Disclaimer: Los personajes de Senki Zessho Symphogear pertenecen a Encourage Films y Satelight, yo sólo hago esta historia con el fin de entretenimiento sin lucro alguno.


Sakurafubuki

Capítulo 1

Observó por el cristal de las puestas a grupos de amigos y familias dirigiéndose al parque al otro lado de la calle. La mayoría de las personas cargaban bolsas con comida y bebidas, otros tantos llevaban equipos portátiles de sonido y mantas para sentarse en el césped cerca de la sombra. El clima estaba agradable para esa época del año, lo suficiente como para que la mayoría de los visitantes no llevaran puestos sus abrigos.

Sin duda la llegada de la primavera marcaba el inicio de una etapa para muchas personas, haciendo que el ambiente en la ciudad se sintiera más animado. Aunque era una pena que el espectáculo que ofrecían los árboles de sakura al florecer durara tan pocos días, ya la mayoría estaba más verdes que rosas, pero aún así nadie quería perderse el momento.

–Así que hoy es el último día. –murmuró Tsubasa sentada frente a su escritorio con una taza de café en la mano.

Como cada año, el Hanami reunía a tantas personas para celebrar el nuevo cambio de estación y en ocasiones la alegría de algunos se dejaba llevar de la mano por las grandes cantidades de alcohol que consumían, provocando pequeños incidentes. Por el momento en la comisaria no se habían reportado problemas y Tsubasa esperaba que siguiera así. Las rondas de vigilancia que estaban haciendo mantenían todo bajo control, tanto afuera como adentro de la oficina.

–¡Por qué demonios tardan tanto! –se quejó Chris dejándose caer pesadamente en la silla frente a ella– Quiero cambiar de puesto ya.

Tal vez había hablando demasiado rápido sobre la calma.

–¿Tan impaciente estás de salir de aquí? –dejó la taza vacía a un lado.

Chris frunció el ceño.

–Sabes que soy un agente de campo, estar encerrada en un mismo lugar no es lo mío. No entiendo en qué pensaba el viejo al mandarnos aquí, ¡somos agentes de operaciones especiales! –hizo una mueca de fastidio– Recibir denuncias sobre bicicletas desaparecidas o quejas sobre algún mocosos rompiendo una ventana con pelotas de beisbol no es lo que quiero.

Siendo realista, a ninguna de las agentes de S.O.N.G. les gustaba estar encerradas en la oficina por mucho tiempo. Ella podía controlarse un poco más al igual que Kohinata y Tsukuyomi, pero las demás eran otra cosa. Parecían animales enjaulados luego de unas cuantas horas.

–Sabes que sólo es temporal, Chris –intervino Miku al tiempo que le entregaba unos documentos a Tsubasa– Es parte de los planes de la misión, el comandante Kazanari sabe lo que hace.

–Al ser Tokio una de las grandes ciudades del país está expuesta a un ataque, por eso debemos estar alertas. –habló de nuevo Tsubasa– Sé que estás frustrada pero recopilar información sobre movimientos raros en los alrededores es la misión que tenemos en este momento.

–¡Por eso no quiero estar aquí! –vociferó Chris exaltada– Debemos detener a esos malditos terroristas pronto, ya han lastimado a muchas personas. Sólo estamos perdiendo el tiempo jugando a esto de los policías normales.

El equipo de Tsubasa tenía bajo su custodia esa zona, la aparente normalidad de su trabajo como policías comunes era una simple fachada para desviar la atención de la verdadera razón de ser transferidas a la comisaria.

–Estamos un paso atrás de ellos. –admitió Miku con pesar, Tsubasa maldijo por lo bajo– Debemos hacer lo que sea para acabar con su ventaja, incluso esto que puede parecer una pérdida de tiempo.

Dicha organización terrorista aún seguía sin ser identificada, el patrón de ataque tan irregular que seguían había causado un desconcierto total en ellos, incapacitándolos para predecir sus movimientos. Jamás habían dejado un mensaje donde demandaban algo o se postularan en contra de alguna cuestión del gobierno, parecía que todo lo hacían al azar o por mera diversión. De ese modo seguían causando atentados a lo largo de todo el país desde las últimas dos semanas.

–Los atraparemos pronto Yukine, ten paciencia. –la determinación en la voz de Tsubasa era absoluta– No permitiré que esas basuras estén libres por mucho tiempo.

–Por ahora debemos calmarnos. –Miku debía ser la voz de la calma en ese momento. Las caras tan tensas de sus amigas al recordar aquello le avisaban a gritos que necesitaban un poco de aire libre para despejarse– Shiraba y Kirika están regresando, en cuanto lleguen saldrán ustedes.

La alegría en el rostro de Chris era notoria ante su declaración, restándole tensión al ambiente. Al menos ya estaría tranquila por unos minutos.


No pasó mucho tiempo para que el par de agentes más jóvenes cruzaran la puerta.

–Bien, me largo de aquí, nos vemos. –fue la simple despedía de Chris antes de salir.

Kirika rió ante la actitud de su compañera.

–Veo que tenía mucha prisa.

–Demasiada. –contestó Tsubasa poniéndose de pie– ¿Vieron algo sospechoso?

–Nada, todo parecía normal en nuestra área. –informó Shirabe– Aunque ya había unos pocos borrachos, debemos tener cuidado que no causen un alboroto.

–Me encargaré de mandar más tarde a otros policías para monitorearlos. –Miku sabía que si enviaba alguna de sus compañeras a tratar con ellos los pobres tipos terminarían inconscientes si se ponían insolentes.

–Iré hacer mi ronda. –Tsubasa tomó el sombrero y los guantes para ponérselos.

Era un fastidio el uniforme policiaco, llevaba muchas cosas que consideraba innecesarias y no tenía idea de cómo se podían mover libremente los agentes con todo eso. Prefería por mucho el de S.O.N.G. La facilidad de movimiento que les otorgaba el pantalón era muy cómoda, sin mencionar la blusa con el único accesorio del logotipo en ella en lugar de todas esas cosas que llevaba el saco de este otro uniforme. Lo único que no le veía mucho sentido era la corbata que usaban, pero Ryoko se las había ingeniado para convencerlas de usarla poniendo como excusa el uso de un color diferente para identificarlas.

–Llámenme si pasa algo.

Tras recibir una serie de asentimientos salió de la comisaria en dirección al parque.

La impotencia y desesperación que sentían por culpa de la lentitud con la que el caso se estaba llevando a cabo las abrumaba, Tsubasa entendía que en el cuartel general estaba sumido en un ambiente tan tenso que era necesario sacarlas hacer algo, y como no tenían una pista clara la solución había sido transferirlas a las comisarias a vigilar los alrededores. Al menos al estar rodeadas del espíritu festivo que traían consigo los cerezos las ayudaban a tranquilizarse un poco.

En su recorrido algunas personas la detenían para preguntarle alguna dirección y otros tantos en las fiestas se calmaban al verla pasar. Todo estaba completamente lleno y no parecía que pronto hubiera algún espacio libre para los que llegaban. No había nada sospechoso por el momento y se alegraba por ello pero debía darle cierta razón a Yukine, hacer esto era un tanto aburrido. Siguió contemplando los alrededores mientras avanzaba.

Ya estaba por ir a la siguiente sección del parque cuando entre todas las personas una niña llamó su atención. Parecía demasiado pequeña para estar sola y miraba por todos lados como si buscara algo. Sus rasgos eran claramente extranjeros así que pensó que quizá su familia era turista. Rápidamente se dirigió a ella esperando que al menos hablara un poco de japonés, si no intentaría hablarle en inglés.

–Hola. –la saludó con gentileza agachándose para estar a su altura, no quería intimidarla con su estatura– ¿Sucede algo?

La niña parpadeó un par de veces tratando de contener las lágrimas, tomándose unos minutos antes de contestarle.

–Eres policía. –murmuró en un claro japonés viendo su uniforme– Mamá dice que puedo pedirle ayuda a los policías si la necesito.

Tsubasa sonrió un poco, le alegraba que le entendiera y también felicitó internamente a la mamá de la niña por instruirla ante algún tipo de emergencia.

–Tienes una mamá muy inteligente. ¿Necesitas ayuda en este momento?

Ella asintió.

–No encuentro a mi abuela, ¿puedes ayudarme a buscarla?

No era raro que pasaran este tipo de cosas durante los festivales. Entre el flujo de personas los niños se separaban de su familia distraídos por algo o arrastrados entre los tumultos que iban y venían. Lo que si le sorprendía era la entereza con la que la pequeña afrontaba la situación, podría estar a punto de llorar pero se esforzaba por mantenerse tranquila.

–Eres una niña muy valiente. –acarició su cabeza para reconfortarla– Soy Tsubasa Kazanari, ¿cómo te llamas y cuántos años tienes?

–Serena. Serena Cadenzavna Eve, tengo cuatro años.

–Bien, Serena, no te preocupes, yo me encargaré de que pronto estés con tu familia.

Activó el comunicador que tenía en el cuello de la blusa para hablar a la comisaria. Al otro lado Kirika respondió.

–Encontré una niña que se separó de su abuela. Se llama Serena Cadenzavna Eve, cuatro años de edad, cabello castaño y ojos color verde azulado. Lleva puesto una falda negra y una blusa blanca de manga larga.

–Levantaré el reporte, mientras tanto tráela a la comisaria.

–Entendido. –se dirigió a Serena– Todo listo, ahora vamos a la comisaria, te quedarás ahí con mis compañeras mientras yo busco a tu abuela, ¿sí?

Ella se aferró a su falda negando efusivamente con la cabeza.

–Quiero quedarme contigo.

Era normal que estuviera asustada y quisiera su compañía ya que ella la había encontrado. No le molestaba tratar con niños, de hecho se divertía jugando con ellos, pero tenía que encontrar a la abuela de Serena tan pronto como pudiera. Quizá si la llevaba con Kohinata aceptaría esperarla ahí, ella poseía un aire maternal que tranquilizaba a los niños, pero pronto desechó esa idea, no la iba a engañar, así que mejor enviaría a Kirika a buscar a su familia mientras se quedaba con ella en la comisaria.

Sonrió para calmarla.

–Está bien, estaré a tu lado hasta que encontremos a tu abuela.

Le extendió la mano y sin dudarlo Serena la tomó, emprendiendo el camino hasta la comisaria. Durante el trayecto comenzaron hablar y gracias a la experiencia que tenia Tsubasa logró saber el motivo por el cual se había alejado de su familia.

Pocos minutos después su comunicador volvió a sonar.

–Tsubasa. –de nuevo la voz de Kirika llegó a su oído.

–Te escucho.

–Una señora acaba de llegar buscando una niña con la descripción y nombre que me diste, Kanade la atendió y dice que le preguntes cuál es el nombre de su abuela, sólo para confirmarlo.

–Espera un momento. –observó a Serena– ¿Cómo se llama tu abuela?

–Nastassja.

Se lo comunicó a Kirika y esperó unos minutos.

–Es ella, apresúrate a regresar. –cortó la comunicación.

Era un alivio que apareciera tan pronto así Serena no tenía que pasar por más estrés de lo necesario. Se giró hacia ella.

–Mi compañera acaba de decirme que tu abuela llegó a la comisaria. –la cara de la pequeña se iluminó, haciéndola sonreír– Démonos prisa.


Al llegar Serena soltó su mano y corrió a los brazos de Nastassja, que la recibió entre lágrimas.

–Es bueno que todo terminara bien –habló Kanade llegando junto a Tsubasa– La señora Nastassja estaba muy nerviosa cuando entró, dijo que estaban comprando kakigori y cuando se volteó después de pagarlo su nieta ya no estaba.

–Serena me contó que unas personas estaban haciendo un show de malabares más adelante y fue a verlos, cuando regresó con su abuela ya se había ido.

–Supongo que se fue rápido para avisar a su familia de la desaparición de su nieta. –Kanade se rascó la parte posterior de la cabeza– Debe ser difícil estar en un lugar tan cocurrido con una niña tan pequeña sin poder apartar la vista de ella.

Shirabe se acercó a ellas después de terminar una llamada por el comunicador.

–Hibiki viene con la mamá de la niña. –les informó.

Varios minutos después la puerta se abrió de golpe dándole paso a una chica extranjera no mucho mayor que ellas, Hibiki entró poco después detrás de ella.

–¡Espere un momento, por favor! –pidió alcanzándola. ¡Si que era rápida!

–Pero dijo que ella estaba aquí. –contestó la chica ignorando a los presentes, claramente por culpa del nerviosismo.

–Así es, pero…

–¡Mami! –gritó la pequeña saliendo detrás del mostrador junto con su abuela.

–¡Serena!

Maria corrió sin mirar a nadie hasta ella, agachándose envolver a su hija entre sus brazos. Fue entonces cuando Serena no pudo contenerse más y rompió en llanto, el miedo que había mantenido bajo control salió al sentirse segura junto a su mamá.

–¡Estaba tan asustada! –la abrazó más fuerte para tranquilizarla, reteniendo sus propias lágrimas. Sabía que si la veía llorando se pondría peor.

–¡Lo siento mucho mamá! –exclamó entre lágrimas.

–Prométeme que no volverás alejarte así. –su voz sonó un poco entrecortada.

Serena asintió muchas veces.

–Lo prometo.

Una vez que ambas se calmaron Maria se separó un poco de ella para revisarla.

–¿Estás herida? ¿Te duele algo? –Serena negó con la cabeza aun llorando– Está bien, mamá ya está aquí, no llores mi amor.

Limpió las lágrimas de su hija y nuevamente la llevó a sus brazos. Había pasado el peor momento de su vida cuando su mamá llegó diciéndole que no encontraba a Serena. Controlando su miedo envió a Nastassja a la comisaria mientras ella corrió por todo el parque buscándola.

Llevaba unos angustiantes minutos sin resultados y las lágrimas ya amenazaban con salir, fue entonces cuando se encontró con la oficial Tachibana. Después de contarle lo que pasaba ella lo reportó y recibió el aviso de que su hija ya se encontraba a sana y salva en la comisaria con su abuela. Así que emprendió otra carrera hasta ahí sin ser plenamente consciente de dejar atrás a la oficial. Sintió su alma regresar al cuerpo cuando por fin la vio.

Quería irse a casa ya para calmar a Serena y tranquilizarse ellas mismas. Sin soltar a su hija se puse de pie girándose para ver a los presentes. Se sonrojó al darse cuenta que todas las miradas estaban puestas en ellas, y teniendo en cuenta su comportamiento no le extrañaba eso.

–Lamento el alboroto que causé. –inclinó la cabeza a modo de disculpa– Siento la tardanza en presentarme, soy Maria Cadenzavna Eve.

–No se preocupe –contestó Hibiki con calma– Es entendible en esta situación.

–Lo importante es que ya están juntas. –intervino Kanade sonriendo, después señaló a Tsubasa– La agente Kazanari fue quien encontró a su hija.

Por primera vez sus miradas se encontraron, captando por completo el interés de Tsubasa. El color tan peculiar en los ojos de Serena era una clara herencia de su mamá, que por algún motivo le resultaban extrañamente familiares, pero no podía recordar en dónde los había visto. Intrigada por su muy raro momento de olvido la miró fijamente sin darse cuenta.

–No tengo forma alguna para expresar lo agradecida que estoy con usted oficial. –Maria inclinó la cabeza tanto como podía con Serena en los brazos.

Tsubasa salió del estupor en el que estaba tras sus palabras.

–No es necesario, estamos para ayudar a las personas, y como dijo mi compañera, lo importante es que ya están juntas.

–Gracias por ayudarme –tímidamente Serena se alejó un poco del cuello de su mamá para mirarla.

Tsubasa le sonrió.

–No vuelvas alejarte de tu familia. –le acarició la cabeza– ¿Entendido?

Ella asintió.

–¿Podemos retirarnos o es necesario hacer algo más? –preguntó Nastassja al lado de su hija, igualmente desesperada por llevar a su nieta a casa.

–Ya tenemos sus datos y firma. –contestó Miku con amabilidad– Pueden irse.

Tras una nueva ronda de agradecimientos y reverencias las tres se marcharon de la comisaria.

–¡El poder de las mamás es asombros! –exclamó Hibiki sentándose en la silla detrás de su escritorio– Mira que correr más rápido que yo hasta acá no es sencillo.

–¡Te derrotó completamente! –Kanade rió sentada sobre el escritorio, haciendo caso omiso a los regaños de Shirabe por sus malos modales– Si que fue una entrada memorable, ¿no lo crees Tsubasa?

La aludida asintió preparándose para salir de nuevo.

–Sin duda lo fue.

Tenían apenas un par de días interactuando con las personas después de su traslado y no estaban tan acostumbradas a ello como los otros policías. Su trabajo en S.O.N.G. se desarrollaba principalmente entre las sombras sin reconocimiento alguno por parte de los civiles. Así que las simples pero genuinas palabras de Maria habían dejado una pequeña sensación agradable en ella.

–Por un momento creí que eran turistas. –mencionó Kirika– Pero según los datos que nos dio la señora Nastassja radican aquí desde hace más de veinte años.

–Chris parece extranjera y es muy japonesa. –dijo Hibiki aprovechando que la aludida no estaba presente– Las apariencias engañan.

–Esa chica, Maria, sin duda seria alguien difícil de olvidar. –exclamo Kanade sonriendo viendo a Tsubasa.

–Ya lo creo. –contestó preparándose para salir otra vez– Voy a seguir patrullando.

Sin darse cuenta sus pensamientos nuevamente viajaron a la chica de ojos verde azulado que acababa de irse.


Acababan de terminar de comer cuando la puerta de entrada es abrió dándole paso a un par de personas que Tsubasa no esperaba ver tan pronto. Habían pasado tres días desde el suceso y Maria junto a Serena estaban frente a ellas. Preocupada se puso de pie para atenderlas.

–Buenas tardes. –saludaron ambas.

–Buenas tardes, ¿ocurrió algo?

–Todo está bien. –se apresuró a explicar Maria– Sólo queríamos agradecer lo que hicieron por nosotras la otra vez, por favor acepten esto.

Le extendió la bolsa que traía en la mano, Tsubasa la observó desconcertada sin moverse.

–No era necesario que lo hicieran. –fue lo único que atinó a decir.

Maria sonrió sin tomar mal la reacción. Quizá si era un tanto extraño lo que estaba haciendo, pero no le importaba. Dando un paso más cerca tomó la mano de Tsubasa y la hizo agarrar la bolsa.

–Aún así queríamos hacerlo. –volteó a ver a su hija– ¿Verdad?

–¡Sí! –respondió Serena entusiasmada– ¡Son postres que mamá hizo y están deliciosos! ¡Cómanlos por favor!

La aludida se sonrojó ante la efusiva declaración de su hija.

–No es la gran cosa, pero espero que les gusten.

Sin darse cuenta Tsubasa sonrió, hacía tiempo que no comía un postre casero. Si bien era verdad que Kohinata solía cocinar alguno de vez en cuando para llevarles por lo general desaparecía en un instante gracias a Tachibana, Akatsuki, y Tsukuyomi, y si por algún milagro algo lograba sobrevivir a ellas, Kanade o Yukine se encargaba de terminar la tarea. Dejándola a ella, e incluso a la misma Kohinata, sin nada.

–Muchas gracias, confiaré plenamente en la palabra de Serena.

El sonrojo de su interlocutora aumentó con el halago, provocándole una pequeña risa interna.

–Bueno, debemos irnos. –tomó la mano de su hija después de hacer una reverencia– Gracias por recibirnos.

–¡Adiós! –Serena se despidió agitando la mano. Siendo correspondida no sólo por Tsubasa, sino también por el grupo de chicas al otro lado del mostrador.

–¡Que envida me da oficial Kazanari! –apareció Kanade a su lado rodeando sus hombros con el brazo– También quiero recibir postres como regalo.

–Estoy segura que ella los hizo para todas, aunque preferiría no compartirlos contigo por fastidiarme.

Kanade se apartó haciendo una pose como si acabara de recibir un golpe en la cara.

–¡Eres tan cruel con tu única y más preciada prima!

–El que seamos familia no te da privilegios especiales. –dijo encogiéndose de hombros.

Ignorando las protestas de Kanade sobre la negación de sus lazos sanguíneos, fue hasta la mesa y sacó la caja con cuidado de la bolsa. Al abrirla una gran variedad de pequeños pasteles decorados de una forma cuidadosamente elaborada estaban frente a ellas. Eran de tantos tipos que sería difícil elegir uno, todos lucían igual de delicioso y había para repetir más de dos veces.

–¡Eso se ve genial! –exclamó Chris feliz.

–¡Quiero uno! –dijeron al unísono Hibiki y Kirika.

–Parecen hechos por un profesional. –Miku comentó impresionada.

–¿De verdad podemos comer alguno? –la pregunta de Shirabe llegó con emoción.

–Por supuesto. –habló Tsubasa– Elijan el que quieran.

Sin perder el tiempo Kanade agarró el de limón ante las protestas de Kirika, quien al final se conformó con el de castañas. Miku se quedó con el de fresas y Hibiki el de plátano. Shirabe fue feliz con el de chocolate y Chris con el de naranja.

Tsubasa al final eligió uno color rosa que al principio pensaba que era de fresa, hasta que lo probó. El sabor tan característico de sakura que sólo se podía encontrar en esa época del año llenó su boca. Decir que era exquisito era poco, no recordaba haber comido un pastel igual en su vida. Dándole la razón a Serena quedó completamente fascinada por las habilidades de repostería de Maria. Las demás hicieron comentarios similares comiendo más de uno de diferentes sabores, acompañando la segunda porción con té hecho por Shirabe.

–Es suficiente, debemos volver al trabajo. –dijo Miku, ignorando las protestas de las demás. Tapó la caja guardando los últimos dos pasteles que quedaban– Deberías llevártelos a casa, Tsubasa.

–¿De verdad puedo? –le gustaban las cosas dulces pero cuando compraban algo normalmente se las cedía a Kanade o a Tachibana porque siempre querían comer más, pero esta vez no podía resistirse a la tentación de comer otra porción al día siguiente.

–Por supuesto, después de todo ellas te los trajeron a ti.

–Gracias. –por lo pronto los guardó en el pequeño refrigerador que tenían, amenazando de muerte a quien se atreviera a comerlos.

El resto de la tarde trascurrió tranquila, con las normales quejas de Chris sobre el fastidio que era estar ahí, después para alegría de Kanade y Hibiki, usaron la parte trasera de la estación para hacer algo de entrenamiento de combate cuerpo a cuerpo por turnos, quedándose alguna al frente del mostrador para atender a quien llegara.

El cambio de turno llegó por la noche, la unidad de policías que las remplazarían las tomaba como colegas normales iguales a ellos, desconociendo totalmente la existencia de su organización.

La segunda división era una unidad gubernamental creada para manejar situaciones de amenazas relacionadas con terrorismo o casos similares de emergencia y seguridad nacional, y pocos sabían de ellos al igual que las habilidades de sus miembros de alto rango. Estaba conformado por varios equipos de combate y acción, concentrados en todo el país.

La unidad de Tsubasa llevaba el nombre de S.O.N.G. y sus integrantes tenían un manejo sin igual con cualquier tipo de arma o vehículo, sin embargo, eran sus diferentes talentos individuales lo que las hacían el equipo de élite en la segunda división.

Las especialista en combate cuerpo a cuerpo eran Kanade y Hibiki, capaces de destrozar a más de uno usando sólo las manos. Cuando se trataba de infiltrarse en algún lugar Shirabe y Kirika eran las expertas, su sigilo y trabajo en equipo las hacía inigualables a la hora de sabotear planes en territorio enemigo. Por otra parte, no había nadie que pudiera arrebatarle a Chris el lugar como el francotirador más asombroso en todo el país gracias a las distancias incomparables desde las que podía acertar un disparo, y no sólo era una fuerza a temer en la distancia, tenerla cerca era igual de complicado de enfrentar. La menos combatiente era Miku, que si bien poseía tan buenas cualidades como ellas, su área eran las computadoras. El hacker perfecto que necesitaban.

El caso de Tsubasa era aún más especial que el de sus compañeras. Poseía una increíble capacidad estratégica para trazar planes confiables en minutos. Sus sentidos tan desarrollados la ayudaban a detectar fácilmente la presencia de sus enemigos, que combinando su gran velocidad y dominio del cuerpo, era incluso capaz de acabar con todo un escuadrón completamente armado en silencio y con tan sólo una espada. Era sin duda el combatiente más excepcional.

Tan increíble equipo estaba bajo el liderazgo de Genjuro Kazanari, otra increíble fuerza en combate a tener en cuenta. Así como a Ryoko Kazanari, que se encargaba principalmente de desarrollar equipo especial para ellas. Un matrimonio en perfecta sincronía, tíos de Tsubasa y padres de Kanade.

–Por fin estamos libres de este lugar. –dijo Chris una vez traspasado el mando de la comisaria.

–¡Tengo hambre! –lloriqueó Kirika abrazando a Shirabe.

–Igual yo, vayamos a cenar okonomiyaki a Flower. –sugirió recordando que ese día había promoción especial.

–¡Si, vamos! hace tiempo que no saludamos a la dueña. –mencionó Hibiki volteando suplicante a ver a Miku.

–Descansemos un rato antes de partir a la siguiente tarea. –concordó sonriente.

–¿También irás? –preguntó Kanade a su prima con las llaves de su automóvil en la mano, era la única que tenía uno.

Tsubasa detuvo sus pasos hacia su motocicleta, girándose para verlas.

–Las alcanzaré allá, debo dejar los postres en la casa.

–Puedes pedirle a la señora que los guarde mientras estamos ahí, te necesitamos porque no cabemos todas en el coche.

Era la mejor opción que tenía, pues ir a casa y regresar le tomaría tiempo, y la verdad es que ya tenía hambre.

–Está bien, pero sólo tengo un casco.

–Creo que hay uno en la cajuela, espera. –cuando regresó traía el casco que Tsubasa había estado buscando durante días. Tuvo que comprarse otro gracias a que pensó que lo había perdido en alguna misión. Más tarde hablaría con su prima para saber cómo demonios terminó en su cajuela.

–¡Yo iré con Tsubasa! –dijo rápidamente Kirika tomándolo de las manos de Kanade– Hace mucho que no me subo a tu motocicleta.

Tsubasa le extendió la bolsa de postres a Miku.

–Puedes cuidarlos, por favor. –la única en la que confiaba que no se los comería en el trayecto era ella.

–Por supuesto. –contestó sonriente.

–Vamos, Akatsuki. –Kirika la siguió feliz, subiendo a la motocicleta detrás de ella y sujetándose fuerte.

–¡Listo, capitán! –exclamó entusiasmada– ¡Vámonos!

Pronto salieron del estacionamiento de la comisaria, seguidas de cerca por el automóvil de Kanade.

Debían comer y relajarse un poco antes de empezar su siguiente misión. El cielo sin luna era su más grande aliada para la operación de rastreo que desplegarían por los principales puntos de la ciudad. Tenían un enemigo muy peligroso y debían descubrir quién era la mente maestra que los lideraba. Sería una larga noche en vela.

Quizá no fuera necesario que llevara los postres a casa, el azúcar sería de gran ayuda más tarde si se llegaba a sentirse cansada.

Sonrió ligeramente, consciente que sólo lo estaba usando como excusa ya que no solía comer nada después de las nueve, aún así decidió mantenerlos con ella. Si llegaba a ver a Maria de nuevo le agradecería debidamente por el regalo.

Aceleró la motocicleta disfrutando la emocionada risa de Kirika y el sonido del claxon de protesta del automóvil de Kanade detrás de ellas.

Flower las esperaba.


¡Hola a todo el mundo!

Espero que hayan disfrutado de la lectura, es el comienzo de este proyecto veamos cómo le va, por ahora no tengo mucho que decir más que agradecerles y esperar que me acompañen en esta historia. Me gustaría saber que les pareció, así que no duden en dejar su comentario para seguir mejorando.

¡Nos leemos en el próximo capítulo!

Fava.