Hola! Bueno, este fic fue inspirado en la canción All the thins she said, de t.A.T.u. Es una historia entre Dominique y Lucy Weasley, primas. Los personajes son de J.K Rowling, solo la trama es mía. Espero que os guste :)

Advertencias: Incesto y FemSlash.

Dedico este fic a Celeste, que me ha ayudado a mantenerme cuerda. Algún día cruzaré el océano Pacífico, nena.

No me enrollo más y os dejo el primer capítulo. Dejad reviews!


De sospechas y duchas frías

Dominique iba andando por los largos pasillos de Hogwarts. Despampanante, con gracia. Como siempre. Llevaba un número indefinido de pergaminos en sus manos y caminaba a paso rápido hacia la biblioteca. Su pelo, un tono rubio anaranjado y perfectamente liso le llegaba hasta la cintura. Sus ojos, azules celeste, perspicaces, corrían rápidamente entre las líneas de letras.

—¡Nickie!

Dominique paró en seco y se giró bruscamente hacia atrás, tratando de hallar la procedencia de aquel grito. Y la encontró.

Lucy, su prima, con su uniforme Griffindor idéntico al suyo, llegó corriendo hasta situarse a su lado. De pelo rojo fuego, ondulado hasta los hombros y el flequillo recogido hacia arriba. De ojos verdes chispeantes, heredados de su madre. De labios carnosos y siempre dispuestos a darte una sonrisa.

Dominique sonrió al verla con el pelo revuelto, jadeando por haber corrido a alcanzarla.

—¿No habíamos quedado en la biblioteca? —preguntó ella.

—Sí, bueno, pero te vi en el pasillo y… ¿vamos juntas?

—Claro.

Las chicas llegaron a la biblioteca y se sentaron en una mesa algo alejada del resto.

—¿Empezamos por Pociones?

—Vale. ¿Estás nerviosa por los TIMOS?

—No mucho. Queda tiempo aún, estamos en abril.

—Siempre para el último momento, ¿no, Lucy? — dijo Nickie entrecerrando los ojos, con una sonrisa en los labios.

—Exacto. ¿Tú estás nerviosa?

Lucy, desordenada, despreocupada y alegre. Un aura de simpatía la rodeaba y hacía que cualquiera cayera rendido ante su encanto. Con una sonrisa en los labios siempre.

Dominique, ordenada, racional y calculadora. Por supuesto, todo un envoltorio. Si te metías con ella la Griffindor sacaba su león y te lo hacía pagar caro. Pero por fuera mostraba una calma de acero. Irónica.

Así visto, aquellas dos primas tenían muy poco en común, excepto por el hecho de ir a un mismo curso y compartir casa. Pero había algo en el fondo, algo que ninguna de ellas sabía en ese momento, pero que las uniría de manera inexorable.

—Bueno, sí, un poco. ¿Quién no lo estaría? Los TIMOS determinarán nuestro futuro.

—Cálmate un poco, Nick. Simplemente son exámenes.

Dominique puso los ojos en blanco y se dispuso a empezar la tarea de Pociones cuando otra cabellera roja apareció en su vista periférica. Alzó la cabeza, para encontrarse el clon de Lucy en frente suya. Molly.

—¿Qué quieres? — preguntó cansinamente Lucy al ver a su hermana.

—Sólo venía a decirte — empezó Molly, echando los hombros hacia atrás para que la insignia de prefecta destacara sobre su uniforme de Ravenclaw— que papá y mamá me han escrito para decirnos que nos quedaremos aquí las vacaciones de Semana Santa. Debemos centrarnos en los estudios.

—Bien. Mensaje recibido. Adiós.

Molly miró con desdén a su gemela durante unos segundos y después dio media vuelta y caminó a paso rápido hasta perderse entre las estanterías.

—¿Por qué la tratas así? —preguntó Dominique.

—Ayer discutimos. Mañana se le pasará, no te preocupes. Ya sabes cómo es.

Desde pequeñas, a las gemelas las unía un extraño vínculo. Siempre se lo habían contado todo y sido amigas, pero a la vez no se soportaban. Un día podían estar bien y al otro no hablarse. Y, siendo objetivos, Molly se parecía demasiado a su padre, y la culpa de la mayoría de las peleas la tenía ella. Ella y su mente cerrada.

—Sois extrañas —dijo Dominique entrecerrando los ojos.

—Lo sé.

Las horas pasaron rápido en la biblioteca y las chicas recogieron sus cosas y volvieron a su sala común. Una vez allí decidieron subir a su habitación para relajarse un poco y escapar de los revoltosos chicos de primer año.

En la placa de su habitación se leían los nombres de Eileen Kingsley, Catherine Clamworthy, Dominique Weasley, Casandra Stewart y Lucy Weasley. La cama de la pelirroja daba hacia la ventana y la de Dominique estaba en el lado opuesto, pegada a la pared. Sus compañeras de habitación no estaban en aquel momento, por lo que la habitación se encontraba vacía.

—Me duele todo— resopló Dominique mientras dejaba sus cosas al lado del baúl y se sentaba en su cama, frotándose los hombros con cansancio—.Tantas horas de estudio no son buenas.

Lucy sonrió con suficiencia al dejar sus cosas en su cama, y caminó hasta Dominique con su expresión de "te lo dije". Se subió a la cama de su prima y se situó detrás de ella.

—Déjame arreglarte la espalda.

Dominique frunció el ceño. Lucy en contadas ocasiones la había bendecido con uno de sus masajes, así que era de lo más raro que se le ocurriera ahora. De hecho, el último masaje que le había dado había sido hacia dos años. Aun así, decidió dejar de pensar en las extrañas razones por el entusiasmo de su prima y se dejó llevar.

Lucy tiró de la túnica de Dominique hacia arriba, dejándola en su camiseta blanca del uniforme. Le desanudó la corbata y la dejó a un lado, desabrochando los tres primeros botones de la camisa y dejando sus hombros blancos al descubierto.

—Relájate— le susurró al oído.

Empezó a frotar sus hombros y su espalda rítmica y suavemente. Si por algo era famosa Lucy, era por sus masajes.

Dominique dejó escapar un gemido y se le puso la piel de gallina. Maldita sea, Lucy era realmente buena. Cada roce de ella contra su piel hacia que una corriente eléctrica la recorriera. Nickie se devanó los sesos buscando algo que justificara su reacción. Hace dos años ninguna corriente eléctrica la había recorrido. Pero hace dos años éramos unas niñas. Ahora no, se recordó ella.

Lucy tragó saliva ante la reacción de su prima. Quizás no fuera tan buena idea darle masajes… no sabía que los gemidos de su prima provocarían en ella aquel deseo. Deseo irrefrenable de tocarla, de sentirla… Su piel blanca y suave parecía estar hecha a medida para que sus manos la recorrieran y la acariciaran…

Lucy frenó allí sus pensamientos y sacudió la cabeza. Se bajó de la cama de su prima, y observó que esta seguía con los ojos cerrados y mordiéndose el labio.

Dominique abrió sus ojos y se encontró con los de su prima en frente suya. Y en ellos encontró algo, algo que había en los suyos propios. Una especie de chispa… Deseo.

—¿Bajamos a cenar? — preguntó Lucy en un intento de alejar aquella sensación de su pecho.

—Sí, pero antes me quiero dar una ducha— fría, añadió Nickie para sus adentros —. Ve bajando tú.

Lucy se dio media vuelta y salió de la habitación, con intenciones de dirigirse hacia el Gran Comedor y zamparse todo lo que se pusiera a su alcance. La comida siempre la había ayudado a no pensar. Y entonces, una idea cruzó por su mente. Una posibilidad. ¿Y si ella…?

No. Frenó aquel pensamiento antes de que se extendiera. Aquello no era posible. Punto.

Nickie en aquel momento cantaba bajo la ducha, intentado alejar los mismos pensamientos que torturaban a su prima también. Sacudió la cabeza al salir de la ducha y pensó que el tiempo determinaría aquello. No se alarmaría por meras posibilidades.

Aquella tarde, fue el inicio de una duda, de una historia. Una historia que las marcaría para siempre, aunque por aquel entonces ninguna de las dos lo supiera.