Hola, yo aquí de nuevo...este es un nuevo trabajo en conjunto con otra escritora su nombre es Breend. Espero les guste y estamos abiertas a todo tipo de critica constructiva.
Resumen: ¿Qué sucedería si Sam Puckett nunca conociera a Freddie y Carly? ¿Qué pasaría si la enviaran a ella al internado y no a Melanie? ¿Cambiaría todo como lo conocemos? Ridgeway es liderado por una rubia sin escrúpulos y su mejor amiga, Carly Shay. Freddie Benson siempre estaba con ellas, solo por ser amigo de Carly y porque ayudaba a Melanie con sus deberes, pero un día todo cambio. Ella volvió, la peor pesadilla de Melanie Puckett.
Y si fuera ella
Capitulo 1
El pasado
Pam Puckett observaba a sus hijas, las detallaba y trataba de decidir cual era la solución a su problema. Dos días atrás había recibido una carta, allí le explicaban que una de sus hijas fue becada en un internado mixto; solo una recibiría una buena educación y la otra se quedaría con ella, por siempre.
Ella amaba a las dos, pero no podía negar que sentía cierta preferencia hacia una de ellas. Era, desde el principio, la más cariñosa y la más expresiva. Todas las noches desde que su esposo la abandonó la niña dormía a su lado. Fue, sin lugar a dudas, Melanie el bálsamo de todo su dolor. En cambio, Samantha fue la menos expresiva. Nunca se acercaba ni siquiera a abrazarla y lo peor es que no le importaba. ¿Era tan malo sentir más amor hacia una de sus pequeñas? ¿Afectaría en la relación de sus hijas esa preferencia?
Con un suspiró tomó el celular entre sus manos y marcó rápidamente el número del dichoso colegio. Dejando escapar otro suspiro mientras esperaba que alguien contestara.
"Escuela San Andrés, buenas tardes. ¿En que podemos servirle?" –Pam se estremeció ante tanta formalidad.
-Sí… ehh bueno –murmuró la mujer sin saber que decir. –Necesito hablar con el director… soy Pamela Puckett y ya he tomado una decisión…
Quince minutos después cortó la llamada. Su rostro lleno de mortificación y sus labios temblorosos eran resultado de la llamada y lo que había logrado con la misma. Muy en el fondo se arrepentía de lo que había hecho, de la decisión que había tomado, pero también estaba consciente de su posición. Nada ni nadie la alejaría de su vida.
Sonrió con tristeza cuando escuchó a sus hijas reír y juguetear. Momentos como esos eran extraños ya que ninguna solía jugar, no de esa forma. Era como si supieran que hoy era el final, el último día para estar juntas. Pam dio media vuelta y buscó una bolsa negra de plástico para guardar las cosas de su hija, mañana a primera hora la llevaría al aeropuerto para tomar el avión que la llevaría al destino final de su vida. No pretendía verla hasta su doceavo grado y para eso faltaba mucho.
Sonaba crudo de cualquier forma que lo pensara, abandonar a su hija en un internado y cortar toda comunicación, pero solo quería mantener lo seguro y eso era Melanie. Terminó de amarrar la bolsa y la lanzó al otro extremo del tráiler, ya todo estaba listo.
-Sam y Melanie, las quiero a las dos aquí ahora mismo –las risas cesaron para luego escuchar los pequeños pies de sus nenas golpear contra el suelo. –Mañana haremos un viaje a California.
Las nenas nunca habían viajado. Las escuchó reír y gritar de emoción, a sus siete años aun eran inocentes para notar la mentira de todo eso.
-Ahora vayan a dormir y prométanme que no revisaran el armario, mamá les tiene una sorpresa –dijo con descaro.
Con cada minuto que pasaba Pam sentía que había hecho lo correcto. Sin embargo, algo le decía que iba a costarle, de una u otra forma. Con pensamientos y sentimientos encontrados Pam no pudo pegar un ojo en toda la noche.
A la mañana siguiente, ella compartía un emparedado con Melanie mientras que Sam solo tomaba un poco de jugo. La pequeña observaba a las personas pasar con sus maletas, algunas felices y otras estresadas. De vez en cuando le prestaba cierta atención a su madre y a Melanie, siempre abrazadas y ella apartada de las dos. No es que no quisiera a su familia, pero esa era su forma de ser. En ocasiones retraída y hasta se podría decir que falta de personalidad, no era difícil cuando su hermana Melanie robaba la atención de todos y de la más importantes de las personas, su madre.
Mel siempre fue cariñosa con su madre y esa actitud la alejaba…
"Pasajeros con destino a Susanville California, favor abordar por la puerta numero 60-A"
Pam dejó escapar un suspiro y tomó las manos de sus hijas. Solo pasaron unos pocos segundos desde que habían abandonado las sillas y se acercaban hasta puerta donde abandonaría a una de sus hijas. "Ella estará bien" se decía la rubia una y otra vez. Una de las azafatas se acercó a para tomar su boleto y luego le tomó la mano a Sam atrayéndola hacia el laberinto, esa sería la última vez que se verían.
Sam avanzaba con los ojos abiertos, estaba impresionada. La pequeña rubia se giró y sin parpadear vio a las dos personas que significaban algo en su vida. Dejó escapar un par de lágrimas antes de desaparecer por un pasillo.
-Es todo niña, vamos a casa –Melanie jamás borraría el rostro de su hermana, estaba lleno de dolor como el de ella.
*Diez años después*
Una rubia de exuberante belleza caminaba por los pasillos de Ridgeway con gracia seguida de Carly Shay, su mejor amiga. Ambas, las chicas más populares del colegio. Melanie Puckett era conocida por su forma de humillar a las personas, sobre todo a sus favoritos: Brad y Gibby; también lo era por ser la novia de uno de los brabucones más conocido en Seattle, Griffin. Mientras caminaban, las personas se apartaban de ellas como si se trataran de leprosos o peor. Sin embargo, eso a ellas no parecía importarles. La rubia esbozó una sonrisa, que logró erizar la piel de muchos, sobre todo a quien iba dirigida.
-Freddito, estoy encantada de haberte encontrado –susurró acorralándolo contra su casillero. –Ahora dame mi tarea, ñoño –murmuró cerca de su oído.
-Yo… yo no tengo lista la de español… yo –fue interrumpido por ella.
-¿Sabes lo que escucho? Puros balbuceos –dijo con suficiencia. –Tienes hasta el segundo periodo.
-Pero tengo un examen… -gritó Freddie de pronto.
-¿Cuándo a una Puckett le ha importado otro? –Fue su respuesta mientras abandonaba el lugar dejando a Carly que mordía su labio con fuerza.
El castaño solo negó con la cabeza y cerró su casillero con fuerza, clara señal de frustración.
-Sabes que no estas obligado a hacerle nada, Freddie –dijo Carly denotando lastima.
-Sabes que no tengo opción –fue su respuesta.
La morena giró los ojos antes de marcharse. Freddie solo pudo negar con la cabeza, conocía a Carly desde que eran unos niños y todo lo que veía en ella actualmente era diferente a lo que conoció. Sin embargo, era su amiga y no podía dejarla sola. "Si alguien recordará lo que ella era… de seguro la hundirían" pensó él mientras caminaba hacia su clase de calculo. No pudo evitar sonreír ante los recuerdos, pero de pronto sintió como le arrebataban sus lentes.
-Hmm, es extraño. Casi puedo jurar que eres ciego –era ella, de nuevo. –Ya lo sabes, tontito, mi tarea o le diré a Griffin que me estas molestando.
-Compórtate, Benson. Si estás bien con nosotras, estás bien con todos –escuchó la voz de Carly. No podía soportar que su mejor amiga se rebajara de esa forma. –Además, tu eres inteligente y sé que no serás capaz de fallarnos… de fallarle –corrigió bajó la mirada desafiante de la rubia.
-Eso es cierto. Además yo sé que te comportarás y por eso te premiaré –él la vio esbozar una extraña sonrisa que lo hizo encogerse en su lugar. –Hoy habrá una fiesta en casa de Tayler, irás con nosotras… y quien quita, tal vez consigas novia y te olvides de una vez por todas de mí.
Freddie asintió solo por dar una respuesta más no estaba interesado en esa dichosa fiesta. Dejó escapar un gemido de molestia, ¿Cómo pudo gustarle esa chica cuando llego a Ridgeway? Dicen que la primera impresión no es la indicada y vaya que era cierto. El castaño quedó paralizado con su belleza, ella era algo tímida y sencilla sin ese maquillaje excesivo que actualmente usa, pero al cabo de un par de meses cambio, llevándose a su mejor amiga con ella.
En la noche, el castaño se encontraba cómodamente acostado en su cama sin camisa ni pantalón, solo tenía un bóxer para cubrir su desnudes. Revisaba un par de páginas puesto que necesitaba comprar algunas cosas, ya saben lo normal para una persona como él. De pronto, su PeraPhone comenzó a vibrar, era una llamada de Carly.
-Dime, Carls –murmuró sin muchos ánimos.
-Tienes quince minutos para salir –advirtió su amiga antes de cortar la llamada.
Freddie se levantó sin muchos ánimos para buscar algo de ropa y ponérsela. Negó con la cabeza al darse cuenta que siempre era lo mismo, camisas a cuadros y un par de jeans, nunca cambiaría porque le daba miedo atreverse. Cambiar no se le daba bien, él lo sabe muy bien. Intentó comportarse como Carly muchas veces, ser el chico a quien todos temían y terminaba compadeciéndose de sus posibles victimas. Por eso Melanie siempre se burlaba de él y le decía blando, sin embargo, dejó de intentar ser como ellas hace mucho tiempo.
Minutos más tarde, Carly lo esperaba en la entrada de su apartamento. Se veía realmente hermosa con su vestido corto de color negro que se ceñía favorablemente a su cuerpo. Antes que pudiera decir algo, Melanie apareció con una mini falda y un top. Freddie pensó que ella era lo más parecido a una de esas mujeres que acostumbran ver los chicos en las películas pornográficas; era inútil pensar que él era uno de esos chicos cuando su madre no le permitía tener una televisión en su cuarto.
-Vaya… te ves… -Melanie comenzó dibujando una sonrisa socarrona en sus labios. –La fiesta nos espera.
Tyler vivía en los apartamentos superiores, específicamente en el piso 21 así que no tardaron en llegar. Ellas fueron recibidas como reinas, sobre todo la rubia cuando su novio puso los ojos en ella. Griffin la trataba como si fuera un trofeo y ella estaba feliz de exhibirse. "Definitivamente esta chica es un caso perdido…" se dijo el castaño internamente cuando presencio todo.
-Ya que han llegado estas preciosidades, estamos completos para hacer algo de acción –dijo Griffin alzando la voz.
-Tengo la botella… -canturreó Wendy abriéndose camino hacia la multitud.
-Vamos, amiguito, siéntate a mi lado –le dijo el moreno a Freddie y juzgando las miradas sospechosas que compartieron supo que debía correr, pero algo lo ancló a ese lugar porque no se podía mover.
Al principio todo estaba bien, las personas jugaban con normalidad. Había algunos retos pesados como quitarse toda la ropa o ponerse hielo en sus partes más privadas, otras que solo nombrarlas lo hacía estremecer. De pronto, todo el mundo hizo silencio. Había llegado el turno de Freddie con nada más y nada menos que Melanie.
La vio sonreír y murmurarle algo a su novio. Ella se acercó a él con mucha lentitud, sus movimientos eran sexis y sus intenciones nada buenas. Cuando solo faltaban centímetros para tocar los labios de Freddie, él no pudo evitar cerrar los ojos. Entonces sintió como si un balde de agua fría le cayera encima.
Freddie se levantó lanzando un grito ahogado bajo las miradas y carcajadas de todos los presentes.
-Pobre tontito… mi amor, ¿no es cuchi nuestra mascota? –Griffin que no había parado de reír asintió. –El muy tonto piensa que yo tenía deseos de besarlo. No seas crédulo, Benson. Ninguna de las presentes posee menos de dos dedos de frente como para enredarse con alguien tan poca cosa como tú…
El castaño sacudió su cabeza como si no entendiera sus palabras, luego se levantó y se marchó sin decir una palabra.
En otra parte, a miles de kilómetros de allí, una hermosa chica de cabellera negra, su nombre era Amy. Ella observaba como los jinetes demostraban su gracia y habilidad para montar a caballo. Entre tantos se encontraba su mejor amiga, Samantha Puckett. Ella era una de las mejores jinetes del sur de California y hoy se disputaba quien representaría al colegio, solo esperaba que fuera la rubia puesto que era su ultimo año en San Andrés.
Aun recuerda su llegada, se le veía asustada y algo renuente para hablar con las personas. Gracias al cielo que ambas congeniaron desde el principio. Poco a poco se fueron conociendo y terminaron siendo como hermanas. Por ello, cada una conocía el secreto de la otra, no necesitaban esconder ni aparentar absolutamente nada. Así era la rubia, cristalina y por eso le gustaba. No recurría a falsedades para caerles bien a las personas y aunque muchos piensen que es una chica ruda, la morena sabía que tenía un corazón enorme.
Sin embargo, hace poco su amiga le dijo que quería regresar a Seattle, que su madre la ayudaría. Pero Amy sabía que era mentira, Sam no tenía contacto con su madre desde el día que fue abandonada en el aeropuerto. Entonces, comenzó a idear un plan que era un secreto desde el comienzo porque si le decía a Sam, de seguro, no aceptaría.
Un par de horas habían pasado y la rubia había terminado. Muy contrario a los deseos de muchos, está vez la copa y se la llevo una de las compañeras de equitación de Sam. Pero a ella no parecía importarle, el segundo lugar no le parecía tan malo. Cuando terminó de despedirse de todo el jurado, comenzó a acercarse a Amy que ahora parecía estar más nerviosa que nunca.
-¿Ahora que te sucede? –La aludida se mordió el labio y comenzó a negar rápidamente.
-Nada malo, en realidad –dijo ella sonriendo. –Solo que te tengo una noticia y no aceptaré un no por respuesta.
Sam arqueó una ceja mientras se quitaba el casco y acomodaba su cabello con gracia.
-Soy toda oídos…
-Tu y yo estudiaremos en Ridgeway el próximo semestre y viviremos en el apartamento de mis padres –los ojos de la rubia se abrieron como platos y su boca formó una graciosa "o". –Mi papá ya me dio permiso y solo queda saber una cosa…
-¿Qué? –Murmuró Sam aun sorprendida.
-¿Qué día poner en nuestros tickets de avión? –Dijo Amy con una sonrisa. -¿Puedes creerlo? Tú y yo cursando nuestro onceavo año, solas… seremos libres de esta prisión, amiga.
-Para mi fue más que una prisión –alegó la rubia acercándose a ella. –Puedes decir lo que quieras, pero sin esta "prisión" no te hubiese conocido. Ahora, tu y yo vamos por unos helados… muero de hambre –dijo de pronto cambiando el tema.
-Pero solo podemos salir los Sábados –chilló Amy corriendo para alcanzarla.
-¿Y? ¿Cuándo una reja me detuvo? –Resolvió con esa simple respuesta. -¿Vienes o no?
Amy asintió antes de desaparecer detrás de la verja. Sam solo la vio pasar y sonrió, no podía ocultar su felicidad. Pronto estaría en Seattle y las vería de nuevo.
