo, pero las fuerzas lo abandonaron.
Era Nochebuena, y los copos de nieve caían con gracia desde la ventana. Tai los miraba desde la ventana e inconscientemente recordaba cuando su hermanito Izzy y él contaban las nubes y les encontraban formas raras. Hacía frío, pero la calefacción hacía que una helada noche pareciera una acogedora velada. Aruka estaba sentada en la sala con la cara lívida, serena e indiferente. Karicorría en la andadera por toda la casa, jugueteando con una muñeca. El timbre sonó, Tai corrió a abrir.
-¡Papá! ¡Señor Ishida! ¡Matt!, hola a todos, qué bueno que han venido.
-Nos da gusto verte, pequeño Tai – dijo Ishida - ¿verdad Matt?
-Ya sé tocar la armónica que me regaló TK – dijo como saludo el pequeño rubio -. Mi papá me llevará a verlo mañana, me enteré de que ya sabe caminar.
-Kari aprenderá pronto – trató de competir Tai.
Kenji Yagami traía consigo muchos regalos, tras él venían varios amigos más de la familia: los Takenouchi y los Kido. Tanta gente indeseada hizo que Aruka se pusiera nerviosa y bastante irritada, ¿cómo podían celebrar estando Izzy perdido?, ella no podía, no podía olvidar.
-¡Mamá, mira lo que me trajo el señor Ishida! – le dijo Tai, en medio de la fiesta - ¡Una cosa para ver de lejos!
-Se llama "mira-lejos" – corrigió una niña pelirroja.
-Ya lo sé Sora, es que no me acordaba… ¿verdad que está bonito, mamá?
-Sí Tai, muy bonito – dijo con melancolía Aruka.
-Y también trajo otro para Izzy, pero el de él es amarillo, porque es su color favorito.
El escuchar eso hizo despertar la furia de Aruka Yagami, ¿qué significaba eso de que Ishida le traía obsequios a su hijo perdido? Se levantó de su asiento como un vendaval en medio de un huracán, le arrebató el "mira-lejos" a Tai y lo regresó a Ishida.
-No sé que pretendiste con este detalle, pero no me parece que debas traerle regalos a Izzy.
-¿Por qué no?, cuando Izzy regrese se pondrá triste si se entera de que sólo le he traído obsequios a Tai… porque tu hijo va a regresar y volverás a tomar fotografías, como antes.
-Todos aquí me ven como idiota, sé muy bien que Izzy no va a regresar nunca, ¡están jugando!, ustedes no sienten mi dolor.
-¡Aruka, cálmate, todos sentimos tu dolor!, nosotros también sufrimos… todos sufrimos – la regañó Kenji.
-Mamita… Izzy va a regresar mañana – dijo inocentemente Tai, mirando a su madre – Le he pedido a Santa Claus que regrese… yo no quiero regalos esta Navidad, quiero a mi hermanito de vuelta.
Aruka estalló en llanto y los presentes guardaron un respetuoso silencio. Kenji salió alterado de la casa y de nuevo se subió al auto, cuando ya iba a arrancar, Tai le tocó el cristal del asiento del copiloto. Su padre le abrió la puerta, y sin decir nada el niño se subió.
Las llantas del carro comenzaron a rodar, cuando ya estuvieron alejados de la casa, Tai dejó de llorar y le dijo a su papá.
-Es que tenemos que comprenderla, papá… está muy triste…
Fin de la primera parte.
Gracias por leer.
Espero su comentario si así lo desean. No hice cambios en el fic, así que espero que esté leíble.
