Roulette
Escena 0
Todo lo relacionado a Fairy Tail es propiedad de Hiro Mashima
— ¡Juvia! ¡Ya tengo trabajo!
El primer día de clases la lluvia dificultaba la visibilidad. Cierto era que Magnolia se caracterizaba por estas situaciones, la lluvia atacaba sin avisar, cayendo por horas y copiosamente. Llevaba dos hora lloviendo de esa forma, de modo que gran parte del alumnado llegaba empapado.
— ¡Genial! ¿Dónde trabajarás?
El plantel de la escuela tenía gran parte de áreas verdes donde se encontraban caminos empedrados que llevan a los distindos edificios con salones, oficinas y laboratorios, divididos en sectores de acuerdo a la materia. Muchos jóvenes corrían bajo el paraguas hasta llegar a sus aulas.
— En la preparatoria tercera, como de un instructor del taller de mecánica.
Juvia contuvo la risa, creando una mueca extraña en su rostro.
— En serio, me da mucho guso por ti, pero eres la persona menos indicada para ese puesto, no pareces para nada un profesor.
— No, más bien parezco un hombre con deudas que debe ayudar a su hermana mayor. Son solo preparatorianos, Juvia.
Gajeel caminaba bajo la lluvia a la misma velocidad que lo hacía siempre. La chaqueta de cuero protegia lo suficiente la camisa nueva que Juvia había insistido en regalarle justificada en la "buena presentación" frente a sus alumnos.
Chasqueó la lengua. Sus botas y parte de su pantalón estaban empapados.
Con todo lo mojado que estaba, corrió por fin por la parte trasera de la escuela hacía el área de talleres. Su clase era la última del día y esperaba tener tiempo de secarse después de revisar el material para sus clases.
— Te irá muybien, Gajeel — Juvia lo despidió con un beso en la mejilla y un torpe abrazo.
El taller era un lugar amplio, repleto de diversas herrmientas en dispersos en tres mesas colocadas en forma de "L". Frente a estas, había diez mesas más con dos bancos cada uno, de modo que los alumnos se sentaran mirando a la parte posterior, donde había colocado un pizarrón, varias fórmulas matematicas clavadas en la pared y el reglamento del lugar. Gajeel revisó la lista de alumnos que le entregaron anteriormente, doce jóvenes entrarían a su clase, tres veces a la semana. Se percató del sonido de un reloj sobre la puerta, que marcaba las 8 en punto de la mañana, caminó directo a la ventana y notó que la lluvia había cesado. Se cercioró de traer su celular consigo y salió directo al edificio principal.
EL silencio reinaba en cada uno de los pasillos. A medida que se iba adentrando en el área administrativa, hubo leves murmullos, papeleos y teclados emitiendo su mecánica melodía al compás de los golpes de las secretarias. Parado y mirando a través del cristal de la puerta, Gajeel se detuvo a cerciorarse de la presencia de Mirajane, la secretaria del director. Giró la manija de la puerta, entró en la habitación y dio los buenos días antes de dirigirse hacia la oficina del director.
— Tendrás que esperar un poco más, Gajeel, el director Makarov está ya mismo ocupado con una alumna —una sonriente Mirajane tomó por sorpresa al moreno—, no tardará demasiado, siéntate.
Encogido de hombros con rumbo al sofá de espera, se vio interrumpido de nuevo al salir una chica peli azul a toda prisa, despidiéndose alegre de todos, sin voltear.
— ¡Señor Redfox! Lo estaba esperando, supuse que esta lluvia inclemente lo retrasaría un poco. —el viejo Makarov Dreyar, director del instituto, estaba de pie en la puerta con los brazos en jarras, hablándole a Gajeel.
— ¡Un poco de agua no hace daño a nadie!
Makarov rio a carcajadas.
— ¡Este chico me agrada, Mirajane! Que nadie nos moleste, vamos a hablar de su futuro como profesor en esta escuela.
Mirajane correspondió a la sonrisa, le extendió una carpeta con documentos a Gajeel, quien pasó a la oficina del director, cerrando la puerta tras él.
Cuando sonó la campana, todos los alumnos salieron de sus aulas para dirigirse a las siguientes, donde recibirían clases. El alboroto que reinaba en los pasillos, poco a poco fue extendiéndose al patio donde se separaban los grupos y se formaban otros en torno a los laboratorios y talleres. Gajeel estaba observando por una de las ventanas cómo los estudiantes se acercaban al salón donde él daría su primera clase. Trataba de manejar los nervios, recordar por qué había aceptado ese trabajo a pesar de lo malo que era para hablar frente a las personas. Pero estaba seguro que un grupo de adolescentes no se burlaría de él ni de lo poco convencional forma de dar clases. El primero de ellos en llegar, abrió la puerta yendo directo al lugar que eligió como suyo. Sus compañeros fueron entrando y acomodándose en los lugares vacíos. Cuando Gajeel se aseguró que no había más alumnos en el patio y que los diez minutos de tolerancia habían pasado, se giró para presentarse:
— Buenos días, a partir de hoy seré su profesor de estructuras metálicas. Mi nombre es Gajeel Redfox y espero que podamos tener un buen semestre de clases —se aclaró un poco la garganta antes de continuar—, antes que nada quiero dejar claro algunos puntos de la clase. La puntualidad es importante, tan solo tendrán 10 minutos de tolerancia, pasados estos nadie podrá entrar a la cla…
Leves, tres golpes sonaron en la puerta con lo que todos pusieron su atención en ella.
— Como les iba diciendo, sin excepción alguna nadie podrá entrar porque es una falta de respeto a mi clase y a sus compañeros que…
Los golpes en la puerta se repitieron. Gajeel resopló.
—… llegan a tiempo. Lo siguiente que quiero aclarar es que espero que todos cumplan con sus actividades para que no tengan problemas, tengo entendido que son alumnos todos del último año…
Por tercera ocasión, los golpes en la puerta sonaron, haciendo que el maestro sintiera una punzada en la sien. Un alumno hizo por levantarse de su asiento.
— ¿Quieres que abra, profesor Redfox?
Con un ademán lo rechazó y se dirigió él mismo a la puerta. Abrió y se topó con una chica bastante pequeña de cabello azul, que lo miraba atentamente y temerosa.
— Di… disculpe profesor, son Levy McGarden y yo…
— ¿Por qué interrumpe mi clase, señorita McGarden? Si busca a alguien podría hacer esperado al cambio de clase en lugar de ser tan… inoportuna.
Con un respingo, la chica comenzó a titubear, cualquiera pensaría que estaba al borde de las lágrimas.
— Yo… yo… vengo a esta clase. Seré su alumna.
Gajeel dio un paso atrás algo confundido. No era estereotipar pero tan frágil y pequeña como se presentaba no la veía cargando pesadas piezas de metal, soldando o engrasando herramientas.
— No está su nombre en la lista de alumnos.
— Es que me inscribí de último momento. Verá, durante las vacaciones fui operada y no pude venir a la temporada de inscripción, hasta el día de hoy me dieron mi carga académi…
— Leni McGarden, ¿no?
— Levy, es Levy, profesor.
— Como sea. Sus motivos para no estar en la lista de alumnos no me interesan, lo único que vale aquí es que usted debió llegar a tiempo a cualquiera que fuese su clase, sin excusa alguna. Nos vemos el miércoles, Señorita McGarden.
Dicho esto, le cerró la puerta en las narices. Sus demás alumnos estaban absortos en el corto intercambio de palabras en la puerta.
Pero Gajeel estaba decidido. No sería inflexible con sus normas. Fuese quién fuese.
Me gustaría recibir sus comentarios. Gracias por leer.
