A/N: ¡Jo, jo, jo, felices fiestas mis queridísimos malvaviscos asados! ¡De parte mía y de todo el elenco de Xiaolin Showdown/Chronicles os deseamos una blanca y hermosa navidad en estas vacaciones! ¿Digo, es que a quién no le gusta la navidad? Es tiempo de reunirse en familia, de comer platos navideños, de recibir regalos, de ver películas navideñas, de decorar el árbol, de descansar por un buen tiempo del estresante estudio, de recibir regalos, de empezar a contar las doce uvas que vas a preparar para cuando se acabe el año, de tirarse sobre la nieve (si es que en tu país cae nieve porque en el mío no a no ser que vivas en Mérida), de reforzar la fe, de cantar villancicos, ¿ya dije recibir regalos? Eh me parece que sí n.n Sé que yo no hice nada en el año pasado, más que desearles a todos felices fiestas, pero esta vez Santa Claus trajo conmigo un regalo navideño del que pienso compartir con todos ustedes para contagiaros a todos del espíritu navideña con ayuda de mis amigos de Duelo Xiaolin que a pesar de que estamos en fiesta seguimos trabajando como mulas de carga durante todo este mes de Diciembre. Y se trata de una versión AU de una de las más destacadas y aplaudidas obras de todo los tiempos escrita por Charles Dickens y adaptada en diversas formas desde películas animadas hasta serias. Es mi obra favorita de Navidad. Si ustedes no la conocen, es lamentable. Por votación unánime, Jack encarnará al tacaño propietario Scrooge y ya ustedes verán quiénes interpretarán al resto. Esta historia está cargada de un humor típico de XS/XC, fantasía y espiritual, que son los géneros principales que fijé. Sin más que decir, con ustedes el capítulo uno. ¡Nos leemos!
Canción de Navidad
1º
El Tacaño Jack
Nochebuena...
Noche de paz...
Noche de amor...
Brilla la estrella de la Navidad...
Así entonaban alegremente los villancicos en la ciudad de CosmosXiaolin, un coro de niños a una esquina de la calle Heylin. Era una mañana helada de Nochebuena. La mañana más fría que se pudo recordar en el mes de diciembre. El frío perpetraba en las almas de pobres y ricos. Suavemente caían copos de nieve del cielo que se acumulaban en pequeño montos. Ni el sol se había asomado. En esa mañana tempranamente, salió un vehículo a recoger la nieve que entorpecía el paso de peatones y carros. Los niños salían de sus casas a jugar en la nieve con sus amigos, en una guerra de bolas de nieve o construyendo muñecos de nieve. Hoy no hay escuela. Los adultos salen a trabajar muy puntuales porque sabían que solo en ese día al año se les permitía salir del trabajo más temprano. Los coches hacían kilométricas colas dirigiéndose a un alto edificio de cristal localizado en la punta de la ciudad. ¿Por qué será? Porque hoy es 24 de diciembre del año de 2013. Día de Nochebuena. Noche de paz y de amor, noche en donde todas las familias se reúnen para convivir en un ambiente lleno de armonía y alegría. Único momento en el año en que todos por igual reciben con el corazón abierto el espíritu de la Navidad. O bueno, mejor dicho, casi todos. Ese edificio cristalizado es nada menos que Corporaciones Spicer & Roy Bean, la juguetería más grande en todo el país. No resulta nada raro que exista una enorme cola de automóviles frente una juguetería en el día de Nochebuena. El dueño de esta gran empresa es Jackson Spicer Jr., desde que su socio, Hannibal Roy Bean, había muerto hace un par de años en esta misma fecha. Jack se hizo cargo de todo, convirtiéndose en un importante empresario y el más joven en toda la historia así como muy seguramente el hombre más rico de la ciudad de CosmosXiaolin. Grandes eran las ganancias (sobre todo en esta época del año), grande era su futuro, grande era su talento... Pero increíblemente su corazón era del tamaño de una abeja...
Esta mañana, Jack salió en su lujosa limusina directo al trabajo. Parece ser que no despertó con buen pie. Jack sacó su reloj de bolsillo de oro. Maldición, llegaré dos minutos tarde; se reprochó a sí mismo, volviendo a guardar su reloj en su frac negro.
-¡Oye, tú, acelera! ¡Jack Spicer no puede llegar tarde! –ordenó despóticamente a su chófer.
-Sí, señor... –apenas dice este pobre hombre, éste no tiene tiempo para quitarse la saliva de Jack en su rostro. El conductor pisó a fondo el acelerador. Jack se tiró nuevamente sobre el espaldar de su asiento, suspiró profundamente y sacó su agenda electrónica, donde tenía organizado las actividades del día. Vamos a ver, para hoy tenemos...
Entretanto, dentro de Corporaciones Spicer & Roy Bean o como popularmente era conocido para los consumidores: Juguetería Monkey Spears. Los cientos de trabajadores que servían a Jack habían llegado puntualmente a trabajar, se habían puesto sus uniformes (chalecos simpáticos de color negro con el distintivo de la empresa en conjunto con los pantalones negros y los zapatos incomodísimos del mismo color), se preparaban para abrir sus puertas a los impacientes compradores que esperaban afuera. Todos ellos sabían que el Sr. Spicer destetaba las impuntualidades y que a cualquier mínimo descuido le bastaba para tener una justificación para despedir a alguien.
-Ay Dios, Omi, Omi, ¿dónde estás Omi? ¡¿Alguien ha visto a Omi?! ¡¿Omi?! ¡Omi! –grita uno de los trabajadores a los cuatro vientos, buscando a un tal Omi. Escudriñando con la mirada entre la multitud de empleados. El moreno se desplaza ágilmente entre la masa de empleados.
-¿Qué pasa, Rai? –pregunta una empleada de cabello negro recogido en una cola de caballo (ideal para trabajar) mientras termina de ponerse la última pieza de su uniforme, un carnet que indicaba que trabajaba en la juguetería.
-No he visto a Omi por ninguna parte y ya saben que cara de mono –la empleada se aclara la garganta. Rai tiene que autocorregirse- el Sr. Spicer se pone de malhumor ante las faltas. ¿Lo has visto, Kim? –pregunta.
-No, me temo que no.
-Rayos, si descubren que Omi no está en el trabajo, está perdido. Ya faltó 2 veces al trabajo y no puedo seguir encubriéndolo más, cara de mono no tardará en descubrirlo –añade Rai preocupado-. ¡Omi! ¡¿estás ahí?! ¡¿Omi?!
-Entiendo, pero... ¿pretendes buscarlo debajo de una caja? –cruzó los brazos Kim. Rai se da cuenta que había revisado debajo de una caja de un juguete cuya etiqueta marcaba: "Puma agachado". La baja inmediatamente.
-Dios, estoy tan nervioso que ni ya sé lo que hago –Rai se frotó la nuca-. A lo mejor Clay lo ha visto, voy a preguntarle.
Clay era otro trabajador de cara de mono, perdón de Jack, lo encontraron durmiendo sobre el volante de un montacargas, al bajar al sótano. Clay era encargado de traer los juguetes que llegaban a los almacenes en camiones gigantes y llevarlos a los estantes de la juguetería aparentemente. Rai lo despertó poniendo en marcha el motor del vehículo cuando Kim trató de despertarlo llamarlo por su nombre. Clay sintió que el mundo se le venía encima cuando el ruido le asustó. Se calmó una vez que reconoció a sus dos compañeros de trabajo.
-Ah, hola Kimiko, hola Raimundo, ¿qué pasa? –bostezó.
-No he visto a Omi por ninguna parte, ¿lo has visto? –preguntó el mencionado Raimundo. Clay estira los brazos con pereza.
-Lo siento mucho, pero desde que el Sr. Spicer me puso a trabajar veinticuatro horas al día, sin descanso, no he visto ni siquiera el sol.
-¡Cielos! –exclamó Raimundo, aplastando fuertemente el puño contra el montacargas. Mira de reojo el reloj del sótano-, cara de mono llegará en cualquier momento y Omi no está... Y los tres sabemos que Omi necesita del trabajo para él y su hermanito, si cerebro de pájaro ve que no está lo despedirá y no habrá otro loco en el mundo que contrate a un individuo tan joven como él solo por llenarse los bolsillos. ¿Dónde estás Omi?
-¿Qué no está en el hospital ahora mismo con su hermanito? Recuerden que el pobrecito hace una semana se fracturó una pierna jugando en el hielo y con este frío de invierno le ha dado una neumonía terrible –bosteza Clay, recostándose sobre el montacargas.
-Cierto, cierto, pero ni aunque Omi le cuente sus motivos de retraso a cara de mono, él no va a tener piedad sobre él. Su corazón es tan frío y duro como las paredes de este sótano... –observa Raimundo con ligera tristeza.
La limusina iba regando nieve por doquier, rociando a cualquier peatón que circulara por las orillas de la acera. Hemos vuelto con el protagonista de esta historia. Para desgracia de los afligidos empleados de Jack, la suerte no ha decidido ponerse de su parte. Jack llega a su trabajo sin dificultad de cola a pesar de haber llegado 2 minutos tarde. Automáticamente la puerta se abre. Jack se baja delicadamente. Se estremece. El viento decembrino lo recibe con una gélida bienvenida. Jack saca de su otro bolsillo un par de guantes negros finos, se los pone y pisando fuerte se dirige a la entrada de su empresa cuando una horrible visión lo aturde. Recostado del muro de su empresa. Un mendigo repulsivo se le acerca gateando, y sin decir una palabra, pide limosna extendiendo un sombrero roto. Jack se asquea...
-¡¿Es qué tengo pinta de cajero automático?! –ladra- ¡¿por qué todos los mendigos se ponen de acuerdo para fastidiar en esta época del año?! ¡QUÍTATE DEL MEDIO, MIMO! –gritó, apartando del medio al mendigo con levantar su pierna, éste gatea de regreso, dejando pasar a Jack a su empresa-. Los mendigos, los niños, los recaudadores de fondos, todos, ¡todos ellos son como esta sarna de nieve asquerosa! Si no se quitan del medio, tienes que quitarla a patadas.
Las puertas del establecimiento se abren inmediatamente. Los trabajadores se alistan en una fila. Jack hace una revisión detallada desde el primero hasta el último, comprobando que todos sus empleados están presentes cuando de repente, entrando, lo empuja un empleado. Jack se da la vuelta. El pequeño empleado que mide menos de un metro cincuenta y cinco, se queda intimidado por los ojos negros profundos.
-¿Y tú qué? ¿acabas de llegar ahorita?
-Bueno, yo señor, yo... le juro que no fue mi intención empujarlo, prometo que jamás va a volver a pasar, perdóneme...
-Ya, ya, ahórrate las lágrimas de cocodrilo –Jack se volvió a peinar, sacando un peine de su frac-. No tengo tiempo para estar despidiendo, allá afuera un mimo y un despertador bueno para nada me han arruinado el día haciendo que llegue tarde así que te lo dejaré pasar solo por esta vez que estoy llegando tarde, ¡pero solo esta vez, ¿entendido?!
-Entendido, señor y muchas gracias.
-Sí, sí, sí, ahora vete a poner tu uniforme –ordenó Jack, el individuo amarillo corrió como flecha directo a cambiarse. Jack se dirigió a sus trabajados- ¡¿y ustedes, qué, flojos?! ¡No se queden ahí parados, vuelvan a trabajar, ¿es que no ven el montón de dinero, digo... de gente que hay afuera esperando?! No me hagan quedar mal –chasqueó los dedos-, ¡apresúrense! ¡vamos! ¡agilícense, movilícense! ¡Rápido! –la masa de empleados se asentó en sus puestos correspondientes y se abrieron las enormes puertas de la juguetería. Jack siguió caminando directo a su oficina- ¡Ayudante de dirección, preséntese ante mí inmediatamente, quiero ver tu trasero ahora mismo! –gritó Jack desde el segundo piso, hacia sus empleados.
Jack puso los ojos en blancos. Su enorme empresa había sido decorada por sus empleados a inicios de diciembre con un alegre y vistoso diseño navideño que desagradaba totalmente a Jack. Para Jack, la navidad era una triste excusa de los trabajadores para no trabajar. Luego se preguntan cómo es que no tienen dinero para pagar su lista de deudas, completaba Jack socarronamente. Nadie conocía el motivo de por qué su patrón se amargaba enormemente en esta fecha del año, digo, todos los días han tenido que soportar un jefe malhumorado, no obstante, en Navidad se pone peor, si es la época en que su juguetería obtenía más ganancia que cualquier otro mes del año y todos sabían lo mucho que Jack atesoraba su dinero como si fuese un niño recién nacido en la bóveda de su oficina. Jack lo sabía, por eso mandaba a sus trabajadores duplicar el precio de sus juguetes y los dejaba salir hasta muy tarde. Era un hombre rico, no le parecía suficiente tener lo que tenía. Jack se encerró en su oficina. Como era de esperarse de un hombre de negocios muy ocupado y millonario, era espaciosa con un mobiliario lujoso y una vista espectacular de la ciudad a sus espaldas. A la derecha estaba la bóveda donde aguarda su dinero acumulado. Jack se sienta cómodamente en su sillón en espera de su ayudante de dirección mientras revisa el papeleo que tiene sobre su escritorio. No, ni necesito leer para saber que las ventas han disparado en este mes, oír mi cochinito tronar por las monedas que contiene en el interior de su estomaguito... Eso sí que es para mis oídos aguinaldos navideños, Jack se ríe entre dientes dejando los papeles a un lado. Se recuesta contra el escritorio y se pone a jugar con un lápiz.
-¿Me mandó a llamar, Sr. Spicer?
-Aj, ¡¿pero qué les he dicho a los empleados sobre tocar...?! Ah, Tubbimura por fin te has decidido aparecer, ¿por qué tardaste tanto?
-Lo siento, señor, estaba haciendo otras cosas.
-No, no, te corrijo, de lo único que te tienes que ocupar es lo que yo te diga, es decir, para que tu cerebro compacto entienda yo soy de lo que tienes que ocuparte. Como sea, quería saber si hemos recibido noticias del Sr. Chase...
-¿Del Sr. Young? No, señor.
-¿No? Diablos, no me contestó la última vez que le hablé para afiliar nuestras empresas, me pregunto por qué no me habrá respondido...
-Creo que el Sr. Young no quiere afiliarse con...
-¿Perdona? Estoy hablando conmigo mismo, no contigo Sr. Tubbimura, así que ni se te pase por la cabeza abrir la boca si no te he dado la autorización de que me dirijas la palabra, ten cuidado como le hablas a tu patrón –el ayudante de dirección baja la cabeza-. Creo que Chase no se siente bien, tal vez debería llamarlo, pero... No sé, él es un importante hombre de negocios, a lo mejor no quiere que nadie lo moleste, yo lo haría...
-Disculpe, señor, no quiero interrumpir su conversación consigo mismo, pero debo decirle algo.
-¿Qué quieres? Que sea útil y rápido –gruñó Jack fastidiado.
-Se trata de su prima, viene para acá.
-¡¿Qué?! ¡¿por qué no me dijiste nada, idiota?! –Jack se levanta de golpe, poniendo los ojos desorbitados-. Maldición, dile que me morí, que me fui de conferencia a las Bahamas, dile cualquier cosa, pero que no estoy aquí.
-Pero señor Spicer es muy posible...
Jack pretendía huir por la puerta principal antes que encontrarse con su prima, cuando fue sorprendido por la misma al abrir la puerta de pronto. Jack rebotó de regreso a su despacho, recibiendo un golpazo en la nariz y desplomándose en el suelo. Jack no puede evitar soltar un alarido de niña, se frota la nariz con rudeza.
-¡Primo Jack! –lo saludó alegremente. Jack apenas le devolvió la mirada la encontró vestida "muy navideña", con un abrigo de lana verde, una falda roja y unas medias pantis rojas con unas botas blancas y una gorra de lana- ¡¿uy, pero qué haces tirado en el suelo?! Levántate –antes que aceptar su ayuda, Jack se levantó por sí solo. Se sacudió de mala gana.
-¿Qué, qué hago aquí en el suelo? Iba directo a una conferencia urgente para las Bahamas hasta que tú abriste la puerta y me diste... ¡Auch!... En mi naricita –Jack se sobó la nariz.
-¿Conferencia para las Bahamas? Oh no, primo Jack, no me engañas. ¿Tú en las Bahamas? Si en todas las navidades siempre permaneces aquí trabajando, creo que la última vez que viajaste ni yo había cumplido los quince.
-Vale, ¿qué quieres, Megan?... –se rindió Jack, miró por el rabillo del ojo a su ayudante de dirección-. No te quedes ahí varado, ve a traerme una pomada para la nariz y un café negro bien fuerte, auch –Jack fue a tomar asiento nuevamente. A pesar de que no se encargaba de eso, él era incapaz de cuestionar una orden de su jefe y salió del cuarto.
-Jack, tú bien sabes que como todos los meses de diciembre me tomo la molestia de venir a tu oficina e invitarte personalmente a nuestra cena navideña. Después de la muerte de mi tío y tía sé que has tenido una vida muy solitaria y tu trabajo absorbe mucho de tu tiempo, pero no te vendría mal separarte de tus negocios un rato y venir con tu familia. Hace añales que no vas a compartir una cena navideña con nosotros. Habrá mucha comida y estará el pudín de chocolate que sabemos que tanto te gusta, créeme que no te vas a arrepentir.
-A ver, Megan, ¿a dónde quieres llegar? ¿qué quieres?
-¿Qué quiero? ¡Mira tú alrededor, primo, es navidad, tiempo de paz y amor, tiempo de estar con los seres queridos! De estar unidos en familia, de desligarnos de donde trabajamos para convivir en armonía. Vamos, no te costará mucho venir. Estoy segurísima que te encantará.
-¡Megan, por favor! –espetó él- soy el hombre de negocios más importante del país, soy Jack Spicer, vivo muy ocupado, no tengo tiempo para estas reuniones familiares absurdas, hay muchas cosas en qué invertir en poco tiempo y literalmente estoy perdiendo la paciencia explicándote que dejes de insistir en que vaya a sus ridículas fiestas de holgazanería porque nunca pasará y que solamente pido un poco de paz, ¡¿es mucho pedir?!
-Pero Jack...
-¡¿Es mucho pedir?! –repitió-. Quiero que te vayas rápidamente de aquí y no me molestes más con estas patrañas de la navidad, ¡¿entendido?! Vete con tu estúpido espíritu navideño a otra parte y no regreses más nunca... –Jack abrió la puerta de su oficina, esperando que se marchara. Megan puso una mueca de tristeza.
-De acuerdo me iré, pero quiero que sepas que volveré como cada navidad y que si cambias de idea, hay una silla para ti en nuestra casa. Me imagino que aún debes de recordar donde queda –Megan atravesó el umbral-. ¡Ah, primo, casi se me olvidaba! ¡Que tengas una muy feliz na...! –Jack comenzó a gruñir como perro- Una muy feliz noche –completó. Megan se fue cabizbaja, Tubbimura iba entrando cuando ella iba saliendo. Cerró la puerta que su jefe no cerró mientras retomaba asiento y se masajeaba las sienes, estresado.
-Ah, ¿no le parece que su prima es una muchacha con un buen corazón? Aquí tiene –dijo.
-Sí de buen corazón, pero sigue siendo una mocosa malcriada, más te vale que no me entere que sabías que estaba aquí cuando me dijiste porque ahí si te pongo de patitas en la calle... –refunfuñó Jack, agarró del mango su taza. Escupe a borbotones el café, su lengua ardía de la quemazón. Tubbimura tuvo que "abanicarle la lengua" agitando los brazos como molino de viento enloquecido.
Al parecer Tubbimura y Jack no fueron los únicos en enterarse que la prima del acaudalado empresario había llegado, si no sus empleados que desde sus puestos la observaban caminar derechito a la salida de la tienda. A pesar de que esta navidad no iba a ser la excepción de un fuerte día de trabajo donde los compradores vaciaban las vitrinas de los juguetes. Los empleados se acercaron para comentar lo que posiblemente habría pasado.
-Otra navidad en donde la Srta. Spicer es echada de la oficina de su primo, pobre Megan… Debe ser horrible tener a Jack de pariente -comentó Rai, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda, Omi y Kimiko la veían desaparecer tras las puertas, minuto de silencio, que fue interrumpido por un desgarrador grito de frustración-: ¡PERO ES QUE EN ALGÚN DÍA CARA DE MONO DEBE DE DARSE CUENTA DE LA ATROCIDAD DE PERSONA QUE ES! –rugió. Omi y Kimiko no pudieron evitar dar un pequeño salto ante el inesperado grito de su compañero de trabajo.
-Raimundo, shhhhh –silenció Kimiko, llevándose un dedo a sus labios rojos-, aquí hay cámaras de vigilancia y si Jack descubre que le dices cara de mono, te echará y necesitas de un sueldo para pagar la comida de tus hermanitos.
-¡¿Sueldo?! ¡¿Llamas lo que me dan, "sueldo"?! Es una miseria, es lo que es y ustedes dos lo saben, estamos aquí porque es esto o la calle –Kimiko suspiró. Omi rodó los ojos.
-Bueno, voy a ver a quien puedo ofrecerme a la orden, nos vemos –Kimiko se separó de los chicos. Apenas vio a una pareja de jóvenes examinar unos ositos de peluche, se acercó muy animadamente con la típica pregunta: ¿En qué puedo ayudarle? Raimundo igualmente iba a terminar de desempacar unas cajas para llenar nuevamente esos estantes vacíos cuando Omi le detuvo.
-Oye Raimundo, ¿cuándo piensas invitar a Kimiko a salir?
-¡¿Qué?!
-No me lo niegues, Clay me lo dijo todo ¿es cierto? –Raimundo balbuceó y se rascó la nuca algo nervioso, Omi lo acortó-: no me digas más, solamente te aconsejo que si quieres salir con ella se lo digas antes que salgamos de vacaciones.
-Sí, eh... –Raimundo se aclaró la garganta- pero dime, Omi, ¿qué pasó con tu hermanito al final?
-¿Él? Él está mejor según el doctor, aún tiene que usar muletas, pero al menos me recetó un medicamento para combatir la neumonía por si vuelve a contraer asíntotas...
-Síntomas.
-¡Eso también! La última vez que lo dejé fue con sus amigos del orfanato...
-¡¿Lo dejaste en este frío horrible?! Pero Omi eso podría hacer que volviera su neumonía, debiste imponerte como hermano mayor y mandarle a casa.
-¡Lo sé, pero Ping Pong me puso carita de perrito y yo no pude hacer nada! Le di un chance de cinco minut... –se comenzaron a escuchar un ruido insoportable, el mismo cuando Jack está ante el micrófono de los altoparlantes de la empresa. Raimundo y Omi interrumpieron su conversación. Todos los empleados se voltearon hacia los altavoces.
-Atención, estimados compradores de la Juguetería Monkey Spear, les habla su servidor, Jackson Spicer, para decir que en vista de los acontecimientos ocurridos, trabajaremos a tiempo completo el día de hoy hasta las once de la noche para complacerlos a ustedes. Que tengan... felices fiestas.
-¡¿A tiempo completo?! ¡¿eso quiere decir que nos quedaremos trabajando como esclavos hasta las once de la noche?! ¡¿y nuestras vacaciones?!... –los trabajadores intercambiaron miradas. Eso obviamente cambiaría los planes navideños para todo el mundo.
Jack bajó el micrófono. Una sonrisa cruel curvaba sus labios, tanteó los dedos su escritorio. Tubbimura había visto a Jack en plena acción.
-Pero señor, ¿cree que ha sido buena idea?
-Por supuesto que ha sido buena idea, si aflojo las cuerdas podría haber un descontrol pleno y no podría volver a retomarlo, esos holgazanes se lo merecen, ¿quieren un premio cuando a través de las cámaras he visto cómo holgazanean en el trabajo? No señor, no dejaré que eso pase mientras viva, van a ver quién es Jack Spicer, ahora regresa al trabajo, te llamaré si necesito algo –dijo con desdén.
-Como usted mande, jefe.
Tubbimura se encogió de hombros y se retiró. Apenas bajó, todos los trabajadores querían que hablara con Jack para tratar de convencerlo de terminar más temprano por el día de hoy al menos. A pesar de ser maltratado por su patrón, era el más allegado a él y quizá pudiera persuadirlo. Tubbimura accedió tratar de hablar con él, pero no garantizó nada, el Sr. Spicer nunca se tomaba una decisión a la ligera. Y antes de darle una oportunidad de hablar, Jack se negó rotundamente a cambiar de idea.
-En nombre de los trabajadores de...
-Tubbi, ¿qué acabo de decirte? Mi decisión es final, analiza eso... –Jack se quitó los lentes y lo miró directo a los ojos cuando escucharon unos alegres villancicos oírse de lejos, ambos se extrañaron. Jack no recordaba haber puesto música en sus almacenes, entonces debe ser- Maldición –Jack tomó la siguiente nota mental: Hablar con el vigilante encargado, ese ruso de pacotilla me debe una explicación; se levantó de mala gana de su asiento y abrió la ventana. Un grupo de gente de diferentes edades se había congregado frente su oficina para cantar villancicos.
-¡Buenos días, Sr. Spicer! De parte de su prima Megan, les deseamos una feliz navidad.
Todos comenzaron a cantar alegremente. Jack salió inmediatamente de su oficina.
-¡¿Señor, qué va a hacer?! –preguntó el empleado desconcertado. Jack salió al pasillo, tomó sin pedir permiso el cubo de agua jabonosa con que trapeaban el piso del recibidor. Y se lo llevó de regreso a la oficina.
-Yo se lo digo, Sr. Tubbimura, todo demente que ande diciendo feliz navidad debería arder en su propio infierno... –acto seguido, Jack vació el cubo de agua fría sobre las personas. El agua cayó directamente sobre un pequeño niño amarillo que usaba muletas y salpicó a los demás. Escuchó toses e insultos.
-¡Es un hombre desalmado!
-¡Pero qué grosero!
-¡Monstruo!
-Deberías llevarlo al orfanato o su neumonía volverá...
-Ah, música para mis oídos… –suspiró tranquilamente Jack, volviendo a cerrar las ventanas cuando únicamente escuchaba el claxon de los autos, un bebé llorar, una patrulla, la sirena de una ambulancia, el ruido de la ciudad. Tubbimura decidió retirarse y dejar al Sr. Spicer en su oficina, solo. Al fin, paz y tranquilidad absoluta, suspiró Jack volviendo a sentarse y a releer los documentos. El día transcurrió libremente sin ninguna interrupción. Todos estos últimos días, el trabajo ha sido bastante duro para los trabajadores de Jack. Los juguetes se vendían como pan caliente. Jack acumulaba más y más dinero en su bóveda. Los números crecían hasta despegar al cielo. Jack nadaba en un mar verde, literalmente. Los trabajadores rendían hasta la última gota de sudor. En medio del trabajo, Omi recibió una llamada desde el orfanato. Raimundo, Kimiko y Clay intercambiaron miradas. Para ellos había sido difícil la situación económica. Omi y su hermano eran huérfanos, pero el orfanato atravesaban por momentos duros y Omi comenzó a trabajar siendo tan solo un adolescente para los dos, su hermano era muy joven y de contagioso espíritu navideño, ahora resulta que contrajo esta neumonía cuando jugando en hielo frágil cayó en esa agua fría y, en consecuencia, no solo se enfermó si no se fracturó una pierna. Una de las razones por la que Raimundo protegía a Omi, porque al igual que él, tenía que alimentar las bocas de sus hermanos y por ser mayor también tuvo que salir en busca de trabajo. Kimiko y Clay estaban ahí por necesidad, igual que ellos.
-¿Qué pasa, qué te dijeron, Omi?
-Es mi hermano, al parecer un loco le echó agua fría y su neumonía ha vuelto, tengo que ir allá, pero si me escapo de mi trabajo, me pillaran y me despedirán y ahí si estaré frito. Ay... –Kimiko abrazó a Omi con fuerza.
-No pierdas la fe, Ping Pong estarán bien, es de corazón fuerte. Estoy segura, aunque Jack nos obligue a trabajar a todos hasta medianoche, te juro que tú y Ping Pong pasará la mejor de las navidades, ¿cierto, chicos?
-Eh, sí, claro... ¿Clay? –Raimundo metió un codazo en las costillas de Clay para despertar al susodicho.
-¡¿Qué?! ¿Ping Pong y Omi? Oh sí, sí, claro. Se pondrá bien –apoyó su mano de su rostro.
-Y yo que estaba ahorrando para comprarle a Ping un Dojo de peluche, pero ahora está tan caro que me temo que no podré pagarlo. Ping Pong se ha esforzado muchísimo por ser un buen niño para tener un juguete de regalo, no me gustaría decepcionarlo.
-¡Y no lo vas a decepcionar! Como dijo Kimiko, nosotros vamos a celebrar nuestra navidad en el orfanato ahora que el Sr. Spicer no nos dejará salir para celebrar la Nochebuena con nuestras familias –prometió Raimundo.
-¡¿Lo harían por nosotros, de verdad?! –Kimiko, Clay y Raimundo asintieron la cabeza con firmeza-. ¡Oh no saben lo mucho que significará para nosotros, os lo agradezco mucho, esta si va a ser nuestra primera navidad memorable!
-¡¿Primera?! Oye, ¿eso quiere decir que ustedes nunca han tenido una navidad decente?
Omi sacudió la cabeza. Raimundo tragó duro, le costaba imaginarse a alguien que jamás en la vida ha celebrado la navidad. Kimiko y Clay apenas sonrieron para remediar lo que dijo el chico. El equipo tuvo que desintegrarse para trabajar o Jack haría un llamado de atención especial al cuarteto. Kimiko había subido a cumplir con sus obligaciones. Clay acarreaba la última carga del día de una camioneta en su elevador. Raimundo junto a otros empleados, tomaron una caja y la llevaban arriba. La que cogió particularmente estaba muy pesada, los deberes del día (y sin tomar descaso) lo habían dejado exhausto, así que es normal que sus músculos enerven un poco. Justamente la caja se abre de par en par y rebota contra el suelo una pequeña esfera de nieve. Demonios, cara de mono me va a matar, Raimundo baja la caja. Sale a recoger el juguete caído. Se sorprende, nunca había visto un juguete parecido. Se agacha y lo recoge con mucho cuidado. Parece que no se rompió. Raimundo lo examina por si acaso y al mismo tiempo busca si tiene alguna utilidad especial. Se ve frágil para ser un peluche. No parece un juguete si no algo decorativo para estas fechas. ¿Lo habrán traído por equivocación?, pensó él viéndolo más de cerca. Le dio varias vueltas, escudriñando un ángulo donde el vendaval de nieve no le impidiera ver. Se vislumbraba a duras penas a un pequeño pueblo mientras un pequeño ángel extendía sus delicadas alas para protegerlo.
-Qué adorable, pero muy frágil para que un niño lo manipule. Me pregunto cómo ha podido llegar aquí.
-¿Qué pasa, Raimundo? –bostezó Clay.
-Mira lo que encontré, Clay –él cogió la esfera y le dio vuelta, debajo de ella hay una breve descripción.
-Quien tenga la Esfera de Navidad, le permite viajar a través del tiempo, pero solo a las navidades pasadas, presentes y futuras del portador, úsenla bien... –leyó Clay en voz alta- ¿es en serio? No parece la gran cosa –pero ya Raimundo no escuchaba, la sonrisa que tenía de oreja a oreja era no se la quitaba nada ni nadie porque se le acababa de ocurrir una idea...
A/N: Fin del capítulo 1. Seguramente dirán que Jack no es Jack, que es muy Ebenezer pero no, señores se equivocan completamente, lo que pasa es que el papel lo exige así y Jack es un actor muy serio, estoy segura que todos están formulando una lista de insultos hacia él debido a su personaje tan desagradable. Para mí que lo hizo excelente y necesita una felicitación. ¿Qué tal mi Shen Gong Wu? Señores, les recuerdo que esto es Duelo Xiaolin, a pesar de que sea un AU no olviden NUNCA que es la misma serie, pero en otro tiempo y otro lugar, otro contexto. Yo JAMÁS me salgo de ahí. Si por un momento se les olvida que esto es Duelo Xiaolin o lo toman como un original, pero con los nombres de los personajes de una serie, hacen que pierda la magia el fic y por ello cometen un gravísimo error. Esto es una simple adaptación libre. ¿Qué más puedo agregar? Que nos vemos en el próximo capítulo: El Fantasma de las Navidades Pasadas (en este fic no hay Jacob Marley por cómo está estructurado y ya sé que fueron siete navidades atrás que murió). Piensen bien, quién podría ser. Para mí la respuesta es obvia, si han visto las películas notarán que el fantasma de las navidades pasadas tiene algo en común con el fantasma de esta oportunidad. ¿Okey? ¡Nos leemos en el capítulo que viene!
