Through Time and Space

Prólogo:

El inicio de la leyenda.

La diosa Hylia y su héroe elegido Link.

Hylia siempre deseó sentirse más humana.

Deseaba poder sentir la brisa en su rostro, el agua sobre sus pies, el calor de otra persona sobre su cuerpo...

Siempre deseó sentirse más humana, y ahora gracias a él se sentía así.

¿Qué era esa sensación de calor que sentía cuando su cuerpo estaba pegado al de su héroe?

¿Por qué sentía algo recorrer sobre su estómago cuando el héroe ponía su mano sobre la suya?

¿Por qué Hylia se detuvo a apreciar a ese hombre?

La Diosa blanca esbozó una ligera sonrisa, sonrisa que no pasó por alto ante los ojos del guerrero.

-Deberíais sonreír más a menudo, Hylia.-dijo el guerrero mientras se sentaba al lado de la Diosa.-Os hace ver más hermosa de lo que ya sois.

Hylia soltó una pequeña risa y contempló la Espada Maestra en las manos del joven guerrero.

-Esa espada os hace ver más como un héroe.-murmuró Hylia.-Como el héroe de la tierra de Hylia.

Link suspiró y envainó la espada. No era la primera vez que alguien le decía eso, pero sí era la primera vez que Hylia le decía eso.

-No soy digno de portar esta espada.-susurró.-He estado encerrado durante muchos años, no merezco ni siquiera que estéis sentada a mi lado ahora mismo.

Hylia se acercó poco a poco hacía él y colocó su mano encima de la del héroe entrelazando sus dedos inconscientemente, era más una necesidad. La Diosa apoyó su cabeza sobre el hombro del guerrero y se quedaron en silencio por unos minutos.

-Y tampoco...-murmuró mientras se alejaba un poco de la Diosa.-Tampoco soy digno de estar a vuestro lado.

-Link...

Antes de que la Diosa pudiese decir algo, Link rápidamente se apartó de ella. Hylia notó como los hermosos ojos azules de su héroe estaban a punto de estallar en lágrimas y eso le sorprendió mucho. En todo el tiempo que ella le estuvo observando, que fue mucho antes de que a él le encarcelasen en las mazmorras del castillo de las Tierras de Hylia, nunca le vio llorar. No lloró cuando su mejor amigo murió, no lloró cuando le encarcelaron...

Sin embargo, ahí se encontraba a punto de soltar lágrimas después de decir esas palabras.

-¿Por qué decís que no sois digno de portar una espada como esta?-dijo la Diosa mientras se levantaba y se acercaba a él.

Link suspiró y miró la Espada Maestra que tenía entre sus manos.

Se sentía tan bien sujetarla, como si esa espada estuviese hecha solo para él...

-Ya lo sabéis, Hylia.-murmuró Link y Hylia le miró confundida.-He hecho cosas de la que nadie estaría orgulloso... He traicionado a gente, le he quitado la vida a varios hombres, he estado encerrado durante mucho tiempo que perdí la cuenta... Se me hace imposible el creer que yo sea quien deba portar esta espada y quien luche a vuestro lado para derrotar al Heraldo de la Muerte.

-Y aún así, la Espada Maestra te ha reconocido como su dueño.-Hylia se acercó poco a poco a él y le acarició dulcemente la mejilla.-No me creáis porque soy una Diosa, creedme porque es la verdad.

-Hylia...

-Lo que más me llamó la atención de vos fue que a pesar de tener el corazón roto y haber sufrido tanto por gente que una vez jurasteis proteger, tenéis un corazón noble y lleno de amor que no duda en ayudar a nadie. De entre todos los mortales que he visto a través de los años, vuestra alma es la que más me ha llamado la atención y que me ha hecho romper todas las leyes que debo cumplir.

-¿Qué leyes?-preguntó el rubio y la Diosa sonrió acortando la distancia entre ellos.

-La de no acercarme más de lo permitido a los mortales y la de no enamorarme de ninguno de ellos.

Link terminó por acortar la distancia entre ellos uniendo sus labios con los de su Diosa. Hylia, sorprendida por lo que el guerrero había hecho, se dejó llevar por esa hermosa sensación que no sabía que existía. Al cabo de unos segundos, el guerrero y la Diosa se separaron y se miraron a los ojos sin decir nada.

-No soy digno de estar a vuestro lado y tener vuestro amor.

-Sois mi héroe elegido, creo que no hay honor más grande que ese.

Link sonrió y volvió a unir sus labios con los de su amada Diosa.

Faltaba poco para la batalla final que lo decidiría todo.


Todo estaba terminando.

El Heraldo de la Muerte se encontraba cayendo en lo que sería su prisión por los siguientes siglos y lo único que pudo ver mientras caía era a la Diosa blanca que tanto odiaba.

-¿¡Dónde habéis escondido los triángulos dorados?!-exclamó furioso.

-¡Los he enviado a un sitio donde nunca los alcanzaréis! Un lugar sagrado donde el mal nunca llegará. Allí, para que estén protegidos por mi gente.-exclamó la Diosa con un semblante serio.

-¿¡En las manos de esos asquerosos humanos?! Maldita seáis, Diosa...

El Heraldo seguía cayendo y mientras desaparecía exclamó sus últimas palabras.

-¡No creáis que esto acaba aquí! ¡El poder absoluto algún día será mío! Y cuando eso ocurra, ¡los demonios gobernarán la Tierra de Hylia por encima de todos como reyes y no habrá ningún guerrero ni ninguna Diosa que me lo impida!

Cuando el Heraldo desapareció, la Diosa rápidamente se encaminó hacia donde se encontraba su amado héroe.

Sin embargo, su sorpresa fue que cuando llegó, éste ya se encontraba sin vida en el suelo.

-Link...-murmuró mientras unas heladas gotas caían de sus ojos sobre sus mejillas y se apresuraba para ir hacia su lado.-¡No!

Hylia se sentó a su lado e intentaba de todas las maneras que su amado despertase... Sin embargo, ella ya sabía que era muy tarde y lo único que hizo fue abrazar el cuerpo sin vida de su amado mientras lloraba.

Esa era una sensación humana que nunca quiso vivir.

-Perdóname Link...-murmuró Hylia mientras acariciaba la mejilla llena de sangre de su amado.-Pero tu encarcelamiento era necesario para hacer tu espíritu más fuerte... Así lo desearon los Dioses y yo no pude hacer nada al respecto... Tú despertaste la Espada Maestra y serás para siempre su dueño, el único que pueda reclamarla...-Con la manga de su vestido blanco se secó las lágrimas de sus ojos y acarició la rubia melena de su amado que ahora no llevaba ese gorro verde que tanta gracia le hacía antes.-A pesar de todo lo que te hicieron pasar, has sacrificado tu vida por toda mi gente porque les quieres, al igual que yo lo hago...-Volvió a contemplar el rostro sin vida de su amado y sintió como otra vez sus ojos se humedecían.-Me aseguraré que tu amable y heroico espíritu viva eternamente. Y yo renunciaré a mi divinidad para presentarme a tu lado como una simple humana y que podamos amarnos como siempre quisimos.

Y cuando la Tierra de Hylia nos vuelva a necesitar, nosotros volveremos a nacer y a luchar juntos. Nuestras almas siempre estarán unidas a través del tiempo y del espacio.