— ¿P-por qué estas dibujando un tomate? —Preguntó tímidamente Nathanaël al asomarse a un costado del hombro de Chloé y verla tan concentrada en ese dibujo— ¿No quieres dibujar otra cosa?

Le cuestionó siendo la octava vez que le hizo esa interrogativa. Aun recordaba el día que ella le pidió -demando- que le enseñara dibujar. Aunque le había descolocado esa petición- orden- Al final lo hizo por motivos que no quería dar a conocer. Ahora contra todo pronóstico, debía admitir que Chloé se había convertido en una dedicada alumna. Principalmente es que lo escuchaba y no estaba pintándose las uñas como creyó en un principio que haría.

Sin embargo él no podía comprender que se la pasaba dibujando tomates. Si, ahora le salía mejor que antes, tenía sombra y los detalles que había añadido con el lápiz lo hacían parecer muy realista.

Pero aun así, Nathaniel no la comprendía.

Ella no alzó la mirada, pero el pintor pudo notar como se enfadó.

— Me gustan los tomates —Contestó de nuevo sin poder comprender como no podía entender las indirectas.

Hasta lo había apodado "tomate". No siempre lo llamaba así, pero ¿Es que no se miraba en los espejos? Detuvo su sombreado viendo su dibujo ¡Bien! Estaba mucho mejor que las otras veces. Era un lindo y maravilloso tomate.

— ¿Y qué tal? —Teniendo una sonrisa autosuficiente. Mostrándole la hoja que contenía el dibujo.

— Cada día mejoras más —Repuso honestamente. Ella sonrió más grande, pero ahora como una niña pequeña que la felicitaban por un dibujo— ¿De verdad que no hay otra cosa que quieres dibujar? —Le preguntó sintiendo decepción al pensar en la posibilidad de que su inexplorado talento que podía desarrollarse en Chloé se desperdiciara en tomates.

— Me gustan los tomates —Admitió mirándolo a los ojos, fijamente y profundamente de una forma que sonrojo a Nathaniel casi pareciendo un tomate.

Desvió la mirada y se aclaró la garganta, pero antes de que pudiera decir algo. Chloé con una mano puesta en su barbilla, añadió: Y uno en especial que tiene ojos turquesas.

Ella no pensaba decir eso, pero estaba cansada de las indirectas que le daba y el dibujante no entendía. Hasta lo había dibujado (tomate) intentando que comprendiera sin necesidad de decirlo. Claro que era mejor retratarlo, pero ella no era una gran dibujante y su cara en el papel era irreconocible.

Este se volvió a mirarla, rápidamente, a su dirección con la cara roja. Comenzó a tartamudear intentando decir alguna palabra. Chloé lo miro y sonrió ladinamente. Bajo la mirada y al segundo empezó a reír suavemente. De una forma tan hermosa que Nathanaël se ponía más rojo en cada instante.

¿Y por qué se había reído?

Porque vio su dibujo. El dibujo de un tomate, el cual, ahora si parecía ser el retrato de Nathanaël.

— Ahora si te pareces a mi dibujo —Mencionó riéndose y sonriendo. Y se lo mostro como si este fuera un espejo. Por supuesto, solo faltaba en el sus hermosos ojos turquesa.