Ginny Weasley

Llueve

"…nueve de la mañana, para hoy tenemos probabilidades de lluvia con muchas precipitaciones y parece que será así toda la semana, según nuestro pronosticador marca Vientos Mágicos… en las noticias de hoy, un árbol encantado ahogó hoy a dos muggles…"

Con un suspiro Ginny apagó la radio.

Parecía que la lluvia no iba a ceder, al menos por un buen tiempo. ¿Hace cuánto que estaba así? ¿Dos semanas? ¿Tres? Desde que había llegado a la Madriguera, el cielo no había cambiado aquel tono grisáceo y la humedad se colaba en todos los rincones, dejando un aire triste, amargo y melancólico. Desde que había vuelto de…de…del funeral.

Era como si la naturaleza supiera que era una gran pérdida, como si le estuviera haciendo homenaje a aquel gran mago, aquel gran hombre. A Albus Dumbledore.

Ginny cerró el grifo de la ducha y se envolvió en una toalla. Entró a su habitación y dirigió una mirada rápida a la ventana, con una vana esperanza de ver algo de luz solar después de tanto tiempo. El agua caía suavemente como pequeñísimas plumas.

Se vistió y bajó a la cocina. Escuchó voces del comedor, pero no tenía ganas de hablar. Quería estar sola.

Salió al jardín, y se sentó en la hierba, dejando que el agua cayera sobre ella. Estuvo un rato allí y la lluvia se fue haciendo más fuerte. Caía furiosa contra su cuerpo. Pero ella seguía sentada, con la mente en blanco, sintiéndose en paz después de tanto tiempo.

Ginny sabía que el sentimiento no iba a durar mucho, que luego volvería a encender la radio, a escuchar las noticias de la Orden, y que volvería a sentir aquel amargo sabor de impotencia en su boca. Pero pensaba disfrutar el momento, dejar que su mente y su cuerpo se relajaran. Lo necesitaba.

No supo cuánto tiempo estuvo allí sentada, inmóvil. Parecía que todo había frenado para ella, hasta que, lentamente, las lágrimas se deslizaron por su rostro, mezclándose con las gotas de lluvia, que fueron cediendo su ritmo, hasta contrastar con la deliberada continuidad del llanto.

Después de esas semanas de palabras huecas y sonrisas vacías, Ginny estaba liberando todos esos sentimientos que la habían embargado desde la muerte del director.

Tristeza, rabia, impotencia, susto, pesimismo, inseguridad.

Nada se desvanecía, simplemente se apaciguaba con esas lágrimas.

Ginny relajó su cuerpo, mientras éste, agotado después de aquella batalla, se debilitaba. En cambio, su mente se fortalecía. Podía ver las cosas más claramente y ya estaba lista.

Lista para seguir adelante.