Algunos Personajes pertenecen a Rumiko Takahashi.
Resumen: Kagome Higurashi pertenece a una poderosa familia de empresarios y ella misma lo es siendo la dueña de un viñedo llamado Vieille Ville. Está satisfecha de su vida y todo lo que ha tiene, pero su mundo se volverá algo complicado cuando se entere de que las tierras donde la viña se encuentra no le pertenecen a su familia y deban ser devueltas al dueño legítimo, Inuyasha Taisho, un hombre arrogante que tiene un extraño concepto del papel de la mujer. Kagome hará hasta lo imposible con tal de recuperar aquello que ella tanto adora, aunque tenga que sacrificarse ella misma y su vida intima.
Vieille Ville
Por Jane.Camui
Primer Capítulo: El Accidente.
Kagome Higurashi cerró la puerta de su auto con furia. Su cartera osciló peligrosamente en su brazo mientras caminaba con paso firme y rápido por el camino de cemento que la conducía hacia una imponente casa. Ya con las llaves en la mano subió la pequeña escalinata haciendo resonar sus altos tacones. Abrió la puerta de la mansión y atravesó el espacioso recibidor sin detenerse a mirar. No le sorprendió que no hubiese nadie para recibirla, a esas horas la señora Tori se encontraba con la joven Yoko haciendo las compras, mientras que la servidumbre se encargaba de la limpieza de la parte alta y la cocina.
Llegó hasta una gran puerta de roble a un costado y la abrió con violencia. Recorrió el pasillo y llegó hasta el final, donde una puerta de fina madera la separaba del despacho de su padre. No golpeo ni dio aviso alguno de su presencia. Cogió el pomo y lo giró.
Sentado frente a su escritorio y notablemente sorprendido, Yasuo Higurashi, la miró algo sobresaltado por la sorpresa. Kagome cerró la puerta de un solo portazo y se acercó al escritorio del hombre observándolo de forma amenazadora.
-Cómo es eso de que vas a vender Vieille ville?-preguntó conteniendo un grito de enojo.
-Vaya-dijo el anciano hombre quitándose los anteojos y pasándose las manos por los ojos con cansancio, tratando de parecer tranquilo-veo que ya te llegaron con el cuento.
-Responde-dijo Kagome poniendo las manos en el escritorio con determinación-Sólo espero que sea una broma de mal gusto de Miroku.
-No-respondió el hombre levantándose lentamente ante la sorprendida mirada de su hija-no es ninguna broma de Miroku. Venderé Vieille ville porque debo hacerlo, te ruego que me comprendas. Lo hago por ustedes y por su bien.
-De qué demonios estás hablando?!-exclamó Kagome golpeando la mesa con una mano-Vas a vender el viñedo por nuestro bien?! Acaso te has vuelto loco?!-preguntó alzando la voz.
-Kagome-dijo el hombre como si ya previera esa discusión-Es una situación que se escapa de mis manos... No tengo más alternativa que vender el viñedo.
-Pero la que se ha hecho cargo de él los últimos cuatro años desde que mamá se fue soy yo!-gritó Kagome-Cómo puedes hacerme esto?! Cómo puedes traicionarme de esta forma?
-No te estoy traicionando-dijo el hombre en voz baja pero notablemente herido-No actúes como una chiquilla inmadura!-la regañó su padre rodeando su escritorio hasta llegar donde su hija-Además, será bueno que ese Viñedo se desprenda de nosotros. Cuando yo muera, no quiero que mis hijos se peleen por los bienes de su padre. Miroku se queda con la señal televisiva, Kikyo con la cadena de hoteles y tú con la casa de modas, cuando eras pequeña...
-No me importa lo que decía cuando era pequeña!-exclamó Kagome conciente de que su padre le recordaría que siendo una niña miraba deslumbrada a las modelos que lucían las ropas que su tía había diseñado.
-El viñedo se va-sentenció Yasuo mostrándose determinado y seguro. Le dolí hacer eso, pero no había otra alternativa. Debían ceder el viñedo aunque no les gustara.
-Pero por qué demonios tienes que vender Vieille ville?!-preguntó con exasperación-Vende la casa de modas. Ni siquiera era nuestra. La Tía Sayo la dejó porque no tuvo hijos...
-Ya está decidido Kagome, lo siento mucho!-la interrumpió con un brusco movimiento de la mano, haciendo la callar al instante.
-Pero...
-Me han hecho una oferta muy buena, recibirás todo el dinero ya que eres la legítima heredera de la Vieille Ville. Te aseguro que quedará en muy buenas manos. La familia...-pero se calló. Kagome había soltado un bufido y salido del despacho con la misma exasperación con la que entró.
Kagome no quería escuchar más. No le importaba quien se quedara con el viñedo, no le importaba cuanta plata fuera a recibir de él. Se sentía traicionada, herida. Era su trabajo, su esfuerzo lo que Yasou Higurashi iba a vender, no solo una viña.
Se había pasado semanas y semanas preocupada de que la cosecha saliera perfecta, pendiente de cada instalación en la fábrica. Había días en los que ni dormía cuando un nuevo producto iba a salir al mercado, esperando que todo saliese como habían planeado ella y el consejo que la asesoraba. Era todo su mundo, su vida la que estaba vinculada con la empresa que su bisabuela había comenzando.
-Cómo puedes hacerme esto?!-gritó a su padre cuando llegaba a la puerta principal. El hombre la iba siguiendo a duras penas.
-Kagome!-gritó el anciano cuando su hija salía y se dirigía a su automóvil color negro-No vayas a manejar, por favor!-Pero ella no lo escuchaba, estaba demasiado molesta para entender.
-Me he pasado la vida anhelando estar a la cabeza del viñedo y ahora que por fin lo tengo-exclamó antes de entrar en el auto-me lo arrebatas así nada más, con la estúpida razón de que lo haces por nuestro bien. Pues quédate con el viñedo y con tu maldita casa de modas, no la quiero!.
-Kagome!-volvió a gritar el anciano hombre, pero era demasiado tarde.
La castaña había hecho partir el automóvil. Apretó el acelerador y no le importó pasar por encima de unas rosas destrozándolas. Deseaba salir de allí lo antes posible. No quería ver a ese hombre que se hacía llamar su padre, ni mucho menos escuchar más estúpidas razones. Atravesó el portón ante la sorprendida mirada del guardia y se adentró en la carretera que la alejaba de la casa donde había pasado su niñez. Su cabeza daba vueltas pues comenzaba a sentir un fuerte dolor a un costado. No sabía si agobiada por la noticia o por la traición que sentía, su padre le estaba haciendo.
Condujo a gran velocidad. Pasó por entremedio de algunos autos escuchando la fuerte bocina que le reclamaba. Apretó el acelerador mientras comenzaba a derramar incontenibles lágrimas. Se sentía realmente mal. Ahora comenzaba a sentir el peso de su conciencia al haber gritado a su padre, que durante toda su vida la había tratado con cuidado y cariño, incluso cuando ella llegaba con alguna mala calificación o con un castigo de la escuela. Que le había entregado todo.
-Pero ha sido su culpa!-exclamó golpeando el manubrio.
De apoco se iba a cercando a la ciudad. Pasó casi rozando a un auto delante de ella y más adelante, un taxista, sacó la cabeza gritándole quien sabe que cosa que ha ella la tenía sin cuidado. Escuchó sonar su teléfono celular. Estuvo tentada de tirarlo por le ventana. Pasó una luz roja a toda velocidad. ¿Por qué demonios su padre la torturaba de esa forma?
-Ten cuidado Loca!!-le llegó el grito de alguien.
Giró la cabeza instintivamente una fracción de segundo después de ver que delante de ella un auto color rosa se detenía con violencia. Kagome contuvo la respiración al tiempo que apretaba el freno y se aferraba al manubrio, tratando de no chocar con el automóvil. Hizo un giro brusco y escuchó el fuerte sonido que produjeron las ruedas. Un segundo después, sintió como un fuerte golpe la aturdía en la cabeza y la dejaba despierta solo lo suficiente para ver correr hacia ella a un montón de gente. Luego, dejó caer su cabeza hacia un costado al tiempo que perdía, definitivamente, la conciencia.
-Llamen a una ambulancia!-gritó una mujer luego de ver a la joven de pelo azabache desmayada delante del manubrio.
o.o.o.o
Corrió por el pasillo pasando entremedio de médicos y enfermeras. Casi chocó con un par de personas, pero pidió disculpas con rapidez sin detenerse. Dobló por una esquina y se topó con la unidad de emergencias que había estado buscando. Al entrar vio a una cabellera negra con una coleta amarrada que conversaba amenamente con una de las enfermeras de turno. Dejó salir un resoplido de sus rojos labios y lo tomó de un codo. El hombre la miró con sus ojos azules y le sonrió de forma galante. Kikyo Higurashi no dejó que hablara.
-Cómo está? Qué dijo el médico? Se pondrá bien?
-Tranquila, mujer! Solo fue un golpe en la cabeza, nada grave-respondió el hombre guiándola hasta unos asientos de plástico poco cómodos.
-Cómo ocurrió?-preguntó con sus ojos chocolates angustiados, la joven de largo pelo negro azulado, igual al de su hermano, y liso con un elegante flequillo que adornaba su piel blanca. Vestía un fino vestido largo de seda vaporosa color azul con un cuello amplio y las mangas abultadas sobre su codo.
-Aun no estoy muy seguro, pero creo que la culpa la tuvo nuestra queridísima hermana. Kagome iba con exceso de velocidad, así que de seguro se gana una reprimenda más o menos grande-El hombre vestía a la perfección para una reunión de negocios, utilizaba un traje gris acompañado de una corbata azul que resaltaba sus ojos.
-Con exceso de velocidad?-preguntó desconcertada Kikyo-Vamos, Miroku. Ella es la más tranquila. Te creo si me dices que él que iba conduciendo eras tú, pero Kagome... No!
-Pues tendrás que creerme. Le chocó al auto de una mujer con la parte trasera de su auto. Estoy esperando al abogado, él me dirá que fue lo que pasó.
-Es muy grave?-Miroku lo pensó durante unos momentos. Finalmente soltó un resoplido de aire y sonrió a su hermana
-Eso depende. Si hablamos de Kagome, no creo que sea muy grave, pero la mujer a la que chocó...
-Qué tiene?-preguntó Kikyo asustada.
-Se rompió un brazo.
-Y eso es lo grave?-preguntó Kikyo alzando una ceja-Pensé que había quedado inválida o, no sé... en coma.
-No seas exagerada-Le reprochó Miroku-El problema es otro. Esa mujer es...
-Miroku!-gritó un hombre saliendo de una sala con un gran maletín en la mano, a su lado un hombre alto y con mirar frío los observó haciendo una mueca de desprecio. Kikyo frunció el entrecejo y se levantó al mismo tiempo que lo hacía su hermano.
-Ah-Dijo Miroku con gusto-Viene el abogado. Koga!-dijo en señal de saludo estrechando la mano del hombre.
-Creo que hemos llegado a un buen acuerdo. El señor Toshiro Oishi es el Representante de la señorita Tsubaki.
-Mucho gusto-dijo Miroku. El hombre, de ojos negros y pelo levemente ondulado estrechó la mano de Miroku sin cambiar su expresión fría.
-Qué?-preguntó Kikyo desconcertada- Tsubaki? Tsubaki Ichida?-preguntó Kikyo pasando la vista desde un hombre a otro-La cantante?.
Miroku asistió con la cabeza. Kikyo lo miró de forma significativa.
-Ella estaba apunto de firmar con la casa de modas!-exclamó-entre todas las personas en el mundo, tenía que chocar con Tsubaki!
-Señor Higurashi?-preguntó una enfermera-La paciente Kagome ha despertado.
-Genial, ahora mismo la vuelvo a dejar inconciente!-exclamó Kikyo perdiendo por segundos la elegancia que la caracterizaba.
-Iré enseguida-respondió Miroku pasando un brazo sobre los hombros de su molesta hermana. Cuando la enfermera se retiró, Kikyo se soltó molesta.
-No puedo creerlo!-soltó la pelinegra-cuanto tiempo estará con yeso?.
-Me temo que un mes, mínimo-respondió Koga mostrándole el papel que certificaba el accidente de Tsubaki.
Kikyo tomó el documento y lo escrutó aguantando las ganas de romperlo. Finalmente, tomando aire una y otra vez se despidió de los hombres con la excusa de necesitar un café.
-Kikyo no parece muy contenta ¿no?-dijo Koga sonriendo.
- Tsubaki es la figura de la temporada de primavera-verano. Las tomas fotográficas iban a comenzar la semana que viene.
-Ella es la dueña de la empresa?-preguntó ahora Toshiro como si la información no le encajara.
-No, la dueña legítima es Kagome Higurashi. Qué ironía ¿no?-exclamó Miroku-Kikyo solo se hace cargo temporalmente.
o.o.o.o
Kagome se encontraba sentada en la cama de hospital apoyando su espalda en una reconfortante almohada. Observó como la enfermera entraba para controlar la máquina a la que estaba unida por un instrumento anclado en su dedo. La enfermera anotó un par de cosas en la ficha de la joven y luego la dejó a los pies de la cama de la castaña.
-Necesita algo?-preguntó con una pequeña sonrisa-Su hermano y su hermana están afuera.
-Sí-contestó-que no pasen.
-Demasiado tarde Kagome!-dijo Kikyo entrando-Cómo demonios chocaste?!
-Que lindo verte, hermana-dijo Kagome sonriendo.
-Podrías haberte matado!-le reprochó la pelinegra.
-Pero no me morí!!-dijo Kagome suspirando con resignación-Ya no me tortures más Kikyo.
-Sabes a quien chocaste al menos?-preguntó la mujer poniendo sus manos en la cintura.
-A una colegiala que se robó el auto de su papá?-preguntó sonriendo con inocencia.
-Ojalá!-exclamó Kikyo-a Tsubaki, la cantante!
-Espera-dijo Kagome cambiado su expresión de resignación por una de preocupación-La que iba a firmar para la...
-Sí!-la interrumpió la mujer-para Sweet, Kagome. Era el contrato que habíamos estado esperando.
-No pude ser!-dijo la castaña atormentada-entre todas las mujeres sin cerebro que podía haber casi matado, tenía que ser la que me hará ganar millones y millones de dólares.
Kikyo la fulminó con la mirada molesta, aunque su hermana parecía realmente preocupada.
-Eso es, ríete Kagome!-dijo fastidiada-Pero ten en cuenta, que la que se hará cargo de la casa de modas eres tú!-le recordó con un dedo acusador.
-Te la regalo! Realmente, no la deseo!
-Cómo puedes ser tan infantil?!-preguntó Kikyo tomando su bolso y dando por terminaba la conversación-Estás actuando como una niña pequeña, solo porque papá quiere vender el viñedo, que por cierto, no nos pertenece realmente.
-Qué?...-pero Kikyo salió de la habitación dejando a la castaña desconcertada.
Miroku entró en la habitación minutos más tarde. Le habló con alegría, como era común y le informó que el representante de Tsubaki parecía un hombre sensato y práctico que no quería llegar a la justicia con aquel tema.
-Me aseguró que una recompensación económica bastará-le dijo con una sonrisa radiante tomando la mano de la castaña, pero su sonrisa se desvaneció levemente al contemplar el rostro de su hermana-Kagome...?-preguntó al ver su mirada perdida-Me estás escuchando?
La castaña asistió con la cabeza inconcientemente, pero realmente no oía lo que su hermano le estaba diciendo. En su cabeza se repetían las palabras de su hermana una y otras ves.
¿Qué el viñedo no les pertenecía realmente? Sí, esas habían sido las palabras que Kikyo había pronunciado. ¿Estaba hablando en serio?. Pero...
"No" se dijo a si misma deteniendo las palabras de su hermana "está hablando de molesta. Yo misma tengo los papeles de la compra de los terrenos"
Si no la engañaba su memoria, el viñedo había sido pensado por su bisabuela. Convencida de que había descubierto una exótica uva que solo se daba en Japón, compró unas grandes extensiones de tierra que habían pertenecido a una familia muy adinerada al sur de Kyoto, ya muchos años atrás. Durante meses probó con el cultivo que muchas veces salía en malas condiciones, pero finalmente cuando ya comenzaba la primavera y luego de exagerados cuidados, la producción dio una excelente uva, jugosa y sabrosa. Ya con la técnica adquirida, la producción salió a la venta, hasta que por un golpe de suerte se establecieron en el mercado dejándolo como el mejor vino de Japón.
Para la muerte de la bisabuela de Kagome, Vieille Ville se expandía a una gran velocidad y pronto los terrenos aledaños también fueron comprados, agrandando aun más la producción. El viñedo fue heredado por su hija, la abuela de Kagome, que administró el viñedo con mano generosa y cálida, convirtiéndola en una empresa de excelencia.
Ya para 1968, año en que murió la abuela de Kagome y, por lo tanto el viñedo pasó a su madre, se iniciaron las exportaciones a China y Corea. Y su madre, que había dedicado toda su vida al trabajo y a su familia, le había prometido que Vieille Ville pasaría a sus manos cuando cumpliera la edad indica. Pero esa edad llegó mucho antes de lo que todos hubiesen querido. Su madre enfermó de cáncer y no pudo salvarse. Murió al poco tiempo de que Kagome cumpliera los diesiseis. Durante todo ese tiempo, hasta que Kagome cumpliera los veintiún años, Miroku se hizo cargo de el viñedo, aunque esperaba ansiosa el día de poder cederlo a su hermana menor, ya que Miroku tenía otro imperio que cuidar, la cadena de Hoteles Spring Season. Así que cuando Kagome iba en la mitad de su carrera de administración en la Universidad de Tokio, tomó la dirección de Vieille Ville, con la ayuda de un consejo asesor que le puso su padre como un apoyo ante las decisiones más importantes.
El sueño de toda su vida se comenzó a hacer realidad. Era un orgullo ser la cuarta mujer de la familia de su madre en estar a la cabeza del viñedo. Muchas veces se había preguntado del por qué de puras mujeres. Hasta que su madre, un día cuando ella tenía quince años, le contó un secreto familiar. Por alguna extraña razón que nadie conocía, la bisabuela de Kagome, Kaede Suki había dejado una condición a la sucesión de su viñedo. "La cabeza más alta de Vieille Ville, solo será una mujer, jamás un hombre, de lo contrario la cosecha decaería y la producción, junto con el vino morirían en la quiebra".
Kagome, adorando esa condición, soñaba el día en que le entregaría a su hija el viñedo para que ella lo siguiera haciendo crecer, como las cuatro otras mujeres de la familia.
-Aunque-pensó en voz alta-primero tengo que conseguirme con quien tener una hija...
-De qué estás hablando?!-preguntó Miroku confundido.
o.o.o.o
Cerca del anochecer, Kagome fue dada de alta. Miroku la llevó hasta su casa, que se encontraba en los mismo terrenos de Vieille Ville. Se bajó del automóvil, aun sintiendo su cuerpo adolorido. Miroku la ayudó con su bolso de aseo, que Kikyo le había ido a dejar luego de discutir mirándola con reproche pero sin poder ocultar su preocupación, y su bolsa, que aunque era pequeña pesaba bastante.
-Que demonios traes aquí?-preguntó Miroku cuando Kagome habría la puerta de su casa.
-Se-cre-to-rió la castaña.
Miroku la ayudó ha llegar hasta la sala y fue a la cocina, seguramente a avisar a la señora Koda de que habían llegado. Kagome, en tanto, se dejó caer cansada sobre uno de los cómodos sillones color burdeo. A su lado, sendas lámparas alumbraban el lugar con una tenue luz. Los muebles de fina madera proyectaban sombras que oscurecían delicadamente el salón. Las cortinas, que hacían perfecto juego con los sillones, acompañaban los grandes ventanales que rodeaban el espacio. Grandes floreros con gardenias y otras plantas le daban a la estancia el toque femenino que tanto se había esforzado en darle. Kagome se había esmerado adornando su casa, colocando cada adorno, cada lámpara y cada alfombra, además de una colección completa de estatuillas muy antiguas, en lo que ella consideraba la perfecta posición. En la pared las imágenes de los cuadros renacentistas que Kagome adoraba lo observaban todo, como silencios espectadores de la vida de la castaña.
- Le he dicho a Koda que no se moleste en levantarse. Yo te ayudaré a acomodarte-Miroku volvió cuando el reloj de pie marcó las ocho de la noche-Esto parece la casa del conservador del museo-susurró Miroku observando una réplica de laúltima cena de Da Vinci.
-Ya terminaste de criticar mi gusto? Lo haces cada vez que vienes-se quejó Kagome, aunque notablemente divertida-Por qué no me traes algo para beber?-sonrió inocentemente.
-Qué deseas?-preguntó acercarse al bar oculto dentro de un mueble de dos metros de alto que perfectamente podría ser indio.
-Lo que sea-respondió. Al cabo de un momento Miroku le tendió un baso de Whisky-Gracias.
-Y bien?-preguntó el hombre sentándose en un sitial al lado de su hermana-Ya arreglaste ese conflicto contigo misma? Ya te resignaste a la idea de vender Vieille Ville?
-Eso nunca!-respondió medio molesta-Tu sabes lo que significa para mí. Ahí he puesto mi vida.
-Kagome, es más poderoso que eso. Tu sabes perfectamente que si nuestro padre pudiera conservarlo lo haría, pero ya no depende de nosotros.
Miroku dejó el baso con unos cuantos hielos sobre la mesa en donde reposaba una estatuilla diminuta egipcia. Kagome frunció el entrecejo no comprendiendo del todo a que se refería su hermano. El recuerdo de las palabras de Kikyo le llegaron una vez más a la cabeza. "Estás actuando como una niña pequeña, solo porque papá quiere vender el viñedo, que por cierto, no nos pertenece realmente" ¿Acaso sus hermanos sabían algo que ella desconocía?.
-No entiendo, me puedes explicar...-preguntó sentándose bien.
-Escúchame bien, Kagome-pidió Miroku poniéndose serio-No queríamos decirte nada pues, si no era reclamado no iba a ser necesario preocuparte, pero no fue así, lamentablemente.
-Me puedes explicar de que demonios estás hablando?-exclamó molesta la castaña-Tu y Kikyo me hablan en claves. Ya díganme de una buena vez!.
-Las tierras donde está el viñedo no pertenecían a la bisabuela Kaede.
Un leve silencio se apoderó de la sala, mientras la castaña intentaba asimilar las palabras que su hermano le estaba diciendo.
o.o.o.o
Kikyo se sentó delante del volante y permaneció allí durante largo rato, sin prender el automóvil pensando en que hacer. Aunque no era la directora de la casa de modas, de ella dependía la decisión con respecto a que hacer con el repentino problema que había ocasionado el accidente de su hermana. El poder que Kagome le había cedido la dejaba a cargo de las decisiones importantes mientras Kagome encontrara a alguien de su entera confianza que pudiera hacerse cargo se la casa de modas, aunque las últimas novedades dejaban a Kagome como directora, ya que perdería Vieille Ville por culpa de un fraude de hace más de ochenta años.
"Nos hemos quedado sin publicidad" pensó suspirando con algo de resignación. Tsubaki estaba tan molesta con Kagome que había jurado que les sacaría hasta el último centavo, a pesar de que el abogado de la cantante les había asegurado de que habían llegado a un buen acuerdo con Koga y Miroku. Por lo que decía el documento que Koga le había pasado, la fractura en el brazo le iba a afectar mucho más que un contrato con Sweets, sino que también la gira por Asía que partía en tres semanas.
Kikyo aun recordaba el grito de Tsubaki cuando vio su rostro en un espejo.
-No la puedo culpar-dijo la pelinegra luego de suspirar-Con un moretón como ese...
Y no era nada pequeño, en medio de la frente y ocupando parte de su ojo, le aseguraba un mes de intenso maquillaje, y si es que con eso conseguía ocultar el golpe.
Escuchó el sonido de su celular. Metió la mano en su cartera, algo desanimada. Ya con el celular frente a el y sonando una suave música observó la pequeña pantalla. "Papá"
Suspiró y apagó el celular. Necesitaba pensar. Se puso el cinturón de seguridad y giró la llave, poniendo en marcha el automóvil. La temporada primavera-verano estaría lista para los próximos días y ellos acababan de perder el rostro de la publicidad... Tenían que buscar a Tsubaki?.
-Tiene que ser influyente, conocida, con un rostro encantador, aunque sea la persona más desagradable del planeta. En total, no nos importa lo que diga, sino lo que muestra-pensó en voz alta doblando por una esquina.
Tsubaki era seguida por miles y miles de personas por toda Asia¿Había otra cantante en Japón que pudiera igualarse a ella? Lo dudaba. Las otras, que aunque eran igual o más talentosas, no alcanzaban a tener el nivel de popularidad que Tsubaki tenía.
-Demonios!!-exclamó molesta.
Se detuvo ante un semáforo esperando que la luz cambiara. Prendió la radio y escuchó una suave música. Acompañada por una orquesta sinfónica una delicada voz cantaba una triste letra...
-Dónde consigo, en tres días, a una cantante que sea la maldita cara de Sweets?-dijo Kikyo mirando hacia todos lados en la calle como si allí encontrara la respuesta.
Debía tener un cuerpo, quizá no perfecto, pero bien marcado para que las prendas se lucieran. Debía tener una encantadora sonrisa y ojalá, el pelo largo, así se le podría peinar de acuerdo a las ropas y el momento. Debía ser alta y, sobre todo...
-Tiene que ser famosa!
Y lo vio. En lo alto de un edificio y sonriendo con dulzura, una mujer de ojos penetrantes. "The last letter, el nuevo single de Sango. La más dulces de las voces Japonesas"
o.o.o.o
-Perdón?-preguntó desconcertada Kagome, con la esperanza de haber escuchado mal.
-El viñedo no es nuestro, pues las tierras no nos pertenecen. Fue un fraude. La compra de todos los terrenos. Las bodegas, la fábrica, las oficinas, todo eso están en tierras que no son de nuestra familia.
-No...-dijo Kagome negando con la cabeza creyendo que todo lo que le decía su hermano era una broma-no, simplemente es demasiado... No es verdad. Digo, yo tengo los contratos, los papeles que rectifican la compra y eso papeles son legales. Ustedes están mal.
-Lo siento, Kagome. Pero Kaede no era precisamente la mujer más decente de este planeta y ahora, por eso vamos a perder el viñedo.
-Pero... pero...-trataba de explicarse Kagome. Se levantó, incapaz de permanecer más tiempo sentada, y se paseó por la sala negando con la cabeza-Es imposible! La bisabuela jamás... ella no... Tiene que ser un mal entendido.
-No lo es-dijo Miroku cansadamente-No eres la verdadera dueña de estas tierras.
Kagome se detuvo en medio de su paseo y observó a su hermano con los ojos como platos, con la boca levemente abierta, incapaz aún de creer en todo lo que su hermano le estaba diciendo. "Mis tierras no son mías, pertenecen a otra persona!" pensó horrorizada.
-No puede ser-susurró dejándose caer con lentitud en el sillón-Es imposible...
-Lo siento Kagome.
o.o.o.o
-Adónde vas?
-Tengo cosas que hacer. Volveré tarde.
-Oh! No puedes irte. Acabas de volver.
-Lo sé, Sango, pero los negocios son negocios.
La joven de veintidós años miró la puerta cerrarse con tristeza. Se acercó a una ventaba que daba al jardín y contempló como un hombre alto de pelo espeso color negro y largo se encaminaba con caminar elegante hacia un convertible aparcado cerca del los rosales que ella misma había plantado. Cuando el hombre se giró, ella se despidió moviendo la mano con lentitud. El la observó con una leve sonrisa en los labios y con sus inexpresivos ojos dorados.
-Inuyasha-susurró Sango apenada cuando el auto se perdía entremedio de los árboles.
Se apoyó en la pared y miró a su alrededor. Se sentía tan sola en esa casa. Era demasiado grande para dos personas y más aun cuando Inuyasha Taisho se ausentaba la gran parte de la semana por asuntos de negocios. Aunque Sango estaba segura de que no eran precisamente negocios los que hacía el pelinegro.
Caminó por el pasillo hasta llegar a unas grandes escaleras y las subió con lentitud.
Había esperado durante tanto tiempo que volviera, había anhelado tanto aquel momento que cuando lo vio en el aeropuerto no pudo evitar soltar una lágrima de felicidad. Era la única alegría que tenía en la vida. Ser cantante no era lo que ella había imaginado. Si, ganaba millones, conocía muchos lugares del mundo, pero la exigencia, la capacidad física la estaba agotando y matando de apoco. Casi no dormía y su alimentación era mínima. Incluso parecía que a Inuyasha le desagradaba la imagen que tenía.
"Estás demasiado delgada, tienes que comer. Además estás muy pálida" la regañó aquella mañana cuando ella lo abrazó con efusividad. Sango solo le sonrió y simuló que sus palabras no la afectaban.
Abrió la puerta de su habitación y se dirigió al espejo de cuerpo entero. Se contempló con ojos crítico. Su largo cabello le llegaba hasta la cintura y su flequillo doble era lo único que le gustaba. Recordó todas las veces que los amigos de sus padres la miraban y le decían que era la copia exacta de su madre "Tienes los ojos de ella" le decían contemplándola con una mota de nostalgia en los ojos.
Se fijó en su lánguida figura. Era tan delgada, tan pálida, tan...
-Mi celular!-exclamó.
Buscó su bolso sobre la cama y alcanzó su teléfono móvil. Era su representante. ¿Por qué la llamaba tan tarde?
-Diga.
-Te has sacado la lotería!-exclamó la voz de un hombre al otro lado de la línea-Sweets te quiere para que seas la imagen de su próxima temporada.
-Sweets? Pero...-trató de recordar lo que le había leído en una revista-Pero... No iba a ser la tonta se Tsubaki?
-Sí, pero hubo un contratiempo. Ya sabes, seguramente se puso exigente y terminaron por despacharla. Y ahora-decía con la voz notablemente emocionada-te quieren a ti. ¿Sabes lo que significa? Miles y miles de personas tratando de ser como tú, y lo mejor que ya saben donde encontrarte. El representar esta casa de modas te transforma en imagen, en un ejemplo. Las chicas de todo Japón correrán para comprar las ropas que usas. Sin contar de que es alta costura gratis. Es publicidad ciento por ciento garantizada en la efectividad!
Por alguna razón que solo Sango conocía, aquella noticia no la hacía tan feliz como esperaba, si no todo lo contrario. Nuevamente un sentimiento de soledad la invadía. Se sentó con lentitud sobre su cama escuchando como su representante le enumeraba cada una de las ventajas de ser la cara de Sweets.
-Oye..-dijo deteniéndolo-no lo sé. La verdad es que no me llama mucho la atención.
-Te has vuelto loca o qué?-preguntó la voz indignada-Es fama y más encima con recompensa!
Sentía que sonaba tan vulgar, tan burdo. No era aquello lo que ella había estado buscando, no había sido su principal objetivo cuando decidió transformarse en cantante. Siempre había soñado con una vida maravillosa donde ella era feliz al lado de un hombre que la amaba locamente... ¿Pero tenía alguna de aquellas dos cosas? No, difícilmente podía sentirse complacida con un contrato con una casa de modas cuando ella no estaba satisfecha de la vida que tenía.
-Soy cantante-dijo finalmente-No modelo.
Cortó sin despedirse. Apagó el celular conciente de que su representante llamaría a la casa cuando sonara el pitido intermitente al intentar llamar nuevamente. Se recostó sobre su cama y miró el vació en la oscuridad. Deseaba poder estar con alguien, que la abrazara y la reconfortara. Que le dijera cuan especial era y cuando esencial se había transformado. Estaba cansada de aquellos contratos de los cuales solo conseguía dinero y un poco más de fama. Estaba aburrida de recitar una y otra vez las letras de sus canciones más movidas cuando realmente no sentía la felicidad y agradecimiento que anunciaban. Cerró sus ojos con una sola idea clara en la cabeza, esa idea que la atormentaba cada vez que estaba sola en aquella gran casa. Esa idea que le era molesta e insensata, pero que al mismo tiempo tanto la tentaba.
-Dónde están mis pastillas para dormir?-se preguntó levantándose levemente y revolviendo un cajón.
o.o.o.o
Hola! Este es el inicio de mi tercer fan fic, primero que le dedico a Inuyasha. Espero que les guste, aunque este primer capítulo no dice mucho.
Les dejo un adelanto del siguiente capítulo:
-He decidido verle el lado positivo. Tsubaki es demasiado molesta y reclama por todo. Además, creo que he encontrado a una mujer que es mucho más agradable, más simpática y realmente más adorable, que es lo que nuestra marca quiere proyectar, que la señorita cantante...
-Así?-preguntó Kagome con una sonrisa-y quien es?
-Sango Taisho! Es justo lo que necesitábamos.
o.o.o.o
-Crees que él estaba...?
-Con una de las mujeres?-terminó la pregunta la cocinera-Por su puesto! Inuyasha vive para dos cosas, para su trabajo y las noches que comparte con sus amiguitas.
o.o.o.o
Kagome sintió un pequeño mareo dentro de ella. Fue una sensación extraña. Se puso tan nerviosa que cuando Inuyasha la soltó, retiró su mano con precipitación y pasó a llevar una jarra con jugo de naranja natural.
-Ay! Dios!-exclamó cuando sintió la bebida caer sobre su falda.
-Qué te pasa?!-preguntó Inuyasha molesto. Esa mujer parecía tenerle miedo.
-Nada...-susurró Kagome bajando la vista hasta sus manos-Gracias-dijo finalmente y le dio la espalda, entrando nuevamente en la habitación.
Dejen Reviews! Es tan fácil y gratificante! Dalee, pincha para que yo sepa tu opinión.
Nos leemos en el próximo capítulo!
